domingo, 31 de julio de 2022

«La tentación de la avaricia»... Un pequeño pensamiento para hoy


No cabe duda de que los bienes materiales no dan la plena felicidad. Aparentemente quien es rico es feliz. Así lo pinta la cultura consumista en la que vivimos, pero hoy en el Evangelio (Lc 12,13-21) Jesús, con una parábola, nos recuerda que esto no es verdad. Las riquezas materiales pueden dar un rato de felicidad, pero nunca la plena felicidad. El hombre rico que protagoniza la parábola, en primer lugar, es un hombre de una grandísima soledad afincada en la frialdad del que valora solamente lo material. El único lazo estrecho son sus bienes materiales. Se identifica con las propias riquezas. Él mismo se convierte en campo, grano, trigo, almacén, número, cartera. Ya no es un hombre. Es una cosa en medio de las cosas. El retrato que Jesús hace de este rico insensato, no pierde actualidad. Es conciso pero muy vivo. La lección está muy clara: nos invita al desapego del dinero, porque no es un valor absoluto ni humana ni cristianamente. Una de las idolatrías que sigue siendo más actual, en la sociedad y también entre los cristianos, es la del dinero.

Al toparnos con esta escena evangélica, nos hallamos ante un texto que es exclusivo de san Lucas. Esta parábola trata de hacer ver la inutilidad de la codicia y, en una moraleja final, formula la actitud sensata: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. La codicia no sólo es incapaz de hacer vivir más o menos, sino que además incapacita para el desarrollo de las propias capacidades. Jesús resalta una capacidad fundamental, que es la capacidad de relación con Dios. Matando esta capacidad, la codicia mata al propio codicioso y lo hace morir en soledad. Es bueno meditar en esto, porque muchos están dispuestos a amontonar riquezas, a transformar la realidad para preservarlas, para sentirse seguros y satisfechos con ellas. Sin embargo, no aprecian el valor de la vida misma. Sus apegos no les dejan ver otra cosa que sus propias ambiciones.

El mensaje bíblico de hoy se hace para nosotros una invitación a relativizar en nuestro corazón valores como el dinero —que es el que directamente se menciona—, pero también otros como el poder, el éxito, el prestigio, el placer, la buena vida. La tentación de la avaricia, de la ambición exagerada, de la idolatría de la riqueza, van directamente contra el primer mandamiento: «no tendrás otro Dios más que a mí». Se podría aludir también a las vacaciones que está viviendo mucha gente en esta época del año: una realidad merecida, necesaria, legítima, pero que tampoco hay que extremar. Una cosa es el deseo de disfrutar de ellas, con la familia, y otra la obsesión de impresionar con unas metas y unos niveles que van más allá de un sereno goce de la vida que se terminará de pagar hasta el día del juicio final. Pidamos la intercesión de María santísima, que siempre vivió de manera sobria confiando en la Providencia de Dios para vivir nosotros también así. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 30 de julio de 2022

«Profetas en la actualidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este sábado (Mt 14,1-12) nos lleva al momento en el que Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande —el que mandó matar a los inocentes de Belén—, oye contar lo que hace Jesús de Nazareth y que le recuerda a Juan el Bautista. Es que ciertamente Herodes no puede tener la conciencia tranquila, porque había hecho matar en la cárcel a Juan el Bautista, por instigación de Herodías. El Bautista murió como un profeta por denunciar la mala vida de los reyes, llamar a la conversión a sacerdotes, soldados, escribas, fariseos y publicanos y anunciar la inminente ira de Dios y el fin de Israel si seguían así. Herodes confunde a Jesús con Juan porque, en el fondo, más allá de las formas, Juan se parecía a Jesús. No ha nacido nadie más grande que él. Al final, la muerte de Juan es un anticipo de la muerte martirial de Jesús. Ambos son encarcelados injustamente, ambos sufren un proceso trucado y ambos rubrican con su sangre la verdad de Dios.

Juan el Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento. Él se enfrentó abiertamente con los gobernantes de la Nación para llamarlos al cambio y para reclamar un comportamiento según la ley. Él optó por revivir la experiencia liberadora del éxodo y recordar a su pueblo que el destino depende completamente de la fidelidad a Yahvé. Sin embargo, como todo profeta, fue víctima de las veleidades de los gobernantes. Herodes, aunque le tenía algún respeto, cedió ante las presiones de su adúltera mujer y lo mandó asesinar. 

Los profetas suelen decir cosas molestas, que desgraciadamente suelen ser casi siempre verdad. Y las suelen decir en momentos contundentes. Generalmente a los poderosos —como Herodes y Herodías— no les gusta escuchar las críticas y no se dan tiempo para escuchar al profeta. Pero no por eso dejan de ser verdad sus palabras. Hemos de recordar que, desde nuestro nacimiento, nosotros también, como discípulos–misioneros de Cristo somos profetas desde nuestro bautismo y tenemos que hablar con la verdad, a sabiendas que eso incomoda a algunos, aún de los que estamos más cercanos. No sucumbamos a las ideologías de moda. Que María santísima nos ayude a ser valientes defensores de la verdad ante tantas ideologías que atacan nuestra fe en la época actual. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 29 de julio de 2022

«Marta, María y Lázaro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy la Iglesia celebra a los grandes amigos de Nuestro Señor, Marta, María y Lázaro. Ellos vivían en Betania, un lugar muy pintoresco que está cerca de Jerusalén —como a tres kilómetros más o menos— que tuve ya ocasión de visitar hace unos cuantos años. Allí vivían estos tres hermanos que, como la Escritura nos deja ver, tuvieron una gran amistad con Jesús. Se comprende muy bien, ese clima de amistad porque el evangelio nos narra la visita de Jesús, no como alguien desconocido o como alguien con el que hay que quedar bien, sino como el amigo que llega y está a gusto. La escena nos muestra, por así decir, los tiempos refrescantes que Cristo pasaba con sus amigos. La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento nos dice en una de sus cartas: «La amistad es ciertamente hermosa cuando de ella nos servimos para ir más derechamente a Dios».

El evangelio de hoy (Lc 10,38-42) nos sitúa en la casa de Marta y María, que actúan y se mueven con sencillez; no se dice nada de Lázaro en esta ocasión, pero es normal pensar que estaba allí o que estaba trabajando posiblemente. En este párrafo del evangelio, nos muestra que Jesús aprovechó la sencillez y la confianza de Marta para dejar sentado el orden de lo necesario y lo superfluo. Primero la oración y, unida a ella, el trabajo, lo demás puede esperar. Jesús revela como la oración es el núcleo y la raíz de toda actividad para que de ésta resulte algo vivo y sano.

El pasaje es muy conocido. En él María está a los pies de Jesús mientras Marta se afana en el aseo de la casa y tal vez también en la preparación de la comida, pue en aquellos tiempos no había didi food o uber eats para pedir comida a domicilio. María dio preferencia a lo que realmente lo merecía. Había elegido oír la palabra de vida eterna. María tuvo en sus manos el escoger entre ser partícipe de la preocupación de Marta y adquirir reputación como una excelente ama de casa, o sentarse a los pies de Cristo y aprender del maestro. Con la respuesta de Jesús sabemos cuál es la mejor parte y seguramente Marta lo comprendió muy bien. Pidámosle a la Virgen María, que seguramente también fue muy amiga de ellos, que nos ayude a valorar la presencia de nuestros amigos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 28 de julio de 2022

«Peces buenos y malos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Por el Bautismo, hemos entrado en la comunidad de Jesús un sin fin de personas. Pero somos conscientes de que tenemos que creer que no es una comunidad de hombres y mujeres perfectos, sino de personas que estamos constantemente en un proceso de conversión y, en ese proceso, reconocemos que todos somos pecadores y que algunos se quedan atorados en esa condición. El mismo Jesús trata con los pecadores, les dirige su palabra, les da tiempo, les invita, no les obliga a la conversión o a seguirle, sino que siempre invita. También ahora en su Iglesia hay peces buenos y malos, como nos recuerda el evangelio de hoy (Mt 13,47-53). 

Las redes de los pescadores, nos recuerda el evangelio, pueden atrapar cualquier clase de peces. Así es el Reino. Atrae por igual a gente honesta con buenos propósitos y a gente manipuladora y oportunista. Sin embargo, la lógica misma del Reino hace que unos se diferencien radicalmente de los otros. Muchos discípulos de Jesús lo siguieron con aparente fidelidad, pero ocultaban oscuros intereses. A lo largo del camino fueron manifestando sus verdaderas intenciones. Se vestían con el manto del servicio a Dios para servir a sus propias ambiciones. Jesús les anuncia la inevitable fuerza que tiene el Reino para descubrirlos y separarlos de la auténtica comunidad. Al final, Dios les servirá de lo mismo que han cultivado.

