sábado, 31 de julio de 2021

«El martirio de Juan el Bautista y nuestro compromiso»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy es un relato conocido, se trata del martirio de Juan el Bautista (Mt 14,1-12). Jesús nos vino a enseñar que debemos ser luz y sal y fermento de este mundo. O sea, profetas. Profetas son los que interpretan y viven las realidades de este mundo desde la perspectiva de Dios. Por eso, muchas veces, tienen que denunciar el desacuerdo entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que Dios quiere y lo que los intereses de determinadas personas o grupos pretenden. Eso hizo Juan el Bautista. Juan Bautista fue el último profeta del Antiguo Testamento. Se enfrentó abiertamente con los gobernantes de la nación para llamarlos al cambio y para reclamar un comportamiento según la ley. El desierto, lugar de su predicación, sigue siendo símbolo de su oposición a la ciudad y al templo. El Bautista quiso revivir la experiencia liberadora del éxodo y recordar a su pueblo que el destino dependía completamente de la fidelidad a Yahvé. Sin embargo, como todo profeta, fue víctima de las veleidades de los gobernantes. Herodes, aunque le tenía algún respeto, cedió ante las presiones de su adúltera mujer y lo manda asesinar. El grupo de discípulos del Bautista corrió a llevarle la noticia a Jesús.

La figura de Juan es significativa en la vida de Jesús. En cada encrucijada importante de su itinerario pedagógico aparece la persona o el recuerdo del precursor que indica, facilita o prefigura la ruta del Mesías. El martirio de Juan hace tomar conciencia del peligro que le amenaza, y esboza ya algunos rasgos alusivos a la pasión de Jesús. Este texto, como vemos, esta cargado de sentimiento por la forma despiadada como terminaron con la vida del profeta. Los antecedentes de la muerte de Juan indican que, igual que en la de Jesús, se entremezclaron motivaciones muy complejas y también razones políticas y económicas. Pero nada se opone a que el pueblo sencillo estuviese bien informado cuando se contaban unos a otros que el último determinante del crimen de Juan fue la astucia de una mujer rencorosa que conocía las debilidades de un Herodes sin carácter. Saben ustedes, porque me conocen, que ante el Evangelio siempre me vienen preguntas, preguntas que algunas veces comparto en la reflexión y hoy lo hago al leer y releer el pasaje.

¿Podríamos nosotros, como discípulos–misioneros de Cristo, ocupar el papel de Juan Bautista? El Señor quiere a su Iglesia como testigo cualificado de su amor. Ese amor de Cristo, vivido en la Iglesia, debe llevar a ésta a buscar las ovejas descarriadas hasta los más recónditos lugares donde se hayan dispersado. Llamarlas con amor a la conversión no se puede quedar sólo en palabras dulzonas, pues el amor mismo muchas veces hará que la Iglesia de Cristo sea fuerte en la denuncia del pecado, sin dejarse intimidar siquiera por los poderosos, a quienes ha de hacer reconocer sus caminos equivocados. El llamado a la conversión indica la propuesta de un nuevo camino que se convierte en un reto para quienes quieran luchar por construir un mundo más justo, más humano, más fraterno. La Iglesia no puede ser amordazada; no podemos silenciar el testimonio sobre la Verdad que Cristo nos ha confiado. Nuestro ejemplo, nuestras palabras, nuestra vida misma debe irse convirtiendo en un fermento de santidad, de lealtad, de rectitud en los diversos ambientes en que se desarrolle la existencia de los cristianos, sin tener miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda la gracia de ser fieles y valientes con nuestro testimonio. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 30 de julio de 2021

«El hijo del carpintero»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy nos relata (Mt 13,54-58) que los paisanos de Jesús fueron testigos de sus milagros y admiraron su sabiduría, pero no fueron capaces de dar el salto y aceptarlo como el enviado de Dios. Se mostraron reacios al ver al hijo del Carpintero lleno de sabiduría porque era un maestro atípico que no había estudiado en ninguna escuela famosa. Pero, con tantas pruebas, tenían que haber superado su desconfianza inicial y no dieron el paso. Los paisanos, sus vecinos, los más cercanos, esperaban un mesianismo más solemne y glorioso. Varios relatos evangélicos nos dicen que unos le consideraban un fanático; otros, aliado con el demonio. Muchos no llegaron a creer en él. Y como dice el prólogo de san Juan: «vino a su casa y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Los que creyeron fueron los sencillos de corazón, a quienes Dios sí les reveló los misterios del Reino.

Efectivamente, los judíos esperaban un Mesías poderoso que viniera con gran poder a derrocar a los romanos, uno que viniera a restaurar el auténtico culto del templo e iniciara un Reino eterno. Jesús con su testimonio se opone a estas expectativas. Su acción es más bien humilde: él busca a marginados, a los pecadores, a los enfermos y a los gentiles. El centro de su enseñanza y oración es el camino, la casa del amigo y las plazas donde se reúne el pueblo. Su Reino no esta fundado ni en la mentalidad ni en la estructura de los imperios opresores. Por esto, la vida y obra de Jesús no inspiraba confianza a sus paisanos. Jesús nos muestra con su existencia que el encuentro con Dios se puede producir —y de hecho se produce— en las condiciones de nuestra vida ordinaria y a través de quien menos podemos imaginar. Todo hermano puede ser un profeta para el hermano.

Nosotros somos discípulos–misioneros de este Mesías que fue rechazado por los suyos, así que seguimos sus mismos pasos y a pesar de que muchas veces la gente que nos conozca nos rechace, no podemos cerrarnos al anuncio y testimonio del Evangelio. El Señor ha encendido en nosotros la Luz de su amor, de su misericordia y de su gracia, y no podemos querer ocultarla cobardemente bajo nuestros miedos y temores, pues no hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al Espíritu de Dios que amándonos a todos, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la Verdad (cf. 1 Tim 2,4). Quienes nos reconocemos pecadores acudimos al Señor para recibir de él su perdón. Sólo quien se ha sentido comprendido, amado y perdonado por Dios puede convertirse en testigo de él en el mundo. Roguémosle al Señor, por intercesión de María Santísima, que nos conceda la gracia de ser portadores de su amor y de su gracia buscando el bien de todos como el Señor lo ha hecho para con todos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 29 de julio de 2021

«Marta, María y Lázaro»... Un pequeño pensamiento para hoy


El día de hoy el Evangelio no sigue la línea que hemos estado teniendo con san Mateo porque está seleccionado para la memoria que hoy celebramos de los santos Marta, María y Lázaro. Está tomado del Evangelio de san Juan (11,19-27) en el que se habla de estos tres hermanos que formaban con Jesús una comunidad «familiar» muy bonita. Se ve, por los relatos evangélicos, que Jesús gozaba mucho con su amistad. El pasaje nos lleva propiamente a la escena de lo que sucede en torno a la muerte de Lázaro. Jesús está llegando, Marta tiene que salir a su encuentro. María, que no se entera de que Jesús llega, sigue en la casa donde se expresa la solidaridad con la muerte. Allí no entra Jesús. María está sentada: la muerte de su hermano, que para ella ha significado el término de su vida, la reduce a la inactividad. La idea de la muerte como final paraliza a la comunidad y la hace permanecer en el ambiente del dolor, mezclada con los que no tienen fe en Jesús.

Marta muestra su pena e insinúa un reproche a Jesús; podía haberse evitado el dolor de la muerte. Piensa que Jesús debería haber venido a Betania para impedir la muerte de su hermano; cree que esta muerte ha interrumpido la vida de Lázaro. Esperaba una curación, sin darse cuenta de que la vida que Jesús les ha comunicado ha curado ya el mal radical del hombre: su esclavitud a la muerte. Marta sabe dos cosas, ambas por debajo del nivel de fe propio del discípulo. En primer lugar, ve en Jesús un mediador infalible ante Dios. No comprende que Jesús y el Padre son uno y que las obras de Jesús son las del Padre. Espera una intervención milagrosa de Jesús, como la del profeta Eliseo, que había resucitado a un muerto (2Re 4,18-37). Jesús responde a Marta restituyéndole la esperanza: la muerte de su hermano no es definitiva. Contra lo que ella habría deseado, no le dice «yo resucitaré a tu hermano», sino simplemente tu hermano resucitará. No atribuye la resurrección a una nueva acción suya personal, pues la resurrección no es más que la persistencia de la vida definitiva comunicada con el Espíritu.

Es que Jesús no viene a prolongar la vida física que el hombre posee, suprimiendo o retrasando indefinidamente la muerte; no es un médico ni un taumaturgo; viene a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone. Esa vida es su mismo Espíritu, la presencia suya y del Padre en el que lo acepta y se atiene a su mensaje; y esa vida despoja a la muerte de su carácter de extinción. Marta se había imaginado una resurrección lejana. Jesús, en cambio, se identifica él mismo con la resurrección, que ya no está relegada a un futuro, porque él, que es la vida, está presente. Yo creo que bien podemos quedarnos hoy con las palabras de Marta, que prorrumpe en una confesión de fe que aún hoy, veinte siglos después, expresa perfectamente la fe de la Iglesia y meditarlas con ayuda de María Santísima la Madre de Jesús: «Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 28 de julio de 2021

«María Goretti Subiatun, una misionera de Indonesia»... Vidas consagradas que dejan la huella de Cristo LXXVII

El 25 de Mayo, a las doce horas con cincuenta minutos, hora de Indonesia, el Dios de la vida llamó a su presencia a la hermana Maria Goretti Subiatun para entrar en las nupcias eternas. Quiero compartir en unas cuantas líneas algunos aspectos de la vida y vocación de esta extraordinaria misionera clarisa a quien no tuve el gusto de conocer pero sí de leer la crónica de su vida en la que se destaca el gozo de su vocación que dejó a su paso por este mundo, las huellas de Cristo.

La hermana Maria Goretti nació el 15 de Febrero del 1946 en la ciudad de Blitar, en Java Oriental, un lugar de Indonesia. El 1˚ de junio de 1963, a la edad de 17 años decidió bautizarse en la religión catñolica y un año después,  el 10 de Mayo de 1964 recibió el Sacramento de la Confirmación. Ella fue la menor de cinco hermanos con los que el Señor bendijo a la familia del señor Karsodjojo y la señora Toekinah (que en paz descansen).

En la fiesta del 12 de diciembre de 1967, la hermana Goretti ingresó a la Congregación de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento en la primera casa que la comunidad tenía, en en Biliton, Madiun. Allí inició su noviciado el 25 de marzo de 1969 para después hacer su profesión religiosa.

Cuando era joven profesa, en el año de 1973, la hermana Goretti fue enviada como misionera a Wudu, Flores, para colaborar como asistente de partera, y desde entonces inició su labor sanitaria con un empeño incansable. Ella fue una de las pioneras de esa misión en Wudu con las hermanas Luz María Pérez y Magdalena Sutarti. La gente la apreció mucho y hasta ahora mucha gente aún la recuerda. La hermana hizo su profesión perpetua de vivir en pobreza, castidad y obediencia por el Reino de los Cielos el 24 de septiembre de 1978 allí mismo en Wudu.

Era una persona sencilla, bondadosa, generosa, sincera y muy alegre, muy cercana a los misionados. Su sensibilidad le facilitaba a acercarse con las personas, especialmente a los pobres, a los más necesitados. Muchos bebés nacieron en sus brazos maternales, y se le pusieron el nombre de Goretti como muestra de su agradecimiento y amor. De entre aquellos niños algunos ya se han oradenado sacerdotes y unas de aquellas niñas son ahora Misioneras Clarisas. 

La hermana Goretti amó mucho esta misión y permaneció allí hasta el año de 1993 en que la obediencia la destinó a la comunidad en Biliton como la superiora local. En el año 2002, regresó nuevamente a Wudu, Flores y trabajó en la Clínica Pratama Santa María de Guadalupe hasta el 2015, en que la mandaron a prestar servicio en la casa de las niñas en Palangkaraya. 

Para ese entonces su salud se había deteriorado y en marzo de 2018, le dieron su cambio a la comunidad de Biliton en Madiun. En esos últimos años, tuvo que estar hospitalizada por varios problemas de su salud, como infarto cerebral, diabetes melitus e infección en las vías respiratorias.

El 15 de febrero de 2021, a las 10 de la mañana, mientras estaba en el comedor disfrutando su merienda con otra hermana, de repente le dio un ataque de tos y la hermana religiosa que estaba con ella la empezó a ver muy débil; no se pudo sentar derechita, se caía y su parte izquierda perdió totalmente la fuerza. Al ver la situación, la comunidad llamó a los enfermeros del hospital y se la llevaron para hacerle un TAC y darle tratamiento. Durante los días siguientes continuó débil y su consciencia poco a poco se fue minando. 

El 17 de febrero, a las 12:20 pm, recibió el sacramento de la Unción de los Enfermos. Su condición mejoró un poco y pudo comunicarse claramente, hasta pudo hablar por teléfono a Roma con su superiora general y con sus familiares por medio de una videollamada. Durante dos meses permaneció en el área de Cuidados Intensivos. Su estado de salud fue muy variable, hasta que el 25 de abril entró en estado de coma. Este año, precisamente el 22 de junio de 2021, ella celebraría sus Bodas de Oro, pero viendo como estaba, las hermanas religiosas adelantaron la celebración. El 29 de abril, presidida por el Párroco, el Padre Antonius Yanuardi, celebramos la Santa Misa en la sala de Cuidados Intensivos. Estaban presentes la hermana superiora regional de Indonesia y todas las hermanas de la comunidad de Biliton, 4 hermanas del noviciado, 2 hermanas de Ngawi, 3 doctores y algunos enfermeros. Aunque solo con poca gente y en una situación del dolor por la condición de la hermana Goretti, el corazón de todos los asistentes se llenó de agradecimiento por haber podido ver su testimonio de fidelidad y entrega total hasta el final a Dios y a los hermanos.

La hermana Goretti amaba mucho a Nuestra Madre Fundadora, la Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento a quien había conocido y recordaba con cariño, siendo una hija espiritual fiel en cumplir sus consejos para ser una buena religiosa. Ella confiaba que la beata María Inés siempre le ayudara y la acompañara en cada obra que la obediencia le mandaba.

La vida de la Hermana Goretti fue como una mano amiga de Dios pues ella era una persona dispuesta a ayudar a todos, en todo y en todo momento. Ella vivió siempre alegre haciendo la voluntad de Dios, obediente en su profesión como partera. En todas las comunidades donde vivió era una hermana pacífica y pacificadora. Fue siempre una hermana abierta y gozosa en la fraternidad. Su entrega fue total y perseverante hasta que llegó la hora, y como dice san Pablo: «He peleado la Buena batalla, he acabado la carrera...» (2 Tim 4,7). 

Como una vela encendida en la que poco a poco se va atenuado la llamita, así la vida de la hermana Gorettu se fue apagando en los últimos días hasta llegó el esperado momento en donde ella fue llamada a encontrarse definitivamente con el Señor.

¡Descanse en paz, nuestra querida hermana María Goretti Subiatun!

P. Alfredo.

«La alegría del Evangelio en época de Covid-19»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy tenemos un pasaje corto, una enseñanza muy profunda en breves palabras (Mt 13,44-46). Un fragmento del Evangelio que nos enseña que la alegría del Evangelio es como la alegría de aquél que, habiendo encontrado un tesoro, se vuelve loco de contento, vuelve a casa y vende todos sus bienes para poder comprar el campo en cuestión. También nos habla del mercader que ha encontrado la perla preciosa y lo vende todo para tenerla. ¡Qué bien nos caes este Evangelio en una situación en la que, por lo menos en México, país que es desde donde escribo, están subiendo los contagios de la covid-19 y la alegría del corazón, que solamente da el Evangelio corre el riesgo de perderse!

La pandemia del COVID-19 ha tenido un efecto enorme en nuestras vidas. Es mucha la gente que se ha enfrentado a retos que pueden ser estresantes, abrumadores y provocar emociones fuertes en adultos, jóvenes y niños. Las medidas de salud pública, como el distanciamiento social, son necesarias para reducir la propagación del COVID-19, pero pueden hacernos sentir aislados y aumentar el estrés y la ansiedad. Aprender a sobrellevar el estrés de manera sana desde la fe, permitirá que el discípulo–misionero se sepa amado y acompañado por Jesús por quien lo ha dejado todo. ¿Qué es más importante: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo inmediato? ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la tranquilidad de conciencia que vienen por la alegría del Evangelio? Ante una situación tan dolorosa como esta que estamos viviendo en lo tocante a la salud, y que parece no acabarse nunca, hemos de ser conscientes de que un día habremos de morir y no sabemos ni de qué, ni cómo, ni dónde, pero sí somos conscientes de que debemos conservar la alegría del Evangelio.

Esa alegría, que hace dejarlo todo lo demás a un lado, es necesaria como una verdadera sabiduría cuando se trata de descubrir cuáles son los valores del Reino que Dios más apreciamos, cuáles los planes de Dios sobre nosotros, los que nos conducen a la verdadera felicidad. A veces, son verdaderamente un tesoro escondido o una perla única aún en medio del dolor y la adversidad. Muchos discípulos–misioneros, jóvenes y mayores, tienen la suerte de poder agradecer a Dios el don de la fe, o de haber descubierto en medio de los estragos de la pandemia, el camino que Dios les destinaba, o de haberse encontrado con Cristo Jesús. El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende entrega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecer toda su vida. Meditemos con María estas dos parábolas y sepamos valorar, en medio de la incertidumbre de esta calamitosa pandemia, lo que es realmente importante, el tesoro de la alegría del Evangelio. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 27 de julio de 2021

«Paciencia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Si leemos el Evangelio que la liturgia de la Palabra de Misa propone para el día de hoy (Mt 13,36-43) nos damos cuenta de que allí mismo está lo que podemos meditar y que es el mismo Jesús quien nos hace la reflexión. De entrada puedo afirmar que no hay mucho que decir, solamente recalcar lo que Jesús afirma. Dios siembra buena semilla, el trigo. Pero hay alguien —el maligno, el diablo, el tentador— que siembra de noche la cizaña. A los discípulos, siempre dispuestos a cortar por lo sano, Jesús les dice que eso se hará a la hora de la siega, al final de los tiempos, cuando tenga lugar el juicio y la separación entre el trigo y la cizaña. Entonces sí, «los que inducen a otros al pecado y los malvados» serán objeto de juicio y de condena, mientras que «los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre».

