lunes, 31 de enero de 2022

«Testimoniar a Cristo entre los de casa»... Un pequeño pensamiento para hoy


El seguimiento de Cristo es una cuestión que incumbe a todos los que formamos parte de la Iglesia, no es algo exclusivo para los sacerdotes o personas de la vida consagrada que lo dejan todo para ir tras de Jesús y sus amores. El Evangelio de hoy lunes (Mc 5,1-20) nos muestra un gran ejemplo de uno que es llamado por Cristo a seguirle entre los suyos, es decir, sin dejar su tierra ni los suyos, sino al contrario, quedándose con ellos. El caso que presenta el Evangelio es interesante. Se trata de un hombre que ha sido asediado por una legión de espíritus inmundos y que es exorcizado por Jesús. Ya libre de aquello, el hombre quiere dejar su vida y seguirle, pero Jesús le ordena: «Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo».

Sí, la tarea de la inmensa mayoría de los seguidores de Cristo no es dejar sus propios ambientes, sino permanecer en ellos con una nueva actitud, libre de toda clase de demonios que atan y destruyen a la persona. La tarea de este hombre que aparece en el Evangelio será la de testimoniar, entre los suyos, lo misericordioso que ha sido Dios con él, a pesar de que hubiera gente asustada a la que le interesaba más el comercio y la pérdida material de los demonios que se habían metido en la piara de cerdos. Esa gente había intuido que el mensaje, por muy liberador y benéfico que hubiera sido, los obligará a trastornar sus modos rutinarios de vida. Por eso, «empezaron a suplicar a Jesús que se fuera de aquella región». Por eso, el Evangelio no puede ser impuesto a nadie, por muy liberador que se presente, el Evangelio se ha de recibir con disposición y con la certeza de que como consecuencia habrá un cambio de vida radical.

Aquella gente no entendió que para Jesús conducir a un hombre a su dimensión humana y ser llamado a ser su testigo parece tener un valor mucho más alto que cualquier otra consideración, como es la económica. Esta es la paradoja del evangelio: Jesús viene a expulsar los demonios y Jesús es expulsado. La gente aquella no quiso comprometerse: temían perder más cerdos y prefirieron quedarse tranquilos en su egoísmo como mucha gente de hoy para quienes los intereses económicos o de cualquier otra índole, son mucho más importantes que los de la fe. La mayoría de quienes leen mi reflexión no son consagrados ni sacerdotes, sé que son personas llamadas por Jesús a seguirle desde sus casas, desde sus escuelas y lugares de trabajo, desde su vida familiar. Así que hay que pedirle a la Madre de Dios que interceda por nosotros para que quedándose con los nuestras, les anunciemos lo que el Señor ha hecho con nosotros. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 30 de enero de 2022

«El profeta Jeremías y la vocación»... Un pequeño pensamiento para hoy


A veces, viendo las lecturas de misa —y suele suceder con frecuencia más bien— tengo dificultades para saber por dónde ha de ir mi reflexión del día, ya que en este año litúrgico no he optado por el evangelio exclusivamente como el año pasado, o por los salmos como el anterior a ese o por el santo del día o la primera lectura y el salmo, sino que he tomado la opción de reflexionar sobre lo que más me llame la atención de la liturgia de la palabra del día y a veces hay varias escenas y frases que me enganchan. Este domingo la liturgia de la palabra nos ofrece un gran banquete, pero yo quiero quedarme con la primera lectura que nos narra la vocación del profeta Jeremías, cuya labor de profeta encomendada por Dios fue difícil y en tiempos difíciles, ya que fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y, principalmente, a los reyes Josías, Joacim —también llamado Joaquim—, Joaquín y Sedecías —también llamado Sedequías—, debido al castigo impuesto por Yahvé de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios.

Yo les invito, antes que nada, a ir a la Escritura o al misal —lo pueden encontrar en la aplicación «appostolica» en su celular— para ver el pasaje: Jer 1,4-5.17-19. Aquí se muestra la grandeza de Dios al tomar la iniciativa para llamar a un muchacho y encomendarle una gran misión. Primeramente de entrada podemos ver que Dios afirma conocer a Jeremías como una madre, le protege antes de nacer y le cuida desde el seno. Dios nos conoce porque teje nuestras entrañas desde el seno materno (Sal 139,13) y nos protege durante toda nuestra vida (Sal 139,5). Es Dios quien modela la sustancia, la existencia y el devenir. En seguida le dice que le tenía consagrado y le hace ver que todo en su vida estaba orientado en orden a una tarea concreta querida por el mismo Dios. Jeremías sabe ahora por Dios mismo que había sido consagrado para él desde siempre. Finalmente le dice que lo constituye en profeta de las naciones. Jeremías será profeta porque su forma de pensar, hablar y vivir revelará al pueblo las entrañas de Dios. Un Dios que le ha conocido y tejido desde el seno y que como un amigo le ha mostrado su intimidad consagrándolo, dándole una misión universal. A Jeremías le tocó vivir uno de los momentos más difíciles de su pueblo: la caída de Jerusalén y el destierro de Babilonia. Es un profeta de corazón abierto, que transparenta su grandeza y su tragedia. Es el hombre con sus miedos, sus dudas y sus debilidades. Pero con la firme confianza de que Dios puede sostener y dar sentido a una existencia como la suya, marcada por la incomprensión y el fracaso. Pero de Jeremías hay ciertas cosas que debemos aprender e imitar. 

En primer lugar, Jeremías es un hombre de fe que descubre su vocación la madura en la fe. Fe de receptividad y acogida. confianza y simplicidad con la necesidad de purificar y personalizar en la vivencia de una religiosidad del corazón (Jer. 31, 3- 6). Jeremías es un hombre de Dios, elegido por Dios. Ya no se pertenece. La vocación, nos enseña Jeremías, es don y en estado puro. Dios se fija en quien quiere como se fijó en nosotros para darnos la vocación cristiana. Jeremías, finalmente, es un hombre del pueblo, como nosotros, que vivimos la vocación en el seno de una comunidad. Descubre su vocación «político-social» y se entrega estableciendo la presencia del Señor en medio de las naciones. Habría mucho que más que decir de la vocación de Jeremías y de la nuestra, pero el espacio de mi reflexión no da para más porque me paso del límite que tengo para escribir cada día. Si sigo, esto sería larguísimo. Nos quedamos con esto y les invito a pedirle a María Santísima que interceda por nosotros para que tengamos también la conciencia de haber sido llamados desde el seno materno, como Jeremías, para hacer que Dios sea conocido y amado por todos. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 29 de enero de 2022

«Pureza de corazón»... Un pequeño pensamiento para hoy


Un trozo del salmo 50 (51 en la Biblia) sirve de salmo responsorial para la Misa del día de hoy. El estribillo es corto y dice: «Crea en mí, Señor, un corazón puro». Eso me ha hecho pensar en algo tan necesario en nuestros días y siempre como es la pureza de corazón y en esto quiero basar la reflexión para el día de hoy. En el sentido general de la Sagrada Escritura, la pureza indica un estado del corazón en el que hay una completa devoción a Dios. En este sentido podemos decir que la pureza es un estado del corazón completamente reservado a Dios, y libre de toda distracción mundana. Dice san Juan Pablo II que «la pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración».  (Juan Pablo II, 6-VII-03), a quien hasta el viento y el mar obedecen (ver Evangelio de hoy Mc 4,35-41).

Un corazón puro es un corazón capaz de mirar más allá de las fallas y descubrir el potencial de grandeza en la vida. «Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias» (Mt 15,19). Vivimos en un mundo en el que se cometen pecados graves y cada vez, por las tendencias de la moda y las diversas ideologías, lo anormal tiene a quererse aceptar como normal. Una persona con un corazón puro no está libre de las tentaciones porque vivimos en un mundo de tentación. ¡El adversario se encuentra entre nosotros! Sin embargo, un corazón puro no se relaciona con el entorno en que nos encontramos sino con la forma en que interpretamos ese entorno. Una persona con un corazón puro puede sentir pena, disgusto y rechazo, mientras que una persona mundana despertaría interés por un entorno moralmente dañado.

Tener un corazón puro es tener un solo propósito, esto es, tener como única meta hacer la voluntad de Dios para Su gloria (Cf. 1 Co. 10,31). Se tiene un corazón así para el reino de los cielos. Constantemente debemos preguntarnos: ¿Qué hay en mi corazón? ¿Qué o quién ocupa el primer lugar en mi corazón? Probablemente nos damos cuenta de que nuestro corazón puede ser muy complicado. Quizás ni seamos capaces de saber cuándo no somos de corazón puro. Entonces, ¿qué debemos hacer? En lugar de tratar de diagnosticar la condición de nuestro corazón, debemos acercarnos cada vez más a Dios y abrirnos a Él. Necesitamos que el Señor resplandezca sobre nosotros y nos hable sobre cualquier cosa en nuestro corazón que compita con Él por nuestro afecto. Digamos con el salmista y claro, acompañados de María, la Mujer del corazón más puro: «Crea en mí, Señor, un corazón puro». ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 28 de enero de 2022

«El Reino que Dios hace crecer en nosotros»... Un pequeño pensamiento para hoy


Si olvidamos el protagonismo de Jesús en nuestras vidas de creyentes y la fuerza intrínseca que tienen su Evangelio, sus Sacramentos y su Gracia, nos pueden pasar dos cosas: si nos va bien, pensamos que es mérito nuestro, y si nos va mal, nos hundimos. El Evangelio de hoy nos ilustra acerca de esto con dos parábolas muy sencillas: la semilla que crece sin saber cómo y el granito de mostaza (Mc 4,26-34).  El protagonista de nuestras vidas es Dios. El Reino crece desde dentro en nosotros, pero esto es por la energía del Espíritu, porque como dice san Pablo: «Es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). Nosotros lo que debemos hacer es colaborar con nuestra libertad haciéndonos disponibles como María que dijo: «He aquí la sierva del Señor» (Lc 1,38).

