lunes, 22 de abril de 2024

«Cristo resucitado ilumina nuestras vidas»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de este lunes, nos recuerda que la luz perfecta de los santos es nuestro Dios y eso me hace «ruido», como vulgarmente se hace porque eso quiere decir que nosotros también, como ellos, debemos dejarnos iluminar por el Señor. Una palabra clave en esta cuestión es la conversión, el cambio de actitudes y de modos de conducir la vida que se ha dejado iluminar por la resurrección del Señor. Siempre, desde nuestra fe, la propuesta de conversión nos llega a través de la imagen de la luz. 

La luz, como elemento, nos permite distinguir las cosas y poner en claridad el mundo en que vivimos. Por el contrario, la oscuridad de la noche nos confunde y nos deja inseguros para movernos y reconocer el entorno. Desde esta sencilla imagen nos queda claro que vivir en la luz del Resucitado, es más seguro que vivir en las tinieblas. De tal manera que la Pascua, el paso, de la muerte a la vida es el paso de la oscuridad a la luz. 

Jesús es la luz que vino al mundo, por su muerte y resurrección venció las tinieblas del mundo y nos ha abierto un camino de claridad que conduce a la vida en Dios. Él nos invita a elevar muestra mirada a vivir en la luz. «Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz» (Rm 13,11). Dejarse iluminar por Jesús, que es la luz, y ser reflejo de su luz en el mundo es un buen reto para vivir la Pascua. Dirijamos nuestra mirada también a Nuestra Señora de la Luz, para que ella nos ayude a mantener fija la mirada en el Señor, como centro de nuestro ser y quehacer. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 21 de abril de 2024

«El Buen Pastor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cada año la Iglesia, el IV domingo de Pascua celebra el «Domingo del Buen Pastor» y con ello la «Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones». Un domingo que nos invita a considerar el precioso don de la llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida como discípulos-misioneros.

Toda la liturgia de este día, en los tres ciclos anuales del domingo —A, B y C— está impregnada de la contemplación de Jesucristo Buen Pastor, incluida, por supuesto la Oración Colecta. Este año, la oración dice así: «Dios todopoderoso y eterno, te pedimos que nos lleves a gozar de las alegrías celestiales para que tu rebaño, a pesar de su fragilidad, llegue también adonde lo precedió su glorioso Pastor». Sí, solamente Cristo, el Buen Pastor, es quien nos puede dar lo que es la alegría duradera, la alegría que empezando aquí se prolongará eternamente en el cielo. Y es que toda vocación debe estar impregnada por eso, por una inmensa alegría, la alegría de seguir a Jesús.

El Papa Francisco, en su mensaje para este año, dice que: «Escuchar la llamada divina es el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive» y así es como se alcanza la alegría y por supuesto, la realización. Celebremos con María esta fiesta vocacional llenos de alegría. ¡Bendecido Domingo del Buen Pastor!

Padre Alfredo.

sábado, 20 de abril de 2024

«Las promesas bautismales»... Un pequeño pensamiento para hoy


La celebración del bautismo, en nuestra religión católica, suele realizarse, en general, siendo niños pequeños. Yo sé que la inmensa mayoría de quienes leen mis reflexiones, fueron bautizados, como yo, siendo muy pequeños. En aquel momento, cuando el bebé es bautizado, los padres y padrinos realizaron una serie de promesas en nombre del bautizado. Si el bautismo se recibe más mayor, es el propio bautizado quien realiza las promesas. Pro, en ambos casos, al ser el bautismo un sacramento que se realiza una sola vez, esas promesas realizadas son lo suficientemente importantes como para ser recordadas y renovadas. En la liturgia de la Vigilia Pascual, la renovación de las promesas del Bautismo ocupa un lugar importante y todos los que asistimos, renovamos esas promesas.

Las promesas bautismales son la respuesta del hombre a la acción conjunta de las tres personas divinas en el Bautismo: el Padre nos adopta como hijos suyos, el Hijo nos invita a unirnos a Él y a su Iglesia, que es su Cuerpo, y el Espíritu Santo viene a habitar en nosotros para santificarnos. Todo bautizado ha hecho un pacto con Dios, es decir, una promesa recíproca. Por una parte, renuncia a Satanás, a sus obras y a sus seducciones y, por otra, profesa su fe en Dios Padre, en Jesucristo y el Espíritu Santo. Este es un compromiso que nos hace aptos para recibir la vida de la gracia de Dios. Este compromiso se aplica a toda nuestra vida y representa nuestra disposición a vivir de acuerdo con el sacramento que hemos recibido y que nos abrió las puertas de la Iglesia.

Hoy la Oración Colecta pide a Dios que proteja a quienes hemos renacido en Cristo esa noche de la Vigilia Pascual junto con quienes recibieron el bautismo. A través de las promesas del bautismo, nos comprometemos a vivir como hijos de Dios, a buscar la unión con Cristo, a asumir la misión de la Iglesia y cooperar con el Espíritu Santo en nuestra propia santificación, que es la semejanza de Cristo, y en la santificación de los demás. Por lo tanto, vale la pena que hoy pidamos la compañía de la Virgen María para que ella nos ayude a vivir las promesas del bautismo, que por supuesto, incluyen el compromiso de vivir de acuerdo con los dones recibidos en el bautismo. ¿Cómo vives tú las promesas bautismales a diario? ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

domingo, 14 de abril de 2024

Necesitamos un cambio de actitud, empezando por mí...


El teléfono de un hombre maduro sonó en la Iglesia por accidente durante la homilía. El cura lo regañó, el diácono lo amonestó a la salida, algunos feligreses le dijeron algunas indirectas, otros lo regañaron y su esposa siguió sermoneándolo sobre su descuido todo el camino de regreso a casa, se podía ver la vergüenza y la humillación en su rostro... ¡Nunca más volvió a pisar la Iglesia!

Esa noche, buscando remediar su tristeza, se fue a un bar. Todavía estaba nervioso y temblando. Derramó su bebida en la mesa por accidente. El bartender se acercó y le dio una servilleta para que se limpiara. El mesero vino rápido y trapeó el piso. La gerente le ofreció una bebida de cortesía, mientras también le daba un gran abrazo y le decía: «No te preocupes, hombre. ¿Quién no se equivoca y comete errores?». .. ¡No ha dejado de ir a ese bar desde entonces!

Pienso en cuántas veces habré sido yo causa de que alguien deje la Iglesia por un mal testimonio, por una palabra mal aplicada, por un regaño, por una indirecta, por una llamada de atención en público, por una humillación...  ¿Quién no se equivoca y comete errores?» 

A veces nuestra actitud de creyentes —sacerdotes, religiosos, laicos de cualquier edad y condición— aleja a las almas de la Iglesia. Nuestra actitud rompe nuestras relaciones y destruye incluso nuestros grupos, nuestras familias, nuestras comunidades. 

Necesitamos un cambio de actitud que con actos de misericordia pueden marcar la diferencia por la forma en que tratamos a otras personas, especialmente cuando cometen errores.

He tomado esto, que he editado un poco, de un escrito que uno de los Vanclaristas puso en su muro de Facebook. Quiero aprovecharlo para agradecer a todos las oraciones que hacen por mí, por mi vida, por mi conversión, por mi ministerio, por mi fidelidad y perseverancia. Pero también quiero aprovechar para pedir una disculpa a quienes he herido su corazón de hijos de Dios, de miembros de la Iglesia porque a veces no he sido un buen sacerdote, una buena persona, un buen hermano... Si merezco su perdón, yo se los pido.

