jueves, 31 de agosto de 2023

«No esperar hasta que vaya llegando el final»... Un pequeño pensamiento para hoy


A lo largo de mis 62 años de vida me he encontrado con algunas personas bautizadas que viven de forma muy disoluta y que no son practicantes. A veces algunos expresan que ya que vean la muerte cercana cambiarán y enderezarán su vida. Hoy Jesús, en el Evangelio (Mt 24,42-51), nos recuerda que no conviene vivir así, porque el Señor, la mayoría de las veces, llegará por nosotros sin avisar... ¡como un ladrón! 

De esta manera, Cristo advierte a los suyos —que somos todos nosotros— de la actitud de servicio que debe regir todas las relaciones en la comunidad de los creyentes hacia adentro y por supuesto también hacia afuera. La responsabilidad confiada por Jesús a los suyos es continua, no se limita al momento de su llegada. La actitud que se tenga en este momento será el fruto de la que se ha tenido durante la vida. La llegada se refiere, como anteriormente, al momento de la prueba y de la persecución que lleva a la muerte. Entonces será el momento del éxito o de la frustración definitiva —«el llanto y el rechinar de dientes»—. 

Finalmente, al leer este texto, nos encontramos con una urgente invitación a todo integrante de la comunidad, sobre todo a los que asumen puestos directivos como los párrocos, los superiores, los coordinadores de grupos..., para conformar su servicio al servicio de Jesús. Sólo una práctica de la justicia que se sitúa muy por encima de la de los letrados y fariseos” (Mt 5,20) permite la entrada en el Reino de Dios. Que María interceda por nosotros para que el Señor nos encuentre aptos para entrar al reino eterno. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 30 de agosto de 2023

«Comprar lo que vale la pena»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelio de hoy es muy corto y nos regala dos parábolas que nos llevan a reflexionar en el tema del reino de Dios y que todos conocemos: El tesoro escondido y la perla valiosa. Jesús, a pesar de ser el Teólogo de los teólogos, hablaba siempre con palabras sencillas, que todos alcanzaban a entender. No predicaba de manera alguna como muchos de los predicadores de hoy que utilizando palabras difíciles de entender hacen —o hacemos— que las homilías sean pesadas y tediosas. Este día el Señor nos habla, pues, a través de estas dos breves parábolas, que hacen referencia a la vida cotidiana de la gente de aquel tiempo. Los ejemplos del tesoro y la perla tienen como protagonistas a dos personas comunes que quizá puedan ser un campesino y comerciante en perlas finas. 

El campesino tiene constante contacto con la tierra, porque va buscando espacio ideal para sembrar, tal vez hasta rentando algún terreno cuya tierra sea propicia. El otro, el comerciante en perlas finas va buscando alguna que le deje una buena ganancia. Para ambos, el final de la búsqueda les da el mismo premio: el descubrimiento de algo precioso, para uno un tesoro, para el otro una perla de gran valor. A los dos les une también un mismo sentimiento: la sorpresa y la alegría de haber recibido esta gracia. Finalmente, ninguno de los dos duda en vender todo lo que tienen para adquirir el tesoro que han encontrado. Mediante estas dos parábolas, Jesús nos enseña lo qué es el reino de los cielos, cómo se encuentra, y qué hacer para poseerlo.

Jesús no se preocupa en explicar lo que es el reino. Lo anuncia desde el inicio de su predicación: «El reino de los cielos está cerca». También hoy está cerca, entre nosotros, pero nunca lo muestra directamente, sino narrando el obrar de un amo, de un rey, de diez vírgenes o en este caso de dos personas que se sorprenden de que han encontrado algo de gran valor… Jesús prefiere dejarlo intuir, con parábolas y ejemplos. Las dos parábolas de hoy nos dan a entender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Él es el tesoro escondido, la perla de gran valor. Que la Virgen María nos ayude a buscar también nosotros el reino. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 29 de agosto de 2023

«La escena del martirio de Juan el Bautista» Un pequeño pensamiento para hoy


La escena del martirio de san Juan Bautista, acapara nuestra atención al ver el evangelio de hoy (Mc 6,17-29) al celebrar esta memoria en su honor. Con lujo de detalles san Marcos nos narra esta escena de un martirio que, en la historia de la salvación, nuestras mentes y corazones leerán, a través de la flaqueza y perversión de los sucesos humanos, la intención de Dios, que saca de ellos la maravilla de un santo, la corona de un mártir que es venerado en toda la faz de la tierra. En su misión de precursor, el Bautista mantuvo un entusiasmo vivo —que etimológicamente significa «estar lleno de Dios»—, le preparó los caminos a Jesús, le allanó las rutas, le rebajó las cimas, lo anunció ya presente, y lo señaló con el dedo como el Mesías: «He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1,36), hasta llegar a dar la vida por él y su reino.

Mientras yo sigo festejando con gratitud y asombro mi cumpleaños del día de ayer, san Juan se nos muestra como mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías había hecho a los predicadores: «Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar». El Bautista habló con la verdad, ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

En mi condición de sacerdote, en mi labor de misionero, en mi ser y quehacer como religioso consagrado y en mi calidad de misionero de la misericordia, tengo que mirar detenidamente el testimonio de Juan y contemplar, como lo propone el Papa Francisco al comentar este suceso, que la vida tiene valor solo al darla, al darla en el amor, en la verdad, al darla a los demás, en la vida ordinaria, en la familia. Siempre al darla. Si uno toma la vida para sí, para protegerla —dice el Papa Francisco—, como el rey en su corrupción o la mujer con el odio, o la chica con su vanidad, la vida muere, la vida se marchita, no sirve. Que María nos ayude a predicar y defender siempre la verdad. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 28 de agosto de 2023

«Hoy cumplo 62 años»... Un pequeño pensamiento para hoy

Este lunes empiezo la reflexión pensando en que hoy cumplo 62 años de vida... ¡ya son muchos... pero no me canso de agradecer la oportunidad que Dios me da de haber pasado un año más en esta tierra mientras se llega el día anhelado del encuentro con Él cara a cara. La verdad, nunca planeo la manera en cómo celebraré mi cumpleaños, ordinariamente es un día como los demás con algunas sorpresas que van llegando. Hoy, por ejemplo, tengo un desayuno al que me invitaron y por la tarde la Misa de término del curso de Liturgia que en la parroquia ha dado el diácono Juan Quintanilla y la entrega de diplomas. ¡No dejen hoy de rezar un Padre Nuestro y/o un Ave María por mí y de paso por todos mis hermanos Misioneros de Cristo, mis hermanos en religión.

Me gusta mucho mi día de cumpleaños porque es el día de san Agustín a quien tanto quiero y admiro y, además, a quien estudié con un poco más de profundidad en mis años de seminario allá en aquellos años de seminario que parecen muy lejanos pero que siento tan cercanos, como si acabaran de pasar. El encuentro con los «ayes» de Jesús, en el Evangelio de hoy (Mt 23,13-22), me hacen repasar mi larga vida para hacer un examen de conciencia y maravillarme del amor tan grande, que a pesar de mi miseria, el Señor tiene por mí. Estos «ayes»... «¡Ay de ustedes...» fueron advertencias espantosas para los líderes religiosos de la época de Jesús. Pero también sirven para advertirme a mí —y creo seguramente a todos— contra la hipocresía religiosa de hoy. 

Gran parte de mi paso por esta tierra lo he vivido como sacerdote, es decir, como líder religioso sabiendo que estoy llamado a la verdadera piedad, el amor sincero y a la fe duradera. La vida, a lo largo de los años, me ha enseñado a caminar de la mano del Señor nos hacer uso de cosas que sé que me apartan de él, pero no debo de dejar de orar para que el Señor me libre de la hipocresía, de la pretensión, de las apariencias. Le pido hoy, al dar gracias por este don, que cada día sepa prepararme más y más para encuentro definitivo con el Creador que, por lógica, es cada vez algo más cercanos, pues con tanto achaque, a pesar de tener una carrocería que a muchos hace exclamar «¡qué bien te ves!», la vida terrena puede cortarse en cualquier momento para dar paso a la eternidad. Me acojo al corazón inmaculado de María, rogándole que me lo preste aunque sea tantito para amar a Jesús como ella lo amó y a la beata María Inés para que me ayude a mantenerme fiel a la misión. Gracias Don Alfredo (+) por haberme traído a este mundo, gracias mamá Blanca Margarita por estar aquí a mi lado, gracias a todos. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 27 de agosto de 2023

«Nuestra identidad como católicos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy que está tan en boga hablar de la identidad, tenemos ante nosotros una perícopa evangélica, para la misa de este domingo, con un fuerte énfasis en el tema de la identidad (Mt 16,13-20). El Nuevo Testamento está lleno de expresiones que hablan acerca de la identidad cristiana, como por ejemplo: «Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2,10) y esta otra: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» (2 Co 5,17). 

La confesión de Pedro hace referencia a lo que ocurre cuando confesamos a Jesús como nuestro Salvador. El llamado de Jesús implica constituirnos en nuevas criaturas (2 Co 5,17) con un nuevo propósito de vida y una nueva misión. El ser discípulos–misioneros que podemos definir claramente quién es Jesús implica: 1) Un encuentro con Jesús con la confesión de este como el Cristo; 2) Seguirlo; 3) Aprender sus enseñanzas como nuevo modo de vida; 4) Ponerlas en práctica a través del servicio a Dios con la Iglesia y desde la Iglesia a otras personas; y 5) Proclamar el Evangelio a toda criatura sin distinción de clase, lengua o nación. Pedro, a la cabeza de los discípulos sabe dar una respuesta concreta que le hace descubrir y revelar a los demás la identidad que nos debe marcar: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».  

La sociedad evaluará nuestro propósito y misión según el modo en que la iglesia viva dicha identidad hoy, ya sea a través del servicio individual de la persona creyente o de esta con la comunidad de fe. La verdad es que allí donde se proclame el Evangelio, se celebren los sacramentos, se ofrezca servicio en amor a quienes participan de la comunidad de fe y a quienes están fuera, y se brinde ayuda a la persona pobre, necesitada o descartada, garantizando la realidad del Reino de Dios entre nosotros, allí estaremos viendo de manera continua las marcas de la identidad de la iglesia. Que María santísima nos ayude a mantener clara nuestra identidad. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 26 de agosto de 2023

«Hagan lo que les digan pero no imiten sus obras»... Un pequeño pensamiento para hoy


Jesús, usualmente, cuando se enfrenta a los escribas y fariseos, o habla a las multitudes de ellos, utiliza palabras bastante claras y duras, como en el evangelio de hoy (Mt 23,1-12). Su estilo transparente puede hacer sentir algo «incómodos» a algunos y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Él nos puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los evangelios su descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que Nuestro Señor sabe muy bien cuánto daño hace la hipocresía en cualquier comunidad católica, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y lo que en realidad ponemos en práctica.

¡Qué actuales suenan siempre todas las recomendaciones que nos da Jesús! ¡Cuánto cuesta a muchos aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? Levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. 

¿Cuándo vamos a creer del todo estas palabras?, ¿cuándo vamos a interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es Padre, nos conoce totalmente. Con Jesús descubrimos que Dios es un Padre amoroso y misericordioso que nos ama, así, la vida de cualquiera de sus hijos cobra un sentido. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es nuestro Padre, entonces Él tiene que encontrar en cada uno signos de que somos sus hijos, pues los padres y los hijos se parecen. Que María santísima nos libre de todo lo que nos aparta de nuestro Dios. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 25 de agosto de 2023

«El mandamiento más grande»... UN pequeño pensamiento para hoy


El pasaje evangélico de hoy en la misa, es muy hermoso. Se trata del fragmento más famoso del capítulo 22 de san Mateo (Mt 22,34-40). En él uno de los doctores de la ley le pregunta a Jesús, para ponerlo a prueba, que cuál era el mandamiento más grande de la ley. 

Esto fue una muy buena idea, porque los judíos, derivadas de los 10 mandamientos, contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor buena voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial. Nosotros vivimos hoy en sociedades que tienen muchas más normas que el pueblo judío, incluso nuestra Iglesia tienen extensas legislaciones. Sin embargo, todas ellas no resuelven positivamente la vida del ser humano. Jesús nos propone que superemos nuestra mentalidad legalista o nuestra actitud infractora. La ley, aunque oriente algunos comportamientos, no puede ser la guía en la vida de las personas. La única guía es el Espíritu de amor que nos permite vivir en paz con Dios y en justicia con nuestros hermanos

La respuesta de Jesús fue clara para aquel hombre y calara para nosotros: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios —lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6— y amar al prójimo «como a ti mismo» —estaba ya en el Levítico: Lv 19—. Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas». Pidamos el auxilio e María para vivir esto con alegría. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 24 de agosto de 2023

«Bartolomé Apóstol»... Un pequeño pensamiento para hoy

En este día la liturgia de la palabra nos presenta en el Evangelio el pasaje en el que Felipe le comparte a Natanael —Bartolomé— el gozo de haberse encontrado con Jesús (Jn 1,45-51). Esto es debido a que hoy celebramos la fiesta de este Apóstol. En las cuatro listas del Colegio Apostólico que parecen en la Sagrada Escritura aparece como Bartolomé (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,14, y Hch 1,13). Sin embargo, el cuarto Evangelio no menciona este nombre de Bartolomé, sino que señala dos veces la presencia cerca de Jesús de un discípulo llamado Natanael, así la tradición supone que tenía dos nombres o uno de los dos fue su apodo.

Seguramente, por lo poco que relata el pasaje evangélico de este día, Bartolomé era un alma noble e impresionable, sin dobleces ni recovecos, que manifiesta en este pasaje con todo candor sus emociones, pasando de la duda a la admiración y a la entrega. Lo del hecho que Jesús le diga que lo vio debajo de la higuera fue un simple destello de la sabiduría divina de Cristo. «¿Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera? Mayores cosas has de ver.» De esta manera, recordará seguramente después el Apóstol que la primera gran manifestación llegó a los cuantos días en las bodas de Caná, para que obrando allí el prodigio desaparezca toda sospecha contra el descendiente de Nazaret. Porque en el reino de Dios no hay compromisos lugareños de patria o comarca, de carne o sangre.

Como dije al inicio, es muy poco lo que sabemos de este Apóstol. La tradición dice que su cuerpo fue arrojado al mar y que, rescatado, fue llevado en el año 1000 a Roma, depositándolo en la iglesia de San Adalberto, en la isla Tiberina, que desde entonces se llamó de San Bartolomeo in ínsula. En la Roma medieval llegó a tener dedicadas muchas iglesias, lo que se explica por la gran devoción que los fieles han profesado siempre a este glorioso apóstol. Que él, junto con María santísima, interceda por nosotros, que también queremos ser almas nobles. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 23 de agosto de 2023

«Todos somos llamados a trabajar en la viña del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


La viña, para los creyentes del tiempo de Jesús, era símbolo del pueblo de Dios, antes Israel. Ahora, para nosotros, es una alegoría del nuevo pueblo de Dios, la humanidad entera. La parábola que nos ofrece el evangelio de hoy (Mt 20,1-16) ilustra algo importante: la cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, las diversas funciones en la comunidad, el mayor rendimiento, no crean una situación de privilegio ni son fuente de mérito —el pago es el mismo para todos—, pues todo servicio que se realiza en la Iglesia, es respuesta a un llamamiento gratuito. En la construcción del reino, las bendiciones y recompensas se reciben por la bondad y el amor de Dios y se reparten a todos, y no según el mérito o el tiempo de servicio, sino gratuitamente. En el reino no hay lugar para la envidia ni la codicia.

Así, este llamamiento gratuito espera una respuesta desinteresada. En otras palabras: el trabajo apostólico, los servicios ad intra y ad extra en la Iglesia, que es la vida en acción, no se vende; no nace de la búsqueda de un protagonismo, una distinción especial o de un deseo de recompensa económica, sino de la espontánea voluntad de servicio a los demás. En nuestras parroquias, en nuestros grupos, en nuestras comunidades y movimientos eclesiales, no se trabaja para crear desigualdad, sino para procurar la igualdad entre todos y esto debe ser patente en la comunidad.

