David muestra, en sus palabras, un profundo sentido religioso, dando gracias a Dios, reconociendo su iniciativa y pidiéndole que le siga bendiciendo a él y a su familia. Lo que quiere el rey es que todos hablen bien de Dios, que reconozcan la grandeza y la fidelidad de Dios: «que tu nombre sea siempre famoso y que la casa de David permanezca en tu presencia». A pesar de las miserias de David, él, que supo humillarse y pedir perdón, alcanza el favor de Dios que lo bendijo extendiendo sus promesas a sus descendientes. Es que Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón.
Cuando Dios ve nuestra oración, nos mira como un Padre amoroso, siempre dispuesto a escucharnos. Por eso estamos llamados a vivir vigilantes para no alejarnos de Dios. Manifestemos continuamente nuestro amor a Dios pidiéndole que nos fortalezca para permanecer fieles a su voluntad. Cuando Dios nos contempla dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, derrama su bendición sobre nosotros, nos llena de su Espíritu y nos contempla como a sus hijos amados, a quienes bendice con la más grande de las gracias que podemos esperar. Pidamos con María Santísima, sencillez de vida para orar así, desde lo profundo de nuestro corazón. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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