No es fácil aportar una definición exacta, porque se trata de un asunto complejo. Una definición podría ser: «La Pastoral Social es la acción del Pueblo de Dios en la sociedad, como fermento, sal y luz, transformándola por el testimonio y la acción para que sea más justa, solidaria y fraterna, anunciando así los valores del Reino definitivo». Si atendemos a la triple dimensión de la acción pastoral (profética, sacerdotal y real), vemos que esta definición abarca sobre todo la dimensión evangelizadora y la del servicio
La Pastoral Social es la acción evangelizadora y de servicio organizados de la Iglesia, que fundamentada en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia Católica y desde los desafíos sociales actuales, trabaja por la atención de las personas más vulnerables, la dignificación y la promoción del ser humano, la vida, la justicia y la paz; aportando de esta manera a la transformación de la realidad en una actitud de servicio resumida en acciones diversas por la cuales la Iglesia se hace presente en la sociedad, en sus integrantes y en sus estructuras para orientar y promover el desarrollo integral del hombre de acuerdo a los principios evangélicos.
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realimente solidaria del género humano y su historia» (Gaudium et Spes. 1). Este texto fundamenta la preocupación y la ocupación de la Iglesia en todos los problemas sociales, en esto que llamamos Pastoral Social.
«La doctrina social de la Iglesia es la enseñanza del Magisterio en materia social y contiene principios, criterios y orientaciones para la actuación del creyente en la tarea de transformar el mundo según el proyecto de Dios. La enseñanza del pensamiento social de la Iglesia “forma parte de la misión evangelizadora”» (Solicitudo rei socialis 41); tiene el valor de un instrumento de evangelización, porque «ilumina la vivencia concreta de nuestra fe» (Santo Domingo 158; cf. Centesimus Annus 54).
Por eso los fines de la Pastoral social son compromisos concretos: Trabajar para lograr la liberación integral del hombre (del pecado personal y social por la comunión con Dios y con los demás) y una mayor solidaridad, fraternidad y justicia. Además de transformar la sociedad y construir la tan ansiada civilización del amor. Evangelii Nuntiandi dice: «La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación» (29).
La Pastoral Social es acción de todo el Pueblo de Dios: toca transversalmente a casi todas las actividades pastorales; especialmente es acción de los laicos y de las instituciones dedicadas a los diversos servicios pastorales en dimensión social (Cáritas, minoridad, pastoral penitenciaria, atención de las jóvenes en riesgo y madres solteras, pastoral de la salud, etc.) El lugar donde se desarrolla la Pastoral Social es la sociedad, y esto desde un análisis de la realidad, interpretándola desde la luz del Evangelio y estando atentos a las semillas de vida como signos del Reino.
Se trata de una presencia a modo de fermento que cumple su función en la medida que se mezcla (espacios, ámbitos, sectores). Esto nos lleva a una «pastoral del intercambio», es decir, dar lo nuestro y estar abiertos para recibir. Es la apertura al diálogo. Es una presencia de Iglesia que asume dos formas: Por una parte, asistir frente a una carencia (reparar una injusticia) y promover a situaciones de vida más humanas. Por otra, alentar, acompañar y realizar distintas formas de participación y militancia política, sindical, social, en busca de una transformación de la sociedad. Cada creyente debe vivir la Pastoral social en las siguientes dimensiones pastorales: Conocimiento del mensaje de Jesús, celebrándolo en los Sacramentos y compromiso de la justicia y caridad. El desarrollo y la vivencia de la Pastoral Social requieren tres cosas importantes:
1. La formación: consiste en preparar a los agentes pastorales en las enseñanzas sociales; educando integralmente a la persona en los valores cristianos.
2. El desarrollo: consiste en ejecutar acciones que ayuden al hombre y a la sociedad a lograr el progreso material y espiritual; logrando que cada hombre aprenda a valerse por sí mismo y llegue a ser protagonista de su propio destino. «Es el paso de condiciones de vida menos humanas a más humanas» (Beato Pablo VI).
3. La asistencia: consiste en la primera exigencia de la caridad, es la ayuda inmediata, en forma material, con actitud de misericordia.
Como hemos visto, se complementan mutuamente la evangelización y el servicio.
Es esencial en la vida cristiana y en la Iglesia conjugar estas dos áreas de nuestra fe. Es la caridad de Cristo que nos urge. El mandamiento del amor que Jesús nos dio, se concretiza en obras y no debe quedar en meras palabras. Dice san Juan Pablo II en NMI (49) que debemos lograr un amor activo y concreto con cada ser humano. Esto caracteriza la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral. Debemos ver a qué grado de entrega puede llegar la caridad hacia los más pobres. Debemos descubrir en ellos el rostro de Cristo (Cf. Mt. 25, 35-36), pues con ellos Él ha querido identificarse. Este texto del Evangelio, dice Novo Millennio Ineunte, es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia.
Creo que la Pastoral Social nos está pidiendo, en nuestros tiempos, una creatividad muy especial. Es necesario, en este tiempo, una «nueva imaginación de la caridad» (NMI50). Hemos de lograr que los pobres en la Iglesia se sientan «como en su casa» nos recuerda mucho el Papa Francisco. Es la mejor evangelización, mediante la caridad y el testimonio de pobreza cristiana. La primera caridad para con los pobres es evangelizarlo: el anuncio cobra credibilidad con este testimonio de caridad. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras en la Iglesia. No se trata de vivir como parte de una ONG, ni una organización más o menos eficaz: es la caridad de cada discípulo-misionero que se realiza en forma organizada.
Se debe velar siempre para que lo organizativo no oscurezca lo propio de la caridad cristiana: el amor al prójimo, la atención tierna y delicada al pobre, sufriente, necesitado; la acción es de toda la comunidad cristiana: La Pastoral Social somos todos. Esto debe manifestarse siempre en nuestras comunidades parroquiales. Es necesaria que cada uno sea un agente de la caridad, para que no se convierta por la rutina o falta de entusiasmo en un simple miembro de la Iglesia, una gente que piensa y ve a los pobres, con actitudes que a veces dejan mucho que desear. De entre los discípulos-misioneros hay quienes son llamados a ser parte viva de la Pastoral Social, y deben sostener su formación no solo en su fe cristiana básica (catequesis) o en la DSI, en lo operativo y metodológico de la doctrina social de la Iglesia, sino en la espiritualidad.
Damos de lo nuestro, compartimos de lo nuestro, damos de nuestra pobreza. Cuidar nuestra libertad de acción. Formamos una comunidad pobre pero rica en amor fraterno, que hace una opción preferencial por los pobres, dándoles lo mejor que tiene: Cristo y el pan cotidiano. Pan y Catecismo.
Padre Alfredo.
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