Unos han sido llamados a trabajar en la viña del Señor desde hace años, otros apenas han llegado a dar de lo suyo, su tiempo, sus dones, la entrega de su persona. De esta manera, la parábola de los jornaleros que acuden al trabajo a diversas horas del día, y luego reciben igual paga, se convierte para nosotros en un canto a la gratuidad y generosidad de Dios para con todo aquel que quiera ser su discípulo–misionero. Que María santísima, que gratuitamente nos acompaña en el caminar en medio de la viña del Señor, nos aliente a no compararnos unos con otros, a no quejarnos de que unos dan más y otros menos o de que unos son nuevos y no saben nada. Que juntos, los tempraneros y los que apenas han llegado, nos entreguemos con el mismo tesón. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo. 

martes, 22 de agosto de 2023

«¿Qué nos va a tocar?»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio e la liturgia de la palabra de este martes (Mt 19,23-30) no deja de tener algo chusco. Los discípulos se quedaron sorprendidos por las exigencias de Jesús, digamos que un poco asustados. Ellos al fin y al cabo dejaban pocas posesiones y estaban acostumbrados a vivir pobres. Pero, lo que Jesús pedía a los ricos era una renuncia a la riqueza, que en aquel entonces se consideraba una bendición de Dios... ¡Qué confusión! Los discípulos, contagiados de aquella idea, esperaban una seguridad futura en el Reino que ellos creían se inauguraría al llegar a Jerusalén. Jesús les recuerda que al optar por el Reino ya han abandonado las seguridades de este mundo —familia, dinero, prestigio, clase social— y se deben confiar plenamente a las manos de Dios.

San Pedro, entonces, se adelanta y pregunta por las seguridades que les van a corresponder a los discípulos. Jesús lo ubica en la perspectiva correcta. Pedro no puede esperar las seguridades que ofrece este mundo, sino que debe luchar por el mundo nuevo, el que anuncia Jesús y que ellos no acaban de comprender. En este mundo nuevo, reinarán verdaderos seres humanos, con entrañas de misericordia, y darán a cada persona lo justo. Y sobre todo, los seres humanos disfrutarán de una existencia plena.

Con frecuencia, los creyentes nos recriminamos a nosotros mismos porque pensamos que nuestros esfuerzos apostólicos son inútiles y no tendrán recompensa alguna, porque no vemos los efectos. Jesús nos llama a ubicarnos en la perspectiva del mundo nuevo en el que lo importante no es la seguridad que proporcionan las cosas o el éxito alcanzado en las empresas que emprendemos, sino la existencia plena a la que tienen derecho todos los hijos de Dios experimentando su amor. Las cosas materiales van y vienen, el premio por seguir a Cristo y los valores del Reino que anuncia no está aquí sino en la vida eterna. Caminemos hacia esa meta de la mano de María. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 21 de agosto de 2023

«Riquezas atrayentes y tentadoras»... Un pequeño pensamiento para hoy


El pasaje evangélico que la liturgia de la palabra de la misa de hoy (Mt 19,16-22) es muy conocido, pues es el encuentro del joven rico con Jesús. Por lo menos yo lo he tenido muchísimas veces frente a mí para meditarlo. Hoy me llama la atención, y me quedo allí para reflexionar, el hecho de que el joven rico pregunta a Jesús: «¿Qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna»? ¿Qué cosas buenas?... bien sabía aquel joven, como nosotros lo sabemos, qué cosas buenas tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna.

Si este joven, era un muchacho honesto, como lo presenta el Evangelio, al final elegirá el camino bueno, pues como digo, bien sabía lo que debía hacer. Es decir, probablemente se acerca a Jesús en un momento en el que estaba un poco solo —ya que no se atreve a hablar delante de la gente— y desconcertado, porque sabía del peligro de quedarse atrapado entre las cosas materiales. San Mateo dice que luego de oír el sermón de Jesús se alejó triste, porque no pudo dar el paso necesario para abandonar las cosas materiales que siempre son condicionantes y atrapantes. Para no quedarse enganchado a las riquezas de este mundo —cosas atrayentes y tentadoras que cada uno sabe cuáles son en su vida— hay que estar abiertos a Dios. 

Ese joven del evangelio, en esas condiciones de esclavitud frente a las riquezas, no podrá alcanzar la vida eterna si no cambia, porque su corazón no pertenece del todo a Dios... su corazón pertenece también a sus posesiones. Está bloqueado por ellas. Esos supuestos bienes le estorban, le ponen trabas en vez de ayudarlo. Y el resultado es la tristeza. Pidamos a la santísima Virgen que con oración y sacrificio, alcancemos la sencillez de vida para quedar libres de las cosas que apresan el corazón y lo alejan de Dios. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 20 de agosto de 2023

«Señor, ten piedad»... Un pequeño pensamiento para hoy


Quiero volver a la práctica de adelantarme un día al escribir el pequeño pensamiento y ponerlo, así, para que esté listo por si a alguno de mis 7 lectores le va bien leerlo antes y además pensando en quienes en otros usos horarios van más adelante que nosotros. Por lo menos hoy hago el intento y escribo estas líneas para el día de mañana en el que el evangelio de la misa dominical nos lleva a la escena de la mujer cananea que se encuentra con Jesús (Mt 15,21-28).

El grito de la cananea: «Señor, hijo de David, ten compasión de mí», con el que inicia este relato evangélico que casi todos nos sabemos y hemos leído o escuchado varias veces, me hace ir al inicio de la celebración de la santa misa en el que repetimos la misma expresión con otras palabras: «Señor, ten piedad de mí». La expresión «Señor ten piedad», ——«Kyrie eleison»— viene del Antiguo Testamento, pasa luego al Nuevo y llena toda la liturgia de las iglesias cristianas. 

