Jesús hace la propuesta del Reino a este hombreo, cobrador de impuestos, a quien le dice de forma categórica: «Sígueme». Y seguir a Jesús significa dejar todo atrás. Es cargar con el pasado pero ya no como condena, sino como paradigma, para no repetir la historia de esclavitud al pecado, y también como escuela de reflexión para apuntar siempre hacia adelante con entrega y dedicación. La vocación de Mateo nos ayuda a comprender que Jesús propone a todos el Reino de Dios. No limita a Dios sólo a los hombres y a los judíos puros, sino que presenta el amor de Dios a las mujeres y todos los que la ley consideraba impuros. Por lo tanto no era raro que el invitara a su grupo a personas que para la sociedad de su tiempo eran considerados pecadores. A Jesús le importa el ser humano, íntegramente y sin distinción alguna. Por eso él se sienta a la mesa con publicanos y pecadores.
Yo creo que en este sencillo Evangelio hay dos cosas que Jesús nos invita a nosotros, como discípulos–misioneros advertir. Una es que no lo tenemos todo y que somos gente necesitada, limitada por naturaleza y a menudo caprichosa, y por tanto en necesidad de un doctor o de sanación. La otra realidad que él nos pide considerar y creer es que si bien somos pobres, cada uno, como Mateo, está llamado para estar con Jesús como su compañero, o incluso como su amigo. «Los he llamado amigos porque les he enseñado todo lo que he oído de mi Padre» (Jn 15,15) Si queremos el día de hoy orar con esta lectura, nos podemos acercar a Jesús que nos llama para que seamos sus discípulos–misioneros en un clima íntimo de amistad, a pesar de cuán indignos somos todos de tal honor. Que María nos ayude a responder al «sígueme» que nos dice Jesús. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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