Con esta parábola Jesús mismo, en su explicación, nos muestra cómo las opciones humanas pueden estar a favor del proyecto de vida o en favor del proyecto de muerte. Los que han optado por la solidaridad, la justicia y el servicio darán los frutos correspondientes. Ellos serán verdaderos hijos de Dios y manifestación del Reino entre las personas. Los que han caído en la tentación de la codicia desmedida, del poder a cualquier precio... ostentarán con sus obras la propia maldad. Equivocado camino que los ha conducido a torcer el camino ajeno con escándalos y a utilizar sus dones exclusivamente en provecho propio... y no es extraño ver eso en nuestro mundo.

Dios nos tiene mucha paciencia y bastante comprensión. Más de las que, por supuesto, tenemos nosotros. Con los otros y con nosotros mismos. ¡Hay tantas cosas que pensamos que son intolerables! Repetimos convencidos: ¡Por ahí no paso! ¡Eso no puede ser! Y si sucede lo que no queremos que suceda, entonces nos hundimos en la desesperación y decimos: ¡No hay remedio! Dios, sin embargo, tiene una paciencia que le llega hasta el final de los tiempos. Hasta entonces, estará esperando, paciente y misericordiosamente, que suceda lo que a nuestros ojos resulta absolutamente imposible: que la cizaña se convierta en trigo. Como el dueño del campo espera el tiempo de la cosecha para arrancar la cizaña. Pidamos, de la mano de María, que Dios mismo nos de lo necesario para aprender mucho de esa paciencia divina para aplicarla a la vida. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 26 de julio de 2021

«La Jornada mundial de los abuelos y los mayores»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ayer domingo se celebró por primera vez en la Iglesia Católica la «Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores», una fiesta de oración que el Papa Francisco instituye en torno a la celebración de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, que se celebra siempre en este día 26 de julio. En su mensaje para este que fue el primer año de esta celebración —que será siempre el cuarto domingo de julio—, el Santo Padre, entre otras cosas, expresa: «No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo».

Y, enseguida de esto, el Vicario de Cristo continúa diciendo: «Hay, por tanto, una vocación renovada también para ti en un momento crucial de la historia. Te preguntarás: pero, ¿cómo es posible? Mis energías se están agotando y no creo que pueda hacer mucho más. ¿Cómo puedo empezar a comportarme de forma diferente cuando la costumbre se ha convertido en la norma de mi existencia? ¿Cómo puedo dedicarme a los más pobres cuando tengo ya muchas preocupaciones por mi familia? ¿Cómo puedo ampliar la mirada si ni siquiera se me permite salir de la residencia donde vivo? ¿No ya es mi soledad una carga demasiado pesada? Cuántos de ustedes se hacen esta pregunta: mi soledad, ¿no es una piedra demasiado pesada? El mismo Jesús escuchó una pregunta de este tipo a Nicodemo, que le preguntó: «¿Cómo puede un hombre volver a nacer cuando ya es viejo?» (Jn 3,4). Esto puede ocurrir, responde el Señor, abriendo el propio corazón a la obra del Espíritu Santo, que sopla donde quiere. El Espíritu Santo, con esa libertad que tiene, va a todas partes y hace lo que quiere». Quiero relacionar estas palabras del Papa con el Evangelio de hoy (Mt 13,31-35) que nos muestra las parábolas del granito de mostaza y de la levadura... 

¡Qué maravillosos granitos de mostaza son los abuelos y los mayores en una familia y qué poco valorados muchas veces! ¡Cuánta levadura pueden poner a la masa con sus experiencias, con sus ejemplos, con sus palabras de aliento y qué poco escuchados son a veces! Yo creo que esta jornada del día de ayer, motivó a muchos abuelos y mayores a no darse por vencidos. Un abuelo, una abuela, una persona mayor que se han dejado transformar en levadura, y esconder en la masa humana de la familia, llegan a ser una fuerza de vida que se comunica a todo el ambiente en que se hallan inmersos. Su entrega en las cosas pequeñas y las dificultades de la edad, que parecen nada para muchos jóvenes, son en realidad mucho, porque bajo la sombra que dan, hasta nidos se pueden hacer. El amor que habita en un abuelo, en una abuela, en una persona mayor, la fe que ha dado sentido a sus fecundas vidas, elevan lentamente, invisiblemente, a todos los que tocan. Pidamos a María Santísima que nos ayude a que no nos falte la levadura de los abuelos y de las abuelas, pidamos que la sombra de los mayores, siga dando cobijo, descanso, reposo en donde recobremos fuerzas para seguir. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 25 de julio de 2021

«Cinco panes y dos peces»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de este domingo (Jn 6,1-15) nos narra la sorprendente historia del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Unos panes que nunca se terminan, que alcanzan para todos y sobra. Unos peces que pasan de mano en mano, y todo el mundo toma cuanto quiere... Este hecho milagroso es un signo que tiene especial importancia, hasta el punto de que es uno de los pocos narrados por los cuatro evangelistas. En san Juan, está un tanto recortado y acomodado en función de la unidad temática del «pan de vida». Por eso vale la pena leerlo también en la narración de los evangelistas sinópticos (Mt 14,13-21; Mc 6,32-44; Lc 9,10-17). La escena de la multiplicación de los panes, tal como nos la narra el evangelio de san Juan, está colmada de tensión entre diversos contrastes: puramente geográfico entre lago y montaña, entre 5,000 hombres y un muchacho con cinco panes y dos peces, entre la iniciativa de Jesús y las expresiones resignadas de los dos discípulos, entre la poca comida y las abundantes sobras, entre la reacción de la gente y la retirada de Jesús. ¡Cuántos elementos abiertamente contradictorios y difíciles de conciliar! Como única clave que los vincula y que resuelva la tensión, aparece un hecho: la acción de gracias y el reparto de los panes... ¡la multiplicación!

«Cinco panes y dos peces». Parece muy poco lo que tenían, a primera vista. Pero cinco más dos es igual a siete. Y siete es un número que en la Biblia significa, entre otras cosas, «muchos». Lo poco que se tenga puede ser mucho según cómo se utilice y se comparta. Las matemáticas de Dios son distintas de nuestros cálculos.  Jesús toma los panes y los peces y levanta los ojos al cielo. Cuenta con el poder de Dios, no con el poder humano o con el poder del dinero. Recita la bendición y hace que se reparta y comparta todo lo poco que se tiene en la comunidad, se saciaron y hasta sobró. ¡Qué hermoso milagro! Todos los hambrientos quedaron saciados, todos comieron de un mismo pan y de unos mismos peces y todos recibieron el regalo del amor de Jesús. En este gesto profético, que es una acción, hay una experiencia de gratuidad: si uno se da, por poca cosa que sea (no es necesario ser una eminencia, un líder, un hombre importante) genera una dinámica imparable de comunión: ya no sumamos, un hombre más otro hombre, sino que ¡multiplicamos!

Los discípulos–misioneros de Cristo, domingo a domingo, celebramos este milagro, esta señal de un amor que viene de Dios y es fundamento del amor entre todos los hombres. Jesús descendió hasta las necesidades de un pueblo hambriento y le dio a comer pan y peces. También nosotros, que compartimos un mismo pan que es el Cuerpo de Cristo, nos obligamos con Cristo a vivir y a morir por todos los hombres y, consiguientemente, a repartir a todos los hombres no ya el pan que es fruto de nuestro trabajo, sino incluso la misma vida. Sólo así nuestra Misa será efectivamente una señal del amor en el mundo y para el mundo. Jesús, que quería una comunidad, un pueblo, una familia, no encontró ningún camino más, de acuerdo con el querer del Padre, que el dar la vida. Nosotros, que ahora participamos a través del pan y el vino de la Eucaristía, estamos llamados a extender esta vida, a hacerla llegar sobre todo a los que están más faltos de ella, para que todos tengamos vida y vida sobreabundante. Con María lo podremos lograr. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 24 de julio de 2021

«El trigo y la cizaña»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy en el Evangelio Jesús nos ofrece una parábola tomada del campo y relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña. (Mt 13,24-30). Con esta parábola Jesús quiere enseñarle a sus discípulos, el por qué de la paciencia con sus enemigos, los fariseos, y con los más vacilantes de sus discípulos. Jesús pone de manifiesto la «paciencia» de un Dios que aplaza el juicio para dejar al pecador tiempo de convertirse, y prohíbe a los hombres juzgar a los demás por propia cuenta, prerrogativa que sólo a él corresponde. El Señor les enseña a los suyos que al seguirlo entran en la dimensión de un tiempo de espera y de tolerancia que se caracteriza por la colaboración entre Dios y la frágil libertad del hombre.

Con esta parábola el Señor enseña a los suyos que hay quien siembra cizaña en su campo. Más adelante, en otro de los relatos evangélicos que luego nos servirá también para la reflexión (Mt 13,36-43) él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. Y es que no hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña de en medio del trigo poniendo en riesgo este último. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia? Como sus discípulos–misioneros hemos de ser pacientes como él. 

