domingo, 30 de enero de 2022

«El profeta Jeremías y la vocación»... Un pequeño pensamiento para hoy


A veces, viendo las lecturas de misa —y suele suceder con frecuencia más bien— tengo dificultades para saber por dónde ha de ir mi reflexión del día, ya que en este año litúrgico no he optado por el evangelio exclusivamente como el año pasado, o por los salmos como el anterior a ese o por el santo del día o la primera lectura y el salmo, sino que he tomado la opción de reflexionar sobre lo que más me llame la atención de la liturgia de la palabra del día y a veces hay varias escenas y frases que me enganchan. Este domingo la liturgia de la palabra nos ofrece un gran banquete, pero yo quiero quedarme con la primera lectura que nos narra la vocación del profeta Jeremías, cuya labor de profeta encomendada por Dios fue difícil y en tiempos difíciles, ya que fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y, principalmente, a los reyes Josías, Joacim —también llamado Joaquim—, Joaquín y Sedecías —también llamado Sedequías—, debido al castigo impuesto por Yahvé de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios.

Yo les invito, antes que nada, a ir a la Escritura o al misal —lo pueden encontrar en la aplicación «appostolica» en su celular— para ver el pasaje: Jer 1,4-5.17-19. Aquí se muestra la grandeza de Dios al tomar la iniciativa para llamar a un muchacho y encomendarle una gran misión. Primeramente de entrada podemos ver que Dios afirma conocer a Jeremías como una madre, le protege antes de nacer y le cuida desde el seno. Dios nos conoce porque teje nuestras entrañas desde el seno materno (Sal 139,13) y nos protege durante toda nuestra vida (Sal 139,5). Es Dios quien modela la sustancia, la existencia y el devenir. En seguida le dice que le tenía consagrado y le hace ver que todo en su vida estaba orientado en orden a una tarea concreta querida por el mismo Dios. Jeremías sabe ahora por Dios mismo que había sido consagrado para él desde siempre. Finalmente le dice que lo constituye en profeta de las naciones. Jeremías será profeta porque su forma de pensar, hablar y vivir revelará al pueblo las entrañas de Dios. Un Dios que le ha conocido y tejido desde el seno y que como un amigo le ha mostrado su intimidad consagrándolo, dándole una misión universal. A Jeremías le tocó vivir uno de los momentos más difíciles de su pueblo: la caída de Jerusalén y el destierro de Babilonia. Es un profeta de corazón abierto, que transparenta su grandeza y su tragedia. Es el hombre con sus miedos, sus dudas y sus debilidades. Pero con la firme confianza de que Dios puede sostener y dar sentido a una existencia como la suya, marcada por la incomprensión y el fracaso. Pero de Jeremías hay ciertas cosas que debemos aprender e imitar. 

En primer lugar, Jeremías es un hombre de fe que descubre su vocación la madura en la fe. Fe de receptividad y acogida. confianza y simplicidad con la necesidad de purificar y personalizar en la vivencia de una religiosidad del corazón (Jer. 31, 3- 6). Jeremías es un hombre de Dios, elegido por Dios. Ya no se pertenece. La vocación, nos enseña Jeremías, es don y en estado puro. Dios se fija en quien quiere como se fijó en nosotros para darnos la vocación cristiana. Jeremías, finalmente, es un hombre del pueblo, como nosotros, que vivimos la vocación en el seno de una comunidad. Descubre su vocación «político-social» y se entrega estableciendo la presencia del Señor en medio de las naciones. Habría mucho que más que decir de la vocación de Jeremías y de la nuestra, pero el espacio de mi reflexión no da para más porque me paso del límite que tengo para escribir cada día. Si sigo, esto sería larguísimo. Nos quedamos con esto y les invito a pedirle a María Santísima que interceda por nosotros para que tengamos también la conciencia de haber sido llamados desde el seno materno, como Jeremías, para hacer que Dios sea conocido y amado por todos. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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