Les invito a que le pidamos a María santísima que esta sea una expresión llena de sentido, una auténtica plegaria cada vez que la digamos en misa. Que cada vez que digamos «Señor, ten piedad», experimentemos desde nuestro interior los mismos sentimientos de esa humilde mujer cananea, que, arrodillada con fe a los pies de Jesús, viene a ser para nosotros una llamada y una invitación a recuperar en nuestra vida el sentido de la súplica confiada al Señor. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 19 de agosto de 2023

«Como niños, a la sorpresa de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Desde el día 15 no escribía... ¡han de dispensar! La vida da a veces tumbos inesperados que hacen que uno deje de hacer lo que tiene planeado y siga los programas que Dios tiene y que, como todo lo que él proyecta para nosotros, concurren para nuestro bien y el de quienes nos rodean. Estos días he estado viviéndolos entre gozos, alegrías y una profunda fe en la resurrección. Por eso hoy, este día en que el evangelio habla de Jesús y los niños que se acercan a él (Mt 19,13-15) le abro al Señor y les abro a ustedes también, mi corazón de niño para compartir las experiencias concretas de estos días a la luz de la palabra de Dios. La infancia, en el evangelio, siempre aparecerá como signo y figura del buen discípulo que sabe vivir a la sorpresa de Dios y abraza su voluntad con alegría y gratitud. El evangelio de hoy y la experiencia vivida estos ajetreados días, me hace recordar que somos más felices cuando ponemos en el Señor nuestra confianza y nuestra seguridad y nos topamos con la serenidad de nuestra infancia interior que se deja llevar por los brazos de su Padre Dios.

En mi último pensamiento les compartía que el día 14 estuve en Tototlán, en los altos de Jalisco. El día 15 compartí el gozo de la hermana Isabel en su consagración perpetua al Señor en la Casa del Tesoro en Guadalajara y el 16 estuve en Atotonilco, también en los altos y esta vez para vivir con gratitud a Dios la celebración de la profesión perpetua de Andrea, las dos, Isabel y Andrea, Misioneras Clarisas que han dado su «sí» al Señor para vivir toda su vida consagradas a él. El 17 y 18 se vislumbraban como dos días de descanso que cerrarían el trajín de los constantes viajes que he hecho, por diversos motivos, desde finales de mayo hasta ayer. Sin embargo, el 17 por la mañana recibí la llamada en la que me comunicaron que la hermana Claudia Mata Durán, también Misionera Clarisa, había sido llamada a la casa del Padre aquí en Monterrey. A la hermana Claudia la estimé mucho —ya compartiré pronto en mi blog la biografía de esta maravillosa mujer— y compartí con ella la dicha de ser misioneros desde por allá en los inicios de los años ochentas. Precisamente este día 17 cumplí 43 años de haber iniciado mis estudios en el seminario. Por puritita gracia de Dios, pude obtener un boleto a esta mi intrépida tierra de Monterrey y presidir ayer su funeral. Así, los dos días programados por un servidor como de descanso, se convirtieron en un día de preparación e viaje y en otro día en el que se conjugó la vivencia del funeral de la hermana Claudia, cuyo cuerpo pude acompañar hasta el lugar de su sepultura, y la oportunidad de asistir en la noche al Cantamisa del padre José para felicitar a los 8 nuevos sacerdotes recién ordenados en esta querida arquidiócesis de Monterrey. 

Vuelvo al evangelio de hoy para dar gracias al Señor, porque el corazón de un niño vive siempre a la sorpresa de quienes son responsables de él como lo es el Señor de nuestras vidas, de nuestro ir y venir, de nuestro pensar y obrar. «De los que son como los niños es el Reino de los Cielos». La vida escondida en Dios de la hermana Claudia, la alegría de Isabel y Andrea y el corazón transformado en el de Cristo sacerdote en los 8 nuevos sacerdotes me llevan a pensar en el niño que vive rodeado de la presencia humana, de la presencia paternal de Dios en el corazón del mundo. Qué bueno y qué grande es Dios, que a veces nos cambia los planes, como se los cambió a María santísima y nos sorprende dándonos lo que necesitamos en el testimonio de nuestros hermanos. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo. 

martes, 15 de agosto de 2023

¿CÓMO SE ESCRIBIÓ LA BIBLIA?


En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, nos ha hablado en palabras humanas, muchas de las cuales han quedado consignadas en la Sagrada Escritura. El Concilio Vaticano II, en la Dei Verbum afirma: «La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (DV 13). 

Dios es el autor de la Sagrada Escritura, porque bien sabemos que las verdades reveladas por Dios, que están contenidas y se manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. Él ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. 

La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos. Esta lista integral es llamada «Canon de las Escrituras». Canon viene de la palabra griega «kanon» que significa «medida, regla». 

El Canon comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos, y 27 para el Nuevo. Estos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Ruth, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías, para el Antiguo Testamento. Para el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y segunda a los Tesalonicenses, la primera y segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Santiago, la primera y segunda de Pedro, las tres Epístolas de Juan, la Epístola de Judas y el Apocalipsis. 


¿Cómo se escribió el Antiguo Testamento? 


Los judíos consideraban que existían dos cánones de los Libros Santos: el Canon Breve —palestinense— y el Canon Largo —alejandrino—. 

El Antiguo Testamento en hebreo —Canon Breve— está formado por 39 libros y se divide en tres partes: «La Ley», «Los Profetas» y «Los Escritos». 

El Antiguo Testamento en griego —Canon Largo— está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia, conocida como de los Setenta, cuenta con 7 libros más: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría. 

Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. Estos libros son conocidos frecuentemente, aunque la expresión no sea necesariamente la más adecuada, como «deutero-canónicos».

Los judíos en Alejandría tenían un concepto más amplio de la inspiración bíblica. Estaban convencidos de que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo aún fuera de la Tierra Santa, y de que lo hacía iluminando a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban. 

Los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros. 

En el siglo III comenzaron las dudas sobre la inclusión de los así llamados «deuterocanónicos». La causa fueron las discusiones con los judíos, en las cuales los cristianos sólo utilizaban los libros proto-canónicos. Algunos Padres de la Iglesia hacen notar estas dudas en sus escritos —por ejemplo Atanasio (373), Cirilo de Jerusalén (386), Gregorio Nacianceno (389)—, mientras otros mantuvieron como inspirados también los deuterocanónicos —por ejemplo Basilio ( 379), Agustín (430), León Magno (461)—. 