Este pasaje, nos invita a hacer un recorrido. Descubrir en Jesús la plenitud del cumplimiento ante el cual se nos revela el sentido de la existencia propia. En Jesús la red se ha llenado y ha comenzado el tiempo de la selección de lo recolectado. Los que han sido capaces de entender su palabra y su plan de salvación, están obligados a transmitir este sentido a los demás y, de esa forma, renovar la propia enseñanza al contacto con la enseñanza de Jesús. Sólo desde esta última —la enseñanza de Jesús— la Escritura adquiere su sentido verdadero y auténtico. ¿Qué clase de peces somos? Roguemos al Señor, por intercesión de María Santísima, que seamos siempre peces buenos. ¡Bendecido jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

miércoles, 27 de julio de 2022

«El tesoro y la perla»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy el evangelio (Mt 13,44-46) nos invita a reflexionar una vez más como cada día.  En esta ocasión el trocito, que es pequeño, nos ayuda ver que la alegría del Evangelio es como la alegría de aquél que, habiendo encontrado un tesoro, se vuelve loco de alegría, se regresa a casa y vende todo lo que tiene para poder comprar el campo en cuestión. Seguramente los vecinos han de haber pensado que se volvió loco y sospecharían que quizá estaba siendo chantajeado por alguien y necesitaba dinero, o que tal vez perdió todo u dinero en el casino... como sucede a algunas gentes en la actualidad. Pero aquel hombre sabía muy bien adónde quería llegar, y no le importó lo que dijeran de él. No le impresionaron las palabras ni los juicios de los demás, porque sabía que el tesoro que encontró vale más que todo cuanto tenía.

Esta parábola del tesoro y también la de la perla preciosa que hoy tenemos, nos ayudan a valorar la sabiduría que descubre cuáles son los valores auténticos en esta vida, y cuáles, no, a pesar de que brillen más o parezcan más atrayentes. ¿Qué es más importante para ti como discípulo–misionero de Cristo: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo inmediato?, ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la tranquilidad de conciencia? Hay que saber dar su lugar primordial a los valores del Reino que Dios más aprecia, cuáles sus planes sobre nosotros, los que nos conducen a la verdadera felicidad. A veces, son verdaderamente un tesoro escondido o una perla única. Muchos niños, jóvenes y adultos, tienen la suerte de poder agradecer a Dios el don de la fe, o de haber descubierto en una determinada vocación el camino que Dios les destinaba, o de haberse encontrado con Cristo Jesús, como san Pablo cerca de Damasco, o como san Mateo cuando estaba sentado a su mesa de impuestos, o como los pescadores del lago que oyeron la invitación de Jesús.

Si seguir a Jesús se le antoja un sacrificio muy grande a mucha gente, es que, seguramente, no han descubierto todavía el verdadero valor del Reino y están atrapados entre el materialismo y consumismo excesivo de nuestra sociedad. Hay gente para la que asistir a Misa los domingos viene a ser como una especie de enorme carga que llevan pegada a la espalda y no va o van a la fuerza. Para ellos ser cristiano católico no es motivo de gozo. Posiblemente todavía no han abierto el cofre del tesoro, ni han quitado el polvo que cubre la belleza sin límite de la perla. Pidamos, por intercesión de la santísima Virgen María por todos ellos y, con nuestro testimonio de vida, mostrémosles la alegría del evangelio. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 26 de julio de 2022

«Santos Joaquín y Ana»... Un pequeño pensamiento para hoy


Quiero empezar la reflexión del día de hoy con unas palabras de Juan Damasceno acerca del matrimonio formado por san Joaquín y santa Ana, los padres de la santísima Virgen María a quienes la Iglesia celebra el día de hoy. San Juan Damasceno dice: «¡Oh matrimonio feliz de Joaquín y Ana, limpio en verdad de toda culpa! Serán conocidos por el fruto de sus entrañas». Qué felicidad para los padres que tienen la suerte de tener unos hijos que pueden admirar su fidelidad y agradecer su comportamiento generoso, por el cual recibieron su existencia humana y cristiana. Pero también qué felicidad para los hijos que tienen la suerte de conocer más y mejor a Jesucristo, puesto que han recibido de sus respectivos padres la formación cristiana, con el ejemplo de vida y de oración familiar.

En torno a los santos Joaquín y Ana, la Iglesia recuerda a todos los abuelos desde el año 2021, por iniciativa del Papa Francisco que estableció que se celebres esta jornada el cuarto domingo de julio de cada año. Así que ayer celebramos a todos los abuelos. ¡Cuántos abuelos tan generosos y tan llenos de Dios han sembrado en los hijos y nietos el amor misericordioso de Dios! El Papa emérito, Benedicto XVI, hablando de san Joaquín y santa Ana afirmó: «Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!»

Me llama la atención que el evangelio de hoy (Mt 13,36-43) nos presenta la explicación que Jesús hace de la parábola del sembrador. De alguna manera eso nos hace ver que Joaquín y Ana fueron muy buenos sembradores. A ellos, los padres de Nuestra Señora podemos encomendar nuestras necesidades, especialmente aquellas que se refieren a la santidad de nuestros hogares. Digamos esta oración: «Señor, Dios de nuestros padres, Tú que concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo, concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Ayúdanos, por su intercesión, a cuidar de aquellos que especialmente has puesto a nuestro cuidado. Enséñanos a crear a nuestro alrededor un clima humano y sobrenatural en el que sea más fácil encontrarte a Ti, nuestro fin último y nuestro tesoro». ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 25 de julio de 2022

«Santiago Apóstol»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace algunos años, y por poco tiempo, fui administrador parroquial en un pueblo de Michoacán muy querido para mí que se llama Capula. Allí vive nuestra hermana Vanclarista Belia Canals y su esposo el escultor y pintor Juan Torres, grandes amigos ya de años a quienes no solamente recuerdo este 25 de julio sino constantemente, trasladándome en pensamiento hacia esas hermosas tierras michoacanas. Y digo que no solamente recuerdo a Capula este día, pero la verdad cada 25 de julio hago remembranzas de gozo en el corazón pues el patrono de ese pintoresco lugar es Santiago Apóstol, a quien la Iglesia celebra en este día y le hacen una gran fiesta que es abrazada por todo el pueblo. Hoy rezo de manera especial por mi querida gente de Capula y les mando un saludo con el corazón en la mano, recordando con gratitud y gozo tiempos hermosos.

El evangelio de hoy, para recordarnos esta fiesta, nos pone la escena de los hijos de Zebedeo, Santiago y su hermano Juan (Mt 20,20-28) como prueba palpable de que se puede vivir nuestro bautismo de una manera plena y convincente. Ellos se acercan a Jesús desde sus ambiciones humanas, pues quieren recibir importantes beneficios en el Reino que ellos creen que está a punto de inaugurarse. Cristo les habla de un poder diferente, de una gloria distinta. La gloria de Jesús pasa por un amor tan grande que se hace servicio, que se hace donación, que se hace esclavo de todos y que tiene la cruz como señal de identidad. Santiago fue el primero que entregó su vida por Cristo, nos dice la historia, y, aunque Juan no muriera mártir, ninguna persecución logró desdibujar la certeza de fe de que Dios es amor y de que el hombre se hace como Dios cuando vive en ese amor.

¡Cuánto tenemos que aprender todavía los discípulos–misioneros de Cristo como fue aprendiendo Santiago y todos los demás seguidores de Jesús! Pero podemos hacerlo. Ellos aprendieron tanto, que llegaron a proclamar sin ambages que «obedecer a Dios es primero que obedecer a los hombres». Santiago, que inicialmente quería el poder y la gloria, fue asesinado por el poderoso de turno. Había cambiado de armas, porque había cambiado de esquemas. Hoy el mundo está lleno de violencia, una violencia en todas dimensiones que acosa a Capula y al mundo entero. Necesitamos tener un corazón como el de Santiago, un corazón que se deje moldear con Jesús y que capte que, en este camino de la fe, el primer lugar es más bien el último. Pidamos la intercesión de María Santísima para ocupar el lugar que nos corresponde. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 24 de julio de 2022

«Orando con el Padre Nuestro»... Un pequeño pensamiento para hoy


Antes de iniciar la reflexión para este domingo, quiero compartirles que falleció la mamá del padre Luis Gerardo Montemayor Guerrero, M.C.I.U., la señora Josefina Guerrero Valdez, un alma sencilla que pasó sus últimos años viviendo en la Casa Fundacional de nuestro instituto de Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal con todos los cuidados que su hijo le pudo brindar. Descanse en paz la señora Josefina Guerrero Valdez.

Hoy haré una pequeña reflexión en torno al evangelio (Lc 11,1-13) y sobre todo a la sección que habla del Padre Nuestro, esta oración maravillosa que el Señor nos enseñó y que la inmensa mayoría de nosotros hemos aprendido desde muy pequeños. En el Padre Nuestro, Jesús nos invita a ser abiertos a la misericordia del Padre en nuestros deseos y anhelos en la oración. En él se nos presenta lo que debe ser el gran anhelo cristiano: que Dios y su amor estén presentes en nuestras vidas y en el corazón de todos los hombres. En él pedimos que el mundo sea como Jesús lo quiere: que el amor y la fraternidad sean lo que marquen la vida de los hombres y nadie quede al margen de una vida digna; que a nadie falte el alimento de cada día y tampoco el alimento del espíritu, todo aquello que nos ayuda a crecer como personas y como creyentes. 

