miércoles, 29 de abril de 2020

«Santa Catalina de Siena, mediadora y conciliadora»... Un pequeño pensamiento para hoy


Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, es una de las santas más populares a nivel de la Iglesia Universal. Santa Catalina Santa Catalina nació en 1347 en Siena y fue favorecida por Dios con gracias extraordinarias desde muy pequeña, además de que desde esa corta edad, manifestaba un gran amor hacia la oración y hacia las cosas de Dios. A los siete años, consagró su virginidad a Dios a través de un voto privado; a los doce años, su madre y su hermana intentaron persuadirla para llegar al matrimonio, y así comenzaron a alentarla a prestar más atención a su apariencia. Para complacerlas, ella se vestía de gala y se colgaba cuanta joya se estilaba en aquella época. Al poco tiempo, Catalina se arrepintió de esta vanidad, pues se dio cuenta de que no era lo que ella quería. Su familia consideró la soledad inapropiada para la vida matrimonial, y así comenzaron a frustrar sus devociones, privándola de su pequeña cámara o celda en la cual pasaba gran parte de su tiempo en soledad y oración. Ellos le dieron varios trabajos duros para distraerla. Santa Catalina sobrellevó todo con dulzura y paciencia y el Señor le enseñó a lograr otro tipo de soledad en su corazón, donde, entre todas sus ocupaciones, se consideraba siempre a solas con Dios, y donde no podía entrar ninguna tribulación.

La historia de su vida narra que más adelante, su padre aprobó finalmente su devoción y todos sus deseos piadosos. A los quince años de edad, asistía generosamente a los pobres, servía a los enfermos y daba consuelo a los afligidos y prisioneros prosiguiendo el camino de la humildad, la obediencia y la negación de su propia voluntad. En medio de sus sufrimientos, su constante plegaria era que dichos sufrimientos podían servir para la expiación de sus faltas y la purificación de su corazón. Uno de los mayores logros de Santa Catalina fue su labor de llevar de vuelta el Papado a Roma a partir de su desplazamiento a Francia. Santa Catalina fue una gran mediadora y conciliadora en una época difícil de la Iglesia que es imposible explayar aquí. El Papa de aquel tiempo, tenía su residencia en Avignon, donde los cinco papas previos también habían residido. Los romanos se quejaban de que sus obispos habían abandonado su iglesia durante setenta y cuatro años, y amenazaron con llevar a cabo un cisma. El Santo Padre hizo un voto secreto para regresar a Roma; pero no hallando este deseo agradable a su corte, él mismo consultó a Santa Catalina acerca de esta cuestión, quien le respondió: «Cumpla con su promesa hecha a Dios». El Papa, sorprendido de que tuviera conocimiento por revelación lo que jamás había revelado a nadie, resolvió inmediatamente hacerlo. Se cuenta con varias cartas escritas por ella y dirigidas al Papa, a fin de adelantar su retorno a Roma, en donde finalmente falleció en 1376.

El Evangelio de hoy (Jn 6,35-40), en nuestro camino pascual, nos presenta a Cristo como «Pan de vida» y, ciertamente, fue el alimento de santa Catalina y de todos los santos y beatos para mantenerse en la línea conservando la fe. Santa Catalina fue perseverante en sus propósitos y sobre todo en la defensa de la fe, porque día a día se alimentaba con la Palabra de Dios como alimento. La santa que hoy celebramos, célebre por esos hechos valientes que he narrado a muy grandes rasgos, supo siempre descubrir la misión de los Apóstoles como misión propia: «hacer discípulos» (Mt 28, 19), y conservar la Iglesia para Cristo y para Dios (1 Tes 4, 9). En otros términos: a partir de Jesús, vivió una experiencia de contacto personal con él en la soledad y en la oración por la fuerza del Espíritu y la Palabra (Jn 8, 31; 20, 29). Santa Catalina nos enseña que la palabra asertiva sólo podrá germinar sembrada en la Palabra Divina. La vida no servirá de nada si no se alimenta con el Pan de Vida en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Que María Santísima y santa Catalina nos ayuden para que en este tiempo de cuarentena, en el que seguramente hay un poco más de tiempo, tengamos un contacto más profundo con la Palabra, Cristo, el Pan de Vida. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

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