Este año cumpliré, si Dios me presta vida, 35 años en el ministerio sacerdotal... ¡Cuántos errores en este tema no habré cometido! Pidan al Señor que tenga misericordia de mí. Y yo, por mi parte, les reitero a todos que viven «de a grapa», como dicen los muchachos, en mi corazón.

Padre Alfredo.

martes, 2 de abril de 2024

In the end, the love of God is all that remains…


Some people have fears to speak about the end of the world. To many people the end of the world is tragic and the topic of the final judgment is a sensitive topic for many, but for the man and the woman of faith, the “judgment” of God begins and occurs in every moment of the life: "I'm at the door and knock" says the Lord (Rev 3:20). He dearly loves us and wants us to make an expression of their love to one another. Everything that has nothing to do with this, is outdated, is like a tinsel. Every day of our life, Jesus is trying to prepare us, his followers, for the final judgment.

Throughout our lives and around us, there is a much tinsel and many injustices. Human labor is not worth the economic fruits, nor the appreciation that we have other, better if the human person is made love.

This donation really so many people around us in their daily work, and that is not valued in the “market” will not be lost, because it remains forever in the heart of God.

Over the last 20 centuries, across the generations that have lived, men and women and children have heard the different readings of this topic proclaimed from pulpits around the world, and recognized in some way the things l of their own times. Every age has had its cataclysms as typhoons and hurricanes, its wars and uprisings.

For us, it may be that cable television and the Internet now make it all more immediate and instantaneous. Everything seems to unfold in our own living rooms—or on our smartphones.

And so it may be that the dire words of the scriptures matter more to us now. The warnings sound more urgent. Yet, every generation has needed the love of Jesus our savior.

We need to remember just how fleeting and impermanent everything around us really is. All that remains is the love of Christ who gave himself for us to save us.

The Gospel tells us that Jesus promises his followers abundant sufferings and persecutions. If they bear the sufferings for Christ’s name they will earn the true life, the eternal life of heaven. For this reason the Church wants us to examine ourselves regarding the response we have to such circumstances. We are invited to seek and find him in all things, in every person, in every place, in every experience.

So, we are called upon to prepare ourselves for the future by loving and serving others at every possible occasion. We are called to persevere in our living faith and look forward in hope. The true and final story will begin when we judge the Love to one and all. In the end, the love of God is all that remains. That love is reciprocal; God has loved his human creatures and awaits a loving response. The Virgin Mary is the woman who has loved, let us ask her to teach us to live each day loving.

Father Alfredo.
 

sábado, 30 de marzo de 2024

«Viernes Santo 2024»... Un pequeño pensamiento para hoy

El Viernes santo, siguiendo una antiquísima tradición en la Iglesia, es un día en el que no se celebra la Eucaristía. Tampoco se celebra este día ningún otro sacramento, a excepción de la penitencia y de la unción de los enfermos. Ya sabemos que Cristo crucificado es el centro de la liturgia y este día no es la excepción.  

La celebración de la Pasión del Señor se desarrolla con la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la sagrada Comunión cada viernes santo. Antes de la adoración de la Cruz, se tiene la oración universal, que expresa el valor universal de la Pasión de Cristo clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo. Terminada la celebración, se despoja el altar, dejando la cruz listas para colocar las allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla y permanecer en oración Claro. La escenificación del Viacrucis, que estamos por terminar, alentó a todos en el testimonio de algunos de los que representaron a los apóstoles.

He seguido pensando mucho en estos días, en María Madre de Dios y madre de todos nosotros. Que ella nos aliente a todos para buscar ser fieles a su Hijo, fieles no solamente por cumplir y tomar algún quehacer, sino fieles de convicción para buscar el crecimiento en la línea espiritual. ¡Ustedes me perdonen!

Padre Alfredo.

viernes, 29 de marzo de 2024

MI HOMILÍA DEL VIERNES SANTO DE 2024... AÑO SACERDOTAL EN LA ARQUIDIÓCESIS DE MONTERREY.


«Hermanos, Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote»... Así comienza el pasaje de la carta a los Hebreos que hemos escuchado en la segunda lectura. Ustedes saben, que, en el marco de este Año sacerdotal que se celebra en esta querida arquidiócesis de Monterrey, un servidor —como lo he mencionado varias veces— cumplirá el 4 de agosto próximo, si Dios me presta vida, 35 años de caminar por la faz de la tierra como sacerdote. Por eso, este Viernes santo, me regala, junto a ustedes, el remontarme a la fuente histórica del sacerdocio cristiano y hace que comparta una homilía, que será bastante larga y se desarrollará en torno a este tema y aumente en nosotros el amor y la gratitud por el don del sacerdocio. La preparé en las primeras horas de este día, con mucho cariño.

De alguna manera, esta liturgia tan especial del día de hoy, en que no se celebra la Eucaristía, es la fuente de las dos realizaciones del sacerdocio cristiano: la ministerial, de los sacerdotes, y la universal de todos los fieles, que también se funda en el sacrificio de Cristo. Él, dice el Apocalipsis, «nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados, y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre» (Ap 1, 5-6). Por ello, me parece de vital importancia entender la naturaleza del sacrificio y del sacerdocio de Cristo, porque tanto sacerdotes como laicos debemos llevar, aunque de forma particular, la impronta de ese sacrificio y ese sacerdocio, y tratar de vivir sus exigencias.

La carta a los Hebreos, explica en qué consiste la novedad y la unicidad del sacerdocio de Cristo. «Cristo como sumo sacerdote de los bienes futuros (...) penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo! (Hb 9,11-14).

Esta es la novedad, queridos hermanos. Cualquier otro sacerdote ofrece algo fuera de sí; en cambio, Cristo se ofreció a sí mismo. Cualquier otro sacerdote ofrece víctimas, en cambio, Cristo se ofreció como víctima. Cristo es, al mismo tiempo, sacerdote y víctima. Cristo no vino con la sangre de otro, sino con la suya propia. No puso sus propios pecados sobre los hombros de los demás —hombres o animales—, sino que puso los pecados de los demás sobre sus propios hombros: «En el madero de la cruz —dice la segunda carta de Pedro en 2,24— cargó nuestros pecados en su cuerpo».

En Cristo es Dios quien se hace víctima, no la víctima que, una vez sacrificada, es elevada a continuación a dignidad divina. Ya no es el hombre quien ofrece sacrificios a Dios, sino Dios quien se «sacrifica» por el hombre, entregando a la muerte por él a su Hijo unigénito (cf. Jn 3,16). El sacrificio ya no sirve para «aplacar la ira de la divinidad, sino más bien para apaciguar al hombre y hacerle desistir de su hostilidad hacia Dios y el prójimo. 

El sacrificio de Cristo en la Cruz, contiene un mensaje formidable para el mundo de hoy. Desde la Cruz, Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, grita al mundo que la violencia es un residuo arcaico, una regresión a estadios primitivos y superados de la historia humana y —si se trata de creyentes— de un retraso culpable y escandaloso en la toma de conciencia del salto de calidad realizado por Él. Jesús cambió el signo de la victoria. Inauguró un nuevo tipo de victoria que no consiste en hacer víctimas, sino en hacerse víctima. «vencedor por ser víctima», diría san Agustín (Confesiones 10, 43).

Queridos hermanos, ¡qué poco entiende el mundo de este aspecto del sacerdocio de Cristo! Hoy la violencia y la sangre se han convertido en uno de los ingredientes de mayor reclamo en las películas y en los videojuegos, a los que la gente se siente atraída y se divierte mirándola. Incluso a los niños más pequeños, se les incita a buscar en el iPad o en el celular, caricaturas donde impera la violencia. Es innumerable la cantidad de películas y de juegos, para todas las edades, que ven como normal el matar a personas o animales, el uso y abuso de drogas y alcohol, el comportamiento criminal, la falta de respeto por la autoridad y las leyes, la explotación sexual y la violencia hacia la mujer, los estereotipos raciales, sexuales y de género, el uso de palabras indecentes, obscenidades y gestos obscenos.

Hay una cuestión que pone en marcha el mecanismo de la violencia: el mimetismo, la connatural inclinación humana a considerar deseables las cosas que desean los demás, y por tanto, a repetir las cosas que se ven hacer a los demás. La psicología del «rebaño» —nos dirán los especialistas en la materia— es la que lleva a la elección del «chivo expiatorio» para encontrar, en la lucha contra un enemigo común —en general, el elemento más débil, el distinto a los demás— una cohesión totalmente artificial y momentánea.

Tenemos un ejemplo en la actual violencia de los jóvenes en los estadios —lo digo aunque me fascine el deporte—, en las agresiones en las escuelas y en ciertas manifestaciones callejeras que dejan tras de sí una violencia desmedida, ruina y destrucción. Pienso, queridos hermanos, en las noticias de un canal local que suelo ver luego de orar en las mañanas y en las que brilla la violencia desmedida en nuestra sociedad regiomontana y que en concreto, abarca todos los niveles de nuestra metrópoli. Somos ya muchas, las generaciones de nuestra patria, que, en general,  hemos tenido el rarísimo privilegio de no conocer una verdadera guerra y de no haber sido nunca llamados a las armas, por eso pulula el número de niños, adolescentes y jóvenes y uno que otro adulto despistado, que se entretienen en películas y juegos, que, aunque estúpidos y a veces trágicos, inventan guerras inexistentes, impulsados por el mismo instinto que movía a la horda primitiva. Unido a esto está la violencia familiar, la violencia de género, la violencia por discriminación de raza o de nivel social.

¡Qué contraste entre la actuación de Cristo como Sacerdote y Víctima y la que aún tiene lugar en ciertos ambientes! El fanatismo invoca la lapidación; Cristo, a los hombres que le presentaron a una adúltera, les respondió: «Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le tire la primera piedra" (Jn 8, 7). La violencia nunca es tan odiosa como cuando se produce allí donde debería reinar el respeto y el amor recíproco. Es verdad que la violencia no siempre es sólo y toda de una parte; es verdad que se puede ser violento también con la lengua y no sólo con las manos. San Juan Pablo II, a quien admiramos en la Iglesia como aquel que ha sabido asumir esa condición de sacerdote y víctima, inauguró la práctica de las peticiones de perdón por los fallos colectivos, recordándonos que Cristo, desde la Cruz, nos invita a quienes nos declaramos cristianos, a recurrir a gestos concretos de conversión, a palabras de disculpa y de reconciliación dentro de las familias y en la sociedad.

El pasaje de la carta a los Hebreos que hemos escuchado, prosigue diciendo: «Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad» Jesús conoció en toda su crudeza la situación de las víctimas, los gritos sofocados y las lágrimas silenciosas. Verdaderamente «no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos». En cada víctima de la violencia, Cristo revive misteriosamente su experiencia terrena como Sacerdote y Víctima. También a propósito de cada una de ellas dice: «Cuando lo hicieron a uno de ellos, a mí me lo hicieron» (Mt 25, 40).

Así, de esta manera, al adorar la Cruz en esta tarde, somos invitados no a besar un madero para cumplir con una devoción, sino a contemplar, desde lo más profundo de nuestro corazón a Cristo que con su muerte nos dio la vida eterna. Por medio del árbol de la cruz nos enseña el valor del sacerdocio lleno de frutos de la salvación. Por eso, al acercarnos a este momento, mirémoslo a Él, miremos al Crucificado, miremos al Sumo y Eterno Sacerdote que nos lleva a captar la esencia de este sacramento.

Esta tarde, aquí en nuestra parroquia, nuestro Rey, constituido para siempre Sacerdote, no solo se deja mirar por nuestra miseria y nuestra pequeñez, no... él también nos mira desde la cruz. Depende de nosotros decidir si queremos ser meros espectadores o involucrarnos con nuestro sacerdocio bautismal y ministerial en sus intereses. ¿Soy espectador o quiero involucrarme?¿Qué hacemos? ¿Nos limitamos a elaborar teorías, nos limitamos a criticar, o a querer hacer nuestro grupito cerrado o nos ponemos manos a la obra, tomamos las riendas de nuestra vida, pasamos del «si» —sin acento— de las excusas a los «sí» de la entrega sacerdotal en el servicio? Todos creemos saber qué es lo que no está bien en la sociedad, todos; hablamos todos los días de lo que hay que erradicar, incluso en la Iglesia, porque tantas cosas no van en la Iglesia. Pero luego, ¿hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios clavado al madero o estamos con las manos en las bolsas mirando para todas partes menos hacia él y esquivando su mirada? 

Esta tarde, a la luz de esta carta a los Hebreos de la que hemos escuchado en un pequeño fragmento la grandeza del sacerdocio, de la lectura de Isaías que nos recuerda que sin Dios andamos como ovejas errantes, cada uno siguiendo su camino, nos damos cuenta de que la única puerta de entrada legítima al ministerio del sacerdocio bautismal y ministerial y ministerial es la Cruz de Cristo. 

Queridas hermanas, queridos hermanos, no los quiero cansar más. Casi llego al final de esta larga reflexión y quiero invitarlos ahora a que al acercarnos a la adoración de la Cruz dejándonos mirar por Jesús y mirándolo a él, nos dejemos mirar también por su Madre santísima y la veamos a ella. Contemplemos también su corazón traspasado y con ella recodemos, no solamente en este momento, sino cada día, que se entra en el sacerdocio a través del Sacramento: a través de la donación total de sí mismos a Cristo, ustedes como laicos por el sacerdocio bautismal, nosotros los sacerdotes, por el sacerdocio ministerial para que sirvamos a Cristo y sigamos su llamado, incluso si esta tuviese que estar en contraste con nuestros deseos de autorrealización y de estima, guardando en el corazón de aquellas palabras de Cristo cuando dijo: «A mí nadie me quita la vida, yo la doy porque quiero» (Jn 10,18).

Finalmente, pidan por mí. Ayer me conmovió mucho una señora ya mayor, quizá tan mayor como mi madre, que por cierto hoy cumple 89 años y que esta mañana al felicitarla me dijo: «Yo nací un viernes santo». Esta mujer anciana, la que se me acercó ayer, a la salida, donde suelo estar siempre al término de cada celebración, con excepción de la de hoy, se acercó y me dijo: «padre Alfredo, yo quiero darle mi bendición»... puedo asegurarles, con toda sencillez, que es uno de los regalos más maravillosos que he tenido en mi vida. Pidan por mí, para que llevando la cruz de cada día, para que sin dejar nunca de contemplar a Cristo en la cruz, busque ser siempre fiel al ministerio sacerdotal que he recibido inmerecidamente y que no llegue al juicio final, sin antes haber motivado, por lo menos a unos cuantos varones jóvenes y valientes, a ser sacerdotes como yo. Tal vez, como dice san Juan de Ávila, la cruz, al contemplarla de lejos da miedo, pero cuando se le abraza, no se le quiere soltar y el contacto con ella hace decir: «Bájate Señor, que soy yo quien debe estar clavado allí».

Padre Alfredo Delgado Rangel, M.C.I.U.

Misionero de la Misericordia.

Parroquia de Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás.

29 de marzo de 2024.