Con esta parábola no quiere decir que Jesús nos invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni tomemos la justicia por nuestra mano. Eso lo dejamos a Dios, para cuando él crea llegado el momento, «cuando llegue la cosecha». Y, por tanto, no nos ponemos en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás, buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían los perfectos y juzgaban a los demás. Así, que ante la presencia del mal pidamos con María, refugio de los pecadores, que nos ayude a ser pacientes y sobre todo a esperar la conversión de muchos antes de que llegue el tiempo de la siega. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO...

 

viernes, 23 de julio de 2021

«Tierra buena»... Un pequeño pensamiento para hoy


A la luz de la parábola del sembrador, Jesús nos presenta las diversas clases de terreno que suele encontrar la Palabra de Dios. Podemos decir que Jesús mismo hace hoy la aplicación de la Palabra a nuestra vida (Mt 13,18-23). Los diversos terrenos que encuentra la semilla que sale de la mano del sembrador se describen muy claramente: Está la semilla que cae al lado del camino y desaparece pronto por obra del maligno. Luego viene la semilla que cae entre piedras y no arraiga, porque es superficial e inconstante y ante cualquier dificultad sucumbe. Después está la semilla que se siembra entre zarzas y espinas, que no llega a prosperar por las diversas preocupaciones de la vida, sobre todo la de las riquezas. Y finalmente, la semilla que cae en «tierra buena», la tierra de quien escucha y acoge la Palabra, y produce el ciento o el sesenta o el treinta por uno. Dios quiere que, en nuestro terreno, su Palabra produzca siempre fruto.

La parábola y su explicación, según vemos, exponen las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son, más que nada, un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implantarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él, como «tierra buena» el fruto correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace falta estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder. En segundo lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo que pase. En tercer lugar, el hombre tiene que desprenderse de todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad. Jesús indica, por tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el mismo individuo y nos invita a ser «tierra buena».

Todos debemos aspirar a ser «tierra buena». Esta tierra buena es el hombre que comprende la Palabra. Su actitud de comprender es lo que permite afirmar que es buena tierra y que en ella la semilla dará fruto abundante. Así pues, la disponibilidad para rendir este fruto que siempre será gracia en su ser y en su medida, como lo es el precioso fruto de la tierra para el labrador, está en ser «tierra buena»; se sobreentiende: no convertida en camino, ni pedregosa, ni infestada de espinos...  «tierra buena». Dentro del contexto de Mateo, la perfección consiste no sólo en oír sino en comprender la Palabra. Esta comprensión, bienaventuranza de los ojos y oídos abiertos, es gracia cuya recepción supone estar alineado desde el punto de vista del Maestro, en la categoría de los «pequeños», no de los «sabios y entendidos». Siempre a la luz del contexto, «oír la Palabra» y «fructificar» es prácticamente sinónimo de ser «discípulo–misionero» y «hacer la voluntad del Padre». Recurriendo a María en oración, pidamos con ella al Padre que nos haga siempre «tierra buena». ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 22 de julio de 2021

«Hace 40 años regresó a la Casa del Padre la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento»

Aún recuerdo aquel día, 22 de julio de 1981. Era tiempo de vacaciones en el Seminario, los dos Misioneros de Cristo de aquel entonces estábamos visitando a nuestras familias. En casa sonó el teléfono y era la Madre Teresa Botello para darnos la noticia a mis padres y a mí. Estaba de visita con nosotros la Hna. Juanita Oropeza y así recibimos la noticia de que nuestra fundadora la ahora beata María Inés Teresa Arias dejaba este mundo para ir al encuentro del Padre. Así que hoy celebramos el 40˚ aniversario del «dies natalis» de la beata.

Hoy vivimos este día con profunda alegría y gratitud, a sabiendas de que el día de la fiesta de la besata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento se celebra el 22 de junio, recordando que es el día en que ella inició la obra misionera que el señor le inspiró. 

Recuerdo con emoción el 21 de abril de 2012, día de su Beatificación en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, donde, como Iglesia en fiesta, nos sentimos envueltos en un clima de comunión en torno a ella la «Familia Inesiana» y gente de muchas partes del mundo para decirle nuestro gracias por su tarea de «Misionera sin Fronteras».

Quienes conocemos la vida de la beata, a quien cariñosamente muchos llamamos «Nuestra Madre», sabemos que para la fundación y el desarrollo de la Familia Inesiana no  le faltaron dificultades, momentos de desánimo, contratiempos de varios géneros, pero sabemos también que ella permaneció siempre abrazada al ideal que marcó su vida: «Oportet Illum Regnare» —Urge que Él reine— que encontró en 1 Cor 15,25 y que le impulsó siempre a seguir adelante pensando «si no es para salvar almas, no vale la pena vivir» y entregándose por ello de lleno a la tarea de que todos conocieran y amaran a Jesús.

En una carta que envía a su director espiritual el 6 de octubre de 1955 podemos leer el cómo se sentía pequeña y miserable para la obra que Dios le estaba pidiendo. El pasaje de esta carta va la que me refiero empieza con palabras de la beata al Padre Celestial: «"Padre, yo sé que Tú siempre me escuchas". Sí Padre, yo se que Tú me amas, sé que me perdonas, sé que me absuelves, sé que soy tuya, y sé que Tú eres mío; ese fundirse de la criatura miserable en el regazo del Dios vivo, en el Padre de toda clemencia, y llorar allí las propias miserias y las ajenas, y sentir, a impulsos de la contrición que el alma se deshace, y reconociéndose inmensamente miserable y detestable, no poder abandonar los brazos de Dios, no poder separarse de su corazón, sentirse inmensamente, infinitamente amados, a pesar de todo, y precisamente a causa de sus miserias». (Carta a su director espiritual, el 6 de octubre de 1955).

Es que ella se sintió siempre un instrumento en las manos creadora de Dios que es quien hace las obras. Entre sus notas se puede también leer: «El bien que hagamos a las almas tiene sus raíces razón de ser en la gracia de Dios, que se sirve de nosotros como simples instrumentos, instrumentos que, le serán tanto más útiles cuanto nuestra unión con él sea más perfecta». (Experiencias espirituales). «No necesitas más que tomar instrumentos, que quieran dejarse hacer en tus manos; por mí, aquí me tienes; yo quiero dejarme manejar por ti». (Experiencias espirituales). «Nosotros no pasamos de ser meros instrumentos que Él se dignó utilizar». (Convocatoria al Capítulo General Especial en marzo 25 de 1968). «¡Yo quiero, Jesús mío, ser en tus manos poderosas, un instrumento de tu gloria!» (Cinco Cuadernitos).

Es por eso muy grande nuestra alegría al celebrar este aniversario y pensar que «Nuestra madre» está presente entre nosotros, y hacer memoria de ello y acoger con gratitud su luminoso y significativo mensaje de santidad misionera. Ella representa para todos los miembros de la Familia Inesiana y para el mundo entero, una oportunidad para reavivar la radicalidad evangélica sabiéndonos instrumentos en las manos creadoras de Dios, acudir a las fuentes del carisma inesiano en sus obras completas y potenciar el anhelo de salvar almas con el mismo impulso con el que ella misma lo vivió y poder, así, anunciar la belleza y la riqueza del Evangelio, sobre todo a las generaciones jóvenes.

La salvación de las almas fue siempre lo que impulsó a Madre Inés a llevar la Eucaristía y la imagen de Santa María de Guadalupe al mundo entero. «Las almas», como ella decía, marcaron su vocación de virgen misionera y fundadora. Sobre esto escribió mucho: «El galardón que el misionero quiere recibir de su padre celestial es: las almas. Muchas almas que le glorifiquen eternamente». (Estudio sobre la Regla y el Evangelio). «¡Ah! Las almas. Éstas han sido desde el principio de mi conversión el móvil más intenso que me llevaba no solamente a la oración…» (Autobiografía). «Las almas son el móvil de mi vida y este anhelo lo llevo muy clavado en el alma… Todo por las almas». (Ejercicios Espirituales de 1944). «Ah Jesús, siempre sentido entrañas maternales… para salvarte muchas almas, ya que tienes la dignación de hacernos cooperadores tuyos en la grande obra de la redención». (Ejercicios Espirituales de 1933).

Podemos decir que celebramos los 40 años de la partida al cielo de una mujer de un corazón sin fronteras donde todos cabían, una religiosa y fundadora profética, que vivió las exigencias de la inculturación con la sensibilidad y la intuición de los santos, porque inculturarse en las diversas culturas en donde alcanzó a ver su obra, que ahora está en 16 países del mundo, es cuestión de amor y quien ama sabe comprender, adaptarse, hacerse próximo.

Esta es la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, una misionera sin fronteras, porque fue capaz de amar y de ser solidaria con todos, con los que sufrían en el cuerpo y en el alma, con las personas de todas las generaciones y de diversas culturas «las almas», con el lenguaje del corazón, con su perenne sonrisa, con el amor incansable a Jesús Eucaristía, con sus gestos sencillos de delicada humanidad, con su alegría siempre contagiante, con su profundo amor a María, con su camino maravilloso para evangelizar y educar con eficacia, con todos los dones que Dios le dio.