A partir del año 393 diferentes concilios, primero regionales y luego ecuménicos, fueron precisando la lista de los Libros «canónicos» para la Iglesia. Estos fueron: 

* Concilio de Hipona (393). 

* Concilio de Cartago (397 y 419).

* Concilio Florentino (1441).

* Concilio de Trento (1546).

En este último, solemnemente reunido el 8 de abril de 1546, se definió dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados. 

Nuestros hermanos separados —esperados— sólo admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo. El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio (1520), seguido de Lutero (1534) y luego Calvino (1540). 


¿Cómo se escribió el Nuevo Testamento? 

El Nuevo Testamento está formado por 27 libros, y se divide en cuatro partes: «Evangelios», «Hechos de los Apóstoles», «Epístolas» y «Apocalipsis». 

En los orígenes de la Iglesia, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los Apóstoles y de los primeros evangelizadores. 

Pasado el tiempo, se sintió la urgencia de consignar por escrito las enseñanzas de Jesús y los rasgos sobresalientes de su vida. Este fue el origen de los Evangelios. 

Por otra parte, los Apóstoles alimentaban espiritualmente a sus fieles mediante cartas, según los problemas que iban surgiendo. Este fue el origen de las Epístolas. 

Además circulaban entre los cristianos del siglo primero dos obras más de personajes importantes: «Los Hechos de los Apóstoles» escrita por Lucas, y el «Apocalipsis», salido de la escuela de San Juan. 

A fines del siglo I y principios del II, el número de libros de la colección variaba de una Iglesia a otra. 

A mediados del siglo II, las corrientes heréticas de Marción —que afirmaba que únicamente el Evangelio de Lucas y las 10 Epístolas de Pablo tenían origen divino—, y de Montano —que pretendía introducir como libros santos sus propios escritos—, urgieron la determinación del Canon del Nuevo Testamento. 

Hacia fines del siglo II, la colección del Nuevo Testamento era casi la misma en las Iglesias de Oriente y Occidente. 

En los tiempos de san Agustín, los Concilios de Hipona (393) y de Cartago (397 y 419) reconocieron el Canon de 27 libros, así como el Concilio de Trullo (Constantinopla, 692) y el Concilio Florentino (1441). 

Al llegar el protestantismo, éste quiso renovar antiguas dudas y excluyó algunos libros. Lutero rechazaba Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Carlostadio y Calvino aceptaron los 27. Los protestantes liberales no suelen hablar de «libros inspirados», sino de «literatura cristiana primitiva». En el Concilio de Trento (1546), se presentó oficial y dogmáticamente la lista íntegra del Nuevo Testamento. 

El criterio objetivo y último para la aceptación del Canon del Nuevo Testamento será siempre la revelación hecha por el Espíritu Santo y transmitida fielmente por ella. 

En cuanto a criterios secundarios que se tuvieron en cuenta, fueron los siguientes: 

1.- Su origen apostólico (o de la generación apostólica). 

2.- Su ortodoxia en la doctrina.

3.- Su uso litúrgico antiguo y generalizado.


¿Cuánto tardó la Biblia en escribirse?

Fue con un largo proceso de discernimiento con el que la Iglesia, desde el tiempo de los Apóstoles, fue haciendo crecer la Biblia, y descubriendo los libros inspirados por Dios. El dogma de la infalibilidad de la Iglesia nos lleva a creer en la Biblia como Palabra de Dios. Pero si alguien no cree en ello, entonces la Biblia pierde su infalibilidad, esto es, su ausencia de error.

Fueron algunos siglos los que la Iglesia tardó en llegar a la forma final de la Biblia. En varios concilios, algunos regionales y otros universales, como hemos visto, la Iglesia estudió el canon de la Biblia, es decir, su índice.

El Catecismo de la Iglesia católica y el Concilio Vaticano II nos garantizan que «fue la Tradición apostólica la que hizo a la Iglesia discernir qué escritos debían ser enumerados en la lista de los Libros Sagrados» (DV 8, CIC 120).

Por tanto, sin la Tradición de la Iglesia no tendríamos la Biblia. San Agustín decía: «No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica» (CIC, 119).


¿Y dónde están los manuscritos bíblicos?

Los eruditos de hoy calculan que hay a su disposición hasta 150,000 manuscritos antiguos. Pero dentro de esa marabunta de manuscritos, se ha determinado cuáles son los más fiables.

Son manuscritos que se tienen hoy en el Vaticano, en San Petersburgo, en París, en Cambridge... De alguno solo hay pequeños trozos que han tenido que ser complementados con versiones posteriores.

El manuscrito más antiguo y completo del Nuevo Testamento que se conserva es el Codex Sinaiticus, conservado en la Biblioteca Británica de Londres. Está escrito en griego uncial (un tipo de letra mayúscula), y data del 330-350 después de Cristo.

Pero si hablamos de trozos sueltos, el más antiguo procede del 125-130 después de Cristo, se llama el papiro Rylands y procede del evangelio de San Juan. Está escrito por ambas caras y se conserva en la Biblioteca Rylands de Manchester.

Cada año, aparecen nuevos 'trozos' del Nuevo o del Antiguo Testamento, y entonces se desata una pelea para saber si es copia fiel, o si es una versión mal trabajada.

El último texto apareció en 2012 y provocó un pequeño revuelo en marzo de 2014, cuando fue dado por cierto por la Harvard Theological Review. Se trata de un pequeño pasaje del Nuevo Testamento datado entre el VI y el IX d.C. y que expone esta frase: "Jesús les dijo: mi esposa...". Aunque todavía se duda de su autenticidad.


¿Qué es lo más importante?