El Padre Nuestro nos hace mirar nuestra realidad débil y pecadora, nuestra pequeñez, recordándonos lo importante que es mantenernos en oración para no caer en la tentación. ¿Cuánto te tardas en rezar un Padre Nuestro? ¿Cuántas veces puedes rezar durante el día el Padre Nuestro? Esta hermosa oración encierra y resume todo lo que le queremos decir a Dios Padre para alabarlo, para suplicarle, para agradecerle... En él Jesús nos enseña a pedir confiadamente a Dios que es Padre, amigo y compañero de camino. Que María Santísima, Hijo predilecta del Padre nos aliente a rezar con fe y devoción el Padre Nuestro. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 23 de julio de 2022

«El trigo y la cizaña»... Un pequeño pensamiento para hoy


En este mundo —y también por supuesto en la Iglesia y aún dentro de cada uno de nosotros— conviven el bien y el mal. Jesús habla de esto y lo ilustra hoy en el evangelio (Mt 13,24-30) con la parábola del trigo y la cizaña. Él nos dice que hay quien siembra cizaña en su campo donde ya está sembrado el trigo. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. No debemos de extrañarnos de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús en todas partes. Jesús, con este relato nos invita a tener paciencia y a ser un poco más tolerantes, no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña desde el principio, pues nos llevaríamos de encuentro el trigo. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?

En este pasaje Jesús explica que él es el agricultor y su campo es el mundo. La buena semilla sembrada por él es el trigo, que representa a todos nosotros como sus discípulos¬–misioneros. Por el contrario, la cizaña la identifica con quienes pertenecen al maligno. Así que, como es de esperarse, el enemigo que siembra esta mala semilla es el diablo, este ser malévolo que busca infiltrarse siempre y se camuflajea como puede. Quienes conocen el trigo y la cizaña saben que son sumamente parecidos y que solo se descubre cuál es cuál a la hora de la cosecha. La cizaña, contrario al trigo, no tiene utilidad real para el humano. De hecho se le considera un tipo de maleza. Hoy en día se le llama cizaña a la mala voluntad y se dice que una persona es cizañosa cuando esparce rumores, habla mal de otros y en general, no es una buena persona.

Las dos semillas, la cizaña y el trigo, crecen juntas en medio de las realidades concretas del campo; se entremezclan sin diferencia alguna; por eso es necesario dejarlas que crezcan una al lado de la otra para evitar que, recogiendo la cizaña, se arranque con ella también el trigo y se pierda. Ya llegará el momento de la cosecha donde se podrá encontrar la diferencia, porque al germinar el trigo la diferencia es evidente, el fruto permitirá reconocer quién es quién. Dar fruto o fructificar, en la mentalidad del Evangelio, permite distinguir lo bueno de lo malo y la supremacía de lo uno sobre lo otro. Busquemos siempre ser trigo bueno, y, para eso, recurramos con constancia a la santísima Virgen para que interceda por nosotros y nos robustezca en la fe, aunque crezcamos al lado de la cizaña. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 22 de julio de 2022

«En la fiesta e María Magdalena»... Un pequeño pensamiento para hoy


El 22 de julio de 1981, en una tarde serena, mientras la comunidad de Misioneras Clarisas rezaba las vísperas de la fiesta de santa María Magdalena, entregaba su alma al creador la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento. Por motivo de esta fiesta —aunque casi todos los beatos y santos se celebran el día de su muerte— la memoria litúrgica de la beata María Inés se trasladó al 22 de junio, día en que la Iglesia aprobó la fundación de su obra misionera. Pero hoy, la recordamos también con cariño, pero, por supuesto, enfocamos nuestra breve reflexión en la figura de santa María Magdalena, Apóstol de los Apóstoles. Esta extraordinaria mujer que se dejó cautivar por el poder sanador de Cristo que dio a su vida un giro total y la convirtió en «Apóstol de los Apóstoles», como afirma santo Tomás de Aquino.

El evangelio de hoy (Jn 20,1-2.11-18) nos narra el momento de la aparición del Resucitado a la Magdalena. En la escena vemos, al inicio, una mujer desmoronada por la muerte de Aquel que había transformado su vida, pues no hay que olvidar que el evangelio mismo dice que de ella el Señor había expulsado 7 demonios (Mc 16,9; Lc 8,2). En diversos capítulos del evangelio en los que se relatan los momentos más dramáticos de la vida de Jesús, aparece María Magdalena, junto a su Maestro con otras mujeres. Son ellas de hecho, quienes le siguen a lo largo del Calvario y asisten a la Crucifixión. La Magdalena todavía está presente cuando José de Arimatea coloca el cuerpo de Jesús en el sepulcro y es también ella quien, al día siguiente, regresa al sepulcro y descubre que la piedra ha sido removida. Después, cuando identifica a Jesús, vemos a una mujer valiente que corre a anunciar a los Apóstoles que el Maestro ha resucitado.

En el itinerario de esta extraordinaria mujer descubrimos un aspecto importante de la fe que nos pueden ilustrar. En primer lugar, admiramos su valentía. La fe, aunque es un don de Dios, requiere coraje por parte del creyente. Lo natural en nosotros es tender a lo visible, a lo que se puede agarrar con la mano. Puesto que Dios es esencialmente invisible, la fe «siempre tiene algo de ruptura arriesgada y de salto, porque implica la osadía de ver lo auténticamente real en aquello que no se ve», dice el Papa Emérito Benedicto XVI. María viendo a Cristo resucitado «ve» también al Padre, al Señor. Por otro lado, al «salto de la fe» se llega por lo que la Biblia llama conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe. ¿No fue éste el primer paso de María? ¿No ha de ser éste también un paso reiterado en nuestras vidas? Con María Santísima veamos a la Magdalena y pidamos para nosotros una fe tan grande como la de ella. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 21 de julio de 2022

«Acoger el don de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Las parábolas de Jesús pueden resultar sencillas de entender o impenetrables... Hoy el Señor habla de personas que oyen pero no entienden, y miran pero no ven (Mt 13,10-17). La explicación es que «son duros de oído y han cerrado los ojos para no ver ni oír ni entender ni convertirse». En el fondo, la conducta de cada uno y las actitudes que se toman previamente, son las que deciden si se quiere ver o no. Cada persona es responsable de captar el don de Dios, acogerlo o rechazarlo.

Es de suponer que Jesús nos puede dirigir a nosotros la bienaventuranza: «dichosos sus ojos porque ven y sus oídos porque oyen». Es que los ojos de los sencillos son los que descubren los misterios del Reino. No los ojos de los orgullosos o complicados y nosotros, como sus discípulos–misioneros queremos seguirle fielmente en sencillez y alegría. Hemos recibido de Dios el don de la fe y con sencillez intentamos responder a ese don desde nuestra vida. Nos hemos enterado del proyecto de salvación de Cristo y lo estamos siguiendo.

Poder disfrutar de la vida espiritual y de todo lo que Jesús nos enseña es un don de Dios, de tal manera que si Dios no nos regala esa sensibilidad, por más que veamos y oigamos estamos ciegos y sordos. A los que les es dado conocer los misterios del Reino tienen capacidad para reconocerlo en cualquier circunstancia. Por eso es algo que debemos pedir constantemente. Hay que decirle al señor: «Dame conocimiento de la vida del espíritu, abre mi entendimiento para captar lo que quieres de mí». Que María santísima nos ayude y nos aliente a vivir en Cristo, con Cristo y en Cristo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 20 de julio de 2022

«Sembradores»... Un pequeño pensamiento para hoy


La parábola del sembrador es una de las más conocidas de entre las que pronunció Jesús. Hoy la tenemos como evangelio del día (Mt 13,1-9) y quiero que nuestra reflexión gire en torno a ella. Por supuesto, vale la pena buscar el pasaje en la Biblia, en el misal o en Internet para ver el pasaje completo recordando que las parábolas son relatos concretos y llenos de imágenes, destinados a la mejor comprensión de una idea que se quiere expresar. Jesús, en las parábolas, saca de la vida, del trabajo de las humildes gentes del campo, la mayor parte de sus comparaciones. Jesús es un buen observador y ha mirado con amor, a las gentes que encontraba a su paso, su ser y su quehacer. El Señor Jesús utiliza las parábolas para introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica con ejemplos que son muy entendibles para todos.

La página del evangelio de hoy describe al sembrador mismo y la fuerza de la semilla que él siembra en terrenos diversos. Y a pesar de todas las dificultades —los pájaros o las piedras o las zarzas—, su semilla al final encuentra un terreno propicio y produce fruto. Jesús nos dice que, a la larga, la semilla —que es la Palabra de Dios— es fecunda y que no se pierde. Dios es generoso en su siembra: generoso y universal. También los alejados y los que son víctimas de la secularización creciente de nuestra sociedad, y los que no han recibido formación religiosa, son hijos de Dios y están destinados a la salvación. En ellos también puede dar fruto la Palabra de Dios.

