Hace días, leyendo un poco de las vidas de los padres jesuitas Javier Campos (+) y Joaquín Mora (+), que fueron asesinados en la Sierra Taraumara y de los que ya compartí un poco, me enteré de que el padre Joaquín hacía siempre mucha referencia a un libro titulado «Mi pie izquierdo», que narra la vida de Christy Brown, un escritor, pintor y poeta irlandés (Dublín, 5 de junio de 1932 - Somerset, Inglaterra, 7 de septiembre de 1981) que padeció una severa parálisis cerebral que lo dejó prácticamente inmóvil y con mucha dificultad para hablar, a excepción de su pie izquierdo, desde su nacimiento hasta su fallecimiento, en 1981, a los cuarenta y nueve años. Pero, a pesar de que me encanta leer —como muchos de ustedes saben— no había leído ese libro ni visto la película que al respecto se hizo, así que descargué el libro a mi lector electrónico para leer un rato durante el viaje. ¡Pues nada! Resulta que con tanto atraso, ya terminé de leer el libro y me encantó. Se los recomiendo, se lee como agua. Pero lo más interesante, es que este domingo, la liturgia de la palabra de la Misa, nos invita a vivir en la alegría, y ciertamente en el mundo en que vivimos es algo que escasea mucho —digo la verdadera alegría, como la percibí en la lectura de esta autobiografía— pues parece que hoy hay solamente pequeños espacios de alegría para la mayoría de la gente que se envuelve solo en las cosas del mundo y hace a un lado la verdadera alegría que da el gran regalo de vivir en paz y armonía con el mundo que nos rodea.
La primera lectura de hoy, del profeta Isaías (Is 66,10-14) empieza invitando a alegrarse con Jerusalén que llega a unos tiempos de paz. El evangelio (Lc 10,1-12.17-20) termina diciendo que hay que alegrarse porque nuestros nombres están escritos en el cielo. Y la segunda lectura (Gál 6,14-18) nos habla de la Cruz de Cristo que se marca en nuestra vivencia de fe. Pues fíjense ustedes que la lectura de «Mi pie izquierdo» me ayudó mucho a entender la alegría cristiana, aún en medio de la adversidad, que es la presencia de la cruz. Christy Brown fue católico y en su vida, tan llena de dificultades, no deja de percibirse esa alegría a la que hace referencia la liturgia de la misa de este domingo. La alegría de saberse amados por Dios que hace amar y saberse amados por Dios por los demás. Bien, pues creo que ya debo terminar de escribir esto, que está tan mal hilvanado porque hoy me alargué bastante ya que no estoy, como se dice: «a las carreras». Recordando a Christy Brown, les invito a mirar unos momentos a la santísima Virgen María, cuya vida no fue fácil. A ella la invocamos como «Reina de la alegría». Pidámosle que alegre este nuestro domingo, y todos los demás días de nuestra vida, abrazando la cruz de Cristo que nos llena de la paz y de la misericordia de Dios. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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