La primera de las dos parábolas de hoy nos habla de una semilla que después de ser sembrada, se desarrolla por sí misma, sin que el sembrador sepa cómo, sin que esté encima de ella. La otra parábola compara el Reino de Dios con una semillita de mostaza que, a pesar de su pequeñez, se convierte en un arbusto grande. A ambas parábolas las une una misma realidad: El Reino, la fuerza de Dios, que está más allá tanto de las habilidades del evangelizador como de la debilidad de los evangelizados. Es el mismo Dios quien se hace presente, superando la acción humana y la insignificancia de la semilla. El Reino, aunque se apoye en el ser humano, no recibe su fuerza de este mismo, sino de Dios.

Son, definitivamente, dos parábolas para acrecentar el optimismo en nosotros que nos sabemos amados y llamados por Dios. Para que el Reino de Dios se manifieste en nosotros lo que tenemos que hacer es dejarle crecer, no poner obstáculos a la gracia de Dios. Nuestra vida interior en un principio es como una pequeña semilla, posteriormente, dentro de nuestro corazón, crece tanto que llena todo el corazón. Es como el amor que da verdadera felicidad que va creciendo poco a poco y se hace más fuerte hasta que se mantiene en pie por sí solo gracias a los cuidados de quien ha sembrado la semilla. Por eso, dejémonos cuidar por el Señor como se dejó María y los santos. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 27 de enero de 2022

«Letanías a María, reina de la paz»...


Señor ten piedad, Señor ten piedad     

Cristo ten piedad, Cristo ten piedad

Señor ten piedad, Señor ten piedad

Cristo óyenos, Cristo óyenos

Cristo escúchanos, Cristo escúchanos


Dios Padre celestial, Ten piedad de nosotros

Dios Hijo Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros

Trinidad Santa, un solo Dios, Ten piedad de nosotros, que recibiste el saludo del Espíritu de paz.


Tú, que acogiste en tu seno el don de paz... Ruega por nosotros.

Tú, que engendraste al santo Hijo de la paz.

Tú, que secundas a Aquél que hace que por doquier reine la paz.

Tú, la llena de gracia, por quien todo se nos perdona.

Tú, que eres prenda de su eterna misericordia.

Para que los cautivos sean al fin liberados.

Para que los desterrados encuentren al fin su patria.

Para que los que sufren, encuentren la fortaleza.

Tú, la Bien-Amada de nuestro Creador.

Tú, la plenamente bendita de su creación.

Tú, la Abogada de nuestras causas.

Por la angustia de los hombres y mujeres.

Por los recién nacidos que duermen en su cuna.

Por los ancianos que desean morir en tu paz.

Tú, que eres la madre de los desamparados.

Tú, que sientes compasión ante los duros de corazón.

Tú, que eres la estrella que brilla en el cielo gris de los descarriados.

Tú, que eres la esposa del Dios vivo.

Tú, que eres la Madre del Dios resucitado.

Tú, que eres la Reina en el Reino del Dios lleno de Paz.


Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

Perdónanos, oh Señor.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

Óyenos, oh Señor.

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,

Ten piedad de nosotros.


Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios;

Para que seamos dignos de alcanzar

las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

«La oración espontánea»... Un pequeño pensamiento para hoy


Cuánto valor tiene la oración espontánea que brota de nuestro corazón, esa oración sencilla y profunda a la vez que sale de un corazón que se sabe agradecido y bendecido por Dios. Hoy la palabra de Dios, en la primera lectura (2 Sam 7,18-19.24-29) nos muestra una hermosa oración de David, llena de humildad y confianza que nos puede servir de base para nuestra oración personal que, para ser escuchada, debe tocar el corazón de Dios, es decir, debe ser una oración «de corazón a Corazón».

David muestra, en sus palabras, un profundo sentido religioso, dando gracias a Dios, reconociendo su iniciativa y pidiéndole que le siga bendiciendo a él y a su familia. Lo que quiere el rey es que todos hablen bien de Dios, que reconozcan la grandeza y la fidelidad de Dios: «que tu nombre sea siempre famoso y que la casa de David permanezca en tu presencia». A pesar de las miserias de David, él, que supo humillarse y pedir perdón, alcanza el favor de Dios que lo bendijo extendiendo sus promesas a sus descendientes. Es que Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón.

Cuando Dios ve nuestra oración, nos mira como un Padre amoroso, siempre dispuesto a escucharnos. Por eso estamos llamados a vivir vigilantes para no alejarnos de Dios. Manifestemos continuamente nuestro amor a Dios pidiéndole que nos fortalezca para permanecer fieles a su voluntad. Cuando Dios nos contempla dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, derrama su bendición sobre nosotros, nos llena de su Espíritu y nos contempla como a sus hijos amados, a quienes bendice con la más grande de las gracias que podemos esperar. Pidamos con María Santísima, sencillez de vida para orar así, desde lo profundo de nuestro corazón. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 26 de enero de 2022

«La parábola del sembrador y nuestro ser y quehacer»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy la liturgia de la palabra nos presenta en el evangelio una de las parábolas más conocidas de Nuestro Señor, que es la parábola del sembrador (Mc 4,1-20). En este texto de san Marcos, lo interesante es encontrar que es el mismo Jesús quien explica la parábola a sus amigos, los más cercanos que le solicitan esta explicación. Es una manera de darnos cuenta cómo instruía Jesús a sus apóstoles con cuestiones sencillas y de la vida ordinaria. Ellos aprenderán de lo que ven en su entorno... del sembrador, de las aves del cielo, de las ovejas, de las viñas, de las higueras, de la mesa, de la vela... en fin, una enseñanza al alcance de todos y ante la que no hay excusa para decir «no entiendo nada» o «eso no es para mí». Jesús está más que interesado en que los apóstoles capten la enseñanza de la parábola para que ese mensaje eche raíces en su corazón. Y el mismo Jesús, quiere que toda parábola penetre en nuestro corazón para que nosotros, como sus discípulos–misioneros, cooperemos a establecer el Reino de Dios con sencillez en nuestras acciones del día a día en todo tiempo y lugar.

Las parábolas son muy importantes, se arraigan en nuestra vida cotidiana porque están preñadas de hechos y cosas de la vida real. De este origen tan humilde es de donde se derivan las propiedades que caracterizan al lenguaje parabólico. Es un lenguaje que está sacado de la vida de cada día, aunque su finalidad es expresar algo que está más allá, algo más profundo. Pero al mismo tiempo es un lenguaje abierto a lo trascendente, capaz no ciertamente de expresarlo, pero sí de aludir a él, porque si es verdad que el Reino de Dios no se identifica con la realidad de nuestra historia, también es verdad que guarda una gran relación con ella. Finalmente es un lenguaje que obliga a pensar: no desarrolla todo el discurso, no es una perspectiva tranquilizante —como la del discurso que pretende definir una realidad, permitiéndonos dominarla—, sino que la parábola es simplemente un primer paso que nos invita a seguir adelante, es un discurso global, que deja intacto el misterio del Reino, pero señalando su impacto en nuestra existencia, el vínculo existente entre el Reino y la vida. De este modo la parábola hace pensar, inquieta y compromete, por eso los apóstoles y sus acompañantes piden a Jesús una explicación de esta parábola del sembrador.

La parábola llama la atención sobre el trabajo del sembrador —un trabajo abundante, sin medida, sin miedo a desperdiciar—, que parece de momento inútil, infructuoso, baldío; sin embargo —dice Jesús—, lo cierto es que alguna parte dará fruto, y un fruto abundante. Porque el fracaso es sólo aparente: en el Reino de Dios no hay trabajo inútil, no se desperdicia nada. De todas formas, haya o no haya éxito, haya o no haya desperdicio, el trabajo de la siembra no debe ser calculado, medido, precavido; sobre todo no hay que escoger terrenos ni echar la semilla en algunos sí y en otros no. El sembrador echa el grano sin distinciones y sin regateos; así es como actúa Cristo en su amor a los hombres y así es como ha de actuar la Iglesia en el mundo. ¿Cómo saber, a la hora de sembrar, qué terrenos darán fruto y qué terrenos se negarán? Nadie tiene que adelantarse al juicio de Dios. Así pues, la parábola llama la atención sobre la presencia del Reino que ha de llegar a todos. Es éste el primer aspecto que hay que comprender, importante sobre todo para la Iglesia predicante y para los discípulos–misioneros que somos nosotros. No tenemos que desanimarnos en nuestro trabajo de mensajeros ni tenemos que dejarnos llevar por los cálculos humanos. Con María, la Madre de Dios y Madre nuestra, seamos espléndidos al esparcir la semilla, que seguro algo caerá en tierra buena y dará mucho fruto. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 25 de enero de 2022

«La conversión del apóstol san Pablo»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy celebramos la conversión del apóstol san Pablo. Un hombre que desde que fue tocado por Jesús, cuando lo derrumbó en su camino a Damasco, de lo cual nos habla la primera lectura de la misa de hoy (Hch 9,1-22), no hizo otra cosa que vivir para Cristo. En el camino de Damasco sucedió para él lo que Jesús pide en el Evangelio de hoy (Mc 16,15-18): Saulo se convirtió porque, gracias a la luz divina, «creyó en el Evangelio». En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado y en abrirse a la iluminación de su gracia divina.