Ante esto nosotros hemos de preguntarnos como discípulos misioneros y prolongadores de la acción de Cristo: ¿Somos buenos sembradores? ¿Tenemos fe en la fuerza interior de la semilla que sembramos, la Palabra de Dios, y confianza en que, a pesar de todo, Dios hará que dé fruto? Dios siembra en el corazón de todos. No va seleccionando de antemano los terrenos. Eso sí, no obliga ni fuerza a nadie a responder a su don, nos deja en plena libertad. Esta parábola es una llamada a la esperanza y a la confianza en Dios porque la iniciativa la tiene siempre él, y él es quien hace fructificar nuestros esfuerzos. Pidamos la intercesión de María Santísima para ser buenos sembradores y ayudemos a la que la Palabra de Dios y sus sacramentos lleguen a todos los rincones del mundo. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 19 de julio de 2022

«La familia de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Qué extraordinaria revelación hace Jesús a la gente de su tiempo! El discípulo–misionero es «un pariente de Jesús». Nuestro Señor, en el evangelio de hoy (Mt 12,46-50) ofrece a los hombres la cálida intimidad de su familia. Entre Dios y los hombres ya no hay sólo relaciones frías de obediencia y sumisión como entre un amo y los subalternos... Con Jesús, nuestro hermano mayor, entramos en la familia divina, como sus hermanos y hermanas, como su Madre. Por todo esto, ¿qué es lo que debe cambiar en nuestras relaciones con Dios? 

Sí, los lazos de sangre, de amistad, de relaciones humanas, de raza, por importantes que sean no son los decisivos en el Reino de Dios: una nueva relación familiar se instaura... millones de hermanos de todo el mundo. Y es cierto que un verdadero intercambio de corazón a corazón entre «hermanos y hermanas de Jesús» puede a menudo ser más rico y más fuerte, que entre parientes según la carne. Es un gran mensaje y una verdadera revolución para la humanidad.

Como la santísima Virgen, la Madre, que entra en pleno en esta nueva definición de familia, porque ella sí supo decir —y luego cumplir— aquello de «hágase en mi según tu palabra», así nosotros también podemos entrar en este parentesco espiritual con Cristo. María aceptó la voluntad de Dios en su vida. Los Padres de la Iglesia, sucesores de los Apóstoles, decían que ella fue Madre antes por la fe, que por la maternidad biológica. Es el mejor modelo para nosotros los creyentes. Que ella interceda por todos para sepamos ser la familia de Jesús. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 18 de julio de 2022

«Señales»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hay gente que busca ver «señales» para creer en Dios. Quisieran que Dios diera señales prodigiosas y se preguntan cosas como estas: ¿Por qué Dios no escribe claramente su Nombre en el cielo? ¿Por qué no nos da una prueba manifiesta de su existencia... de manera que la duda resulte imposible? Eso no es novedad. El evangelio de hoy (Mt 12,38-42) nos pone ante una situación en la que los escribas y fariseos piden a Jesús que haga alguna señal prodigiosa. 

La cuestión que hay que ver es que si Dios se manifestara en un «signo del cielo» o algo por el estilo, algo sensacional, no sería ya el Dios que ha elegido ser: ese Dios, servidor de los hombres para merecer su amor. Ese Dios que no quiere quebrantar al hombre. Ese Dios que no quiere obligar al hombre a fuerza de poder y de maravillas. Dios ha querido respetar la libertad que dio al hombre. Dios ha elegido ganarse el amor del hombre, muriendo, en Cristo, por él.

El gran signo que Dios ha hecho a la humanidad, de una vez por todas, se llama Cristo Jesús. Lo que ahora sucede es que cada día, en el ámbito de la Iglesia de Cristo, estamos recibiendo la gracia de su palabra y de sus sacramentos, y, sobre todo, estamos siendo invitados a la mesa eucarística, donde el mismo Señor Resucitado se nos da como alimento de vida verdadera y alegría para seguir su camino. Pidamos a la santísima Virgen que interceda por nosotros pare que, sin perder la sencillez, creamos con profunda fe en la existencia de Dios, que es amor. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 17 de julio de 2022

«Los amigos»... Un pequeño pensamiento para hoy


La página del evangelio de este domingo es uno de los relatos más hermosos y significativos; el Señor se dirige hacia Jerusalén y en el trayecto se detiene a visitar a Marta y María (Lc 10,38-42). Por el mismo evangelio de Juan sabemos que ellas eran hermanas de Lázaro. También sabemos que eran muy amigos de Jesús y que vivían en Betania. Quizá, al ver este trozo del evangelio, valga la pena recordar a nuestros amigos y orar por ellos. Por mi parte, este evangelio me hace repasar los bellos momentos que me han dado amigos que me invitan a sus casas, que vienen a Misa conmigo para saludarme, incluso en estos días en el aire acondicionado de la parroquia está descompuesto y hace un calorón terrible. Agradezco también a quienes en momentos difíciles me han echado la mano y en los momentos de alegría me han invitado a compartir invitándome a sus bodas, bautizos y otras celebraciones, sin olvidar a quienes como amigos, han pensado en mí para celebrar el funeral de sus seres queridos y a quienes con cariño de amigos se arriesgan a leer mis reflexiones, a veces más largas como esta de hoy. ¡La amistad es tan valiosa! 

Volviendo al evangelio de hoy, contemplo con ustedes en primer lugar la figura de Marta, que se nos presenta como todo un modelo de anfitriona que quiere la casa limpísima para recibir al amigo y hacer que se sienta a gusto. Nos debe de quedar en claro, en primera instancia al pensar en esta amiga de Jesús, que él no desestima el servicio de Marta, pero le indica que lo esencial es escucharle y esto exige una total y exclusiva atención para dar mucho fruto. Si nos ponemos a servir, trabajar por el reino, pero no escuchamos, perderemos lo esencial. Curiosamente Jesús, aunque es muy amigo, no llega ayudando a hacer el aseo, sino para pedir que juntos se ocupen de las cosas del Padre en una plática, seguramente llena del amor de Dios. Por mi parte me encanta cuando una familia e invita a su casa y los temas de conversación giran en torno a Dios y su maravilloso camino de salvación que nos ha trazado. Recuerdo grandes y profundas pláticas con mis amigos en casa o en el restaurante gozando de la presencia de Dios.

María, en el relato, aparece como el modelo de discípula que deja de hacer lo que es de ordinario para atender atenta al mensaje que el amigo trae con él. Ella, como dice el texto: «escogió la mejor parte y nadie se la quitará». Y es que la verdadera acogida que un amigo espera, es simplemente la escucha y la atención a su presencia. Ni Jesús, ni yo, por supuesto, llegamos a alguna casa a inspeccionar si todo está en orden, sino para convivir en la presencia de la misericordia del Padre gozando del don de la amistad. Como digo, María está en la postura clásica del discípulo. El evangelio narra que ella estaba sentada a los pies del Maestro. Era la forma común de comportamiento entre los alumnos de los rabinos: los alumnos se sentaban en tierra a los pies del maestro. El mismo san Pablo nos lo dice cuando relata su aprendizaje escolar «a los pies de Gamaliel» (Hch 22,31). La actitud de Marta y la de María no deben contraponerse ni excluirse la una frente a la otra, ambas son modelo de vida cristiana que es preciso coordinar e integrar: la escucha quieta y sosegada de la palabra y la actitud de servicio a los demás, pero hay momentos para lo uno y para lo otro. Cuando el amigo está presente, nos hacemos todo oídos para él y más si es el Amigo —con mayúsculas—. La beata María Inés Teresa decía que ella quería fundir en una sola a Marta y a María... Yo creo que, con la ayuda y el auxilio de María, es algo que debemos hacer, y, por lo pronto, hoy ofrezco las Misas que celebraré por todos mis amigos. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 16 de julio de 2022

«La Virgen del Carmen»... Un pequeño pensamiento para hoy


La memoria litúrgica de Nuestra Señora del Carmen es una de las celebraciones marianas más populares y más queridas en la Iglesia. Casi espontáneamente nos traslada a la tierra de la Biblia, donde en el siglo XII un grupo de ermitaños comenzó a venerar a la Virgen en las laderas de la cordillera del Monte Carmelo, en donde hace algunos años tuve la dicha de estar. De aquel pequeño grupo de hermanos, reunidos junto a la fuente de Elías, nacería lo que hoy es la Orden de los Carmelitas, consagrada a la Virgen del Monte Carmelo, Madre del Señor. En la Escritura se hace referencia muchas veces a la vegetación exuberante de ese monte (cf. Is 35,2; Cant 7,6; Am 1,2), ligado desde antiguo a la experiencia de Dios a través de la vida y el ministerio del profeta Elías (1Re 18,19-46). La frondosidad y la belleza del Carmelo evocan hasta hoy, la belleza que adora siempre a María: su docilidad a la palabra de Dios, su oración callada y su fe inquebrantable. A ella se le pueden aplicar con razón las palabras del profeta Isaías: «Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón» (Is 35,2).

