Luego de reflexionar en esto conviene ver que nos llamó en primer lugar para estar con él, para que gocemos de su presencia, para que compartamos la vida con él. Nos llamó a vivir junto a él, a vivir en la intimidad con él, a pertenecer a su grupo, a reflexionar, a rezar, a trabajar con él. Jesús se hace encontradizo en nuestro camino llamándonos a estar con él para ir madurando en nuestra relación con él. Es crucial para todo cristiano el atractivo de estar con Jesús que cambia la vida. Si somos maduros en la fe, debemos estar en todo momento ante aquél que nos llama, aquél cuya presencia marcará toda una diferencia en nuestras vidas. Ahí es donde la llamada de Jesús a sus discípulos en el evangelio puede ser una ayuda especial para nosotros. Estar con Jesús es, sobre todo, vivir en un estado de oración permaneciendo con él todo el tiempo. Es decir, vivir en la presencia de Dios en todo tiempo y lugar construyendo la paz, sobre todo la paz interior haciéndose, como decía la beata María Inés Teresa: «una copia fiel de Jesús».
Finalmente, Jesús llamó a los apóstoles para enviarlos a predicar. Igual sucede con nosotros, aún en este tiempo de pandemia en que el mundo es azotado por la Covid-19. Es Cristo quien nos envía. En la misión de anunciar el Evangelio, nos movemos porque Cristo nos ha llamado y respalda nuestro envío. La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia que nos ha llamado, como vemos en este trozo del Evangelio, primero a estar con él y después a enviarnos a predicar. La misión que realizamos no solamente es cosa de entusiasmo personal, sino que es algo que conscientemente hemos de hacer prolongando a Cristo. Que María Santísima nos ayude a ser muy conscientes de esta llamada que el Señor nos ha hecho. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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