Su incansable obra misionera no terminó el 22 de julio de 1981, sino que aquella fecha marcó el inicio de una nueva fecundidad que hasta la fecha sigue salvando «almas, muchas almas, infinitas almas», como ella decía. Las diversas expresiones del carisma inesiano: Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, Van-Clar, Grupo Sacerdotal Madre Inés, Misioneras Inesianas y Familia Eucarística, siguen sembrando la semilla que ella dejó. Ella misma lo plasmó en su libro «La Lira del Corazón» cuando anota: «Permíteme, Señor, que desde tu gloria siga fecundizando la semilla que deposité en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique más y más en las manos de los que me han seguido en las tareas apostólicas».

Santa María de Guadalupe, a la cual la beata María Inés se entregó totalmente y con la que hablaba de tú a tú experimentando concretamente su presencia, ha de alentarnos a todos nosotros para que tengamos el coraje para continuar sembrando con corazón misionero el carisma inesiano que es eucarístico, sacerdotal, mariano y misionero vivido en la alegre entrega de cada día conforme a la vocación de cada uno.

Que podamos irradiar y contagiar a muchos jóvenes la belleza de la santidad de la beata Madre María Inés y con ellos y para ellos afrontar con audacia apostólica los desafíos del golpeado mundo en el que vivimos y que tanto necesita de modelos como la vida de Madre Inés.

Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros.

Padre Alfredo.

«La fiesta de María Magdalena»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy en la Iglesia tenemos un día de gozo especial, pues la liturgia gira en torno a la festividad de María Magdalena, Apóstol de los Apóstoles. Así, en el Evangelio de este día (Jn 20,1-2.11-18) se hace referencia a esta extraordinaria mujer de la que se tienen muy pocos datos en la Sagrada Escritura y eso hace que mi reflexión vaya en torno a su persona. María es una mujer que se dejó cautivar por la profundidad de la mirada compasiva de Jesús. Creyó que Él, con su poder divino, había taladrado su conciencia y que la había visto a ella, manchada de lujuria, de envidia, de codicia. De repente, unas palabras de Jesús, anteponiendo el perdón de los pecados a la salud del cuerpo, la colocaron frente a sí misma. 

Uno de los datos más consoladores del Evangelio es precisamente el dato que nos da la escena de hoy. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo, los evangelistas comparten este momento. Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. Pero San Juan lo narra de una manera muy detallada. María Magdalena tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús. Es una gracia especial que le haya tocado a ella la tarea de anunciar la Resurrección de Cristo. Ella fue la primera que vio el rostro del Resucitado entre los muertos, la primera a quien Jesús llama por su nombre. Ella, mujer de la que un día, salieron siete demonios y en su lugar entró el cielo.

El amor de María Magdalena a Cristo constituye para nosotros una lección viva y clarividente de lo que debe ser nuestro amor a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, a la Trinidad. Hay que despojar el amor de contenidos vacíos y vivirlo más radicalmente. Hay que relacionar más lo que hacemos y por qué lo hacemos con el amor a Dios. No debemos olvidar que al fin y al cabo nuestro amor a Dios más que sentimientos son obras y obras reales. El lenguaje de nuestro amor a Dios está en lo que somos y en lo que hacemos por Él. María Magdalena es «Apóstol de los Apóstoles» y hace la tarea misionera de anunciar la resurrección de Cristo. Pidamos a María Santísima a quien María Magdalena estuvo cercana, que mantengamos siempre viva nuestra comunión con Cristo. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

P.D. Hoy hace 40 años murió la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, cuya fiesta se celebra el 22 de junio, día en que ella inició oficialmente la fundación de su obra. La recordamos con cariño y gratitud. En sus Ejercicios Espirituales de 1941 escribió: «El mensaje de la redención, se envía a una mujer —María— y se le pide su fiat… El mensaje de la resurrección se envía a la iglesia naciente por ministerio de otra mujer —María Magdalena—». Que junto con santa María Magdalena, la beata María Inés Teresa ruegue por nosotros.

miércoles, 21 de julio de 2021

«El sembrador»... Un pequeño pensamiento para hoy


Yo creo que la parábola del sembrador es una de las más conocida del Evangelio, y hoy san Mateo nos la relata (Mt 13,1-9). Las parábolas de Jesús sacan de la vida, del trabajo de las humildes gentes, de los personajes del campo, grandes enseñanzas que llegan fácilmente al corazón. Jesús es un buen observador y hoy se detiene a mirar de cerca la figura del sembrador. En labios de Jesús, ésta y las demás parábolas, contienen una intención religiosa y una lección para que sus oyentes comprendan las líneas-fuerza del Reino, con comparaciones llenas de expresividad. El Señor es el sembrador, pero siembra ahora a través de nosotros, que somos sus discípulos–misioneros que debemos ser «Otro Cristo»... otro sembrador.

Así, a la luz de esta parábola podemos hacernos unas preguntas: ¿Soy un buen sembrador?, ¿tengo fe en la fuerza interior de la semilla que siembro, que es la Palabra de Dios, ¿tengo confianza en que, a pesar de todo, Dios hará que la semilla dé fruto? Dios es generoso en su siembra, él es generoso y universal. También los alejados y los que son víctimas de la secularización creciente de nuestra sociedad, y los que no han recibido formación religiosa, son hijos de Dios y están destinados a la salvación y a través de nuestra siembra puede llegar al corazón de todos. Por eso la parábola de hoy es una llamada a la esperanza y a la confianza en Dios. Porque la iniciativa la tiene siempre él, y él es quien hace fructificar nuestros esfuerzos... pero, si yo no siembro. Hay que sembrar sin tacañería y sin desanimarse fácilmente por la aparente falta de frutos.

Cada tipo de tierra recibe la semilla, la acoge en su seno y la hace crecer según sus propias posibilidades. Hay tierras mejores y peores. No se le puede pedir a la tierra mala que dé una buena cosecha si no se abona y ese, es también trabajo del sembrador, aunque la parábola no lo diga, eso ya lo sabe el sembrador. Lo mismo pasa con la Palabra de Dios. Los seres humanos no somos todos iguales y por eso el sembrador, el discípulo–misionero, deberá conocer y preparar bien la tierra en donde sembrará. No estamos cortados por el mismo patrón. Entre nosotros hay muchas diferencias: cultura, educación, inteligencia... la tierra es diferente, y tan diferente... En todos, de una forma o de otra, la semilla de la Palabra puede caer y dar fruto. Que María nos ayude a sembrar con dedicación. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 20 de julio de 2021

«La familia de Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


Entramos al último pasaje del capítulo 12 de san Mateo y nos encontramos con un texto que es común a los tres sinópticos (Mt 12,46-50). San Mateo lo sitúa al final de una serie de conflictos con los fariseos y quiere demostrar con este texto, la ruptura dramática de Jesús con quienes están más cerca de él: los fariseos y su propia familia de sangre. Para comprender este relato hay que ver la grandísima importancia que el judaísmo da a los lazos familiares. Allí se menciona que la Madre de Jesús y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Los hermanos de Jesús se mencionan en otras partes —Mc 3,31; Mt 12,46; Mc 6,3 y Mt 13,55— con sus nombres y el término «hermano» se refiere, en el hebreo y arameo a los familiares más cercanos.

Jesús está instruyendo a sus discípulos, y la ocasión es propicia para ratificar la manera cómo el discípulo debe unirse al maestro y a su proyecto. Jesús ha roto con su familia espiritual —los fariseos— y ahora rompe con su familia según la sangre y la carne: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?... el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo». Jesús hace la pregunta y él mismo la responde, conformando de esta manera, en torno a él, una nueva familia que está unida, no por los lazos de la sangre y de la carne, sino por el compromiso con el proyecto del Padre. 

Pero, ¿quién ha estado más dispuesto a realizar la voluntad del Padre del cielo que María? «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Por esto, san Agustín dice que María, primero acogió la palabra de Dios en el espíritu por la obediencia, y sólo después la concibió en el seno por la Encarnación. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de pertenecer realmente a su familia, no sólo por el bautismo que hemos recibido, sino porque viviendo en la fidelidad a la voluntad divina sobre nosotros, de llegar a ser conforme a la imagen de su propio Hijo, en Él seamos realmente reconocidos como sus hijos amados en quien Él, como Padre, se complace. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 19 de julio de 2021

«La sencillez de los pequeños milagros de cada día»... Un pequeño pensamiento para hoy


Leyendo el Evangelio, el lector y estudioso puede darse cuenta de que al Señor Jesús no le gustaba que le pidieran milagros. Los hacía con frecuencia, por compasión con los que sufrían y para mostrar que era el enviado de Dios y el vencedor de todo mal, el Mesías esperado. Pero no quería que la fe de las personas se basara únicamente en las cosas maravillosas, sino, más bien, en su palabra: «si no ven signos, no creen» (Jn 4,48). Los letrados y fariseos le piden, en el Evangelio de hoy (Mt 12,38-42) un milagro... ¡algo espectacular! Ellos ya habían visto muchos milagros y no estaban dispuestos a creer en él, porque cuando uno no quiere oír el mensaje, no acepta al mensajero. Le interpretaban todo mal, incluso los milagros: los hacía, decían ellos, «apoyado en el poder del demonio». Pobres, no hay peor ciego que el que no quiere ver y por eso querían ser espectadores de algo sensacional.