Dice san Bernardo hablando de esta fiesta: «Con razón, hermanos queridos, la conversión del “maestro de las naciones” (1Tm 2,7) es una fiesta que todos los pueblos celebran hoy con alegría. En efecto son numerosos los retoños que surgieron de esta raíz; una vez convertido, Pablo se hizo instrumento de la conversión para el mundo entero. En otro tiempo, cuando todavía vivía en la carne pero no según la carne (cf. Rm 8,5s), convirtió a muchos por su predicación; todavía hoy, mientras vive en Dios una vida más feliz, no deja de trabajar en la conversión de los hombres por su ejemplo, su oración y su doctrina». Y es que el testimonio de san Pablo sigue moviendo muchos corazones a convertirse a Cristo, a dejarse alcanzar por él y cambiar de vida. Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es ejemplar, paradigmática. Más se palpa en ella la acción divina que el esfuerzo humano; además, enseña las insospechadas consecuencias que trae consigo una mudanza radical, un cambio total de vida.

La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento y por eso se celebra cerrando la semana de oración por la unidad de los cristianos. San Pablo pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa de Cristo. Se entregará tanto a él que dirá que ya no es él quien vive, sino que es Cristo quien vive en él (Gal 2,20) y reconocerá que Cristo le amó y se entregó por él. Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión de su Hijo divino. Digámosle a María: Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 24 de enero de 2022

«Seguir a Jesús en serio»... Un pequeño pensamiento para hoy


La mayoría de los grandes sistemas de pensamiento, en todas las civilizaciones, han personificado el «mal»: El hombre se siente a veces «dominado» como por «espíritus». El hombre occidental moderno se cree totalmente liberado de estas representaciones; pero, nunca antes como hoy el hombre se ha sentido «dominado» por «fuerzas alienantes»: espíritu de poder, de egoísmo, de placer desmedido, de rivalidad, etc. Jesús ha puesto fin a este dominio; pero a condición de ¡que se le siga! Para participar en la victoria de Cristo sobre las «fuerzas que nos dominan» hay que ser dóciles al Espíritu Santo... Hay que reconocer el poder que actúa en Cristo y de eso nos habla el evangelio de hoy en la misa (Mc 3,22-30).

En esta escena, aparece una acusación de los letrados que vienen desde Jerusalén —los de la capital sentían que sabían mucho más— que decían: «tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». ¡Qué absurdo! Pero Jesús tarda apenas un momento en ridiculizar. ¿Cómo puede nadie luchar contra si mismo? ¿cómo puede ser uno endemoniado y a la vez exorcista, expulsador de demonios? Lo que está en juego es la lucha entre el espíritu del mal y el del bien. La victoria de Jesús, arrojando al demonio de los posesos, debe ser interpretada como la señal de que ya ha llegado el que va a triunfar del mal, el Mesías, el que es más fuerte que el malo. Pero sus enemigos no están dispuestos a reconocerlo. Por eso merecen el durísimo ataque de Jesús: lo que hacen es una blasfemia contra el Espíritu. No se les puede perdonar. Pecar contra el Espíritu significa negar lo que es evidente, negar la luz, taparse los ojos para no ver. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso, mientras les dure esta actitud obstinada y esta ceguera voluntaria, como a muchos incrédulos de nuestros tiempos ellos mismos se excluyen del perdón y del Reino.

Nosotros no somos, de ninguna manera, de los que niegan a Jesús, o le tildan de loco o de fanático o de aliado del demonio. Al contrario, no sólo creemos en él, sino que le seguimos y vamos celebrando sus sacramentos y meditando su Palabra que ilumina nuestras vidas. Nosotros sabemos que ha llegado el Reino y que Jesús es el más fuerte y nos ayuda en nuestra lucha contra el mal. Pero también podríamos preguntarnos si alguna vez nos obstinamos en no ver todo lo que tendríamos que ver, en el evangelio o en los signos de los tiempos que vivimos. No será por maldad o por ceguera voluntaria, pero sí puede ser por pereza o por un deseo casi instintivo de no comprometernos demasiado si llegamos a ver todo lo que Cristo nos está diciendo y pidiendo. Hay que ponernos en marcha siempre y pedir a María Santísima que nos ayude a fortalecer nuestra fe en su Hijo Jesús para serle siempre fieles. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 23 de enero de 2022

«Domingo de la Palabra de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este domingo se celebra el «Domingo de la Palabra de Dios». El papa Francisco instituyó esta Jornada el 30 de septiembre de 2019, con la firma de la Carta apostólica en forma de «Motu proprio» Aperuit illis, con el fin de dedicar un domingo completamente a la Palabra de Dios. Definitivamente este es un día en que sin duda todos podemos reflexionar en la función que la Palabra de Dios ha de cumplir en la vida de la Iglesia y en su misión específica. La Constitución Dei Verbum, del Concilio Vaticano II nos dice que «En los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la Palabra de Dios que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual.»

La palabra, es la buena Noticia de un anuncio jubiloso de vida. Vida, libertad, alegría, gracia, salvación... todo eso se conjuga en la Palabra de Dios que escuchamos con atención cada vez que participamos en la Santa Misa con lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, con lectura de salmos y del Evangelio. La misma Palabra de Dios nos dice: «Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien» (2 Tim 3,16-17). Y esto es así porque «la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4, 12). Así, hay infinidad de pasajes en la propia Biblia que explican o justifican la necesidad y la conveniencia de leer, estudiar y meditar la Sagrada Escritura, como por ejemplo, la hermosa y significativa Parábola del Sembrador (Mateo 13,1-9.18-23).

Hoy en la primera lectura de la Misa (Neh 8,2-4.5-6.8-10) encontramos algo que nos puede ayudar a reflexionar en nuestro amor a la Palabra de Dios. Nuestra reunión de los domingos, en la santa misa —y por supuesto también en la misa diaria— tiene el mismo ritmo que aquella antigua reunión de la que nos habla esa lectura. También nosotros «escuchamos» la lectura de la Palabra de Dios, también la «explicamos, y también «celebramos» después con alegría un banquete comunitario de acción de gracias. Así celebramos con María el «Domingo de la Palabra de Dios» agradecidos porque la Palabra de Dios es la luz que resuelve nuestras dudas, que afianza nuestras convicciones, que responde a nuestras preguntas y que refuerza nuestras inquietudes. Además, en el contexto de la semana de la unidad de los cristianos que celebramos del 18 al 25 de enero, la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad. ¡Bendecido Domingo de la Palabra de Dios!

Padre Alfredo.

sábado, 22 de enero de 2022

«¡No lo dejaban ni comer!»... Un pequeño pensamiento para hoy


Una de las características del evangelio es el hecho de que Jesús, al iniciar su predicación y conforme hacía curaciones y milagros, se veía rodeado de multitudes que, poco a poco, conforme Jesús iba marcando las exigencias del Reino de Dios que vino a instituir, se iban haciendo más pequeñas. Pero, en estos días, leyendo el evangelio de san Marcos en la misa diaria, nos situamos precisamente en esos momentos iniciales en los que las multitudes seguían a Jesús. Hoy Marcos nos presenta a Jesús que llega a una casa con sus discípulos y la gran cantidad de gente que hay no les deja ni comer (Mc 3,20-21).

Hoy los evangelizadores nos quejamos de repente de no tener tiempo de hacer tal o cual cosa y creemos que esto es una característica de nuestro siglo XX, pero no, Jesús vivió todo esto, esta sobrecarga, esta carrera contra el tiempo, cuando no se llega a todo lo que hay que hacer, cuando uno se siente hundido por el trabajo y las preocupaciones... ¡No lo dejaban ni comer! Para colmo, sus mismos familiares no comprenden a Jesús y dicen que «se ha vuelto loco», porque no se toma tiempo ni para comer. Pero para Jesús seguir el dictamen de la familia significaba abandonar la Causa del Reino. Y no siempre la familia es la que mejor comprende el proyecto de vivir la fe. ¡Cuánta gente sufre persecución de los suyos debido a la incomprensión de sus apostolados!

Ciertamente ni Jesús ni todo evangelizador que siga sus pasos tiene fácil las cosas. Las gentes le aplauden por interés. Los apóstoles le siguen pero no le comprenden en profundidad. Los enemigos le acechan continuamente y le interpretan todo mal. Ahora, su clan familiar —primos, allegados, vecinos— tampoco le entienden. Se cumple lo que dice Juan en el prólogo de su evangelio: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron». Algunos le aplaudieron mientras duró lo de multiplicar los panes. Pero luego se sumaron al coro de los que gritaban «crucifícale». Entre toda esa gente, no cabe duda que estuviera también su madre, María, la que, según san Lucas, «guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» y a la que ya desde el principio pudo alabar su prima Isabel: «dichosa tú, porque has creído». Que ella nos ayude para que nos entreguemos como Jesús y busquemos ser como él. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 21 de enero de 2022

«Llamó a los que quiso para estar con él y para enviarlos a predicar»... Un pequeño pensamiento para hoy


Siempre me ha gustado el texto evangélico que la liturgia pone para la misa de hoy (Mc 3,13-19), especialmente cuando dice: «Jesús... llamó a los que él quiso... Constituyó a doce para que se quedaran con él, para mandarlos a predicar». Yo creo que esto resume el ser y quehacer de cada uno de nosotros como discípulos–misioneros que somos del Señor. Es maravilloso, en primer lugar, ver que el Señor llama a quien él quiere... ¡por eso nos llamó a nosotros! No por nuestros méritos, ni por nuestras dotes y cualidades sinos simplemente porque él quiso. Es una elección gratuita. También a nosotros nos ha elegido gratuitamente para vivir la fe cristiana. Cada uno de nosotros somos invitados por el mismo Cristo a seguirle inmediatamente a partir del momento en que él nos llama, para que le podamos servir y ser su instrumento de amor y gracia para ser bendición a muchas personas que están lejos de él. Servir a los planes de Dios es el más poderoso llamado que un cristiano puede recibir para llevar muchas almas al conocimiento de la Palabra de Dios y a la vida eterna. Cristo nos ama y quiere entrar a nuestra vida (Rm 10,8-13).

Luego de reflexionar en esto conviene ver que nos llamó en primer lugar para estar con él, para que gocemos de su presencia, para que compartamos la vida con él. Nos llamó a vivir junto a él, a vivir en la intimidad con él, a pertenecer a su grupo, a reflexionar, a rezar, a trabajar con él. Jesús se hace encontradizo en nuestro camino llamándonos a estar con él para ir madurando en nuestra relación con él. Es crucial para todo cristiano el atractivo de estar con Jesús que cambia la vida. Si somos maduros en la fe, debemos estar en todo momento ante aquél que nos llama, aquél cuya presencia marcará toda una diferencia en nuestras vidas. Ahí es donde la llamada de Jesús a sus discípulos en el evangelio puede ser una ayuda especial para nosotros. Estar con Jesús es, sobre todo, vivir en un estado de oración permaneciendo con él todo el tiempo. Es decir, vivir en la presencia de Dios en todo tiempo y lugar construyendo la paz, sobre todo la paz interior haciéndose, como decía la beata María Inés Teresa: «una copia fiel de Jesús». 

Finalmente, Jesús llamó a los apóstoles para enviarlos a predicar. Igual sucede con nosotros, aún en este tiempo de pandemia en que el mundo es azotado por la Covid-19. Es Cristo quien nos envía. En la misión de anunciar el Evangelio, nos movemos porque Cristo nos ha llamado y respalda nuestro envío. La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia que nos ha llamado, como vemos en este trozo del Evangelio, primero a estar con él y después a enviarnos a predicar. La misión que realizamos no solamente es cosa de entusiasmo personal, sino que es algo que conscientemente hemos de hacer prolongando a Cristo. Que María Santísima nos ayude a ser muy conscientes de esta llamada que el Señor nos ha hecho. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 20 de enero de 2022

«Las multitudes siguiendo a Jesús»... Un pequeño pensamiento para hoy


No cabe duda que el evangelio nos muestra que la fama de Jesús se fue extiendo rápidamente. El evangelio de hoy (Mc 3,7-12) nos narra que a Jesús lo buscaba «una gran multitud» de Judea y de Jerusalén. Pero que también lo seguía gente de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, que si vemos en el mapa es un espacio bastante amplio para aquellos tiempos, tomando en cuenta que la comunicación no era lo ágil que es ahora. No cabe duda de que Jesús, con sus primeros seguidores, fue un gran misionero. La gente acudía a Jesús, dice san Marcos, al oír «lo que hacía». No dice que acudía a él al oír lo que decía, sino lo que hacía. Lo que hacía Jesús se hacía oír. Su práctica hacía ruido. Probablemente, también lo que decía corría de boca en boca, porque su palabra no era abstracta o inoperante, sino concreta, referida a la práctica y desencadenadora de praxis. Su decir, seguramente, también era una forma de hacer: su «práctica teórica». Decir y hacer, simultáneamente atrayendo a muchos a seguirle.

Por una parte, poniendo el pasaje en el contexto de los evangelios de estos días pasados, vemos que la actuación de Jesús ha estado llena de éxitos, porque él ha curado a los enfermos, liberado del maligno a los posesos, y además ha predicado como ninguno: aparece como el profeta y el liberador del mal y del dolor. Nada extraño lo que leemos hoy: «Todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo». Pero a la vez, no podemos olvidar que Jesús se ve rodeado de rencillas y controversias por parte de sus enemigos, los fariseos y los letrados, que más tarde acabarán con él. De momento Jesús quiere —aunque no lo consigue— que los favorecidos por sus curaciones no las pregonen demasiado, para evitar malas interpretaciones de su identidad mesiánica, pero la gente, como hemos visto en algunos casos, no se puede callar de lo maravillado que quedan.

Hoy Jesús sigue teniendo muchos seguidores. Basta ver las multitudes que se aglomeran en torno al Papa Francisco en el Vaticano o en sus viajes a diversas naciones. Pero, al igual que en aquel entonces, Jesús es perseguido y calumniado por gente que no quiere ver la acción de Dios. Él sigue hablándonos, comunicándonos su Buena Noticia, siempre viva y nueva, que ilumina nuestro camino. Se nos da él mismo como alimento para nuestra lucha contra el mal. Es maestro y médico y alimento para cada uno de nosotros, pero muchos no lo quieren ver así porque sus caminos son los de la mundanidad, los de la búsqueda del tener, el poder y el placer, que se extienden cada día más y mas. Que María nos sostenga para que seamos siempre del grupo que sigue al Señor y nos hagamos cada vez más discípulos–misioneros con él. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 19 de enero de 2022

«David y Goliat»... Un pequeño pensamiento para hoy


Yo creo que todos, o por lo menos la mayoría de nosotros, conocemos el relato bíblico de «David y Goliat» (1 Sam 17,32-33.37.40-51) que la liturgia de la palabra de la misa de hoy nos ofrece en la primera lectura. El relato dice que, en una ocasión, David fue enviado por su papá al campamento para llevar provisiones a sus tres hermanos mayores. Allí pudo escuchar el reto que hacía Goliat, quien ya llevaba cuarenta días ofreciéndose para un duelo, pero continuaba sin conseguir contrincante. Mientras todos los hombres huían ante la sombra del gigante, al pequeño David esas palabras airadas le sabían a blasfemia. Para el ardor juvenil no hay obstáculos imposibles. Es más, para quien ama a Dios no hay enemigo insuperable. Porque David no confiaba el éxito a sus músculos, que eran casi inexistentes comparados a los de Goliat, sino a la compañía y fidelidad indefectible de su Señor. Con esa confianza se presentó a Saúl, rey de Israel.

Debido a la relevancia del evento revistieron a David con la armadura del mismísimo rey, pero nadaba en ese forraje de metal. Con el casco no veía nada y no podía despegar la espada del suelo. Le faltaba masa para llenar un uniforme militar, pero le sobraba valentía temeraria: David salió al encuentro de Goliat como había venido. De camino tomó cinco piedras bien lisas del río, las puso en su morral y llevó su honda —hulera para algunos— ése fue su secreto. Al verlo Goliat se sintió ofendido, pero David, sin decir agua va, cogió una de sus piedras, la puso en su honda y ¡zaz!, la incrustó en la frente de Goliat. Se desplomó dando un grito, que cesó cuando David le separó la cabeza del tronco con su misma espada. Todo con una simple pedrada: pobreza en los medios, pero una gran confianza en Dios que es lo que cuenta.

Esta historia se contrapone a todas las nociones humanas recibidas y mantenidas de generación en generación respecto a la relación de fuerzas, al sentido del poder, del prestigio, de la fuerza, de la lucha. Pero como dice san Pablo a los corintios: «Dios ha escogido lo necio, lo débil, lo despreciable según el mundo para confundir y derribar lo fuerte» (1 Cor 1,27) y «la sabiduría de Dios es locura para la sabiduría de los hombres» (1 Cor 3,19). Esto es tan sorprendente que no queremos creerlo. La debilidad del muchacho David no era más que una pálida imagen de la debilidad de Jesús en la cruz, «sin espada, ni lanza, ni jabalina», ¡sin ningún poder humano! Para su gran combate, Jesús se presentó totalmente desarmado, desprovisto, desnudo, sin otra arma que su amor. Al pensar en esta escena de David venciendo a Goliat pidamos, por intercesión de María al Señor, la Fe en su victoria. «No teman, yo he vencido al mundo, y el Príncipe de las tinieblas no puede nada contra mí» (Jn 16,33). Mediante la oración, apliquemos esta Palabra de Dios a todas mis situaciones de debilidad: los propios pecados, los límites... las dificultades... las debilidades de la Iglesia, y avancemos «en nombre del Señor del universo». ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.


martes, 18 de enero de 2022

«El sábado, la Ley, el hombre»... Un pequeño pensamiento para hoy


La institución del sábado, entre los judíos, tenía como finalidad fundamental asegurar al hombre el tiempo de reposo necesario para la realización de la vida respetando que el séptimo día de la creación Dios descansó para enseñar al hombre el valor del descanso. Pero a menudo, por exageraciones, las prácticas religiosas se desvían de su finalidad originaria y mandan lo principal hacerse secundario. El reposo sabático no escapó a este peligro que amenaza a toda institucionalización religiosa. De eso nos habla el evangelio de la Misa de hoy (Mc 2,23-28) y nos ofrece un espacio para meditar en la visión que tenemos de la ley y qué lugar le damos al ser humano y a la calidad de su vida.

El hombre y los ritos son para Dios, pero jamás una ley, un rito, un tiempo de descanso, una tradición que libera del trabajo, pueden equipararse a la dignidad, discreción, libertad del ser humano. Cuando las cosas materiales o rituales mandan, el hombre se hace esclavo. Cuando quien manda es el hombre, a él corresponde dignificarlas, con la mirada puesta en Dios. Nosotros todos somos «hijos de Dios y obedientes» y «señores del sábado e instituciones» a gloria de Dios. Que pena que lo que había sido establecido para asegurar el mantenimiento y el crecimiento de la vida en contacto con Dios, fuente de la Vida, se fue convirtiendo en un absoluto para el pensamiento de los hombres que obstaculizaba y oscurecía el fin del que se había originado. Los fariseos, en esta escena, consideraban que la observancia del reposo sabático debía ser colocada por encima de la satisfacción del hambre y, por ello, criticaban a los discípulos que, desgranando las espigas de los campos que atravesaban, realizaban una acción «que no está permitida en día sábado», porque recoger espigas era una de las treinta y nueve cosas que estaban prohibidas hacer en sábado.

Jesús en su respuesta recurrió con sencillez, al ejemplo de David, que puso por encima del respeto a la sacralidad de los panes de la proposición —reservados con exclusividad para los sacerdotes—, la necesidad de dar respuesta a las carencias que él y sus compañeros experimentaban en el ámbito de la alimentación. También a nosotros, la acción de los discípulos y la respuesta de Jesús, nuevo David, nos debe de llevar a situar toda práctica religiosa en el marco de la defensa de la vida, primera obligación para con Dios que toda práctica religiosa debe atender si quiere recibir el sello de la legitimidad divina. Con María, vivamos toda ley anteponiendo a ella la vida del hombre. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 17 de enero de 2022

«Con las redes sociales en pandemia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy empezamos una nueva semana laboral y académica, aunque ya sabemos que para todos nosotros, como cristianos, la semana empieza el domingo, el día del Señor. Y la iniciamos con altos índices de contagios en el marco de la pandemia que estamos viviendo y que resurge una y otra vez con nuevas variantes. Con fe hemos de ver que Jesús sale a nuestro encuentro en esta compleja situación. Es triste lo que está pasando mundialmente, pero muestras de la acción divina podemos apreciarlo por ejemplo a través de la gente que nos cuida en el área de la salud, del aseo, de las personas que transportan alimentos y las que siguen trabajando porque no se puede vivir en perpetua cuarentena. En el espacio eclesial son muchos los religiosos, laicos, religiosas que están dando su vida y cuidando a los más necesitados, aunque parezca que es un cuento de nunca acabar.

En medio de todo esto Jesús nos llama a renovar nuestro ser, a no ser los mismos antes, que después de la pandemia, ni a ser los mismos que antes en plena pandemia. Un nuevo paradigma se nos ha abierto y por eso nos viene muy bien el evangelio de hoy (Mc 2,18-22) con el tema del vino viejo y del vino nuevo. Tenemos que pensar en ser vino nuevo, un vino rico y sabroso que tiene sabor a la nueva Evangelización. Un vino nuevo que en estos tiempos calamitosos se ha dado a beber a los sedientos en las redes sociales, por ejemplo. ¿Tienes WhatsApp? ¿Tienes Instagram? ¿Tienes Twitter o Facebook?... ¿Qué has hecho con ellos a favor de la evangelización?... ¿De qué hablas en tus redes? ¿Con qué alimentas tus contactos? ¿Cómo siembras esperanza en medio del caos?

Junto al vino nuevo están los odres nuevos. Los odres nuevos que son la mentalidad nueva, el corazón nuevo, el ardor nuevo de que todos conozcan y amen a Cristo. ¿Te has preguntado que harían los más grandes evangelizadores de otros tiempos aprovechando el tiempo de la pandemia?... ¿Cómo actuarían los santos y beatos del pasado si tuvieran las redes sociales a su alcance como las tenemos nosotros? Dios está con nosotros sufriendo, llorando, cuidando, investigando, trabajando, alentándonos y dándonos esperanza para ser vino nuevo y utilizar odres nuevos. Quizás pudieras hacer una lista de 5 o 10 cosas que pudieras hacer con las redes sociales en este tiempo de pandemia para sembrar el evangelio en los corazones de tus familiares y amigos... ¡Hay mucho que hacer! Que María Santísima nos ayude a hacer buen uso de los odres nuevos para ser vino nuevo que llene de esperanza en medio de esta adversidad. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 16 de enero de 2022

«En las bodas de Caná»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de san Juan nos pone como primer milagro de Jesús el realizado en las Bodas de Caná (Jn 2,1-11). Un texto que mucha gente —aunque no vayan a misa los domingos— conoce, porque se lee en muchas de las celebraciones de matrimonio en la Iglesia. Jesús comienza su vida pública en el interior de una fiesta familiar, en el seno de un hogar, pues en aquellos tiempos no había salones de fiesta. Las bodas se celebraban en los patios comunitarios y más si era en un pequeño poblado, pues así todos estaban invitados a estas fiestas que duraban alrededor de siete días. A la luz de este acontecimiento lo primero que podemos ver para nuestra reflexión, es que precisamente en el seno de nuestros hogares es donde Cristo continuamente se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte de nuestras familias, de nuestros festejos, de nuestros momentos alegres y también de nuestros momentos tristes. Le gusta meterse en los asuntos de familia.

El relato nos dice que a dicha boda asistió «la madre de Jesús» —Juan no menciona nunca el nombre de María— y que él, con sus discípulos también fue invitado. O sea que María también quiere estar siempre en las cosas de familia, y es más, es ella quien notó algo que en una boda de aquellos tiempos —como en la mayoría de las de hoy— era imprescindible... ¡faltaba el vino!... se estaba acabando. En la fiesta de bodas se entremezclaban los cantos, el baile, la comida y también el vino, que no era propiamente una bebida de placer como lo es ahora, sino un alimento, propio de aquellos tiempos. La gente en las casas bebía agua y vino para las comidas, como se sigue haciendo en algunos hogares de nuestros días. Las bodas eran, como es lógico, días de alegría y de júbilo. De pronto, a mitad de la fiesta, se acaba el vino. ¡Qué tragedia para aquellos jóvenes esposos! Esto sí que iba a ser un «trago amargo». María se dio cuenta de aquello, recurrió a Jesús y éste realizó así su primer milagro.

Así transcurre la presencia de Cristo y de María en la vida de las familias que les dejan entrar. Ninguno de los dos hace mucho ruido, pero están al tanto de todo. Donde está María allí está Jesús y donde está Jesús no puede faltar su madre que intercede por nosotros, como intercedió por aquellos novios, ante Jesús. María sabía que lo que Jesús quería de regalo para aquellos novios, era que fueran felices desde el inicio de su matrimonio y por eso con sencillez le hace ver a Jesús la carencia de aquello que en la fiesta de aquellos dos era esencial, aunque él en principio dijera que su hora no había llegado... pero llegó por la súplica de su madre. Por eso nosotros recurrimos a María, le pedimos que nos enseñe a querer en todo momento lo que Jesús quiere, a desear siempre lo que Jesús desea, y a hacer en todo, la voluntad de su Hijo Jesucristo, según la recomendación que dio: «Hagan lo que él les diga» y lo dejemos entrar con ella a nuestras vidas. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 15 de enero de 2022

«El Señor llama a quien él quiere»... Un pequeño pensamiento para hoy


Definitivamente que Jesús llama a quien él quiere para seguirle, prueba de ello somos muchos a quienes nos encontró en diversos campos de la vida y nos invitó a dejarlo todo para seguirle. Todavía me parece recordar mi tiempo de estudiante de administración de empresas y mi trabajo en la presidencia municipal de San Nicolás en el departamento de contraloría a mis 18 años cuando Cristo se hizo encontradizo en mi vida y formando parte del grupo misionero de Van-Clar me llamó en aquel año de 1980... ¡Cómo ha pasado el tiempo! Y es que empiezo mi reflexión con esto porque el evangelio de hoy nos habla de la vocación de san Mateo, aquel publicano que luego se convirtió en apóstol y evangelista (Mc 2,13-17).

Jesús no pasa de largo frente a nadie. Leví (Mateo), considerado impuro según la ley judía, es llamado por Jesús. Como no se siente ignorado, Leví acude ligero a la invitación. Inmediatamente se muestra a Jesús en el ambiente del que ha sido llamado. Aparece como invitado de Leví, en una comida, rodeado de simpatizantes con su proyecto, entre quienes había «muchos publicanos y pecadores». Los enemigos de Jesús no le pierden pisada a ninguna de sus actitudes, descalificando a todas las que no estén de acuerdo con la tradición y la ley. Pero el Señor es firme en las respuestas a sus detractores: los silencia sabiamente cuando sentencia sobre el por qué de su predilección por los pecadores para la iniciación de su misión. «Todos somos pecadores» repite con frecuencia el Papa Francisco. Jesús encuentra en Leví, un auténtico valor que es necesario para comenzar lo que él desea. Su propuesta es distinta a la de la oficialidad. Para sus acusadores es absurdo pensar que con la escoria de la sociedad, como eran considerados los publicanos, se pueda iniciar algo que tenga valores auténticos.

Jesús llama a Leví como a los cuatro primeros (Mc 1,16-21a). Los que estaban religiosa y socialmente marginados y excluidos de la alianza entran en el Reino de Dios lo mismo que los que proceden del judaísmo. El Señor muestra así el amor de Dios a todos los hombres y el gozo de llamar a seguirle a gente de todos los ambientes: todo individuo, de cualquier religión, creencia o catadura moral, que esté dispuesto a cambiar de vida, es apto para el Reino. La ruptura de Leví con su pasado de está expresada por la oposición entre «estaba sentado y se levantó». Él abandona su estilo de vida para seguir a Jesús como lo abandonamos muchos de nosotros instalados en la comodidad del mundo para seguirle. Que María Santísima nos ayude a ser fieles en nuestra respuesta al llamado del Señor. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 14 de enero de 2022

«Acercarse a Jesús con sencillez»... Un pequeño pensamiento para hoy

El caso del paralítico que meten por el techo para que Jesús lo cure, es un hecho conocido entre los milagros que el Señor hace y que hoy aparece en el evangelio (Mc 2,1-12). La Palabra de Dios nos dice que debido a sus enseñanzas profundas y sus milagros maravillosos, Jesús siempre atraía a multitudes de personas dondequiera que iba. En el evangelio de hoy, después de un viaje de predicación, Jesús regresa a «casa» —tal vez a descansar un poco—, pero tan pronto como la gente se entera, viene a buscarle. Ellos llenaron la casa tanto «que ya no había sitio frente a la puerta» (Mc 2,2). Entonces Jesús comenzó a enseñarles. Llegan con un paralítico que quería ser curado por Jesús, pero era imposible meterlo por la puerta, de manera que unos amigos del paralítico no se dieron por vencidos; ¡ellos también creían que Jesús podía sanar a su amigo! Los hombres se dieron cuenta que podían bajar la cama del paralítico por el techo hasta Jesús. Nos damos cuenta de cargar a un hombre hasta el techo de una casa y luego bajarle no es una tarea fácil, pero ellos lograron eso. Jesús vio la fe de estos cinco amigos, y sanó y perdonó al enfermo (Mc 2,5).

Es de admirar, ante todo, la fe y la amabilidad de estos amigos que echaron una mano al enfermo y le llevaron ante Jesús, sin desanimarse ante la dificultad de la empresa que, como dije, no era nada fácil. A esta fe responde la acogida de Jesús y su prontitud en curar al enfermo y también en perdonarle. El Señor le da al enfermo una doble salud: la corporal y la espiritual. Así aparece, por su misericordia, como el que cura el mal en su manifestación exterior y también en su raíz interior. A eso ha venido el Mesías: a perdonar. Cristo ataca el mal en sus propias raíces. La reacción de los presentes fue variada, como siempre. Unos quedaron atónitos y dieron gloria a Dios y otros no: así empezaban las contradicciones. Es la primera vez, en el evangelio de Marcos, que los letrados se oponen a Jesús. Se escandalizan de que alguien diga que puede perdonar los pecados, si no es Dios. Y como no pueden aceptar la divinidad de Jesús, en cierto modo es lógica su oposición. Así sigue habiendo gente que, hasta el día de hoy, no deja de molestar a los hombres y mujeres de fe, cuestionando lo que no vale la pena cuestionar.

¿Qué podemos sacar de todo esto? El mensaje que propone Jesús se escenifica en la curación del paralítico, que es figura de la humanidad «pecadora» que acude a «la casa de Israel» buscando su salvación en Jesús porque se sabe amado por él. El paralítico y sus portadores, que seguramente eran cuatro, representan dos aspectos de esa humanidad: los cuatro portadores hacen alusión a los cuatro puntos cardinales, —indicador de universalidad— representan su anhelo de salvación; el paralítico, incapaz de valerse por sí mismo, su situación prácticamente de muerte. La comunidad judía le impide al enfermo el acceso a Jesús, no deja paso, la casa está llena hasta la puerta. Pero el anhelo de salvación de los paganos es tan grande que los portadores no se arredran, rompen el cerco judío y meten al enfermo por el techo. Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sentirnos nosotros también amados por Dios y no cansarnos de buscarle. De saber que en su amor él no sólo nos perdona y nos comunica su vida y su Espíritu, sino que nos quiere en camino para hacer que a todos llegue su amor salvador, como a nosotros ha llegado. Que Dios nos conceda vivir, no orgullosamente, sino con la sencillez de quien se reconoce pecador y no dueño, sino siervo puesto a favor del Evangelio de Cristo. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 13 de enero de 2022

«¿Por qué busco yo a Jesús?»... Un pequeño pensamiento para hoy


Parece extraño encontrar en el evangelio, que la mayoría de las veces, cuando Jesús hace algún milagro, prohíbe que se divulgue tal acontecimiento. La perícopa del evangelio de la misa de hoy lo menciona (Mc 1,40-45). Luego de curar al leproso que le suplicaba que lo sanara, Jesús hace el milagro y le dice: «No se lo cuentes a nadie». Y es curioso, porque a primera vista parecería que Jesús está perdiendo la oportunidad de darse a conocer, pero, hay una razón de fondo en la que me gustaría que reflexionáramos hoy.

Jesús, quiere ser reconocido siempre como nuestro Redentor, no como un simple curandero, esa es la razón. Jesús se mostró poco a poco como Mesías porque no quería ser confundido como un curandero cualquiera. Los judíos se esperaban un Mesías poderoso; en cambio Jesús no quería ser solamente un hombre que resolvía los problemas de los demás. Porque Él era otra cosa, nuestro Salvador. Él no quería que sus milagros atrajeran demasiada atención porque podrían obstaculizar su ministerio. Esto es realmente lo que sucedió después de que Jesús sanó al leproso. Jesús le ordenó al leproso que fuera a mostrarse al sacerdote para su inspección. Esto fue importante porque, de esta manera, se podría obtener una prueba objetiva de su curación y el leproso sanado podría volver a entrar en la sociedad. Jesús también le ordenó severamente que se callara, pero el hombre sanado hizo lo contrario. Como resultado, Jesús ya no podía entrar abiertamente en una ciudad porque buscaban al curandero únicamente.

Ante esto podemos preguntarnos: ¿Por qué busco yo a Jesús? ¿Qué espero de él? ¿Quiero solamente cosas extraordinarias como los milagros o lo busco porque es mi Dios y mi Salvador? Si Jesús no desea que se hable de sus milagros es porque estos no son prodigios exteriores sino, más bien, verdaderos reencuentros entre él y las personas a las que les hace el milagro, como el leproso de hoy que debido a ese encuentro profundo no pudo callar. Busquemos siempre a Jesús para reencontrarnos con él como nuestro Salvador, pidámosle a María que interceda para que no vayamos tras un Dios milagrero, sino tras nuestro Dios que es Amor. ¡Bendecido Jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 12 de enero de 2022

«Escuchar al Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy quiero hacer una reflexión a la luz de la primera lectura de la Misa de este día. Estamos leyendo todos los días un trozo del primer libro de Samuel desde el lunes pasado. Y hoy aparece el llamado que Dios hace a Samuel y que él, en un inicio, no logra distinguir (1 Sam 3,1-10.19-20). Samuel escuchó la voz de Dios, pero no la reconoció hasta que fue instruido por Elí, porque ciertamente, no es nada fácil distinguir a la primera la voz de Dios y captar cuál es su voluntad. El sumo sacerdote Elí era de una edad avanzada cuando el futuro profeta Samuel fue a vivir y a servir con él en el templo. Y aunque se suponía que los hijos de Elí iban a tomar el sacerdocio cuando él muriera, estos no tenían ningún interés en servir a Dios. Menospreciaban las leyes y los rituales judíos y Elí no tenía la fuerza ni la voluntad de castigarlos por su maldad. (1 Sam 2,12-17). Como resultado de esto, Dios no pudo comunicarse con el corazón de Elí de la misma manera que lo hizo con los otros profetas, como lo hizo con Moisés. Dios estaba muy atento cuando el pequeño Samuel llegó al templo. La madre de Samuel había hecho una promesa de llevarlo al templo para que pudiera servir a Dios desde su niñez. Dios recordaba esto, y solo estaba esperando el momento correcto para hablar con Samuel, de una manera en la que no pudo con Elí y sus hijos.

Estando Samuel dormido, cerca de Elí, escuchó una voz que le llamaba y pensó que era Elí que algo necesitaba. Él estaba acostumbrado a obedecer, por eso se levantó inmediatamente las tres veces que fue llamado. Luego de la tercera vez Elí entendió que Dios estaba intentando llamar a Samuel, por eso le dijo que si la voz llamare de nuevo, dirá: «Habla, Señor; tu siervo te escucha». A la luz de este relato pienso en Samuel y en la respuesta tan simple que dio. También pienso en lo importante que es estar atento a Dios cuando trata de hablar con nosotros. En el tiempo de Samuel, los profetas o sacerdotes eran los mediadores entre Dios y los hombres, sin embargo, ahora Dios puede hablarnos directamente a través del Espíritu Santo y hay que estar atentos. Samuel, desde pequeño, desde que sucede este acontecimiento, estará siempre atento a escuchar al Señor. Siempre Samuel fue alguien completamente entregado a interpretar la voluntad de Dios para el pueblo. Toda su actividad, desde jovencito, no fue sino un esfuerzo por entender qué es lo que Dios quería, para hacérselo saber al pueblo e intentar que lo sintiese. 

