sábado, 17 de julio de 2021

«Con libertad y entereza»... Un pequeño pensamiento para hoy

Un nuevo incidente de Jesús respecto al sábado nos presenta el Evangelio de hoy (Mt 12,14-21) en un pequeño relato en el que se dice que Jesús curó a muchos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran por la famosa ley del silencio mesiánico. Jesús siempre mandaba callar: insistía en que no se hablase de sus milagros ni del misterio de su persona... esta vez era sábado, según el contexto de la lectura y la respuesta de Jesús sobre el sábado, que leíamos ayer, no les gustó nada a los fariseos, que «planearon el modo de acabar con él». El evangelista no señala el cambio de día, por eso sabemos que la actividad que sigue haciendo Jesús es en sábado. Él libera a los hombres del yugo de la Ley. Presta ayuda a todo el que lo necesita, y, según este pasaje, todo hombre necesita ayuda.

Jesús, aunque intentaba no provocar innecesariamente a los fariseos, siguió, según el relato, con su libertad y entereza. Ahora bien, este estilo era el que anunciaba Isaías hablando del Siervo de Dios y que ahora Mateo afirma que se cumple a la perfección en Jesús: anuncia el derecho, pero no grita ni vocea por las calles. Tiene un modo de actuar lleno de misericordia: la caña cascada no la quiebra, el pábilo vacilante no lo apaga. Ayer decía aquello de «misericordia quiero y no sacrificios». El es el que mejor lo cumpla con su manera de tratar a las personas. Jesús no fue un ingenuo que no se diera cuenta de lo que sucedía a su alrededor o que no conociera las intenciones de los que se acercaban a él. 

Jesús sabía hablar con cada uno de los que se encontraba o se acercaban a él, en el tono preciso. Unas veces los invitaba a que le siguieran, desafiándolos a que dejasen todo por el Reino de Dios. Otras, sencillamente, ofrecía el perdón y la acogida de Dios a los que se le acercaban. Pero también sabía provocar a los que se oponían cerradamente a su misión. Todo en él era manifestar el amor de Dios para los hombres. Pero de modo concreto, según cada caso, según las necesidades y la situación de cada persona. A la luz de este pasaje, la gran cuestión a la que tenemos que responder los discípulos–misionero de Cristo con nuestra vida, es qué significa para mí, aquí y ahora, amar a mis hermanos. La respuesta no la encontraremos en ningún libro. Sólo la descubriremos mirando a Jesús y a la situación concreta en que nos ha tocado vivir. Con María miremos a Jesús y dejémonos cuestionar por él. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario