En la presencia y en el ministerio de los obispos, sacerdotes y diáconos Dios cuida de una manera muy singular y comprometida a su Iglesia, madre y maestra de la humanidad. Y realmente a través de estos hombres elegidos por el Señor y consagrados con el sacramento del Orden, la Iglesia queda, visiblemente, bajo el cuidado de Dios. La Iglesia a través de sus ministros consagrados no nos deja a nuestras solas fuerzas humanas, que son siempre frágiles. Ella nos engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo; vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en todo el transcurso de nuestra vida y envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte.
Por eso es bueno que, nosotros, como pastores, hagamos un alto en diario caminar y nos retiremos unos días en oración para reponer fuerzas y no desfallecer en esa delicada encomienda de cuidar la Iglesia. Oren por el grupo de 37 sacerdotes diocesanos y religiosos que guiados por el obispo auxiliar de Monterrey, fray César Garza Miranda, re-estrenemos este compromiso de amor. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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