Nosotros no somos, como los fariseos, racionalistas que exigen demostraciones y, cuando las reciben, tampoco creen, porque las pedían más por curiosidad que para creer. La fe no es cosa de pruebas exactas, ni se apoya en nuevas apariciones ni en milagros espectaculares o en revelaciones personales. Jesús ya nos alabó hace tiempo: «dichosos los que crean sin haber visto». Nuestra fe es confianza en Dios, alimentada continuamente por la comunidad eclesial a la que pertenecemos y que, desde hace dos mil años, nos transmite el testimonio del Señor Resucitado. La fe, como la describe el Catecismo, «es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida» (CEC 26). Es hermoso vivir la fe con sencillez, sin necesidad alguna de milagros portentosos cayendo en la tentación de esperar grandes señales para comenzar a actuar. Jesús, nos invita a vivir y confiar en los sencillos y hasta rutinarios «milagros de cada día», sin ser sensacionalistas. 

El signo mayor para todo discípulo–misionero es solamente uno: Jesús de Nazaret, testigo entre los hombres del amor de Dios. Jesús hizo el mayor milagro que se puede hacer: vivió amando y pasó entre los suyos haciendo el bien. Por eso, hemos de preferir los signos sencillos y pequeños que nos rodean sin que a veces nos demos cuenta: el cariño con el que un hijo cuida de sus padres ancianos, la entrega del catequista al servicio del Evangelio, el compromiso generoso de muchos en favor de la justicia, la sonrisa de la religiosa que vive su consagración con alegría, el servicio sencillo del párroco... Esos pequeños signos, y tantos otros, nos muestran que todavía vale la pena seguir a Jesús, que amar sigue siendo el mejor modo de hacer presente a Dios en nuestro mundo. Con María, vivamos los pequeños signos de cada día. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 18 de julio de 2021

«Jesús y sus apóstoles comparten el gozo de la misión»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Mc 6,30-34) recoge el retorno de los doce de su primera actividad como enviados de los apóstoles. Es un retorno al Maestro que los ha enviado y que los acoge con gran cariño y solicitud para que estén con él y compartan, en la intimidad del grupo, sus experiencias. La escena rezuma lozanía y autenticidad, algo que no se encuentra en los paralelos de san Mateo o san Lucas. San Marcos está dando así forma a la imagen de Jesús el Buen Pastor, que constituye el verdadero centro de interés del conjunto del texto. Una vez más el evangelista pone ante nosotros una persona: Jesús. En esta ocasión no con los rasgos imponentes de quien se enfrenta a la enfermedad y a la muerte (cfr. Mc. 5,21-43), sino con la delicadeza de quien mira a la multitud desorientada. San Marcos nos ofrece así una nueva razón para depositar en Jesús nuestra confianza y nuestra fe. Jesús es, en efecto, alguien absolutamente creíble. Dar con él es la mejor recompensa para el que busca sentido a la vida.

La escena del Evangelio de hoy es, pues, muy sencilla pero llena de matices humanos y significativos. Los doce, de vuelta de su primer envío —de dos en dos— cuentan a Jesús lo que han hecho. No se nos dice si prevalecían los éxitos o los fracasos. Pero es interesante que revisen su primera experiencia de pastores junto a Cristo, y en grupo. El que tiene la tarea pastoral o se dedica al servicio de los demás necesita el reposo de la oración, de la contemplación junto a Cristo: reponer fuerzas, profundizar motivaciones, discernir sus actuaciones. Y hay, en la escena, un gesto muy humano de Jesús: les invita a descansar, en la soledad. El también sabe lo que es la fatiga y busca a veces la soledad —en el monte, en el campo, o de noche—.  No es bueno el «estrés», aunque sea espiritual. «No tenían tiempo ni para comer». Todos los que trabajan, también por el Reino, necesitan una cierta serenidad, y equilibrio mental y psíquico, aunque esta vez, en el Evangelio fracasó este intento de retiro espiritual, porque la gente les siguió agobiando con su presencia.

Pero esa gente, es la gente que les esperaba con el mensaje de Jesús, y él, el Maestro, les enseña, que la caridad pastoral no puede esperar. Los apóstoles son el modelo de todo discípulo–misionero que debe estar totalmente entregado a su misión. El discípulo–misionero sabe que debe dedicar su tiempo a los demás. Y cuando se le ofrece tiempo para él mismo, como los apóstoles en aquel descanso, sabe renunciar a él si es necesario, siguiendo el ejemplo de Jesús: sigue atendiendo a la gente, con calma, sin hacerse del rogar. Tener tiempo para los demás es el colmo de una vocación pastoral en la Iglesia. Con lo que supone de renuncia a los propios planes y horarios. El buen pastor está al servicio de los demás, no hay duda. El mundo de hoy sigue estando desorientado, «como ovejas sin pastor». Y Cristo quiere que todos dis discípulos–misioneros ayudemos a esta humanidad a encontrar los caminos de verdad y felicidad, de paz y de verdadero progreso, que todos buscan, en medio de la maraña de ideologías, promesas, movimientos religiosos y mesianismos que nos interpelan. Tomemos el ejemplo del «Gran Pastor de las Ovejas» y con María lancémonos a cumplir con nuestra misión. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 17 de julio de 2021

«Con libertad y entereza»... Un pequeño pensamiento para hoy

Un nuevo incidente de Jesús respecto al sábado nos presenta el Evangelio de hoy (Mt 12,14-21) en un pequeño relato en el que se dice que Jesús curó a muchos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran por la famosa ley del silencio mesiánico. Jesús siempre mandaba callar: insistía en que no se hablase de sus milagros ni del misterio de su persona... esta vez era sábado, según el contexto de la lectura y la respuesta de Jesús sobre el sábado, que leíamos ayer, no les gustó nada a los fariseos, que «planearon el modo de acabar con él». El evangelista no señala el cambio de día, por eso sabemos que la actividad que sigue haciendo Jesús es en sábado. Él libera a los hombres del yugo de la Ley. Presta ayuda a todo el que lo necesita, y, según este pasaje, todo hombre necesita ayuda.

Jesús, aunque intentaba no provocar innecesariamente a los fariseos, siguió, según el relato, con su libertad y entereza. Ahora bien, este estilo era el que anunciaba Isaías hablando del Siervo de Dios y que ahora Mateo afirma que se cumple a la perfección en Jesús: anuncia el derecho, pero no grita ni vocea por las calles. Tiene un modo de actuar lleno de misericordia: la caña cascada no la quiebra, el pábilo vacilante no lo apaga. Ayer decía aquello de «misericordia quiero y no sacrificios». El es el que mejor lo cumpla con su manera de tratar a las personas. Jesús no fue un ingenuo que no se diera cuenta de lo que sucedía a su alrededor o que no conociera las intenciones de los que se acercaban a él. 

Jesús sabía hablar con cada uno de los que se encontraba o se acercaban a él, en el tono preciso. Unas veces los invitaba a que le siguieran, desafiándolos a que dejasen todo por el Reino de Dios. Otras, sencillamente, ofrecía el perdón y la acogida de Dios a los que se le acercaban. Pero también sabía provocar a los que se oponían cerradamente a su misión. Todo en él era manifestar el amor de Dios para los hombres. Pero de modo concreto, según cada caso, según las necesidades y la situación de cada persona. A la luz de este pasaje, la gran cuestión a la que tenemos que responder los discípulos–misionero de Cristo con nuestra vida, es qué significa para mí, aquí y ahora, amar a mis hermanos. La respuesta no la encontraremos en ningún libro. Sólo la descubriremos mirando a Jesús y a la situación concreta en que nos ha tocado vivir. Con María miremos a Jesús y dejémonos cuestionar por él. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 16 de julio de 2021

LETANÍAS A LA VIRGEN DEL CARMEN...



Señor ten piedad, Señor ten piedad     

Cristo ten piedad, Cristo ten piedad

Señor ten piedad, Señor ten piedad

Cristo óyenos, Cristo óyenos

Cristo escúchanos, Cristo escúchanos


Dios Padre celestial, Ten piedad de nosotros

Dios Hijo Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros

Trinidad Santa, un solo Dios, Ten piedad de nosotros


Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros

Madre del que busca a Dios, Ruega por nosotros

Madre del que rema para Dios, Ruega por nosotros

Madre del que mira al cielo, Ruega por nosotros

Madre del que busca la tierra, Ruega por nosotros

Virgen del horizonte abierto, Ruega por nosotros

Virgen que camina sobre las aguas, Ruega por nosotros

Virgen con el timón de la fe, Ruega por nosotros

Virgen con la vela de la esperanza, Ruega por nosotros

Virgen con la vela del amor, Ruega por nosotros

Virgen con la vela de la gracia, Ruega por nosotros

Virgen con el ancla del temor de Dios, Ruega por nosotros

Vencedora de toda tormenta, Ruega por nosotros

Vencedora de todo miedo, Ruega por nosotros

Vencedora en todo peligro, Ruega por nosotros

Reina de los océanos, Ruega por nosotros

Reina de los marineros, Ruega por nosotros

Reina de los que confían en Dios, Ruega por nosotros

Reina de los que se dejan empujar por Dios, Ruega por nosotros

Reina de los pescadores, Ruega por nosotros

Estrella de los mares, Ruega por nosotros

Estrella del anochecer, Ruega por nosotros

Estrella que da paso al amanecer, Ruega por nosotros

Estrella que guía a buen puerto, Ruega por nosotros

Estrella que ilumina la noche, Ruega por nosotros

Mano que calma la desorientación, Ruega por nosotros

Mano que cura las heridas, Ruega por nosotros

Mano que conduce hacia el destino, Ruega por nosotros

Mano que eleva el espíritu, Ruega por nosotros

Mano que levanta al abatido, Ruega por nosotros

Mano que socorre al perdido, Ruega por nosotros

Mano que empuja la barca de nuestra fe, Ruega por nosotros

Santa María, Virgen del Carmelo, Ruega por nosotros


Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Escúchanos Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

Perdónanos, Señor

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

Ten misericordia de nosotros pecadores.


