Juan el Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento. Él se enfrentó abiertamente con los gobernantes de la Nación para llamarlos al cambio y para reclamar un comportamiento según la ley. Él optó por revivir la experiencia liberadora del éxodo y recordar a su pueblo que el destino depende completamente de la fidelidad a Yahvé. Sin embargo, como todo profeta, fue víctima de las veleidades de los gobernantes. Herodes, aunque le tenía algún respeto, cedió ante las presiones de su adúltera mujer y lo mandó asesinar.
Los profetas suelen decir cosas molestas, que desgraciadamente suelen ser casi siempre verdad. Y las suelen decir en momentos contundentes. Generalmente a los poderosos —como Herodes y Herodías— no les gusta escuchar las críticas y no se dan tiempo para escuchar al profeta. Pero no por eso dejan de ser verdad sus palabras. Hemos de recordar que, desde nuestro nacimiento, nosotros también, como discípulos–misioneros de Cristo somos profetas desde nuestro bautismo y tenemos que hablar con la verdad, a sabiendas que eso incomoda a algunos, aún de los que estamos más cercanos. No sucumbamos a las ideologías de moda. Que María santísima nos ayude a ser valientes defensores de la verdad ante tantas ideologías que atacan nuestra fe en la época actual. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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