Jesús está instruyendo a sus discípulos, y la ocasión es propicia para ratificar la manera cómo el discípulo debe unirse al maestro y a su proyecto. Jesús ha roto con su familia espiritual —los fariseos— y ahora rompe con su familia según la sangre y la carne: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?... el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo». Jesús hace la pregunta y él mismo la responde, conformando de esta manera, en torno a él, una nueva familia que está unida, no por los lazos de la sangre y de la carne, sino por el compromiso con el proyecto del Padre.
Pero, ¿quién ha estado más dispuesto a realizar la voluntad del Padre del cielo que María? «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Por esto, san Agustín dice que María, primero acogió la palabra de Dios en el espíritu por la obediencia, y sólo después la concibió en el seno por la Encarnación. Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de pertenecer realmente a su familia, no sólo por el bautismo que hemos recibido, sino porque viviendo en la fidelidad a la voluntad divina sobre nosotros, de llegar a ser conforme a la imagen de su propio Hijo, en Él seamos realmente reconocidos como sus hijos amados en quien Él, como Padre, se complace. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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