ORACION FINAL


Señor: Tú, desde el estandarte de la cruz, nos dejaste como compañera y Madre a Santa María Virgen. Al celebrar su memoria, bajo la advocación del «Carmelo» te pedimos que bendigas los surcos de nuestra vida. Son constantes los tropiezos a nuestra fe y los contrastes y contradicciones de nuestra vida cristiana.

Por ello mismo, te pedimos Señor, que la Virgen del Carmen salga a nuestro encuentro en toda circunstancia, para que siendo testigo de nuestro intento de seguirte y crecer en nuestra fidelidad al evangelio, pueda presentar ante Ti, Señor, nuestra súplica y nuestros deseos de alcanzar lo que más nos hace falta para llegar a ese fin.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

«El día de descanso»... Un pequeño pensamiento para hoy...


Hoy, para nuestra reflexión, nos topamos con un pasaje que aparece en todos los Evangelios sinópticos: Una discusión, entre Cristo y un fariseo, en torno a la observancia del sábado (Mt 12,1-8). El pasaje, con esto, acoge un aspecto de la vida ordinaria que tenían que vivir Jesús y los suyos al toparse con los fariseos y gente de su estilo. Leyendo detenidamente la escena, palpamos un gesto muy sencillo y natural como es el arrancar unas espigas u otro fruto, para entretener el hambre. Esto no era considerado robo, incluso estaba previsto en la Ley de Moisés : «Si pasas por el sembrado de tu vecino puedes arrancar unas espigas con la mano, pero no deberás usar la hoz en el trigal de tu prójimo» (Dt 23,25). Así que no es esto lo que reprochan los fariseos... sino el haberlo hecho ¡«en sábado»! Los comentaristas de la Ley habían ido añadiendo cantidad de prescripciones, y los fariseos tenían esa mentalidad con la que uno se encuentra a veces, y que es intransigencia, rigorismo, legalismo —la Ley es la Ley—. Los apóstoles fueron considerados en este hecho, como gentes de manga ancha que desobedecen. Incluso han sido atrapados en flagrante delito de violación de una regla.

Ciertamente, los fariseos exageraban en su interpretación: ¿cómo puede ser falta arrancar unas espigas por el campo y comérselas aunque sea sábado? Jesús defiende a sus discípulos y aduce argumentos que los mismos fariseos solían esgrimir: David, que da de comer a los suyos con panes de la casa de Dios, y los sacerdotes del Templo, que pueden hacer excepciones al sábado para ejercer su misión. Pero la afirmación que más les dolería a sus enemigos fue la última: «el Hijo del Hombre es señor del sábado». La lección nos toca también a nosotros, si somos legalistas y exigentes, si estamos siempre en actitud de criticar y condenar. El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes. Dice el código: «Se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).

¿Qué es para nosotros el día de descanso? ¿Cómo lo vivimos? ¿Ocupa el primer lugar la Eucaristía y hacemos todo lo posible en asistir o ya nos acostumbramos a la comodidad de verla por Internet aún pudiendo acudir al Templo? ¿Vivimos con libertad ese día de descanso que para nosotros los católicos es el domingo para celebrar la resurrección del Señor? Contemplo hoy, luego de estas preguntas, a la Virgen María, a quien hoy la Iglesia recuerda como Nuestra Señora del Carmen y la imagino en el día de descanso, la contemplo como señora del sábado, como mujer libre. Hablamos mucho de ella como mujer hacendosa, trabajadora, etc., pero es imprescindible verla como una judía que vive a fondo el sentido del descanso. O mejor aún, como una discípula–misionera de Jesús que ha aprendido a disfrutar de la libertad sabática siguiendo a su Hijo. ¡Qué hermoso viviría María los primeros domingos de aquella primera comunidad de creyentes! Que ella nos ayude a darle a ese día, el verdadero sentido que debe tener. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 15 de julio de 2021

«Vengan a mí los que están fatigados y agobiados»... Un pequeño pensamiento para hoy


Tres versículos apenas componen el Evangelio que corresponde a este día en la liturgia (Mt 11,28-30). Un Evangelio que, aunque breve, es muy rico en contenido y consolador por demás. Jesús nos invita, a los que podemos sentirnos «fatigados y agobiados» en la vida, a acercarnos a él: «vengan a mi». Además nos invita a aceptar su yugo, que es llevadero y suave. Los doctores de la ley solían cargar fardos pesados en los hombros de los creyentes. Jesús, el Maestro verdadero, no. El nos asegura que su «carga es ligera», y que en él «encontraremos descanso».

El seguimiento de Jesús es el camino para hacernos sus discípulos–misioneros y revestirnos del hombre nuevo. Todo discípulo–misionero debe hacer el camino con sencillez y humildad, aprendiendo las actitudes que le permiten ver con mirada limpia el rostro de Dios manifiesto en la humanidad atormentada y agobiada. Por esto, Jesús nos invita para que nos acerquemos a él y asumamos la nueva forma de vivir la vida, lejos de legalismos inútiles y sofocantes. La ética de Jesús se resume en un incondicional amor al prójimo como fruto de una experiencia de Dios como Padre. La nueva ley nos lleva a experimentar el gozo de la salvación y a actuar como verdaderos hijos de Dios. Para que esto sea posible, es necesario aprender de Jesús, que es «manso y humilde de corazón».

Así, con la enseñanza de hoy, vemos que aceptar la propuesta del Reino implica adherirse vitalmente a su causa y a la persona de Cristo en dos aspectos: uno que es personal: «soy manso y humilde de corazón»; y otro que es pedagógico para quien quiera seguirle: «porque mi yugo es suave y mi carga ligera». Estas palabras de Jesús son una invitación y un aliciente a romper con todas las ataduras que genera la ley por la ley y sus maestros —escribas y fariseos— y aceptar sus propias enseñanzas que liberaban de estas cargas e invitan a vivir con alegría una nueva propuesta de vida, la alegría del Evangelio. Recurriendo a María Santísima encontraremos un corazón que late al unísono del corazón de Jesús y nos alentará a seguirle muy de cerca. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 14 de julio de 2021

«Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de hoy (Mt 11,25-27) que es muy corto, se nos presenta una cuestión muy interesante: Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Esto lo afirma Jesús lleno de alegría y gratitud a su Padre «Señor del cielo y de la tierra». Es una realidad que acontece a lo largo de la Escritura y de la historia de la salvación, a Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sencillo y pobre, sin demasiadas complicaciones.

Siempre debemos dejar que el Evangelio nos interpele, y hoy podemos preguntarnos: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o más bien, encrespados y llenos de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que algunos, que se saben sabios y entendidos se pueden perder en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que los discursos eruditos de especialistas. Las cosas de Dios, para vivirlas, hay que entenderlas desde la sencillez del corazón que se sabe necesitado de la gracia de Dios.

A lo largo de los tiempos es la gente sencilla la que ha sabido ver en la acción de Jesús, en sus humildes señales, los signos del Reino de Dios que irrumpe con fuerza en la historia humana. Jesús es el Mesías que no se manifiesta con autoritarismo, vanidad o prepotencia. Su acción divina se concentra en la solidaridad, en la justicia interhumana, en el respeto a mujeres, niños y enfermos. Su obra en favor de las personas es la obra de Dios. Por eso, todo discípulo–misionero que realmente aspire a conocer a Dios, a verlo con mirada clara y transparente, debe dejarse interpelar por esta sencilla persona llamada Jesús. María se reconoce en el Evangelio «humilde», en ella se fijó el Padre para traernos a Jesús y por eso ella se hace modelo de humildad, de sencillez, de pequeñez para nosotros. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 13 de julio de 2021

«¿Qué nos quiere decir Jesús?»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio de hoy (Mt 11,20-24) nos deja ver a Jesús recriminando a las ciudades, donde había hecho casi todos sus milagros, el no haberse convertido. Tres de las ciudades —Betsaida, Corozaín, Cafarnaúm—, en torno al lago de Genesaret, eran comunidades que tenían que haber creído en él, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, pero el Señor nos dice que se resisten. Jesús se lamenta de ellas. Las compara con otras ciudades con fama de impías, o por paganas —Tiro y Sidón— o por la corrupción de sus costumbres —Sodoma—, y asegura que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios.

