domingo, 2 de enero de 2022

«Epifanía»... Un pequeño pensamiento para hoy


Navidad y Epifanía son fiestas complementarias que se enriquecen mutuamente. Ambas celebran, desde diferentes perspectivas, el misterio de la encarnación, la venida y manifestación de Cristo al mundo. Navidad acentúa más la venida, mientras que epifanía subraya la manifestación. Esta fiesta, en algunos países, como México, se traslada del 6 de enero al domingo más cercano a esta fiesta de los Reyes Magos, que puede ser entre el 2 al 8 de enero. Por ese este año nos toca celebrarla hoy.

La Epifanía es la solemnidad, como digo, de la manifestación del Mesías, el Dios hecho niño, a los pueblos gentiles, significados en los personajes venidos de Oriente de los que nos habla el evangelio de hoy (Mt 2,1-12). Y también, como he dicho, importa mucho no desligar la Epifanía de la Navidad. El misterio en el fondo es el mismo, varía la perspectiva de la amplitud y universalidad de la manifestación. Epifanía es manifestación del Dios-con- nosotros a los pueblos gentiles. Es por lo tanto una fiesta misionera en donde Dios se da a conocer, como Mesías a todas las naciones. Se nos ha encomendado —a los cristianos, a la Iglesia— ser «sacramento» de esta manifestación de Dios para todos los hombres. Si el texto evangélico subraya que la epifanía de Dios no quedó limitada al pueblo judío, sino que fue para todos los pueblos, ello sigue vigente hoy. Y, en el marco más limitado de la mayoría de nosotros, ello significa que debemos ser «sacramento», es decir, signo real y eficaz de la manifestación del amor de Dios para todos los que nos rodean.

Siempre en algún rincón de la tierra hay hombres y mujeres —los Magos, si queremos— que, captando los signos de los tiempos, seguirán la estrella y encontrarán finalmente a Jesús. Y siempre habrá cristianos que también querrán convertirse, con la gracia de Dios, en signos para los hombres del propio medio y de los confines de la tierra. Entre nosotros, el día de Reyes es la gran fiesta de los niños. Ellos son evidentemente la alegría y la esperanza de las familias y de la Iglesia y como fiesta popular se sigue celebrando, junto a José y María, el día 6 con la tradicional rosca de reyes. Pienso que el mejor regalo que los mayores podríamos hacer, a los niños, sería el de enseñarles por la palabra y, sobre todo, por el ejemplo, el profundo cariz liberador que Cristo da a nuestra vida, que vean en cada familia la alegría de la presencia de Jesús y que aprendan, ya desde ahora, que la felicidad mayor consiste en compartir. ¡Feliz domingo de la Epifanía del Señor!

Padre Alfredo.

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