Hemos sido creados por Dios, «somos un pensamiento de Dios, un latido de su corazón» (Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento). A esto hay que añadir el que somos sus hijos por el bautismo y que de una manera especial nos ha llamado a reproducir a Cristo con nuestra vida.
Hemos sido elegidos por Dios para ser su imagen. El Señor nos ha comunicado una gracia especial desde el día de nuestro bautismo; somos profetas, sacerdotes y reyes a él consagrados. Nos ha elegido. Él nos llama cada día a reproducir su imagen y para eso derrama en nosotros esa sabiduría que hace reconocer su acción y su presencia constante en nuestro diario vivir.
«Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré» ─dijo el Señor al joven rey en 2 Cro 1,7─ y eso mismo nos dice cada día en la Eucaristía, a nosotros, que vivimos ese encuentro una y otra vez, ya sea cada domingo o asistiendo a la Misa o haciendo una visita al Santísimo cada día.
Hay momentos especiales de nuestra vida, en los que podemos reconocer la acción de esa sabiduría que nos hace ser imagen de Dios, pero muchas veces, eso pasa escondido y se nos pierde de vista, aunque el amor de Dios nunca es retirado de nosotros, ya que de una u otra manera siempre se pala esa acción de la gracia en nuestro diario vivir.
Hay en el Evangelio tres parábolas que hablan de encontrar, vender y comprar: El tesoro, la perla y la red (Mt 13,44-50). Eso es el reflejo de nuestra vida de compromiso con el Señor. El cristiano deja todo estorbo para seguir a Jesús y las cosas de su reino. Hemos escogido este camino de aventurarlo todo por él.
La presencia del Reino se graba en nosotros como la imagen de Cristo. Cada día se conquista, cada día se re-estrena, cada día se madura; existen altibajos, pero la opción y decisión fundamental y determinante, es el hilo conductor junto a la sabiduría que viene de lo alto.
Todo lo nuestro es poco para ser imagen, pero la sabiduría nos hace encontrar, vender y comprar. Hay que revisar día a día nuestra vivencia de los momentos ante y con Jesús Eucaristía, porque ser imagen de Dios es ser imagen de Cristo es ser su signo personal, su huella viva, su olor (cf. 2 Cor 2,15). Hay que sacar cosas antiguas y cosas nuevas del tesoro de nuestra vida de fe (cf. Mt 13,51-52). Hay que renovarse día a día.
Los que se creen sabios en este mundo, no entienden de las cosas de Dios. El Evangelio es muy aburrido para los autosuficientes, para los que ya lo saben todo, para los que no necesitan consejos. Nosotros repetimos «amén» muchas veces en Misa para decir «sí» y unirnos, como imágenes, a Cristo inmolado en aras de la voluntad del Padre que nos ama.
El Reino de Dios… ser imagen de Dios… pedir sabiduría a Dios. Tres cosas importantes que no podemos olvidar nunca en nuestra relación con Él, sobre todo cuando estamos con él, lo recibimos o lo adoramos en la Eucaristía.
Comulgando a Cristo, nos alimentamos ya con la comida del Reino, como un adelanto; escuchando su Palabra la grabamos en el corazón para poder ser su imagen; celebrando el misterio de la fe acrecentamos la sabiduría que necesitamos para seguir respondiendo con fe.
El hombre y la mujer de Dios se miden por su fuerza de voluntad. Por eso se dice: «Querer es poder». Por eso la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento sintió siempre la urgencia del Reino y ella hablaba de «monedas» por la salvación de las almas. Encontrar esas monedas del Reino y vender todo para comprar almas y ganarlas para el Reino. Se trata de buscar ser imagen de Cristo obediente al Padre y tener la sabiduría que hace precisamente saborear las cosas de Dios.
María Santísima, que siempre se fija en nuestras necesidades, ella, que es la primera misionera siempre en ansias de que el reino de su Hijo llegue a todos, ella sabe de encontrar, de encontrar y comprar. Ella, que es el trono de la sabiduría, nos ayudará.
Padre Alfredo.
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