viernes, 17 de abril de 2020

LAS 7 CARACTERÍSTICAS DEL ESTILO MISIONERO DE JESÚS...

1. La certeza de ser amado, llamado y enviado

El Señor «llamó a los que Él quiso» (Mc 3,13) y de ellos «hizo Doce». Jesús toma la iniciativa y nos invita a ser sus colaboradores. Esta convicción vocacional nos llena de serenidad en los momentos difíciles. No por nuestros méritos sino por designio divino. Al llamarnos confía en nosotros y espera nuestra respuesta generosa. Luego pone en nuestras manos su propio proyecto.


2. Participar de su Vida

Los llamó «para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar con el poder de destruir el mal» (Mc 3,13-14). Una traducción más exacta sería: «para ser uno con Él» (cf. Jn 17,22). Esta es la esencia de la vocación misionera: estar unidos a Jesucristo como las ramas al árbol. La oración y la escucha cotidiana de su Palabra constituyen la fuerza invencible de la misión. Hablar con Él para hablar de Él. De otra forma lo único que haremos será predicarnos a nosotros mismos y lo que construyamos quedará sobre arena. Los sacramentos, en particular la eucaristía y la reconciliación, como ríos de gracia, nutren nuestra conversión y nos asocian al Amor capaz de aniquilar la acción del maligno.


3. Testigos de Fraternidad

Somos enviados como Iglesia, nunca solos: «de dos en dos». Porque el núcleo del anuncio consiste en mostrar que somos hermanos y hermanas en el único Padre-Amor. Por eso el mundo no nos quiere recibir, ya que testimoniamos y proclamamos la fraternidad ante una sociedad que nos asegura lo contrario. Esto es también el fin que anhelamos: «que viendo cómo nos amamos, glorifiquen al Padre que está en el cielo» (cf. Mt 5,16). La experiencia de la fraternidad es lo que más necesita nuestra presente humanidad herida. De dos en dos para aligerarnos con el bálsamo de la amistad y ayudarnos a cargar la cruz, para que el testimonio sea válido conforme a la ley judía, sobretodo para estar ciertos de la presencia del Maestro que nos prometió «ahí donde dos o más se reúnan en mi Nombre, yo estaré en medio de ellos».


4. Abandono en la Providencia

Si llevamos dinero la gente nos pedirá dinero. Si ponemos, de hecho, la prioridad en cosas materiales o en capacidades humanas, entonces seremos dependientes de lo que hemos puesto como base. En cambio Jesús nos pide como única condición misionera «no lleven oro, ni morral, ni doble túnica» (Lc 10,4). En otro texto solamente nos permite «las sandalias y el bastón» (Lc 9,3) como instrumentos del Buen Pastor: para caminar con el pueblo a través del desierto y para golpear la roca de donde brote el agua o para conducirlos hasta la tierra prometida separando las corrientes marinas. Si ponemos nuestra prioridad en la Providencia, la gente descubrirá a Aquel que nos cuida «más que a las flores del campo o a los pájaros del firmamento» (cf. Mt 6,26). No es cuestión de dar sino de darse. Los bienes materiales son buenos en cuanto nos ayudan a este fin. El testimonio de una Iglesia pobre y servidora llega más lejos que cualquier sermón. La pobreza evangeliza es aquella que nos separa de la lógica mundana, ligada al tener y al poseer —pues todo aquello a lo que nos apegamos luego nos posee— y en cambio nos acerca más a Dios y a los más necesitados.


5. Instrumentos de Paz

«Cuando entren en una casa, digan "Shalom"» (cf. Lc 10,5-6). Lo que más necesitan las personas es el Shalom: la paz que nada ni nadie puede dar sino sólo Dios. La paz que devuelve la dignidad al hombre degradado o a la mujer maltratada, que no juzga ni condena, que devuelve la esperanza y que hace llorar de alegría. El Shalom que retuerce la escala de valores del mundo y coloca en primer lugar a nosotros, hijos e hijas de Dios, encontrados y perdonados.


6. Fieles en la Cruz

Jesús es consciente que nos envía «como ovejas en medio de lobos» (Mt 10,16). Al mal no se le vence engordándolo más por la revancha. Al mal se le vence a fuerza de bien. Jesucristo, nuestro Redentor, ha puesto sobre sus espaldas el pecado del mundo y lo ha derrotado para siempre. Él ha roto el círculo vicioso del odio. El veneno de la serpiente ha quedado ineficaz y ella ha sido ridiculizada. Ya nada puede hacernos daño y la aparente debilidad de la oveja se convierte en energía regeneradora. La persecución y el mismo martirio, como signos identificadores de la misión de los discípulos de Jesucristo, son fuente de fecundidad inigualable y de paz imperecedera. La tentación de escapar del sufrimiento, a veces también por medio de falsas religiosidades, viene superada por la confianza absoluta en el Crucificado que nos ama hasta el extremo.


7. Profetas de Esperanza

«No tengan miedo…Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20). Esta certeza ilumina toda la misión. El Amor tiene la última palabra en la historia humana, a pesar de nuestros fracasos, incoherencias, traiciones… Cuando Dios nos elige nos toma en serio y nos es fiel. A nosotros nos corresponde simplemente dejarnos guiar por su luz Entregar nuestros «cinco panes y dos peces» (cf. Mt 14,13-21; Jn 6,9) para que se realice nuevamente el milagro del amor multiplicado. Lo peor que puede suceder a un misionero es perder la esperanza, si ello acontece entonces será urgente volver a las fuentes de la Vida. Nada puede apagar nuestro gozo porque tiene raíces de eternidad. Dios es nuestra Fuerza, aún si ya nuestro cuerpo flaquea. El ideal cristiano seguirá siendo la aventura de lo imposible, porque tenemos como ejemplo a la Madre Santísima de Dios que nunca perdió la esperanza. Ella nos acompaña en nuestro diario caminar hacia la eternidad.

Padre Alfredo.

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