Año Santo Sacerdotal en la Arquidiócesis de Monterrey.


«BREVE REFLEXIÓN PARA EL VIERNES SANTO»... UN PEQUEÑO PENSAMIENTO PARA HOY


El Viernes santo, siguiendo una antiquísima tradición en la Iglesia, es un día en el que no se celebra la Eucaristía. Tampoco se celebra este día ningún otro sacramento, a excepción de la penitencia y de la unción de los enfermos. Ya sabemos que Cristo crucificado es el centro de la liturgia y este día no es la excepción.  

La celebración de la Pasión del Señor se desarrolla con la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la sagrada Comunión cada viernes santo. Antes de la adoración de la Cruz, se tiene la oración universal, que expresa el valor universal de la Pasión de Cristo clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo. Terminada la celebración, se despoja el altar, dejando la cruz listas para colocar las allí la cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla y permanecer en oración Claro. La escenificación del Viacrucis, que estamos por terminar, alentó a todos en el testimonio de algunos de los que representaron a los apóstoles.

He seguido pensando mucho en María, Madre de Dios y madre de todos nosotros. Que ella nos aliente a todos para buscar ser fieles a su Hijo, fieles no solamente por cumplir y tomar algún quehacer, sino fieles de convicción para buscar el crecimiento en la línea espiritual. ¡Ustedes me perdonen!

Padre Alfredo.

jueves, 28 de marzo de 2024

«El Jueves Santo: La Misa Crismal y la Cena del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Dentro de las celebraciones de Semana Santa hay una misa muy especial, pero tal vez menos conocida que los festejos pertenecientes al triduo pascual. Se trata de la misa crismal, en la cual, se consagra el santo crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. De ahí su nombre. Esta misa la preside el Obispo y es concelebrada por los sacerdotes diocesanos y religiosos que están en la diócesis. De forma ordinaria, se celebra en el Jueves Santo; no obstante, por cuestiones de conveniencia pastoral, se puede adelantar a uno de los otros días de la Semana Santa. El que suela celebrarse el Jueves Santo no tiene relación con el Triduo Pascual; más bien, tiene que ver con poder disponer de los santos óleos, en especial el óleo de los catecúmenos y del Santo Crisma, para la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana durante la Vigilia Pascual.

Aquí en la arquidiócesis de Monterrey la tuvimos ayer miércoles, iniciando el día con un retiro para todo el presbiterio en el Santuario Sacerdotal del Sagrado Corazón en que tuve la dicha de administrar el sacramento de la reconciliación algunos sacerdotes para continuar con una procesión hacia la Basílica de Nuestra Señora del Roble —patrona e la arquidiócesis— en la que me tocó el gran regalo de guiar el rezo del santo rosario sacerdotal. En esta misa los sacerdotes renovamos cada año, nuestras promesas sacerdotales. La Oración Colecta de esta misa es hermosa: « Oh Dios, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, y a nosotros, miembros de su cuerpo, nos haces partícipes de su misma unción; ayúdanos a ser en el mundo testigos fieles de la redención que ofreces a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo». Mi reflexión personal en torno a esto ha ido en que todos, clero, religiosos y laicos, hemos de sabernos ungidos con el óleo de la alegría, de la esperanza y de la caridad manteniendo viva nuestra fe.

Por otra parte, hoy damos inicio al Triduo Pascual con el corazón puesto ya en la solemne celebración de esta tarde en la que la Iglesia conmemora la Institución de La Eucaristía como el regalo de Amor, la Institución de uno de los Sacramentos de entrega y abandono total al Señor: el Sacramento del Orden Sacerdotal y La vida de servicio a los demás representada en el lavatorio de los pies como el que Jesús hizo a sus apóstoles. La Oración Colecta nos invita a dirigir nuestra mirada en la Eucaristía, rogando al Señor que de ella brote para todos nosotros la plenitud del amor y de la vida. Siempre, en mi diaria reflexión, pienso en María santísima. Hoy a primera vista parecería estar ausente en este momento sublime de la entrega y de la promulgación del mandamiento del amor. Pero no: ella está hecha memoria y ejemplo para Jesús. La Virgen le enseñó el servicio humilde y la entrega, la donación total del propio cuerpo, de la vida, sin reserva y sin medida. Con el «sí» de María, anterior al «sí» de Jesús, el cuerpo que hoy se hace pan tuvo la posibilidad de ser cuerpo. Con ella vivamos intensamente esta celebración. ¡Bendecido Jueves Santo 2024!

Padre Alfredo.

miércoles, 27 de marzo de 2024

«La muerte y resurrección de Cristo, esperanza nuestra»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de hoy, a un día de arribar al inicio del Triduo Pascual y entrar en el misterio de la pasión y muerte de Cristo, ya contempla la esperanza de la resurrección no solamente para él sino también para nosotros que aspiramos a llegar al Cielo: «Padre misericordioso, que para librarnos del poder del enemigo que hiciste que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección». La muerte y la resurrección de Cristo son, por lo tanto, igualmente importantes. Con la muerte y la resurrección de Jesús se producen cosas diferentes, pero que están necesariamente relacionadas. La muerte y la resurrección de nuestro Señor son realmente inseparables, así como el tejido y los hilos de la tela.

Con la muerte de Cristo, nuestros pecados perdieron el poder de gobernar sobre nosotros (Rm 6). Con Su muerte, él destruyó las obras del diablo (Jn 12,31; Hb 2,14; 1 Jn 3,8), condenó a Satanás (Jn 16,11) y aplastó la cabeza de la serpiente (Gn 3,15). Sin embargo, la resurrección de Cristo también es fundamental para el mensaje del Evangelio. Nuestra salvación depende de la resurrección de Jesucristo, como san Pablo afirma en 1 Co 15,12-19. Si Cristo no hubiera resucitado, nosotros no tuviéramos esperanza de resurrección y seguimos sentados «en tinieblas y en sombra de muerte» esperando la salida del sol (Lc 1,78-79).

La entrada de Jesús en la tumba es tan importante como lo fue su salida de ella. San Pablo define la doble verdad de que Jesús murió por nuestros pecados —demostrado por su sepultura— y resucitó al tercer día —demostrado por sus apariciones ante muchos testigos—. Esta verdad del evangelio es «de primera importancia» (ver 1 Co 15,3-5). Es imposible separar la muerte de Cristo de su resurrección. Creer en una sin la otra sería creer en un falso evangelio. Para que Jesús haya resucitado realmente de entre los muertos, debe haber muerto en realidad. Y para que su muerte tenga un verdadero significado para nosotros, él debe tener una verdadera resurrección. No podemos tener una sin la otra. Abramos el corazón, con María, para celebrar el Triduo Pascual acompañando a Jesús en su pasión, muerte y resurrección. ¡Bendecido miércoles santo!

Padre Alfredo.

lunes, 25 de marzo de 2024

«Nuestra debilidad y la fuerza de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Qué raro Alfredo... ¿escribiendo la reflexión diaria a esta hora? Sí, a pesar que el día comienza a diario a las 4:30 o 5:00 de la mañana no doy para más... y menos en este tiempo de Cuaresma que, como expresé el otro día, ha sido para mí como ir en un río rápido haciendo rafting. La mañana se esfumó, hasta entradas las tres de la tarde, entre varios asuntos de diversa índole, luego de comenzar con el ejercicio espiritual de la oración matutina y el ejercicio físico en la rutina de cada día. Por la tarde el padre Bernardo Limón y el padre Luis Gerardo Montemayor me ayudaron a confesar. Bernardo y yo de 5 de la tarde a 9:30 de la noche y el padre Luis Gerardo de las 7:00 p.m. en adelante. Tuvimos mucha gente que, como comentamos, no veíamos desde hace mucho tiempo por la parroquia... Y eso causa una alegría enorme. Definitivamente este es un tiempo de gracia para muchos.

