Aún recuerdo aquel día, 22 de julio de 1981. Era tiempo de vacaciones en el Seminario, los dos Misioneros de Cristo de aquel entonces estábamos visitando a nuestras familias. En casa sonó el teléfono y era la Madre Teresa Botello para darnos la noticia a mis padres y a mí. Estaba de visita con nosotros la Hna. Juanita Oropeza y así recibimos la noticia de que nuestra fundadora la ahora beata María Inés Teresa Arias dejaba este mundo para ir al encuentro del Padre. Así que hoy celebramos el 40˚ aniversario del «dies natalis» de la beata.
Hoy vivimos este día con profunda alegría y gratitud, a sabiendas de que el día de la fiesta de la besata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento se celebra el 22 de junio, recordando que es el día en que ella inició la obra misionera que el señor le inspiró.
Recuerdo con emoción el 21 de abril de 2012, día de su Beatificación en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, donde, como Iglesia en fiesta, nos sentimos envueltos en un clima de comunión en torno a ella la «Familia Inesiana» y gente de muchas partes del mundo para decirle nuestro gracias por su tarea de «Misionera sin Fronteras».
Quienes conocemos la vida de la beata, a quien cariñosamente muchos llamamos «Nuestra Madre», sabemos que para la fundación y el desarrollo de la Familia Inesiana no le faltaron dificultades, momentos de desánimo, contratiempos de varios géneros, pero sabemos también que ella permaneció siempre abrazada al ideal que marcó su vida: «Oportet Illum Regnare» —Urge que Él reine— que encontró en 1 Cor 15,25 y que le impulsó siempre a seguir adelante pensando «si no es para salvar almas, no vale la pena vivir» y entregándose por ello de lleno a la tarea de que todos conocieran y amaran a Jesús.
En una carta que envía a su director espiritual el 6 de octubre de 1955 podemos leer el cómo se sentía pequeña y miserable para la obra que Dios le estaba pidiendo. El pasaje de esta carta va la que me refiero empieza con palabras de la beata al Padre Celestial: «"Padre, yo sé que Tú siempre me escuchas". Sí Padre, yo se que Tú me amas, sé que me perdonas, sé que me absuelves, sé que soy tuya, y sé que Tú eres mío; ese fundirse de la criatura miserable en el regazo del Dios vivo, en el Padre de toda clemencia, y llorar allí las propias miserias y las ajenas, y sentir, a impulsos de la contrición que el alma se deshace, y reconociéndose inmensamente miserable y detestable, no poder abandonar los brazos de Dios, no poder separarse de su corazón, sentirse inmensamente, infinitamente amados, a pesar de todo, y precisamente a causa de sus miserias». (Carta a su director espiritual, el 6 de octubre de 1955).
Es que ella se sintió siempre un instrumento en las manos creadora de Dios que es quien hace las obras. Entre sus notas se puede también leer: «El bien que hagamos a las almas tiene sus raíces razón de ser en la gracia de Dios, que se sirve de nosotros como simples instrumentos, instrumentos que, le serán tanto más útiles cuanto nuestra unión con él sea más perfecta». (Experiencias espirituales). «No necesitas más que tomar instrumentos, que quieran dejarse hacer en tus manos; por mí, aquí me tienes; yo quiero dejarme manejar por ti». (Experiencias espirituales). «Nosotros no pasamos de ser meros instrumentos que Él se dignó utilizar». (Convocatoria al Capítulo General Especial en marzo 25 de 1968). «¡Yo quiero, Jesús mío, ser en tus manos poderosas, un instrumento de tu gloria!» (Cinco Cuadernitos).
Es por eso muy grande nuestra alegría al celebrar este aniversario y pensar que «Nuestra madre» está presente entre nosotros, y hacer memoria de ello y acoger con gratitud su luminoso y significativo mensaje de santidad misionera. Ella representa para todos los miembros de la Familia Inesiana y para el mundo entero, una oportunidad para reavivar la radicalidad evangélica sabiéndonos instrumentos en las manos creadoras de Dios, acudir a las fuentes del carisma inesiano en sus obras completas y potenciar el anhelo de salvar almas con el mismo impulso con el que ella misma lo vivió y poder, así, anunciar la belleza y la riqueza del Evangelio, sobre todo a las generaciones jóvenes.
La salvación de las almas fue siempre lo que impulsó a Madre Inés a llevar la Eucaristía y la imagen de Santa María de Guadalupe al mundo entero. «Las almas», como ella decía, marcaron su vocación de virgen misionera y fundadora. Sobre esto escribió mucho: «El galardón que el misionero quiere recibir de su padre celestial es: las almas. Muchas almas que le glorifiquen eternamente». (Estudio sobre la Regla y el Evangelio). «¡Ah! Las almas. Éstas han sido desde el principio de mi conversión el móvil más intenso que me llevaba no solamente a la oración…» (Autobiografía). «Las almas son el móvil de mi vida y este anhelo lo llevo muy clavado en el alma… Todo por las almas». (Ejercicios Espirituales de 1944). «Ah Jesús, siempre sentido entrañas maternales… para salvarte muchas almas, ya que tienes la dignación de hacernos cooperadores tuyos en la grande obra de la redención». (Ejercicios Espirituales de 1933).
Podemos decir que celebramos los 40 años de la partida al cielo de una mujer de un corazón sin fronteras donde todos cabían, una religiosa y fundadora profética, que vivió las exigencias de la inculturación con la sensibilidad y la intuición de los santos, porque inculturarse en las diversas culturas en donde alcanzó a ver su obra, que ahora está en 16 países del mundo, es cuestión de amor y quien ama sabe comprender, adaptarse, hacerse próximo.
Esta es la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, una misionera sin fronteras, porque fue capaz de amar y de ser solidaria con todos, con los que sufrían en el cuerpo y en el alma, con las personas de todas las generaciones y de diversas culturas «las almas», con el lenguaje del corazón, con su perenne sonrisa, con el amor incansable a Jesús Eucaristía, con sus gestos sencillos de delicada humanidad, con su alegría siempre contagiante, con su profundo amor a María, con su camino maravilloso para evangelizar y educar con eficacia, con todos los dones que Dios le dio.
Su incansable obra misionera no terminó el 22 de julio de 1981, sino que aquella fecha marcó el inicio de una nueva fecundidad que hasta la fecha sigue salvando «almas, muchas almas, infinitas almas», como ella decía. Las diversas expresiones del carisma inesiano: Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, Van-Clar, Grupo Sacerdotal Madre Inés, Misioneras Inesianas y Familia Eucarística, siguen sembrando la semilla que ella dejó. Ella misma lo plasmó en su libro «La Lira del Corazón» cuando anota: «Permíteme, Señor, que desde tu gloria siga fecundizando la semilla que deposité en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique más y más en las manos de los que me han seguido en las tareas apostólicas».
Santa María de Guadalupe, a la cual la beata María Inés se entregó totalmente y con la que hablaba de tú a tú experimentando concretamente su presencia, ha de alentarnos a todos nosotros para que tengamos el coraje para continuar sembrando con corazón misionero el carisma inesiano que es eucarístico, sacerdotal, mariano y misionero vivido en la alegre entrega de cada día conforme a la vocación de cada uno.
Que podamos irradiar y contagiar a muchos jóvenes la belleza de la santidad de la beata Madre María Inés y con ellos y para ellos afrontar con audacia apostólica los desafíos del golpeado mundo en el que vivimos y que tanto necesita de modelos como la vida de Madre Inés.
Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, ruega por nosotros.
Padre Alfredo.
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