El 16 de julio de 1251, San Simón Stock, en ese entonces superior de los carmelitas, se encontraba rezando, pidiendo a Dios por los miembros perseguidos de la Orden, cuando de pronto la Virgen María se le apareció. La Madre de Dios, quien llevaba el hábito de la Orden, le entregó al Santo el escapulario carmelita. Con el correr del tiempo, la devoción a la Virgen del Carmen, es decir, la devoción a la Madre de Dios en la advocación de «Reina y Señora del Monte Carmelo», fue floreciendo y extendiéndose. Las promesas en torno al escapulario y su riqueza simbólica dieron un impulso inmenso a la espiritualidad carmelita, al punto de hacerse presente en todos los rincones del mundo. Sin lugar a dudas, a través de los siglos, la espiritualidad carmelita ha dado, y sigue dando hasta hoy, innumerables frutos de santidad para la Iglesia por intercesión de la Virgen del Carmen, entre los que destacan poco más de 50 beatos y santos que vivieron esta espiritualidad, entre ellos santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz y santa Teresita del Niño Jesús.

Que esta celebración de la Virgen, como las que tenemos casi todos los meses del año, aumente nuestra devoción y nuestro deseo por vivir santamente, haciendo bien las cosas que nos corresponde hacer. Que la Virgen del Carmen proteja a nuestro pueblo, y que la devoción hacia ella sea para nosotros una potente luz que nos ilumine, de manera que, como Jesús, pasemos por este mundo haciendo el bien, como nos narra el evangelio de hoy (Mt 12,14-21). Y el bien más concreto que podemos realizar es convertirnos en transmisores del amor a María para que vayamos por la vida con la seguridad de que, en manos de la Virgen, estamos siempre cerca de Jesús y no hay más alegría y seguridad que sentirnos parte de La Iglesia, esta familia en la fe en la que el Señor se nos ha hecho presente. Ella, que pide constantemente a Dios por nosotros, por sus ruegos alcanza que Dios derrame su bendición sobre todos nosotros. ¡Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros! ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 15 de julio de 2022

«Las espigas y el sábado»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los tres evangelios sinópticos —Mateo, Marcos y Lucas— dan cuenta de esta discusión, entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia del sábado que nos ofrece el evangelio de hoy (Mt 12,1-8) y parece que precisamente es Mateo quien parece haber conservado la versión más primitiva del incidente. Los apóstoles son sorprendidos por los fariseos en flagrante delito de violación del descanso del sábado. A decir verdad, los discípulos no han violado ninguna prescripción de la ley propiamente dicha, sino tan solo una de las reglas de la Mischna —tradición oral de interpretación de la Torá que, entre otras cosas, anuncia las treinta y nueve actividades prohibidas en día de sábado—. El argumento de Cristo para justificar a sus seguidores es clara: la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (cf. 1 Sam 21, 2-7).

La lección es también para nosotros, si somos legalistas y exigentes, si estamos siempre en actitud de criticar y condenar. Es cierto. Debemos cumplir la ley, como lo hacía el mismo Jesús. Pero eso no es una invitación a ser intérpretes intransigentes. El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo» (Catecismo de la Iglesia Católica 1247). Jesús nos enseña a ser humanos y comprensivos, y nos da su consigna, citando al profeta Oseas: «quiero misericordia y no sacrificios». Los discípulos tenían hambre y arrancaron unas espigas. No había como para condenarles tan duramente. Seguramente, también nosotros podríamos ser más comprensivos y benignos en nuestros juicios y reacciones para con los demás.

Con este pasaje el Señor se acerca al sembrado de nuestras vidas, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que recordarnos que solo le interesa nuestro corazón, nuestra capacidad de amar? ¿Cómo prohibir hacer el bien, siempre? Esto nos recuerda que ningún motivo nos excusa de ayudar a los demás. La caridad verdadera respeta las exigencias de la justicia, evitando la arbitrariedad o el capricho, pero impide el rigorismo, que mata al espíritu de la ley de Dios, que es una invitación continua a amar, a darse a los demás. «Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7). Repitámoslo muchas veces, para grabarlo en nuestros corazones: Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos. «¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos de corazón» decía san Agustín. Pidámosle a la Virgen que interceda ante el señor por nosotros y nos haga misericordiosos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 14 de julio de 2022

«Vengan a mí»... Un pequeño pensamiento para hoy


El seguimiento de Jesús es el camino para hacernos sus discípulos–misioneros y revestirnos del hombre y de la mujer nuevos. Todo aquel que sigue a Cristo debe hacer su camino con sencillez y humildad, aprendiendo las actitudes que le permiten ver con mirada limpia el rostro de Dios manifiesto en la humanidad atormentada y agobiada por tantas cargas que la sociedad impone. Dios nos ofrece siempre un descanso entre el ajetreo del ir y venir de cada día: Por lo menos así lo concibo yo al celebrar la Santa Misa. Ese momento no lo cambio por nada porque es un descanso para el alma y cómo no, también para el cuerpo. En el Templo Jesús nos ofrece su comprensión y un valioso espacio para cuando sentimos el cansancio del día a día y tenemos ganas de reposar.

En el evangelio de hoy (Mt 11,28-30) que es muy pequeño, Jesús nos dice: «Vengan a mí los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio». Así, una de las lecciones que aprendemos de esta perícopa evangélica, es la cercanía en que nuestro Dios vive respecto a nosotros, a nuestro ser y quehacer, y la sensibilidad de su corazón a los sufrimientos que casi siempre nos acompañan en nuestra vida, servicios, trabajos, familia, pan de cada día, búsqueda de felicidad... en fin, tantas cosas.

Las exigencias propuestas por Jesús para quien quiera seguirle, son un yugo llevadero y una carga ligera. Acercándose a él que es el resumen y la interpretación de la Ley, el discípulo–misionero se transfiere al espacio sagrado de la intimidad de la vida divina. La moral sin alegría del mundo se hace a un lado y se convierte en gozoso servicio producido por la amistad divina. Las exigencias sólo se comprenden desde la felicidad del seguimiento de Jesús tal como se proponen en las bienaventuranzas (cf Mt 5, 1-11) y por eso el Señor nos dice que aprendamos de él, que es «mando y humilde de corazón». Sepamos aprovechar los tiempos especiales que dedicamos a Dios en Misa, en la Visita al Santísimo, en la oración, e invitemos a María a acompañarnos siempre. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 13 de julio de 2022

ORACIÓN VOCACIONAL DEL JOVEN...

 

Señor Jesús,

reconociéndome amado por Ti,

he visto cuánto te necesita

el mundo.


A pesar del miedo

y la duda, aquí estoy.

Envíame a ser, lo que has soñado

para mí, desde la eternidad.


María Madre de los jóvenes,

tú que dijiste «Sí» con alegría,

enséñame a hacer,

todo lo que Él me diga.

Amén.

martes, 12 de julio de 2022

«No resistirse a creer»... Un pequeño pensamiento para hoy


Tres de las ciudades —Betsaida, Corozaín y Cafarnaúm—, en torno al lago de Genesaret —también llamado mar de Galilea o lago de Tiberíades—, que tenían que haber creído en Jesús, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, se resisten a creer. En el evangelio de hoy (Mt 11,20-24) Jesús se lamenta de ellas comparándolas con otras ciudades con fama de impías, o por ser paganas —Tiro y Sidón— o por la corrupción de sus costumbres —Sodoma—, y asegura a sus oyentes que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios.

Los discípulos–misioneros que pertenecemos a la Iglesia, podemos compararnos a las ciudades cercanas a Jesús. Por ejemplo, a Cafarnaúm, a la que el evangelio llama «su ciudad». Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora. Pero, ¿podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros? Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación que hemos recibido, por la fe que se nos ha dado, por los sacramentos que vivimos, por la comunidad cristiana de la que formamos parte. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida?

Al contemplar este pasaje, podemos también reflexionar en todo lo que nos ha dado el Señor y en el cómo correspondemos a ello. No podemos dejar de ver que Jesús se lamenta por la actitud de aquellas ciudades a las que él había tratado con más cariño, regalándoles milagros y prodigios. ¿Por qué, en lugar de convertirse y volver su mirada agradecida a Dios, seguían como si nada hubiera sucedido? ¿Por qué les cuesta tanto a los hijos valorar el sacrificio diario de sus padres? ¿Por qué nos resulta tan fácil recriminar y exigir nuestros derechos y somos tan perezosos a la hora de dar las gracias? Miremos ahora cuánto hemos recibido de Dios. Seamos generosos y pidámosle a María Santísima que ella nos ayude a ser agradecidos con todo lo que hemos recibido del Señor. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 11 de julio de 2022

«Contra corriente»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el evangelio, hay partes que tienen algunas afirmaciones paradójicas de Jesús. La perícopa evangélica de hoy (Mt 10,34-11.1) contiene algunas de ellas. Jesús dice que ha venido, no a traer paz, sino espadas y divisiones en la familia; hay que amarle más a él que a los propios padres; que el que busque con sus cálculos conservar su vida, la perderá y que hay que cargar la cruz al hombro para ser dignos de él. La página termina con una alabanza a quienes reciban a los que Jesús ha enviado como discípulos–misioneros y evangelizadores: «el que los recibe a ustedes, me recibe a mí... y no perderá su paga, se los aseguro». Aunque sólo sea un vaso de agua lo que les hayan dado.