En tiempos de Samuel, todos en Israel estaban llamados a ser conscientes de su unidad, de su dignidad y fraternidad. Sin embargo, sólo Samuel encarna esta conciencia de Israel ante Dios. Su misión es para todos; todos; todos se reconocen en él, se dan cuenta de que él cumple y llena de contenido la llamada fielmente, dejando al lado todo interés personal. La mayor alabanza que el pueblo le hace es que nunca se ha buscado a sí mismo, que siempre se ha escuchado a Dios y se ha entregado al bien de todos (Cf 1 Sam 12,1 ss). Todo esto nos debe animar a buscar la manera de estar atentos para escuchar la voz del Señor que nos llamará siempre para hacer el bien y para servir a todos en su nombre, para llevar a todos hacia Él. Estemos atentos a escuchar la voz del Señor que nos llama, sabiendo que escuchamos su voz cuando pasamos un tiempo de calidad diariamente en oración; cuando leemos, estudiamos y reflexionamos la Biblia, cuando participamos con fe y devoción en la celebración de la Eucaristía y cuando gozamos de momentos de adoración. Pidámosle a la santísima Virgen María que siempre estemos en condición de escuchar desde nuestra propia condición, ya que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 11 de enero de 2022

«La alegría cristiana»... Un pequeño pensamiento para hoy


La liturgia de la palabra de hoy pone como salmo responsorial un cántico del primer libro de Samuel en el capítulo 2 y nos hace repetir como estribillo: «Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador». Eso me da pie a tocar, el día de hoy para nuestra reflexión, el tema de la alegría y, aunque el texto es del Antiguo Testamento, yo quiero invitarles a pensar en la alegría cristiana, la alegría que tenemos o debemos tener todos los discípulos–misioneros de Cristo. Para nosotros, la alegría no es lo que el mundo llama alegría y que no es más que un «entretenerse» por un rato. Para nosotros la alegría no está sujeta a una vida fácil y sin dificultades o a cambios de circunstancias o estados de ánimo. Para nosotros la alegría es una profunda y constante actitud que nace de la fe en Cristo: «nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene» (1Jn 4,16). El mensaje cristiano que se nos ha transmitido tiene como finalidad entrar en comunión con Dios «para que nuestra alegría sea completa» (1Jn 1,4).

El Papa Francisco, hace algunos años, en concreto el lunes, 28 de mayo de 2018 indicó en la homilía de la Misa de aquel día, que la alegría «es la respiración, el modo de expresarse del cristiano» y nos ha dejado un documento maravilloso en el que habla de la alegría del Evangelio y que fue fechado el 24 de noviembre de 2013, en la solemnidad de Cristo Rey. A sus 85 años, el Papa aparece siempre lleno de esa alegría que nos debe caracterizar a todos y además contagia de su alegría y es esa alegría que sabe sacar del Evangelio diario que lee y medita con devoción. La transmisión del Evangelio es invitación a los hombres a entrar en la alegría de la comunión con Cristo: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Evangelii gaudium, n. 1).

Todos estamos necesitados de ver caras alegres a nuestro alrededor y todos podemos ser esas caras alegres que irradien el gozo del Evangelio a los demás. Yo creo que por eso, como expresa el Evangelio de hoy (Mc 1,21-28), la gente decía que Jesús enseñaba con autoridad, porque enseñaba con alegría lo que vivía con alegría. La alegría, al estilo de Cristo, está vinculada al descubrimiento del sentido de la propia vida en relación con el amor recibido de Dios, así como Jesús vivía sumergido en el amor de su Padre. A la luz de ese amor gratuito e indeficiente cada quien descubre su vocación eterna, el sentido y significado de su vida y en consecuencia, la alegría. Esta alegría puede ser compatible con la enfermedad, con las carencias, con los problemas y adversidades de la vida. Esta alegría no distrae de las ocupaciones ni desvía de los problemas, sino que convierte y dirige la mente hacia Dios, en cuyo amor uno encuentra sentido de vida y salvación. Esa es la alegría que hoy, recitando el salmo responsorial, podemos pedir por intercesión de María, que se acreciente en nuestros corazones. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 10 de enero de 2022

«Empezamos el Tiempo Ordinario en la liturgia»... Un pequeño pensamiento para hoy


Ayer terminamos el ciclo de Navidad y es tiempo de ir guardando todos los adornos y motivaciones que pusimos, junto al Nacimiento y al árbol de Navidad. Las casas poco a poco van volviendo a la normalidad, aunque algunos esperan y las dejan decoradas hasta el 2 de febrero en que se celebra la presentación del Señor, que es la última fiesta de la infancia de Cristo en el calendario anual. Pero es el día de hoy en que en la liturgia empieza el llamado «Tiempo Ordinario» en su primera parte, que corre desde hoy hasta el Miércoles de Ceniza en que se interrumpe para continuar con la Cuaresma, la Pascua y después volver a la segunda parte de este tiempo ordinario. Hoy es un buen día para guardar toda la decoración de Navidad. Me encontré por allí una oración para hacerla cuando se guardan las cosas de Navidad y la quiero compartir ahora con ustedes, aunque está también en mi blog:

«Señor Jesús, hoy hemos guardado todos nuestros adornos navideños. Estamos entrando en el Tiempo Ordinario, y nuestra casa se ve «ordinaria» de nuevo, también. Pero Señor, Tú sabes y nosotros sabemos que nuestra casa tiene un secreto. En el fondo, todas nuestras decoraciones navideñas todavía están aquí. La bendición de la Navidad está siempre con nosotros, mantenida en los lugares profundos y tranquilos de la casa. Y Señor, nuestras vidas también se volverán ordinarias, pero Tú sabes que cada uno de nosotros tiene la gracia del bautismo. La gracia que nos dio está siempre con nosotros, en los lugares profundos y tranquilos de nuestra alma. Que vivamos la gracia de la Navidad todos los días, aunque sin todos los adornos: que siempre demos generosamente, recibamos regalos con agradecimiento, recibamos a otros y estudiemos tu vida. Haz de nuestra casa un hogar con la Navidad en su centro, y de nuestras almas un hogar donde Jesús siempre mora. Amén.»

Entremos en el «Tiempo Ordinario» y escuchemos a Jesús, nuestro auténtico Maestro, a lo largo de todo el año, y sigámosle en su camino. Nuestro primer «evangelio de cabecera» en los días entre semana será Marcos. Es la escuela de Jesús, el Evangelizador verdadero. Somos invitados a «convertirnos», o sea, a ir aceptando en nuestras vidas la mentalidad de Jesús. Si creyéramos de veras, como los cuatro discípulos de los que nos habla el evangelio de hoy (Mc 1,14-20) ¿no tendría que cambiar más nuestro estilo de vida? ¿no se nos tendría que notar que hemos encontrado al Maestro auténtico que nació en la Navidad? Convertirse significa cambiar, abandonar un camino y seguir el que debe ser, el de Jesús. El evangelio de hoy, nos dice que esos cuatro hombres que fueron llamados por el Maestro «Lo dejaron todo y le siguieron». Ellos irán madurando su respuesta, pero ya desde ahora manifiestan una fe y una entrega muy meritorias. Pidamos a María Santísima que al iniciar este tiempo litúrgico lo hagamos con buena disposición. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 9 de enero de 2022

ORACIÓN PARA REZAR CUANDO SE GUARDAN LAS DECORACIONES DE NAVIDAD...


Señor Jesús, hoy hemos guardado todos nuestros adornos navideños.

Estamos entrando en el Tiempo Ordinario,

y nuestra casa se ve «ordinaria» de nuevo, también.

Pero Señor, Tú sabes y nosotros sabemos que nuestra casa tiene un secreto.

En el fondo, todas nuestras decoraciones navideñas todavía están aquí.

La bendición de la Navidad está siempre con nosotros,

mantenida en los lugares profundos y tranquilos de la casa.

Y Señor, nuestras vidas también se volverán ordinarias,

pero Tú sabes que cada uno de nosotros tiene la gracia del bautismo.

La gracia que nos dio está siempre con nosotros,

en los lugares profundos y tranquilos de nuestra alma.

Que vivamos la gracia de la Navidad todos los días, aunque sin todos los adornos:

que siempre demos generosamente,

recibamos regalos con agradecimiento,

recibamos a otros y estudiemos tu vida.

Haz de nuestra casa un hogar con la Navidad en su centro,

y de nuestras almas un hogar donde Jesús siempre mora.

Amén.

«El Bautismo del Señor»...


La proclamación navideña del nacimiento del Salvador ha impregnado todos los momentos de estos días, convencidos de que el inmenso amor de Dios por cada uno de nosotros es entrañable. Ha sido, podemos afirmarlo con precisión, un tiempo muy intenso. Fue preparado por las cuatro semanas del Adviento, y las fiestas han sido largas, con una amplia lectura, escucha y celebración festiva, todos estos días, de la Palabra de Dios. No sólo el sentimiento, la representación, los cantos y representaciones han llenado unas semanas, sino que el mismo ambiente «navideño» llenaba las casas, los comercios, los anuncios, las luces de las calles, la decoración de las casas. Hoy, con la fiesta del Bautismo del Señor, cerramos este ciclo litúrgico y regresamos litúrgicamente al tiempo ordinario.

El Bautismo del Señor (Lc 3,15-16.21-22), como fiesta solemne, viene a ser una presentación del Hijo Amado en el inicio de su vida del «anuncio del Reino de Dios». Cristo que desciende hasta el agua del Jordán, que ha venido hasta el profundo modo de ser y participar con el ser humano en toda su fragilidad, dolor y muerte. Es un misterio, un sacramento, ante el cual, Juan el Bautista entiende su indignidad de bautizar al Cordero de Dios, al que quita el pecado del mundo. La voz del Padre, la bajada del Espíritu Santo que desciende sobre él, a la manera como baja una paloma sobre la tierra hablan de una presencia entre nosotros del bien, del amor, de la Trinidad. Cristo es «el Hijo», el amado, predilecto del Padre, y toda su vida se alimentará de cumplir la voluntad del Padre, porque para eso ha venido a este mundo, para hacer la voluntad del Padre. Pero la voluntad del Padre es nuestra salvación. Cristo, que con bautismo comienza la vida pública, es el Siervo de Yahvé del que nos habla el profeta Isaías en la primera lectura de hoy (Is 40,1-5.9-11). Él ha sido llamado «para promover fielmente el derecho, para implantarlo en la tierra, para abrir los ojos a los ciegos y sacar a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas». 