¿Qué nos quiere decir Jesús a nosotros que nos consideramos sus discípulos–misioneros? ¿Qué enseñanza podremos encontrar detrás de esta recriminación? Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación que hemos recibido, por la fe que se nos ha inculcado, por los sacramentos que hemos recibido, por la comunidad cristiana de la que formamos parte. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida? ¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor?

No encuentro mucho que decir el día de hoy. Yo creo que a veces los que le escuchamos estamos demasiado cerrados en nosotros mismos, pensamos que ya lo sabemos todo, tenemos una explicación para cada cosa que sucede a nuestro alrededor y dejamos enfriar el corazón. Por ello nos resulta difícil dejarnos sorprender de verdad por la salvación que Jesús nos ofrece. Y no dejamos que su Palabra llegue hasta nuestro corazón. Hay mucho por hacer. Los «ayes» que hoy pronuncia Jesús sobre las ciudades del lago, son un invitación a la conversión para cada persona y comunidad. Permanezcamos vigilantes de la mano de María, que el Señor que tantos prodigios ha hecho en nosotros, los seguirá haciendo y seamos conscientes de que él, que nos llamó a ser sus discípulos–misioneros, espera una respuesta. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 12 de julio de 2021

«Seguir a Jesús con libertad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús es muy claro en su discurso de hoy en el Evangelio (Mt 10,34-11,1). Hay que leer completo el pasaje para poder comprenderlo. De entrada hay que ver que no es que Jesús haya querido venir a dividir, pero hay que ver que a los creyentes, a los que quieran ser sus discípulos–misioneros, su fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos. Jesús insta a quien quiera seguirle a que opte definitivamente por el Reino. La decisión exige una ruptura con muchas cosas, incluso los lazos familiares muchas veces. No se puede seguir a Jesús bajo las restricciones que imponen los vínculos de la sangre. El discípulo tiene que ser ante todo una persona libre y responsable. Libre de la mentalidad apegada al lucro y al exclusivo beneficio personal. Libre ante las posesiones, los objetos y las personas. Libre para enfrentar el conflicto que suscita el anuncio del Reino. Libre para comportarse y ser un verdadero hijo de Dios como lo es Jesús.

Acostumbrados a oír a Jesús hablar de su Padre como un Dios que es amor y Padre de todos, resulta difícil oírle ahora hablar de violencia, separación y ruptura. Jesús, además, pide que tomemos la cruz. Y pide la entrega total a la causa del Reino. Esa es la única razón válida para Jesús. Por el Reino hay que dejarlo todo. Radicalmente. Totalmente. Es ciertamente una forma de hablar y hay que entender lo que Jesús dice. Jesús nos quiere decir que nuestra fe debe ser el centro de toda nuestra vida para vivir en libertad y seguirle. Y nos recuerda que no podemos andar con engaños. No podemos mantener una doble vida. No podemos ser cristianos de misa de domingo, para luego engañar en el trabajo, defraudar a los amigos o servirnos de nuestros familiares para lo que nos interesa. Ser cristiano, día a día y minuto a minuto es el desafío que nos lanza Jesús.

La fidelidad de los discípulos–misioneros nos debe convertir en portadores, para el que los acoge, de la presencia de Jesús y del Padre. Jesús se presenta como la presencia del Reino por el que hay que apostar en favor o en contra. Esta opción decisiva tiene que hacerla el discípulo–misionero con libertad, y también todo creyente, como primer paso en el seguimiento de Jesús; y luego tendrá que hacerla realidad ante los demás con su presencia y su acción. Se comprende fácilmente que, ante las dificultades que sin duda tenían que afrontar los seguidores de Jesús, san Mateo se haya vuelto hacia estas palabras de Jesús para descubrir en ellas el sentido de la responsabilidad del apostolado y también los fundamentos de su confianza en Jesús sin egoísmos de ninguna clase. La renuncia a los lazos del egoísmo humano implica el dolor de las rupturas y del extrañamiento social pero, al mismo tiempo, produce una nueva red en que están implicados el Padre del cielo, Jesús, María su Madre, sus enviados y todo aquel que está dispuesto a ofrecer hospitalidad generosa a los que se han comprometido con el proyecto de establecer el Reino. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

P.D. Hoy hace dos años, mi padre, Don Alfredo Leonel Delgado Laurel, fue llamado a la Casa del Padre. De él guardamos muchos recuerdos como un discípulo–misionero de Cristo muy comprometido en vivir su fe. Les ruego una oración por su eterno descanso.

domingo, 11 de julio de 2021

«Enviados a la misión»... Un pequeño pensamiento para hoy


Apenas el jueves pasado la liturgia de la Palabra nos presentaba el paralelo de el pasaje evangélico de hoy en san Mateo (Mt 10,7-15) y hoy la liturgia nos pone el envío en la versión de san Marcos (Mc 6,7-13). Como que Dios nos está insistiendo estos días en el tema de la misión, tarea que todos los discípulos–misioneros de Cristo tenemos por el bautismo. El discípulo–misionero ha de predicar porque ha sido Jesús el que le ha enviado: no se va a ofrecer una opinión propia o un descubrimiento propio. San Marcos es coherente consigo mismo. El envío implica el anuncio de una gran noticia, la cual posee ciertamente un contenido intelectual, pero consiste principalmente en la praxis: «y les dio poder sobre los espíritus inmundos». 

Los doce apóstoles habían sido escogidos para que «estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14-15). En los capítulos anteriores les hemos visto separarse de la gente y seguir a Jesús, escuchar y aprender, vivir en comunidad con él; ahora san Marcos nos muestra la otra dimensión del discípulo, la misionera. Las pocas palabras de Marcos son muy densas del significado y constituyen, dentro de su brevedad, una especie de regla misionera. Para describir la misión de los discípulos usa san Marcos las mismas palabras que utiliza a través de todo el evangelio para describir la misión de Jesús: predicaban la conversión, curaban a los enfermos, echaban a los demonios. 

La misión de los discípulos depende totalmente de la de Cristo y encuentra en ella su motivación y su modelo. Cristo supone en el discípulo–misionero esta triple conciencia: conciencia del origen divino de su misión —«los envió»—, esto es, de una actividad querida por otro y no decidida por nosotros mismos; de un proyecto en que estamos metidos pero sin ser nosotros los directores de escena; la conciencia de salir de si mismo y de ir a otro sitio, a lugares nuevos, continuamente de viaje; la conciencia finalmente de poseer un mensaje nuevo y alegre que comunicar a los demás. Pidamos este domingo que nunca perdamos la conciencia de ser enviados y que, de la mano de María, la discípula–misionera por antonomasia, cumplamos con nuestra tarea. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 10 de julio de 2021

«El Maestro y sus discípulos»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el Evangelio de este día (Mt 10,24-33) Jesús inicia el relato haciendo una comparación. Evoca el tipo de relaciones existentes entre los discípulos y su maestro. Normalmente el discípulo depende de su maestro, recibe la enseñanza de alguien que, en edad o en ciencia, es mayor que él y que sabe más y mejor que él. Esto se hace invitación para nosotros, que somos discípulos–misioneros del Señor y queremos ponernos a su escucha, seguir su escuela, escuchar su Palabra. Es bien sabido que nunca acabaremos de aprender de él... Oración, estudio del evangelio, lecturas espirituales, el fraterno compartir... Jesús, nos propone que seamos como él. Que estemos contentos de parecernos a él: la mayor intimidad con Jesús es ser semejantes a él, imitarle, adoptar sus pensamientos, sus maneras de ver y de amar. Todo el esfuerzo de nuestra vida es reconocerle como Maestro y Señor.

Esta enseñanza va unida a algo muy importante e insistente: la confianza. «No tengan miedo». No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta al tener a Jesús como Maestro. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte. El ejemplo lo tenemos en el mismo Jesús, que fue objeto de contradicciones y acabó en la cruz. Pero nunca cedió, no se desanimó y siguió haciendo oír su voz profética, anunciando y denunciando, a pesar de que sabía que incomodaba a los poderosos. Y salvó a la humanidad y fue elevado a la gloria de la resurrección.

Para todo discípulo–misionero Dios es Padre y Jesús exhorta, como digo, a la confianza, y a la confianza en la Providencia Divina; nada de lo que sucede se le esconde, ni siquiera las cosas más mínimas, como la muerte de los pajarillos. Su amor abraza la creación entera. De la vida de los que trabajan con Jesús, la solicitud de su amor hace que no se les escape nada... ¡hasta los cabellos!; por eso, la confianza en él ha de ser total. De la postura que tome el discípulo–misionero, lleno de confianza en Dios ante los hombres, depende su suerte final. El que, sin miedo, se pronuncia por Jesús es quien resiste hasta el fin y corona su vida con éxito —se salva—. Quien se acobarde y niege a Jesús, queda abocado a la ruina y acaba en el fracaso. Debemos confiar en la misericordia de Dios que está por encima de los miedos humanos y del mal de este mundo. Que María Santísima nos acompañe como Madre de Dios y Madre nuestra. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.