Nuestro Señor no se desdice de las recomendaciones de paz que había hecho con anterioridad, ni de las bienaventuranzas con que ensalzaba a los pobres, a los pacíficos y misericordiosos, ni del mandamiento de amar a los padres. Lo que está afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quiera dividir: pero a los creyentes, su fe les va a acarrear, muchas veces, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos. Jesús no vino a traer paz —entiéndase serenidad, calma, pasividad— frente a tanta injusticia, sino que vino a traer espada, que podemos entender —no desde una visión armamentista por supuesto— como el compromiso contra toda injusticia. Este compromiso es mucho más importante que muchas situaciones que nos darían paz, como son las relaciones familiares estables, amistades que nos dan seguridad, compromisos sociales, bienestar económico, triunfo y reconocimiento, etc..

Esta fuerte forma de hablar de Jesús hay que entenderla. Él nos quiere decir que nuestra fe debe ser el centro de toda nuestra vida. Y nos recuerda que no podemos andar con engaños. No podemos mantener una doble vida. Es decir que no podemos ser cristianos de domingo. Ser cristiano, día a día y minuto a minuto es el desafío que nos lanza Jesús teniéndolo a él y a sus intereses en un primer puesto, aunque eso nos acarree ir contra corriente. Para Jesús es claro que por encima del amor a la familia está el amor a la causa del Reino. Suenan duras sus palabras, pero para poder seguir a Jesús es necesario un rompimiento serio y radical con todo aquello que impida que el Reino de Dios sea una realidad. Que con ayuda de María santísima dejemos de lado lo que nos estorba para seguir a Jesús. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 10 de julio de 2022

Valioso testimonio de conversión de un joven que era instructor de yoga...

 Javier Melfi nos comparte su testimonio de conversión:

«El buen samaritano»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de este domingo nos ofrece la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), una narración muy conocida que nos deja mucho para reflexionar y nos hace ver que la misericordia, en nuestra condición de discípulos–misioneros de Cristo, no es algo opcional, sino que forma parte de la esencia del «sí» que le hemos dado al Señor y que nos tiene que distinguir. Glosando la parábola, podemos afirmar, que la humanidad, bajando de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de ladrones que la dejaron maltrecha, dividida y con unos sectores mayoritarios en situación de indigencia material, moral, espiritual y social. Por el camino pasan ideologías y tendencias, grupos, partidos y movimientos que, atentos a sus preocupaciones e intereses, «pasan de largo» sin remediar la situación del que sufre a causa de la misma sociedad y los problemas de la humanidad, por culpa de unos y otros, siguen sin resolverse.

Jesús nos invita a ser como el buen samaritano que con entrañas de misericordia ve por su prójimo. Y nos hace bien esta reflexión porque a nuestro prójimo no lo elegimos nosotros, la vida nos lo presenta. Pero, ¿quién es en realidad el prójimo? Son todos aquellos que la vida nos pone al lado, allí donde estamos, con quien nos encontramos o nos tropezamos: comenzando por los de la propia casa y familia. Amar al hermano que vive lejos o al que ha muerto y pelearnos con el que está en casa, amar a los de un pueblo lejano y pelearse con los del pueblo vecino, amar a los misionados de África y no a los que viven aquí... puede ser una buena manera de escabullirnos. Es a aquellos con quien el roce de la vida nos pone en contacto, a quienes debemos amor: ellos son el prójimo.

Esta parábola es un buen ejemplo que todos podemos hacer nuestro. La enseñanza concluye diciendo: «Anda y haz tú lo mismo». Esta es la concreción del gran mandamiento del amor. Hacer, concretar, comprender, ayudar. Es decir, practicar la misericordia —el amor— con todos aquellos que hallamos en el camino de nuestras vidas. Sin excluir a nadie, sin buscar excusas. No «pasar de largo» ante el necesitado, sino dejarnos afectar, dejarnos interesar, ser vulnerables a la situación de cada hombre y mujer que hallamos. «Todos mis mandamientos —dice la primera lectura de la misa de este domingo (Dt 30,10-14) están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos». No basta saber, no basta decir; lo que importa es «ser» prójimos de todos para «hacer» lo mejor por nuestros prójimos. Pidámoslo, sencilla y humildemente, en la misa de hoy, que es obligación asistir. Que la Virgen santísima interceda por nosotros para vivir la misericordia que nos enseña su Hijo Jesús. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 9 de julio de 2022

«A metas más altas de santidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los discípulos–misioneros de Cristo de este tiempo, estamos viviendo un cambio de época o una época de cambios en donde muchas personas de todas las edades y de las distintas vocaciones específicas —soltería, matrimonio, vida consagrada y sacerdocio— seguimos como siempre, buscando a Dios en lo profundo y deseando que Él sea el centro de nuestras vidas, porque la vivencia espiritual no tiene época, ni tiempo, ni espacio. Hoy termino la experiencia de Ejercicios Espirituales con un grupo de 30 Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento que hacen la experiencia del «Mes Inesiano» que se inicia precisamente con este espacio de tiempo dedicado a reforzar la vida espiritual para ir a metas más altas de santidad buscando la reforma de vida que ayude a plasmar más los sentimientos de Cristo en el carisma de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

El evangelio de hoy (Mt 10, 24-33), parece estar puesto a propósito para quienes terminan estos días de encuentro con el Señor en la oración en la dinámica de los Ejercicios. En él Jesús hace una comparación. Evoca el tipo de relaciones existentes entre los «alumnos» y su «maestro». El Señor nos dice: «El discípulo no es más que el maestro, ni el criado más que su señor. Le basta al discípulo ser como su maestro y al criado ser como su señor». Estos días de retiro, han servido para que estas hermanas misioneras renueven el gozo de su desposorio con Cristo el maestro de toda vida. Todo discípulo–misionero, si es realmente fiel, no puede esperar una suerte mejor que la del maestro. Si el maestro se consagró al servicio de los pobres, de los necesitados, de los descartados y siendo ejemplo de humildad lo único que consigue es que le crucifiquen, los discípulos no pueden aspirar a sentarse en los tronos de este mundo. ¡Cuánto se necesita profundizar en nuestra pertenencia a Dios en nuestros días y no dejarse atrapar por la mundanidad y sus ideologías! 

Yo les confieso que a pesar de ser instrumento de Dios, como facilitador de esta experiencia de ocho días, he recibido mucho del testimonio y de la vida de cada una de estas hermanas que en su condición de religiosas —desposadas con Cristo— dan al mundo tan necesitado de modelos de vida a seguir. El Maestro, que fue crucificado, ha resucitado y sigue enseñando a sus discípulos–misioneros por medio del Espíritu. Continúa enviándonos para ser misioneros abiertos a todas las gentes, y a todas sus culturas. Nos sigue formando en la escucha atenta de su Palabra en la Biblia y en la vida. Así, estos días hemos estado con el Maestro que ha derramado, en cada una de las hermanas y en un servidor, su infinita misericordia. Ahora viene lo bueno... poner todo en práctica para hacer de nuestro mundo un mundo mejor y más lleno de la presencia de Dios. Que María santísima interceda por cada hermana, por mí y por todos en la Iglesia, para que sigamos siendo una copia fiel del Maestro. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 8 de julio de 2022

«Esperanza y reconciliación»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy terminamos nuestra reflexión en torno al libro del profeta Oseas, y lo hacemos con perspectivas de esperanza y reconciliación (Os 14,2-10). El trocito que la liturgia de la palabra de este día es un diálogo entre el pueblo, que se arrepiente, y Dios, que le perdona y le promete volver a empezar de nuevo su relación de mutuo amor y fidelidad. La iniciativa, en esta escena de reconciliación, como siempre, la tiene Dios, ofreciendo su perdón: «Israel, conviértete al Señor Dios tuyo... Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan... seré rocío para Israel... brotarán sus vástagos...yo soy ciprés frondoso, de mí proceden tus frutos».

El pueblo aprende la lección y se vuelve arrepentido hacia su Dios: «perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios». El oráculo final de Oseas es de esperanza, una esperanza fundada en el amor gratuito de Dios, un tema que ha recorrido todo el libro. Como el pecado había sido poner su confianza en alianzas humanas y militares con todo y sus diosecillos, el pueblo le dice a Dios humildemente: «No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo». Y promete rechazar, en adelante, toda idolatría: «no volveremos a llamar dios a la obra de nuestras manos». Yahveh es el rocío y habrá nuevas flores, árboles arraigados y aromas exquisitos; habrá abundancia de trigo y exquisitos vinos, figuras que aparecen también en el Cantar de los Cantares, en un clima de amor. Yahveh, hablará al corazón. Israel corta definitivamente con los ídolos, y pone toda su seguridad en el Señor, la idolatría ha sido vencida. Todos sus frutos provienen del Señor.