Hoy lunes santo, la Oración Colecta se enfoca en nuestra debilidad, esa debilidad que nos hace desfallecer y que requiere del testimonio de la Pasión de Cristo para recuperar el sentido de la vida, una vida que tiene que ser imitación fiel de la suya y que, en estos días santos contemplamos en su máxima expresión de entrega. Hoy, en esa acción compasiva, misericordiosa, serena, de dejarse lavar los pies por la mujer pecadora (Jn 12,1-11). Ella, reconociendo su debilidad, sabe que la fuerza le puede venir solo del contacto con el Señor. Es la misma actitud que nosotros, con nuestra debilidad, nos encontramos frente a frente con Jesús Eucaristía y lo recibimos incluso, como ella, sintiéndonos indignos.

Por otra parte, hoy 25 de marzo ordinariamente se celebra la fiesta de la anunciación del Señor, pero como estamos en Semana Santa, se celebrará, Dios mediante, el próximo día 8 de abril. Eso, por supuesto, no impide que en nuestra reflexión veamos a María, que, ante el anuncio del ángel dice: «Se fijó en la humildad de su sierva», es decir, en su pequeñez, en su debilidad... Que Ella interceda por nosotros y nos acerque a su Hijo Jesús, el único que nos pueda fortalecer. ¡Bendecido lunes santo!

Padre Alfredo.

viernes, 8 de marzo de 2024

«En el día internacional de la mujer»... Un pequeño pensamiento para hoy


No puedo hacer a un lado, antes de iniciar mi reflexión escrita —que será bastante larga— que hoy, sobre la faz de la tierra la humanidad celebra el «Día Internacional de la Mujer» y he pedido, desde el despertar, por todas las mujeres del mundo y por el camino que se ha recorrido en torno a la dignidad y los derechos de la mujer. Pienso ahora en el arduo andar de una búsqueda de equidad de género que se viene gestando a lo largo de muchos, muchos años y que va dando resultados de respeto, de cordialidad, de admiración y de empoderamiento de la mujer. Veo, por ejemplo, el caminar en el campo político en el que, gracias a la celebración de este día, muchas mujeres, que no eran tomadas en cuenta, tienen ahora derechos que son del todo indispensables, como las mujeres de Arabia Saudita que, en 2015, hace apenas nueve años, alcanzaron el derecho al voto. Me parece que de una forma muy acertada, el Señor se hace presente en este día en mi vida y en mi mundo en relación con la mujer y me habla a mí, a todos, y en especial a las mujeres en la Oración Colecta. La oración dice así: «Te rogamos, Señor bondadoso, que infundas tu gracia en nuestros corazones, para que apartándonos siempre de todo humano extravío, podamos acoger, con tu ayuda, las inspiraciones que nos vienen de ti». 

Me detengo a meditar en lo terrible que puede llegar a ser el no apartarse del humano extravío y dirijo mi mirada a diversos tipos de mujeres que, desgraciadamente, sin entender su valor de hijas de Dios y la grandeza de su dignidad, se contentan con ser tenidas como provocativos objetos sexuales que buscan atrapar a como de lugar al dinero y al placer como diosecillos que llenan sus aspiraciones. Dirijo también mi mente, al orar, a contemplar esas marchas, incluso inhumanas, que se hacen este día por mujeres que han sacado a Dios de sus vidas, de sus corazones y de sus conciencias y que no han entendido su dignidad ante Dios y ante la humanidad lanzándose, en unos actos aberrantes, a destruir cuanto encuentran a su paso, hasta llegar a los palacios de gobierno de municipios, estados y naciones, para exigir derechos que van mucho más allá de lo que intrínsecamente deben tener no solamente las mujeres sino sobre todo ser humano. Veo, junto a esto, por otra parte y con dolor, a tantas mujeres que ciertamente sufren, y muchísimo, por pérdidas, por duelos, por abusos de hombres que tampoco han entendido su misión en el mundo y se han quedado atrapados en el extravío humano. En contraste con esas actitudes que se quedan atrapadas en el extravío humano, esta el papel de la mujer en la Iglesia, que es interpretado a la luz de una antropología integral y honda y de un feminismo que va a sus raíces. La importancia de un verdadero feminismo cristiano es tal que se hacen todos los esfuerzos posibles y necesarios por presentar los principios en los que se basa su dignidad. Es claro el magisterio reiterado de Juan Pablo II, Benedicto XVI y de Francisco desde una antropología integral que destaca su papel específico, grandioso e insustituible en relación con la humanidad, su igualdad en cuanto naturaleza y dignidad respecto del hombre, su diferencia con el varón y su complementariedad, sus derechos inalienables que le corresponden en su igualdad, su significado original e insustituible en la vida del hombre como madre y como educadora. Veo, junto a esto y en contraste, a tantas mujeres que ciertamente sufren, y muchísimo, por pérdidas, por duelos, por abusos de hombres que tampoco han entendido su misión en el mundo y se han quedado atrapados en el extravío humano. 

Hoy les invito a orar por un abierto reconocimiento de la dignidad personal de la mujer y en cuanto mujer con toda su femineidad, personificada radicalmente en María, la Madre de Dios y Madre nuestra. Creo que este reconocimiento, que no se queda atorado en el extravío humano, es el primer paso a realizar con toda la fuerza y sin ninguna limitación para promover la plena participación tanto en la vida eclesial como en la social y pública. Las mujeres participan en la vida de la Iglesia de una manera maravillosa. Yo mismo puedo dar testimonio de ello, pues formo parte de un instituto misionero fundado por una mujer extraordinaria, la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento; en una de mis tareas encomendadas al poner mi granito de arena para las causas de los santos, tengo como jefe, una mujer; mi asistente, que es una persona maravillosa y de una entrega apasionante a su trabajo, es una mujer y por si fuera poco, la inmensa mayoría de los miembros de nuestra Familia Inesiana, son mujeres, todas admirables y alegres, guiadas por la sonrisa perenne de la madre Martha. Por otra parte, en la vida parroquial, en las consultas y en la elaboración de decisiones, tanto en el consejo de pastoral, como en el de asuntos económicos, está la mujer presente con los mismos derechos del hombre. Hoy pido que las mujeres, las que tengo de cerca —tan cerca como mi madre, esa valiosa mujer que vale oro— como todas las demás, no dejen de mirar a María para conservar el candor, la humildad, la alegría, la fortaleza, la serenidad, la maternidad, la belleza interior, la escucha y tantas cosas más que tanto necesitamos los hombres. ¡Bendecido viernes y felicidades a todas las mujeres en su día!

Padre Alfredo.

miércoles, 28 de febrero de 2024

«El cristiano y los bienes materiales»... Un pequeño pensamiento para hoy


Los bienes materiales de este mundo no son malos en sí mismos, pues nos han sido proporcionados por Dios que es nuestro Creador. Y, siendo esto así, debemos entender que Dios es el Dueño, y nosotros somos solamente «administradores» de esos bienes que le pertenecen a Dios. En este mundo —está más que claro— que todos vamos de paso, no solamente quienes en la vida religiosa hemos hecho un voto o una promesa de vivir en pobreza. De allí que cuando seamos juzgados se nos tomará en cuenta cómo hemos administrado esos bienes que Dios nos ha encomendado y cuya cantidad varia muy significativamente en los millones y millones de creyentes que somos. (cf. Lc. 16, 2)

La Oración Colecta de hoy pide a Dios que nos ayude en nuestras necesidades temporales para que la preocupación por ello no nos impida trabajar en la búsqueda de los bienes eternos. A la luz de esto, como en otras ocasiones, y más ahorita que estoy en un clima de Ejercicios Espirituales, me vienen unas preguntas que conviene hacernos: ¿Cómo vivimos los hombres y mujeres de hoy? ¿Seguimos las advertencias de Cristo con relación a los bienes materiales? ¿O ponemos todo nuestro empeño en buscar dinero para hacernos de cosas y más cosas materiales consiguiendo todo el que se nos antoje, para acumular y acumular? Y ... ¿para qué sirve esa actitud, si al llegar al mundo no trajimos nada, y cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada? (cf. 1 Tim. 6, 7).