Lo más importante, después de ver todo esto, es que nos adentremos en la Sagrada Escritura para leerla, meditarla y estudiarla. La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, nos ofrece algunas pistas que son importantes:

«Mucho encarezco a todos los misioneros que nutran siempre su espíritu en las fuentes sagradas de la revelación, en las cuales todos los santos que han fundado, han abrevado su alma, haciendo del bendito libro de la Sagrada Escritura, especialmente de las Evangelios, hechos de los apóstoles y cartas de los mismos, el manjar delicioso que los fortaleció, quedando así lo fundado por ellos sólidamente establecido». (Carta colectiva del 27 de enero de 1973).

«Confiemos en Él, aprendamos a conocerle íntimamente a la luz de las Sagradas Escrituras». (Carta a una hermana Misionera Clarisa, s/f).

«Tomen las Sagradas Escrituras, sobre todo en los santos Evangelios y epístolas de los Apóstoles, sobre todo de San Pablo, y verán, si las saborean y tratan de penetrarte de ellas y vivirlas, como su alma se llena de luz, de paz, de tranquilidad». (Carta del 5 de julio de 1969).

«Cada misionero tome muy en cuenta la autoformación, que se adquiere, ante todo, en la oración recogida y silenciosa, ya sea al pie del Sagrario o en algún otro sitio; y en la lectura de seleccionados libros, empezando por la Sagrada Escritura, decretos conciliares, y de aquellos otros que nos renueven, tanto en lo espiritual y religioso, como en lo humanístico, social y pedagógico». (Carta circular del 8 de diciembre de 1969).

«Ahora que voy teniendo más tiempo para meditar, no sé decirles, hijos, el bien que esto me ha hecho, y a pesar de que desde antes de entrar en el convento mucho leí y medité las Sagradas Escrituras, cada día encuentra uno en ellas más dulce sabor, creo yo, como lo debe encontrar la abejita, al libar la miel en diferentes flores». (Carta de marzo de 1970).

«Exhorto de una manera especial, a que lean las Sagradas Escrituras, los Documentos Conciliares, los discursos del Santo Padre, para que acrecentándose por estos medios el conocimiento de Cristo, a quien nos hemos entregado, se acreciente también la entrega generosa en favor de los miembros de ese Cristo, hasta ahora desgarrado por todas partes y desunido, meditación que nos traerá también por consecuencia una íntima unión de corazones en la comunidad y una perfecta prédica de la caridad fraterna dentro de la misma». (Convocatoria al Capítulo General Especial el 25 de marzo de 1968).

«Por lo que oigo hablar de ti Dios mío, por lo que otras almas cuentan de tu generosidad, de tu ternura, de tu amor; por lo que leo en las Sagradas Escrituras, tanto del Antiguo como especialmente del Nuevo Testamento, el conocimiento que ya las criaturas inanimadas e irracionales me habían dado de ti, se acrecienta, hace latir mi corazón con fuerza poderosa, me lleva irresistiblemente a tu Corazón todo bondad que: “fuego ha venido a traer a la tierra, y no quiere otra cosa sino que arda”». (Estudios y meditaciones, f. 630).

Padre Alfredo.

«En la Asunción de María»... Un pequeño pensamiento para hoy


Después de haber estado ayer en el santuario de San Sabás Reyes en Tototlán, acompañando a nuestra hermana Misionera Clarisa Azucena en su acción de gracias por los votos perpetuos que emitió para consagrarse de por vida a Dios, hoy comparto mi reflexión desde Guadalajara a una escasa hora de irme a la «Casa del Tesoro» con Arcadio y Silvia para acompañar a la hermana Isabel en la ceremonia de sus votos perpetuos, en la que al llegar a la renovación de sus votos de castidad, pobreza y obediencia, los hará de por vida, consagrándose así al Señor en un desposorio para siempre.

Y qué mejor día para participar de esta unión sagrada que este de la «Asunción» de María a los cielos, una fiesta muy apreciada por la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y que por lo mismo, tiene un significado muy especial para todos los miembros de la Familia Inesiana. De por sí esta fiesta de la Asunción es un grito de fe que nos hace valorar el regalo de la salvación, porque María Santísima, elevada a los cielos en cuerpo y alma, llena de esperanza los corazones de quienes también, impulsados por la gracia, queremos llegar allá. A esto añadimos el testimonio de Isabel, esta hermana misionera que en medio de un mundo cautivado por el materialismo y la visión pesimista de muchas cosas, decide que su vida trascienda y que su amor humano vaya más allá y se despose con Cristo para ser llevada algún día, como María, a lo alto de los cielos.

Por eso en la Misa de hoy, al ser testigos de esta ofrenda a perpetuidad que hace Isabel, pediremos —y les invito a pedir ustedes desde donde estén— que también a nosotros, como a la santísima Virgen María, nos conceda el Señor «el premio de la gloria» —oración de la vigilia que ayer no pude compartir—, que «lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo» —oración del día de hoy—. Así, de esta manera, celebramos todos, en este día maravilloso, nuestro propio futuro optimista, realizado ya en María asunta a los cielos. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

domingo, 13 de agosto de 2023

«¡Ayúdame a ir a ti!»... Un pequeño pensamiento para hoy


Este mediodía he tenido el gusto de celebrar la Eucaristía con mis queridas hermanas Misioneras Clarisas de la «Casa del Tesoro» aquí en Guadalajara. Realmente era un momento que estaba esperando hace como seis años, pues no había tenido la oportunidad de venir ni algún asunto especial que me trajera a la Perla Tapatía. Es siempre un regalo maravilloso reencontrarme con misioneras que han esto en algunos lugares de Asia, de África, de Europa y en muchos lugares de América y que, visitadas por la enfermedad o por el peso de los años, se encuentran ahora en este bellísimo lugar en donde continúan ofreciendo sus vidas, sus oraciones y sus sacrificios por la salvación del mundo.

