jueves, 21 de junio de 2012

LA PRIMERA FIESTA LITÚRGICA DE MADRE INÉS... 22 de junio de 2012

Este 22 de junio, la Iglesia Católica celebra la primera fiesta litúrgica de la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento para cuya ocasión se han aprobado ya los textos litúrgicos correspondientes tanto para la Misa como para el rezo de la Liturgia de las Horas.

En las diversas partes del mundo en donde la «Familia Inesiana» está presente, han iniciado los festejos y celebraciones en las diversas lenguas y usanzas de las naciones de todos los continentes. En Roma, para celebrar la ocasión ha sido presentado en su versión italiana el libro "Hacer de la vida un himno", escrito por un  autor de reconocidísimo renombre en el campo misionero: Mons. Juan Esquerda Bifet. Mañana, en la Casa General de las Misioneras Clarisas, en donde está el Mausoleo con los restos (reliquias) de Madre Inés, el Card. Giuseppe Bertello presidirá la Primera Misa Solemne en honor de la nueva Beata.  El día 23 en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el Card. Francis Arinze presidirá una Misa de Acción de Gracias por este regalo del cielo.

La fundadora de la «Familia Inesiana», recien beatificada el 21 de abril de 2012, abre un camino de santidad y de esperanza en la Iglesia Católica en vísperas de iniciarse el "Año de la Fe" el próximo mes de octubre, recordando que todos los hombres y mujeres pueden alcanzar la santidad realizando la tarea de ser discípulos y misioneros en sus actividades ordinarias con un corazón sin fronteras, uniendo la contemplación y la acción en el ser y quehacer de cada día.

La Madre Inés, como es conocida por muchos, nació en una hermosa familia católica el 7 de julio 1904 en Ixtlán del Río, en el estado de Nayarit, en México. En el año de 1924, durante un Congreso Eucarístico que se celebraba en México, se sintió plenamente atraída por Jesús, a cuyo Amor Misericordioso se consagró como víctima de holocausto en 1926. Movida por el ansia de "salvar almas" al estilo de santa Teresita del Niño Jesús, ingresó al Monasterio de Clarisas del «Ave María», donde permaneció 16 años. En 1930, al hacer su profesión religiosa, tuvo una fuerte experiencia espiritual con la Virgen de Guadalupe que la marcó para siempre y de la que nació su obra contemplativa y misionera en1951, fundando, en primer lugar, la congregación religiosa de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y continuando años más tarde con los sacerdotes religiosos Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal. Ella es la fundadora e inspiradora de la hoy llamada «Familia Inesiana», que con un carisma Eucarístico, Sacerdotal-oblativo, Mariano, Misionero y Alegre, hace presente a Cristo y a la Iglesia en el mundo. Su vida aquí en la tierra fue un himno de alabanza, para la gloria de Dios y la salvación de las almas hasta que murió en Roma el 22 de julio de 1981. Desde entonces se ha convertido en la estrella que irradia la luz de Cristo para que todos le conozcan y le amen.

Cuando entregó su alma a Dios, la «Familia Inesiana» estaba ya extendida en los cinco continentes, y contaba con muchos miembros de diversas nacionalidades, al servicio de la Iglesia con el mismo espíritu de plena unión y veneración al Papa, a quien llamó siempre "mi dulce Cristo de la tierra".

El 21 de abril de 2012, el Santo Padre Benedicto XVI beatificó a Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, en una ceremonia presidida en su nombre por el Prefecto de la Causa de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, en una solemne ceremonia en la Basílica de Guadalupe de México, ante casi 20,000 personas de todo el mundo.

"La misión especial de María —dijo el Cardenal durante la homilía— ha sido la de conducir a los bautizados a Cristo Rey, haciendo florecer mártires y santos, que han sido testigos heroicos del Evangelio de la vida, de la verdad, de la justicia y de la paz. La Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento es uno de estos testigos heroicos, que ha puesto todas sus energías de la naturaleza y de la gracia al servicio del reino de Cristo, según el lema: «Es urgente que Cristo reine»".

El Cardenal puntualizó también: "Nadie duda de la gran actualidad de este carisma misionero. Hoy, en América Latina y en toda la Iglesia, es urgente la evangelización, no solo como primer anuncio a los que no conocen el Evangelio, sino también como nueva propuesta de la palabra de Dios a los que la han olvidado y descuidado y que llevan una existencia lejana de la verdad de la palabra de Jesús y de los sacramentos salvíficos de la Iglesia."