Los bienes materiales han sido puestos en nuestras manos por Dios para que seamos buenos administradores. Y eso significa que con ello debemos satisfacer nuestras propias necesidades y las de nuestra familia, pero también debemos satisfacer las necesidades de aquéllos que tienen menos que nosotros. Y la Cuaresma nos ofrece esa oportunidad con la dimensión de la «limosna». Contemplando a María santísima, siempre generosa, busquemos no sólo compartir de lo que nos sobra, sino a veces también de lo que nos es necesario para aprovechar esta práctica cuaresmal. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 27 de febrero de 2024

«Dios cuida a su Iglesia»... Un pequeño pensamiento para hoy


La Oración Colecta de la Misa de hoy se inicia pidiendo al Señor que, con su constante benevolencia cuide a su Iglesia, porque, sin su ayuda, prevalecería nuestra fragilidad humana y claro está que ya sabemos lo que pudiera pasar. Porque sin Dios y su asistencia, todo se torna color gris, todo es confuso, todo va hacia el caos. ¡Cuánto tenemos que pedir al Señor que no abandone nunca la promesa que hizo de estar asistiéndonos en la tierra «hasta que se clausuren los siglos y comience la eternidad», como decía la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, que tanto amó a la Iglesia!

En la presencia y en el ministerio de los obispos, sacerdotes y diáconos Dios cuida de una manera muy singular y comprometida a su Iglesia, madre y maestra de la humanidad. Y realmente a través de estos hombres elegidos por el Señor y consagrados con el sacramento del Orden, la Iglesia queda, visiblemente, bajo el cuidado de Dios. La Iglesia a través de sus ministros consagrados no nos deja a nuestras solas fuerzas humanas, que son siempre frágiles. Ella nos engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo; vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en todo el transcurso de nuestra vida y envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte.

Por eso es bueno que, nosotros, como pastores, hagamos un alto en diario caminar y nos retiremos unos días en oración para reponer fuerzas y no desfallecer en esa delicada encomienda de cuidar la Iglesia. Oren por el grupo de 37 sacerdotes diocesanos y religiosos que guiados por el obispo auxiliar de Monterrey, fray César Garza Miranda, re-estrenemos este compromiso de amor. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 25 de febrero de 2024

«Transfigurarse»... Un pequeño pensamiento para hoy


Estamos en plenas fiestas de aniversario de la parroquia en la que ejerzo mi ministerio sacerdotal como párroco desde hace casi tres años y de la cual fui el primer párroco hace 23 años cuando el Emmo. Cardenal Adolfo Suárez Rivera (+) la creó. Anoche tuvimos la Misa solemne que, siguiendo laliturgia del domingo, presidió el Excmo. Sr. Obispo José Lizares Estrada, obispo auxiliar emérito de Monterrey y que resultó maravillosa. En la homilía, con el arte que le caracteriza en la predicación, monseñor Lizares nos fue llevando a profundizar en la escucha de Cristo que nos habla de la obediencia al Padre para hacer con alegría su voluntad.

En esta Misa, que es la de hoy y cuyo tema centra es la «Transfiguración», en cuya escena vemos nuestra redención, prometida y cumplida, y anticipamos nuestra gloria futura junto a Jesús, nuestro Señor y Salvador, la Oración Colecta, como de costumbre, se dirige al Padre Misericordioso que nos recuerda que debemos escuchar a su Hijo muy amado y a dejarnos alimentar por Él en la Palabra para purificar nuestra mirada interior alegrándonos en la contemplación de su gloria.

Y es que la «Transfiguración» es una pequeña muestra, un adelanto de lo que está por venir si cada uno se esfuerza por dar muerte en sí mismo a todo lo que no es Dios. Con su transfiguración, Jesús nos mostró la gloria que le estaba reservada a Él y a cuantos imitan su ejemplo, como María, como los santos, como tanta gente que, transfigurando sus vidas hace mucho bien. Que María santísima, siempre fiel a la escucha, nos ayude a aprovechar estos días de cuaresma y transfigurar nuestras vidas con Jesús. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

jueves, 15 de febrero de 2024

«La formación permanente en los sacerdotes»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace ocho días, en Roma, tuve la oportunidad de participar en la audiencia que el Santo Padre, el Papa Francisco, nos concedió a los participantes en el Congreso Internacional sobre la formación permanente de los sacerdotes con el tema: 

«“Reaviva el don de Dios que has recibido” (2 Tm 1,6). La belleza de ser discípulos hoy. Una formación única, integral, comunitaria y misionera». El Papa nos dio tres direcciones para renovar ese don: la alegría del Evangelio, la pertenencia al pueblo y la generatividad del servicio. Nos dijo que estamos llamados a hacer resonar el anuncio gozoso del Evangelio de la alegría en el mundo, testimoniándolo con nuestra vida, para que todos descubran la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado (cf. Evangelii gaudium, 36). Recordemos lo que decía san Pablo VI: sean testigos antes que maestros (cf. Evangelii nuntiandi, 41), testigos del amor de Dios, que es lo único que importa. 

En la formación permanente, nos recordó el Santo Padre, no debemos olvidar que somos siempre discípulos en camino y que esto constituye, en todo momento, lo más hermoso que nos haya sucedido, por gracia de Dios. El ser discípulo del Señor, nos recalcó el Papa, no es un disfraz religioso, sino que es una forma de vida, y por tanto requiere que cuidemos nuestra humanidad. El contrario de esto es el sacerdote «mundano», expresó, porque cuando la mundanidad entra en el corazón del sacerdote se arruina todo. Hacen falta sacerdotes plenamente humanos, que sean capaces de jugar con los niños y de acariciar a los ancianos, capaces de buenas relaciones, maduros para afrontar los retos del ministerio, para que el consuelo del Evangelio llegue al pueblo de Dios a través de su humanidad transformada por el Espíritu de Jesús. ¡Un sacerdote agrio, un sacerdote que tiene el corazón amargado es un «solterón»! exclamó.

La Oración Colecta de la Misa de hoy, me ha hecho ir a ese jueves pasado y revivir ese encuentro con el Vicario de Cristo en la tierra. Es que esta oración pide al Señor que inspire, con su gracia, todas nuestras acciones y las acompañe con su ayuda para que todas nuestras obras tengan en Él su principio y lleguen, por Él a buen término. ¿Qué quiere decir esto para mí como sacerdote?... Que mi vida, bajo el cuidado de María Santísima, no sea la vida de un «solterón» como dijo el Papa, sino la vida de un discípulo–misionero que ha sido llamado a ser sacerdote para vivir la alegría del Evangelio e impregnar de esta felicidad, de este gozo, de este júbilo al mundo entero. Oro al amanecer de este nuevo día y me quedo con esas tres palabras clave del Santo Padre: «La alegría del Evangelio que es la base de nuestra vida, la pertenencia a un pueblo que nos custodia y sostiene al santo pueblo fiel de Dios, y la generatividad del servicio que nos hace padres y pastores». ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

sábado, 27 de enero de 2024

«Nuestra agenda y la agenda de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ya casi se nos va el primer mes del año y muchas de nuestras agendas ya están plagadas de compromisos y cosas que hacer en este año que hemos iniciado en el nombre de Dios. Frente a nosotros se presentan diferentes acontecimientos en los que se conjugan muchas cosas seguramente. Yo, por cierto, no me acostumbro aún al uso de las agendas electrónicas y sigo llenando de post-it de colores las hojas de cada día. No podemos olvidar que el gran protagonista, en estas nuestras agendas, es Dios, porque el tiempo es suyo. Dios tiene el control de todas las situaciones que atravesamos, pero es necesario que aprendamos a vivir a la sorpresa de Dios que suele incluso a veces cambiar nuestras agendas.