También la vida de nosotros como cristianos comienza en el bautismo. En el bautismo el cristiano es hecho hijo de Dios y recibe ya la comunicación del Espíritu. La confirmación no es otra cosa que la confirmación del bautismo, un rito en el que de una manera más expresa se nos confiere el don del Espíritu. Por el bautismo y la confirmación, el cristiano es invitado por Dios a llevar el testimonio de su vida a la realidad del mundo de los hombres. El cristiano no es para el mundo fuerza de Dios si no promueve la justicia, la liberación de los oprimidos y la paz y si no hace todo esto en la debilidad de su servicio, si no se alimenta también como Cristo de la voluntad del Padre y si no ve en la voluntad del Padre el servicio al mundo de los hombres. No es con griteríos y con ostentación y poder como todo católico ha de vivir realmente en el mundo. No es clamando y «voceando por las calles o cascando la caña quebrada y apagando el pabilo vacilante...» El cristiano ha de ser como el siervo de Yahvé. El bautismo nos compromete para llevar el evangelio a la realidad de los hombres. Cerramos este tiempo de Navidad y con María nos disponemos a entrar en el tiempo ordinario, así, dando testimonio de Cristo, el Hijo amado del Padre. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 8 de enero de 2022


La «oración» es como el signo de nuestra «comunión» con Dios. Es el testimonio de que estamos en «unidad» íntima con él, de que «vivimos en conformidad con su voluntad» y estamos agradecidos de lo que vamos viviendo. Estos días, en la misa diaria, hemos estado leyendo la primera carta del apóstol y evangelista san Juan y hoy la liturgia nos presenta la última parte (1 Jn 5,14-21) que precisamente nos habla del valor tan grande que tiene la oración. Estamos cerrando prácticamente el ciclo de Navidad, que termina mañana con la fiesta del Bautismo del Señor y hemos podido palpar que ha sido un tiempo de oración. Un tiempo de oración personal y en familia reviviendo el gozo de tener al Salvador entre nosotros.

Ante todo, san Juan nos deja clara la convicción de que «si pedimos al Hijo de Dios algo según su voluntad, él nos escucha». Nuestra comunión de vida con Cristo Jesús nos llena de confianza ahora y ante el momento del juicio. Nuestra oración será escuchada. Esta confianza, nos doce san Juan, se extiende también al caso del pecado. Todos somos pecadores, pero «el engendrado de Dios», o sea, Cristo Jesús, «nos guarda» y nos da fuerza en nuestra lucha contra el mal. San Juan distingue los pecados que son de muerte y los que no llevan a la muerte. No es fácil de entender su sentido. Pero del conjunto de su carta se puede deducir que, como quiera que la meta del cristiano es la comunión de vida con Dios, todo aquello que impida esta meta es pecado que lleva a la muerte.

Por tanto, el pecado que consista en no estar en comunión con Dios, o en no creer en Jesús, que es el que nos da la vida, es un pecado de muerte. Por eso termina el pasaje y la carta con una advertencia sorprendente: «hijos míos, guárdense de los ídolos». La idolatría es adorar, no a Cristo Jesús, sino a otros dioses creados por nosotros y por el mundo. Si alguien no cree en Jesús, habrá seguramente de creer en los horóscopos o en las religiones orientales o en las sectas o en los varios mesías falsos que se atraviesan en el camino. Y sobre todo, se corre el peligro de elevar un altar al propio yo. Bien sabemos que el egoísmo es la idolatría más generalizada en nuestro mundo. Mañana terminaremos el tiempo de Navidad con la solemnidad del Bautismo del Señor, así que oremos a él con ayuda de María su Madre santísima, para que, en oración, perseveremos en nuestra fe. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 7 de enero de 2022

«Vivimos un tiempo difícil»... Un pequeño pensamiento para hoy


No dejamos de vivir un tiempo que es difícil en muchos sentidos. Hay muchos males que aquejan a nuestra humanidad, entre ellos esta pandemia que parece no terminar y contra la que se busca, la curación definitiva tan anhelada y que no llega. Hace algunos meses parecía que ya todo terminaba y se iba encaminando hacia la nueva normalidad y nada, llegó la variante ómicron y los contagios se han disparado. Hay ahorita nuevamente muchos contagios y con ello muchos que dan su vida en favor de los enfermos en los hospitales o en lugares donde hay que atender a quienes viven esta calamidad en condiciones infrahumanas. Alabamos el grado heroico de servicio en el amor de quienes se desvelan en favor de los que nada tienen y en cuyo testimonio se manifiesta el amor de Dios.

Tender la mano para tocar a los enfermos corporales y espirituales para ayudarles a salir de sus males y esclavitudes, sin miedo a lo que esto nos pudiera traer como consecuencia, es vivir nuestra fe con una auténtica lealtad a Aquel que, no sólo por llenarnos la boca de alimento, sino por librarnos de nuestra esclavitud al pecado, fue perseguido, calumniado y clavado en una cruz. La vida de muchas personas se ve llena de enfermedades y males, sucesos indeseados y problemas de todos los tipos, que nos podrían orillar a perder la confianza en el Maestro, Buen Pastor. Quizá alguna vez, hemos pensado que Él nos ha dejado, que ya no está con nosotros; pues sentimos que nuestra pequeña barca ha comenzado a naufragar en el mar de la vida debido a la enfermedad o a otra clase de problemas... y eso incluso ahora mismo, a pesar de estar todavía viviendo gozo interior que la Navidad, que no ha terminado y que nos está dejando vivir.

No podemos olvidar que el primero en probar el sufrimiento y la soledad fue Cristo mismo, mientras padecía su muerte en la cruz. Y así, nos quiso enseñar que Dios siempre sabe sacar bienes de males, pues por esa muerte ignominiosa, nos vino la Redención. La lección de confiar en Jesucristo y en su infinita bondad, no es esperar que nos quitará todos los sufrimientos de nuestras vidas. Sino que nos ayudará a saber llevarlos, para la purificación de nuestra alma, en beneficio de toda la Iglesia. A algunos dará la salud, como al leproso que hoy aparece en el evangelio (Lc 5,12-16) pero... ¿cuántos leprosos habría en aquel entonces que no fueron curados? Lo importante, es, que en la salud o la enfermedad, nos sintamos acompañados por Jesús, que vino a nacer de María entre nosotros para hacerse uno de los nuestros en todo, menos en el pecado y es un gozo saberse amados por él que nos regala la vida eterna. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 6 de enero de 2022

«El día de reyes»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy, tradicionalmente, se celebra aún litúrgicamente en muchas partes, la fiesta de los Reyes Magos. Es la celebración de la Epifanía del Señor que en algunas naciones, como en México, se traslada al domingo que esté entre el 2 y el 8 de enero y que sea más cercano al día 6, por eso aquí ya lo celebramos el domingo pasado. Pero, aunque litúrgicamente la fiesta se celebra siempre en domingo, es tradición en México que se festeje en las familias este día 6 de reyes y por eso mi reflexión de hoy gira en torno a esto. Entre otras cosas se tiene la tradicional rosca de reyes, que representa la corona de los Reyes Magos y su decoración, hecha con higos, ate y membrillo, representa las joyas que llevaban estos adornos reales y su significado es paz, amor y felicidad en una forma ovalada representando el amor de Dios que no tiene principio ni fin. En su interior esconde uno o varios niños que representan al niño Dios escondido para que no lo encuentre Herodes.

En muchos lugares son los Reyes Magos, que forman parte del espíritu de la Navidad, los que traen los regalos a los niños que, al amanecer de este día, corren al árbol de Navidad a ver qué dejaron los santos reyes. La ilusión y fantasía, sobre todo durante los años de la infancia, es totalmente fundamental. Todos los niños del mundo deberían poder llegar a la madurez albergando en su alma momentos de imborrable felicidad; aunque, por desgracia, todos sabemos que eso no es así. No todos los adultos pueden recordar con gozo el día de reyes. En el mundo hay lugares en donde, la infancia de millones de niños se desarrolla inmersa entre abismos de pobreza total, violencia y abominables confrontaciones. Hay niños que en este día ríen, y otros muchos que lloran. Por eso, en nuestro compromiso de discípulos–misioneros es un buen día para pedir por los niños más pobres y desamparados en el mundo.

Es bueno pedir también a los Reyes Magos que durante siglos se han guiado por la luz de una misma estrella, que quizá ha llegado la hora de cambiar y de buscar otras sendas que los conduzcan hacia otros confines, hacia otros pesebres ocultos y olvidados, en donde miles de niños pasan frío, hambre … y nadie se acuerda de ellos. Hay mucho por hacer; muchos caminos por andar; muchas manos por tender porque, como dice la primera lectura de la misa del día de hoy (1 Jn 4,19-5,4)  «Si alguno dice: “amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso». Por lo pronto, siguiendo con la tradición aquí en México, hoy hay que partir la rosca de reyes y ver si nos toca la bendición de que salga, en nuestro pedazo, el niñito Dios. Luego, en agradecimiento, el día de la candelaria, junto con todos los demás agraciados con el niño compartir tamales para todos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.