Nosotros también somos invitados a romper con toda idolatría en nuestra vida, cambiar nuestro corazón, aceptar el amor de Dios y su mano tendida en señal de reconciliación buscando ir a metas altas de santidad. Esta será la mayor alegría que le podemos dar a Dios. La alegría que describía Jesús hablando del pastor que va en busca de la oveja perdida y la recupera llenándose de alegría, o del padre que recobra a su hijo y también se colma de alegría, o de la mujer que encuentra lo que había perdido y con gozo comparte la noticia. Si recurrimos a la Virgen, ella, con su sencillez, nos ayudará a no irnos tras esos diosecillos que el mundo ofrece y que quieren ocupar el lugar de Dios. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 7 de julio de 2022

«Lo propio de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos nuestra reflexión basándonos en la lectura continuada de Oseas que la liturgia nos presenta hasta el día de mañana. El trasfondo histórico del texto de hoy (Os 11,1-4.8-9) nos presenta al profeta reflejando su propia incapacidad de condenar a su mujer infiel —Gomer—, porque en el fondo la sigue queriendo y deja ver que también Dios, con su infinito amor, sigue queriendo al pueblo de Israel que le ha sido infiel. Así, el profeta describe con trazos muy humanos ese amor de Dios: «Mi corazón se conmueve dentro de mí y se inflama toda mi compasión. No cederé al ardor de mi cólera». Y la razón es todavía más impresionante: «pues yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta». 

Lo propio de Dios, —lo sabemos bien—, no es castigar, sino amar y perdonar. No es un enemigo siempre al acecho, sino el amigo que está en medio de su pueblo aunque este le sea infiel. Para expresar eso, Oseas recurre, además de su situación con su esposa, a la relación que hay entre un padre y un hijo, en donde Dios es el Padre y el pueblo de Israel el hijo. Así, describe con rasgos bien tiernos el amor de un padre —o de una madre puede ser— por el hijo que lleva en brazos, al que acaricia y besa, al que le enseña a andar, al que atrae «con los lazos de cariño». Pero ese hijo ahora le es infiel. El pueblo ha roto la alianza que había prometido guardar: «mientras más lo llamaba, más se alejaba de mí».

La ternura de Dios para con nosotros, sus hijos, su pueblo, queda manifiesta en este relato bíblico de Oseas. Dios nos ama tanto que espera nos convirtamos ante de pensar en destruirnos acabando con nuestra existencia por nuestras infidelidades. Tratemos de que el corazón de Dios sea correspondido en el amor, haciendo lo que sabemos que debemos hacer conforme a nuestra vocación específica —sacerdocio, vida consagrada, matrimonio, soltería—. Para ello, seamos humildes, arrepintámonos de nuestras faltas, no defraudemos a nadie, no sembremos discordias sino paz, no pisoteemos al pobre sino démosle la mano. Que María Santísima interceda por nosotros y nos ayude a seguir buscando y ejerciendo el camino del bien. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 6 de julio de 2022

«Oseas, portavoz de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Seguimos haciendo nuestra reflexión diaria en estos días ayudados del libro del profeta Oseas. El profeta utiliza por primera vez la comparación del pueblo de Israel con una «viña». Nos dice hoy que «Israel era una vid frondosa que daba mucho fruto». Ese tema de la viña será desarrollado en otros fragmentos del Antiguo Testamento (Salmo 79, 9, Isaías 5, 1, Jeremías 2, 21; 11-17; Ezequiel 17, 6). Jesús utilizará también esa imagen tradicional. (Mateo 21, 33; 20, 1; Juan 15, 1). Oseas es consciente de que era Dios quien daba la prosperidad y la felicidad a Israel, pero Israel desviaba su corazón y se inclinaba a rendir culto a los Baales. Aparentemente cumplían con todo en la ley, pero su corazón actuaba con doblez.

Cuántos católicos hay en nuestro mundo que actúan con un corazón doble. Unos se escudan en «cumplir» con el precepto dominical, pero tienen unas vidas, el resto de la semana, que nada habla del amor a Dios y de su seguimiento. Las imágenes del dolor vivido por el profeta a causa del alejamiento adúltero de Israel son quizá ahora insuficientes para describir el drama del alejamiento de mucha gente respecto a Dios: «Tienen el corazón dividido, y ahora pagarán sus culpas... Dicen: “No respetamos a Yahvé”» (vv 2-3). El profeta, entonces, nos habla también a nosotros, recrimina la idolatría que también en nuestra sociedad está presente, denuncia una honra puramente verbal, ve a Israel pecador. Ahora, como antes, gran parte del pueblo que se dice de Dios, se comporta de manera insensata y fuera del culto que le rinde, vive una experiencia de «coquetear» con los Baales —«Samaria y su becerro», dice el profeta—.

Pero la misión del profeta Oseas no consiste únicamente en poner en evidencia los pecados de Israel y en mostrar su gravedad en aquel pasado histórico. Consiste también en revelarnos a nosotros la actitud adoptada por Dios ante la infidelidad de aquellos a quienes ama. Dios rescatará a quienes se conviertan y sean justos. «Siembren justicia y cosecharán misericordia; preparen sus tierras para la siembra, pues ya es tiempo de buscar al Señor, para que venga y llueva la salvación sobre ustedes». Sí, siempre hay esperanza para quien vuelve su corazón a Dios. Por eso no debemos darnos por vencidos. Bien podemos, como Oseas, denunciar el mal y al mismo tiempo anunciar el bien que Dios nos trae con la conversión a él. De la mano de María, que siempre fu fiel, pidamos que no nos cansemos de ser buscadores de Dios. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 5 de julio de 2022

«Tras los falsos dioses»... Un pequeño pensamiento para hoy


Comparto con ustedes la reflexión para hoy tomándola del libro del profeta Oseas que desde ayer, en la Misa diaria, comenzamos a leer y que dije que nos ayudaría a hacer nuestras meditaciones de esta semana hasta el viernes. En la lectura de este día (Os 8,4-7.11-13) el profeta habla en nombre de Dios para condenar la contaminación de la religión auténtica por la idolatría que existía en aquel tiempo. El monoteísmo —un solo Dios— que ya había ido descubriendo el pueblo de Israel, poco a poco se había ido acomodando a prácticas paganas, es decir, se iba mundanizando, como dice el Papa Francisco. Por el hecho de vivir entre poblaciones cananeas el pueblo fue consintiendo que se fueran introduciendo elementos del culto de Baal, que era un dios de la fecundidad de la naturaleza, simbolizado por un toro.

En honor de Baal, los que lo adoraban, tenían frenéticos ritos sexuales llenos de lujuria. Esas concepciones religiosas naturistas eran, por desgracia, muy populares porque según ellos esos rituales eran una súplica al dios de la fecundidad para obtener abundantes cosechas y sanos rebaños, así como el nacimiento de muchos hijos en las familias. Los sacerdotes de Yahvé, el verdadero Dios, el Único, estaban tentados de consentirlo, explotando así las tendencias populares más elementales.

Leyendo esto del profeta Oseas, dejando de lado algunos detalles que manifiestan una civilización distinta a la nuestra, encontramos uno de los problemas de nuestro tiempo: la contaminación de la fe auténtica por el materialismo ambiental. El oro. La plata, la codicia de bienes. La sexualidad. Ídolos también de hoy incluso para quienes han dejado de creer en Dios y se han dejado envolver por los falsos dioses. Ídolos ilusorios incapaces de satisfacer el hambre profunda del hombre. Pero ante esta situación, el profeta nos dejará ver algo importante: Israel tenía una vocación única entre todos los pueblos, debía ser el testigo de la Alianza como lo tenemos que ser nosotros que somos discípulos–misioneros de Cristo. No nos desalentemos y bajo el cuidado de María Santísima sigamos viviendo nuestra fe en un Único Dios. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 4 de julio de 2022

«El profeta Oseas y el pueblo de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Oseas fue uno de los pocos profetas del Reino del Norte, o Israel, que dejó profecías escritas. Su libro se vale de metáforas y simbolismos extensos que ilustran la intensidad del amor de Dios por su pueblo. La historia de Oseas es la historia de Dios con su pueblo y es, por lo tanto, nuestra propia historia. La historia de una humanidad siempre tentada a ser infiel, y a la que Dios no se cansa de perseguir con su ternura. Una metáfora fundamental en el mensaje de Oseas es el matrimonio. El factor fundamental de esta metáfora es la experiencia personal  de Oseas en su matrimonio con una esposa infiel (Os 1,2–3; 3,1–3). Del adulterio de su esposa y de sus esfuerzos posteriores por reconciliarse con ella y enmendar su relación, Oseas probablemente adquirió una profunda percepción de la relación del Señor con Israel, cuyos pecados eran como la infidelidad de una esposa. Mediante el uso de esa metáfora, el Libro de Oseas testifica del amor del Señor por Israel mientras espera que su prometida infiel regrese a Él.