He empezado así la reflexión de hoy porque la Oración Colecta de la Misa de este día pide que «por la intercesión de la siempre Virgen María el Señor nos libre de las tristezas de esta vida» y eso se logra, entre otras cosas, cuando con docilidad, entendemos que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta y aprendemos a descansar en Él confiando en que es Él quien lleva el control de nuestras vidas. Cada situación que afrontamos en el día a día, cada compromiso que hacemos, cada tarea que programamos y que quedan anotados en nuestra agenda, lleva implícita la bondad de Dios, debemos simplemente esperar a que Él actúe y haga conforme a su voluntad en nuestra agenda lo que Él sabe que es lo mejor.

Dios siempre tiene un plan para nosotros y ese plan algunas veces sí y otras no, se ajusta a nuestra agenda. Hay que recordar que Él no obra al azar ni experimenta con nuestras vidas, todos sus caminos son perfectos e inescrutables, para llevarnos hacia un fin y un destino favorable en la vivencia de cada día. Llevemos con atención nuestras agendas en un clima en el que no quepa la tristeza cuando los planes del día, de la semana, del mes, no salgan como lo planeamos, porque sabemos que Dios, muchas veces, tiene para nosotros algo mejor que nos hará crecer en la fe, en el servicio, en la alegría... ¡Él sabe en qué! Aprendamos a movernos en la agenda de Dios con el auxilio de María. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

domingo, 21 de enero de 2024

«Agradar a Dios y abundar en obras buenas»... Un pequeño pensamiento para hoy


En el marco de la Semana de la Unidad en Cristo, se celebra hoy el «Domingo de la Palabra». Este domingo, instituido por el Papa Francisco en 2019 con la Carta Apostólica «Aperuit Illis» en forma de «Motu proprio», se celebra el III domingo del Tiempo Ordinario de cada año para recordarnos la importancia y el valor de la Sagrada Escritura para la vida de todo cristiano dedicado a la «celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios». (Aperuit Illis 3). Este domingo se convierte, así, en una invitación a redescubrir la Palabra buscando que crezca en el corazón de los creyentes, para su evangelización.

La vida de todo discípulo–misionero de Cristo se desarrolla en todo tiempo y lugar junto a la Sagrada Escritura, unidos con Aquel que no cesa de darnos su Palabra y nos comparte su pan, en la comunidad de los creyentes. Esta relación, este diálogo constante de Dios con su pueblo nos enriquece y nos enseña a dar testimonio de su tesoro, anunciándolo por todo el mundo. Se celebra este domingo, como digo, en el contexto de la Semana de Oración por la Unidad en Cristo porque la Palabra nos brinda la oportunidad de unirnos a todos aquellos que compartimos la Sagrada Escritura poniendo a Cristo como centro de la historia y como centro de nuestras vidas.

La Oración Colecta de este día nos invita a dirigir nuestros pasos bajo el designio de Dios para agradarle en todo y abundar en toda clase de obras buenas. En su homilía para este domingo, el Papa Francisco destaca esto y afirma: «La Palabra nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás. Nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás, ese es su dinamismo. No nos deja encerrados en nosotros mismos, sino que dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados». Dirijamos nuestra mirada a María, la Mujer que supo escuchar la Palabra para ponerla en práctica y pidámosle que interceda por nosotros para hacer lo mismo. ¡Bendecido Domingo de la Palabra!

Padre Alfredo.

jueves, 18 de enero de 2024

«Ama al Señor tu Dios... y ama a tu prójimo como a ti mismo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy iniciamos en toda la Iglesia, junto con las demás denominaciones cristianas la «Semana de la Unidad de los Cristianos» con el lema hasta el jueves 25 de enero bajo el título «Ama al Señor tu Dios... y ama a tu prójimo como a ti mismo». Esta semana termina el día 25 cuando se celebra la conversión de San Pablo. La idea de este lema es invitarnos a ver cómo las realidades existenciales de la vida, con divisiones, egoísmos y sufrimientos, a menudo nos alejan de la búsqueda de Dios y del amor al prójimo. Nuestra búsqueda de la vida eterna, como cristianos, nos acerca a Jesús, y al hacerlo nos acerca unos a otros, fortaleciendo nuestra cercanía en el camino hacia la unidad de los cristianos. Esta semana, en concreto en este año, es una invitación a la amistad y a la colaboración con los cristianos de todas las Iglesias, orando por el día en que todos podamos estar juntos en la mesa del Señor.

La Oración Colecta de hoy, tomada e la Misa por la Unidad de los Cristianos A, nos invita a pedirle al Señor que a todos los que estamos consagrados por un único bautismo, nos una también la integridad de la fe y nos asocie el vínculo de la caridad. Reflexionando en esto me pongo a imaginar lo hermoso y valioso que sería si todos los cristianos nos ponemos las pilas para ser «gente buena» que ame a Dios y al prójimo como Cristo lo pensó.

Hay mucho que hacer para alcanzar esta unidad, todos lo sabemos, pero nada se logra si no se intenta. Creo que esta semana es una muy buena oportunidad de echarle una llamadita o enviar un WhatsApp a nuestros parientes o amigos que formen parte de alguna otra denominación cristiana fuera de la Iglesia Católica. María nos precede siempre en la caridad, ella vio que faltaba el vino y ahora nos está faltando el vino de la unidad. Que nos ayude a alcanzarla. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 17 de enero de 2024

«San Antonio Abad y el desierto»... Un pequeño pensamiento para hoy


Con el estilo de vida que san Antonio abad eligió, inaugura una forma de búsqueda religiosa que sigue hoy siendo de mucha actualidad y que hace que todos los hombres y mujeres de fe entendamos lo que, en el leguaje espiritual, quiere decir la palabra «desierto». Es que san Antonio, como nos recuerda la oración colecta del día de hoy, en el que se le celebra, sirvió al Señor en el desierto, con una vida admirable. Él, dejando todo lo del mundo, se fue al desierto para buscar a Dios y con su testimonio de vida y su servicio, fue atrayendo tras de sí a una multitud de seguidores que lo dejaban todo para dedicarse a la oración y con ello alcanzar la transformación de la propia vida y la de quienes se acercaran a ellos.

Al ver la palabra «desierto» en esta oración colecta de hoy, pienso en lo que para nosotros, en nuestro tiempo y en nuestra condición de discípulos–misioneros de Cristo, con el testimonio de san Antonio, el desierto significa. La palabra en hebreo para designar el desierto es: «Midbar». Viene de la raíz hebrea: «Dabar», que significa: «hablar», y «palabra». El desierto, desde siempre, se ha visto como el lugar donde Dios habla. Como se trata de un lugar desolado, donde no hay nada, se convierte, por eso, en un lugar ideal para oír la voz de Dios, pues no hay distractores. Hoy todos sabemos de la riqueza que deja a nuestras vidas la participación en un retiro o en un espacio de ejercicios espirituales. Y eso es porque como san Antonio, hacemos a un lado todo lo que está de más, todo lo que estorba y buscamos solo a Dios para llenarnos de Él y darlo a los demás. 