En este contexto, y como un homenaje especial a Madre Inés en esta su primera fiesta, ofrecemos ahora la lectura especial para el Oficio de la Liturgia de las Horas de este día, de manera que en ella encontremos una motivación para ser esos discípulos y misioneros que se requieren para preparar el Año de la Fe que ya se acerca:


De los escritos de la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, virgen 
(C. Publica del Proc. Dioc. Vol. VII, ff. 418-419) 
QUE TODOS TE CONOZCAN Y TE AMEN ES LA ÚNICA RECOMPENSA QUE QUIERO

¡El alma misionera quisiera que miles de almas se lanzaran llenas de fe, de esperanza y de amor, a la conquista de esos hermanos nuestros que aún gimen en las tinieblas del error! ¡Quisiera llevar el nombre de Dios a todos los confines de la tierra, y con él, la dulce imagen de María santísima de Guadalupe, para que ella prepare a los pobrecitos no creyentes, y un día no lejano, sean su trono de amor y ellos también puedan cantar al Señor y bendecir su nombre; anunciar día tras día su salvación. Y dice al Señor, si tú quieres servirte de mí, pobre y miserable instrumento para tu gloria, di solamente a mi alma ansiosa de hacerte conocer y amar, aquellas palabras del salmista: contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas. Manejando tú este inútil instrumento, las almas corresponderán a tus designios, serán vasallos amorosos que seguirán a su Rey inmortal. ¡Que se conviertan todos, Señor, que todos te amen! Pero pronto. Señor Jesús, tú eres quien has puesto dentro de mi ser estas ansias que me devoran; este deseo irresistible de que te amen. Lleva muchos obreros a tu viña. ¡Oh Padre celestial!, llévame a mí; yo quiero ofrendarte todos mis amores, quiero dejarlo todo por ti, quiero sacrificarme, en el corazón de María, por la salvación de las almas. A los pueblos cristianizados por tu mandato aquel de: Id de dos en dos y predicad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Si tú Señor, has puesto en mí este ardiente deseo ¿por qué no te sirves de este inútil instrumento que sólo anhela desaparecer en tus divinas manos? ¡Ah Jesús!, esta ansia me devora. Estoy íntimamente convencida, de que si tú manejas este deforme instrumento, harás maravillas por él. Me pongo en tus manos; me entrego a tu amor, a tu bondad, a tu generosidad; haz de mí lo que tú quieras, pero dame almas, muchas almas, infinitas almas. Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero.

Qué consuelo para nuestro amado Pastor supremo, el Papa, que, por mediación de Santa María de Guadalupe y de los misioneros, se lleve a todas las naciones el nombre de Jesucristo, su Evangelio y la hermosa imagen de la amada Morenita, como estandarte de paz, de dicha, de amor; de reconciliación entre Dios y la tierra. Sé también Jesús mío, que el alma de todo apostolado es el alma de oración; que a la oración están vinculadas las gracias de conversión. Por eso la oración es la vocación esencial de todo misionero, la oración es la hoguera donde debe caldearse su alma; la oración es la fuente en donde debe saciar su sed de almas. Que no nos permitamos reposo alguno mientras haya en el mundo una sola persona que no conozca a Cristo, ese es nuestro ser misionero. Y esto es nuestro más caro derecho, nuestra más dulce obligación y nuestro más sagrado deber. Deber y derecho que no debemos olvidar en ningún momento de nuestra vida. Ser misioneros... ¿Cómo?... ¡hasta dar la vida si es necesario!... ¿Dónde?... ¡En todas partes!... ¿Cuándo?... ¡Siem-pre!... ¿Medida? la obediencia. Como él, que fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz y heme aquí que vengo para hacer tu santísima voluntad. Sí, misioneros con él, por él y en él. Pero como él, con él y en él en toda la extensión de la palabra: en el sacrificio, en el dolor, en el sufrimiento, hasta la muerte. Pero también en la alegría, en nuestra diaria Eucaristía, en nuestra oración, adoración, en el diario apostolado, en cualquier clase de trabajo, mientras dormimos y mientras comemos, mientras descansamos y mientras respiramos, mientras se consume nuestra vida minuto a minuto y ¡en cada latido de nuestro corazón! Nuestro espíritu misionero debe ser universal, abarcar a todos los pueblos, razas y naciones, abarcar el mundo, no deben existir fronteras de ninguna especie.