Hoy como primera lectura de la Misa está presente Oseas (Os 2,16.17-18.21-22). Es emocionante oír a ese hombre decidido a volver a dar todas las posibilidades a su esposa que ha sido infiel... y hablando de ella con tanto afecto: «le hablaré al corazón.» Y responderá ella, allí, como en los días de su juventud. En aquel día me llamará «Esposo mío», y no me llamará más «Baal mío». Yo te desposaré conmigo para siempre. Ciertamente este pequeño pasaje es uno de los más prominentes de la revelación bíblica. Después de la infidelidad de nuestros pecados, Dios sigue amándonos y sigue proponiéndonos su amor, con la misma ternura de siempre. Es como el canto primaveral y fresco de los primeros esponsales, en la ilusión del primer amor. Oseas ve que ha pasado ya la prueba. La esposa ha sido purificada por el sufrimiento y tendrá en adelante una solidez inquebrantable: «yo te desposaré en la fidelidad»

¡Todo el evangelio de la «misericordia» está ya aquí! Hay que detenerse a contemplar ese Corazón de Dios, capaz de amar de modo totalmente gratuito, infinitamente desinteresado. Dios ama a los pecadores. Dios me ama a mí que soy pecador. Dios nos ama a pesar de nuestras miserias.  La palabra «amor» traduce aquí un término hebreo importante: «hésed». Ese término expresa la idea de un «lazo profundo, apasionado, visceral», una especie de solidaridad vital, un compromiso, una inclinación afectiva. Se ve que se trata de algo que es mucho más que un sentimiento, que un amorío. Desde hoy hasta el viernes estaremos reflexionando en estos unos pasajes del libro de Oseas que aparecerán como primera lectura y que nos vienen muy bien en estos tiempos en que se ve tanta infidelidad a Dios en el mundo. Sea cual sea nuestra situación personal, creo que Dios nos invita constantemente a recomenzar de nuevo, a iniciar siempre una nueva etapa de más amor y fidelidad, evitando los devaneos y las idolatrías con las que nos tienta el mundo de hoy, que el profeta considera como «aventuras extramatrimoniales» y, por tanto, adulterios. Que María Santísima nos ayude a crecer en fidelidad, en justicia y rectitud, como propone Oseas. ¡Bendecido lunes!


Padre Alfredo.

domingo, 3 de julio de 2022

«Alegres, aún en medio de la adversidad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ahora que venía a Cuernavaca, hice un viaje que fue toda una odisea, pues salí de casa a las 9 de la mañana y vine a dar acá a las 7:30 de la tarde. El avión se retrasó mucho en Monterrey y luego en Ciudad de México el autobús que me traería a Cuernavaca salió también más tarde de lo debido. Casi saliendo del aeropuerto, ese autobús que me traería a esta llamada «ciudad de la eterna primavera», sufrió un accidente por alcance de una camioneta cuyo conductor había sido herido por un asaltante que hizo que perdiera el control de la misma y se estrellara contra el autobús. Allí esperamos una hora a que llegara un nuevo carruaje al que nos trasladaran para continuar el viaje. Y, como cereza en el pastel, llegó el infame tráfico de esa enorme ciudad que tanto quiero, que nos hizo andar a vuelta de rueda hasta llegar a la autopista y finalmente llegar a la terminal Casino de la Selva aquí en Cuernavaca donde tres hermanas Misioneras Clarisas me esperaban con gozo para traerme a este aposento santo... Bueno, cuento todo esto para compartirles que, en tantas horas, tuve oportunidad de leer, que es una de las cosas que más me gustan y que a veces no puedo disfrutar tanto como quisiera, pues no es lo mismo leer a pequeños plazos que de corrido. Esta vez pude leer a mis anchas aprovechando los tiempos de largas esperas, pues de Monterrey a Ciudad de México el vuelo dura poco más de una hora y el viaje en autobús, de allí a Cuernavaca se hace en unas dos horas, pero con tantas peripecias el viaje fue de 10 horas. 

Hace días, leyendo un poco de las vidas de los padres jesuitas Javier Campos (+) y Joaquín Mora (+), que fueron asesinados en la Sierra Taraumara y de los que ya compartí un poco, me enteré de que el padre Joaquín hacía siempre mucha referencia a un libro titulado «Mi pie izquierdo», que narra la vida de Christy Brown, un escritor, pintor y poeta irlandés (Dublín, 5 de junio de 1932 - Somerset, Inglaterra, 7 de septiembre de 1981) que padeció una severa parálisis cerebral que lo dejó prácticamente inmóvil y con mucha dificultad para hablar, a excepción de su pie izquierdo, desde su nacimiento hasta su fallecimiento, en 1981, a los cuarenta y nueve años. Pero, a pesar de que me encanta leer —como muchos de ustedes saben— no había leído ese libro ni visto la película que al respecto se hizo, así que descargué el libro a mi lector electrónico para leer un rato durante el viaje. ¡Pues nada! Resulta que con tanto atraso, ya terminé de leer el libro y me encantó. Se los recomiendo, se lee como agua. Pero lo más interesante, es que este domingo, la liturgia de la palabra de la Misa, nos invita a vivir en la alegría, y ciertamente en el mundo en que vivimos es algo que escasea mucho —digo la verdadera alegría, como la percibí en la lectura de esta autobiografía— pues parece que hoy hay solamente pequeños espacios de alegría para la mayoría de la gente que se envuelve solo en las cosas del mundo y hace a un lado la verdadera alegría que da el gran regalo de vivir en paz y armonía con el mundo que nos rodea. 

La primera lectura de hoy, del profeta Isaías (Is 66,10-14) empieza invitando a alegrarse con Jerusalén que llega a unos tiempos de paz. El evangelio (Lc 10,1-12.17-20) termina diciendo que hay que alegrarse porque nuestros nombres están escritos en el cielo. Y la segunda lectura (Gál 6,14-18) nos habla de la Cruz de Cristo que se marca en nuestra vivencia de fe. Pues fíjense ustedes que la lectura de «Mi pie izquierdo» me ayudó mucho a entender la alegría cristiana, aún en medio de la adversidad, que es la presencia de la cruz. Christy Brown fue católico y en su vida, tan llena de dificultades, no deja de percibirse esa alegría a la que hace referencia la liturgia de la misa de este domingo. La alegría de saberse amados por Dios que hace amar y saberse amados por Dios por los demás. Bien, pues creo que ya debo terminar de escribir esto, que está tan mal hilvanado porque hoy me alargué bastante ya que no estoy, como se dice: «a las carreras». Recordando a Christy Brown, les invito a mirar unos momentos a la santísima Virgen María, cuya vida no fue fácil. A ella la invocamos como «Reina de la alegría». Pidámosle que alegre este nuestro domingo, y todos los demás días de nuestra vida, abrazando la cruz de Cristo que nos llena de la paz y de la misericordia de Dios. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 2 de julio de 2022

«Cristo, el Esposo de nuestras almas»... Un pequeño pensamiento para hoy


Escribo esta reflexión desde la «Ciudad de la eterna primavera» —Cuernavaca, Morelos, México—. Me encuentro aquí compartiendo el gozo de la fe con un grupo de hermanas Misioneras Clarisas que hacen la experiencia espiritual llamada «Mes Inesiano» en la cual profundizan en la vida, obra y escritos de la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento para adentrarse más en este carisma maravilloso que Dios reveló a la beata y que mucha gente podemos vivir en 15 países del mundo a donde su obra ha llegado. El «Mes Inesiano» empieza con la experiencia de unos días de Ejercicios Espirituales que a mi me toca dirigir, acompañando a estas religiosas que haciendo un alto en su vida apostólica y misionera, se concentran en la Casa Noviciado de las Misioneras Clarisas en unos días de oración y de silencio renovando el gozo de seguir a Cristo, el esposo de sus almas.

Y es precisamente de «Cristo esposo» de quien habla el Evangelio de hoy (Mt 9, 14-17). Jesús es este «esposo» misterioso que invita a su boda en un espacio de felicidad y júbilo intensos que solamente quien tiene la fe bien puesta, puede disfrutar. El evangelista nos hace ver que los tiempos mesiánicos ya han llegado: Dios se ha desposado definitivamente con la humanidad y nos invita a festejar ese gran acontecimiento. Al igual que este grupo de religiosas al que acompaño en estos días, todos hemos de descubrir al Jesús amoroso, al Cristo enamorado de la humanidad, a este Jesús desposado con la humanidad. Todo el Antiguo Testamento lo había anunciado (Is 54, 4-8; 61, 10; 62, 4-5; Jr 2, 2; 31, 3; Ez 16; Os 1 a 3; Sal 45, 7-8). Por eso ahora la propuesta de Jesús es clara: no se puede recibir el Reino de Dios con la mente y la vida embotadas por esquemas mentales ya caducos y por ritos externos que ponen de lado la justicia y la misericordia. No se puede utilizar la fe en Dios para justificar la injusticia y la falta de caridad. No se puede echar vino nuevo —el Reino de Dios—, en odres viejos —la ley, la exclusión y la falsedad religiosa—.

El evangelio de hoy empieza hablando del ayuno, que ciertamente es un buen medio de expresar nuestra humildad y nuestra conversión a los valores esenciales, por encima de los que nos propone la sociedad de consumo. Pero no es esto lo que aquí discute Jesús. Lo que él quiere que veamos ahora es la actitud propia de sus seguidores: la fiesta y la novedad radical. A la luz de esto, habrá cada uno de preguntarse: ¿Soy un enamorado de Jesús? ¿Respondo a su amor? ¿Cómo? ¿Estoy contento y alegre? ¿Soy feliz? ¿Vivo todos y cada día como un «invitado a la boda»? Y la Celebración de la Eucaristía, ¿la considero como un «banquete de boda»? ¿Es una «cita de amor», un lugar privilegiado de encuentro, de diálogo, de silencio para escuchar? La vida consagrada, para quienes la han elegido, tiene esta significación. También el matrimonio, de distinta manera, tiene la misma significación.  Que María nos ayude a todos a vivir y convivir con su Hijo Jesús, el «Esposo de nuestras almas». ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.