La mejor forma de ir al desierto es voluntariamente, como lo hizo san Antonio. Si buscamos a Dios en ayuno y oración, en unas horas o días de silencio, apartándonos del ruido del mundo, podremos escuchar la voz de Dios, y recibir su dirección y revelación. Esto fue lo que hizo Jesús durante 40 días, cuando fue al desierto para prepararse para comenzar su ministerio. También Juan el Bautista llevó una vida apartada en el desierto, y desde allí preparó el camino al Mesías. San Antonio pensó en todo esto y por eso decidió vender 80 hectáreas que había recibido en herencia e invertirlo en lo necesario para irse al desierto. ¿Cuánto destinas tú para algún retiro o un tiempo de ejercicios espirituales? Vamos empezando el año, es buen momento para buscar opciones y planear algo que te va a ayudar para siempre. Que María, la mujer que guardaba todo en el corazón para meditarlo, nos ayude. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

lunes, 15 de enero de 2024

«¡Tantos días sin escribir!»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Qué barbaridad! Nunca como ahora había dejado pasar tantos días seguidos sin escribir. Pero, ¿qué se puede hacer cuando el trabajo excesivo desborda el quehacer de un padrecito tan desorganizado como el padre Alfredo? La verdad es que los días se me escurren como agua desde las 4:30 o 5:00 de la mañana en que abro los ojos para iniciar el día con el ejercicio espiritual y físico de rigor en la vida de todos los que queremos vivir para Cristo y servirle con alegría. Sé que el compartir mi «pequeño pensamiento» no es una cuestión de obligación, pues no tengo un contrato con nadie para escribir, pero me gusta participarles —a pesar de que, por poner el ejemplo del día de hoy, empecé estas líneas poco después de las 3:00 de la tarde y ahorita, casi a las 9:30 de la noche las retomo— lo que me viene como centro para la meditación del día... Che faciamo!... dirían los italianos. 

El día de hoy, desde temprana hora, la oración colecta de la Misa de este 15 de enero, me llevó a pensar en el don que he recibido con la gracia del sacramento del Orden Sacerdotal. La oración dice: «Señor y Dios nuestro, que para gobernar a tu pueblo te sirves del ministerio de los sacerdotes, concédeles perseverar en el cumplimiento de tu voluntad, para que, en su ministerio y en su vida, puedan buscar siempre tu gloria en Cristo». Hace casi 35 años recibí este regalo inmerecido de ser sacerdote para siempre y la verdad nunca pensé que viviría tantos años y menos tantas bendiciones que el Señor ha derramado en mi vida y, a través de ésta, lo que ha hecho en tantas y tantas almas. No terminaría de enumerar el cúmulo de detalles significativos a lo largo de todos estos años de ministerio y la alegría de tantos rostros que se han encontrado con Dios y consigo mismos al dejarse alcanzar por Cristo gracias al «sí» que libremente quise dar al Señor que me llamó.

Antes de que vaya a rezar para dormir y reparar fuerzas, quiero dirigir, junto con quienes lean esto, una mirada muy especial a María santísima, Madre de Cristo Sacerdote y madre nuestra, para rogarle que interceda por mí y me permita continuar cada segundo de mi vida en esa lucha por perseverar, como dice la oración, «en el cumplimiento de la voluntad de Dios», que se manifiesta siempre de forma sorpresiva en este ministerio sacerdotal que, en mi caso, se extiende por varias partes y en diversas encomiendas, todas ellas rebasando mis miserias pero que realizo con gusto y rogándole a Dios, que si es su voluntad, nunca me quite la sonrisa de los labios. Pidamos al Señor que nos siga dando muchos y muy santos sacerdotes. ¡Bendecida noche de lunes!

Padre Alfredo.

sábado, 6 de enero de 2024

«En la víspera de la Epifanía»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Qué rápido vamos empezando el año... ya se terminó la primera semana laboral! Mañana celebraremos la Epifanía del Señor (la fiesta de los Reyes Magos) y el lunes el Bautismo del Señor para cerrar así el ciclo de Navidad y entrar al Tiempo Ordinario hasta el miércoles 14 de febrero en que iniciemos la Cuaresma. Pero vamos, para nuestra reflexión, a la Oración Colecta de hoy, que nos invita a aspirar a compartir con Jesús en su Reino la gloria de su divinidad. Sabemos que mientras no resuene fuertemente en nuestro mundo el testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios, y no se manifieste el poder de su gracia en la santidad de sus discípulos–misioneros, la Iglesia aparecerá simplemente como una ONG más, sometida a los límites de frágiles estructuras sociales.

Cristo, además de ser verdadero hombre, es verdadero Dios, pero gran parte de la sociedad actual, niega que es verdadero Dios y reduce su persona a un fenómeno histórico, fácilmente calificado como alguien que da enseñanzas para vivir bien y nada más. El cristiano, en concreto el católico, ve más allá, y más adentro del misterio divino encarnado en el seno virginal de Santa María. Su mismo nombre «Emanuel» significa Dios con nosotros. En Cristo Dios se ha hecho uno de nosotros, libre de pecados y Redentor nuestro. El tiempo de Navidad debe llevarnos a no quedarnos solamente en la contemplación del Pequeño Niño de Belén, sino a mirarlo como Dios, un Dios que se ha hecho cercano. Cristo es el Hijo de Dios, es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Dios cercano, de la misma naturaleza del Padre y no una consoladora invención poética. 

No dudemos, ni permitamos que el mundo produzca un vaciamiento de nuestra fe religiosa al distraernos. Cristo es verdaderamente Dios. Fuera de Él todo se hunde en un tedioso e insoportable relativismo. Es decir: en la inseguridad del agnosticismo o en la soberbia negación del ateísmo. Navidad es el momento propicio para presentar en sociedad a Cristo, como la Verdad que necesita el mundo, y determinar cuáles son sus exigencias morales y éticas. Urge reconocer la divinidad de Cristo. El Demonio ha tapado los oídos de muchos de nuestros contemporáneos y las bocas de muchos creyentes. Pidamos en este día, vísperas de la solemnidad de la Epifanía del Señor, que en la Iglesia de México celebramos en domingo, que muy unidos a María santísima y a José, sepamos reconocer que Cristo, nacido para nuestra salvación, es verdadero hombre y verdadero Dios. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

lunes, 1 de enero de 2024

Lee aquí el mensaje del Papa Francisco para la Jornada de la Paz de 2024... «Inteligencia artificial y paz»


En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, Francisco, entre otras cosas subraya:  «Los notables progresos de las nuevas tecnologías de la información, especialmente en la esfera digital, presentan, por tanto, entusiasmantes oportunidades y graves riesgos, con serias implicaciones para la búsqueda de la justicia y de la armonía entre los pueblos». Para el Papa «la inteligencia artificial debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. Tal resultado positivo sólo será posible si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores humanos fundamentales como la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad».

Añade que «la dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías y servir como criterios indiscutibles para valorarlas antes de su uso, de modo que el progreso digital pueda realizarse en el respeto de la justicia y contribuir a la causa de la paz». Una realidad que trae desafíos éticos, educativos, laborales, en el derecho internacional o en la carrera armamentística. Por ello el Santo Padre espera «que el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana».

Mensaje completo haciendo click aquí