El evangelio de hoy (Mt 14,22-33) me ha dado la posibilidad de animarlas recordando que en este pasaje evangélico san Pedro, se nos muerta como la figura del que confunde el entusiasmo un tanto presuntuoso con la fe, y no se da cuenta que debe su salvación a quien debió de haberle dicho: «¡Ayúdame a ir a ti!» y no solamente «¡Mándame ir a ti!». Estas mujeres consagradas, con las que me he reencontrado, han sabido descubrir, a lo largo de su vida, la promesa del apoyo de Jesús a todo el que cree y se han dejado en todo momento conducir por él. 

Tendré ocasión más días, entre varias celebraciones de nuestra familia Inesiana, de seguir conviviendo con ellas y con algunos de nuestros hermanos Vanclaristas, dejándonos todos conducir en la fe por Jesús, que nos reúne en torno a él para festejar, sobre todo en la celebración de la Eucaristía, el gozo de vivir para él. Que María santísima siga siendo estos días de deleite, la compañera inseparable que nos lleve al encuentro con Jesús. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo. 

sábado, 12 de agosto de 2023

«Esta mañana en el Tepeyac»... Un pequeño pensamiento para hoy

Luego de haber participado en la peregrinación de la arquidiócesis de Monterrey al Tepeyac para encontrarnos con la dulce morenita, santa María de Guadalupe Madre de Dios, escribo nuevamente desde el aeropuerto, ahora desde el Benito Juárez en espera de mi vuelo a Guadalajara. Me llena de gozo saber que si Dios permite saludaré a mis queridos hermanos y amigos Vanclaristas Arcadio y Silvia y mañana domingo celebraré la Eucaristía en la «Casa del Tesoro», espacio de nuestra familia Inesiana donde están las hermanas Misioneras Clarisas enfermas o disminuidas en algunas de sus funciones por el peso de los años o el agobio heredado de la misión.

Ilumina mi reflexión de hoy el libro del Deuteronomio, de donde está tomada la primera lectura (Dt 6, 4-13) y en la que resuena el «Shemá, Israel» —«Escucha, Israel»—. Aún ahora con estas palabras comienza la oración cotidiana de los judíos fieles. Ciertamente Nuestro Señor hizo esa plegaria todos los días de su vida porque constituye el corazón de la Fe judaica. El mismo Jesús hizo que recitase este pasaje el hombre que le hizo la célebre pregunta: «¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?» Y, prolongando esa enseñanza de Moisés, Jesús relató la parábola del «buen samaritano» (Lucas 10, 25-37). ¡Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor!

Nuestra fe, como la de los judíos, no es ante todo una religión natural que el hombre ha podido descubrir reflexionando, sino una religión revelada. En una fe que procede de la «escucha» de Dios. Por eso, en esta tarde, podemos pedir al Señor que nos conceda que le escuchemos más. Que le escuchemos como María, siempre atenta a las palabras de Dios para seguir su voluntad. Que le escuchemos en la oración, en el silencio y en los acontecimientos del día a día, porque Él, lo sabemos, no para de hablar a quien le quiere escuchar. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

viernes, 11 de agosto de 2023

Santa Clara»... Un pequeño pensamiento para hoy


Como otras veces, escribo estas líneas desde un aeropuerto. Esta vez en Monterrey para volar a mi querida Selva de Cemento —CDMX— y participar mañana en la peregrinación de la arquidiócesis de Monterrey a la Basílica de Guadalupe en el Tepeyac y volar mañana en la tarde a Guadalajara. Cada año, el 12 de agosto, la Iglesia de Monterrey peregrina al encuentro de la Morenita. Ya algunas personas de la parroquia, encabezadas por nuestro querido diácono permanente Juan Quintanilla se han adelantado. Yo los alcanzaré Dios mediante mañana para compartir el gozo de ver una vez más a la patrona de nuestra familia misionera y recordar, con todos los que peregrinamos, que en este mundo estamos de paso.

Pero, para mi reflexión, me centro en la fiesta que en la Familia Inesiana celebramos hoy. La beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento nos dejó a santa Clara, san Francisco de Asís y santa Teresita del Niño Jesús como patrones secundarios de esta obra misionera que brotó de su corazón. Así que estamos de fiesta festejando a esta maravillosa mujer que en mucho inspiró a nuestra beata madre fundadora debido a los 16 años que, como Clarisa de clausura, ella vivió. La celebración de esta mujer enteramente evangélica, es para nosotros, una invitación al redescubrimiento de la contemplación, de ese itinerario espiritual del que sólo los místicos tienen una experiencia profunda. Quien lee su antigua biografía y sus escritos —la Forma de vida, el Testamento y las cuatro cartas que se han conservado de las muchas dirigidas a santa Inés de Praga— penetra hasta tal punto en el misterio de Dios, que permanece casi deslumbrado. Esos escritos están tan marcados por el amor que en ella suscitó el mirar ardorosa y prolongadamente a Cristo, el Señor, como centro de la vida.

La beata María Inés admiró siempre su andar por este mundo haciendo vida el Evangelio que a diario leía y meditaba. En repetidas ocasiones Madre Inés se refiere a santa Clara en este sentido relacionado con su amor a la Palabra de Dios y al anhelo de vivir como una copia fiel de Jesús. En una carta de 1973, refiriéndose precisamente a nuestros santos patrones secundarios expresa: «Cuando leemos los Santos Evangelios encontramos ¡tan hermosos párrafos a meditar! Y son tan sublimes sus enseñanzas, que, si no nos partamos de ellas, fácilmente llegaremos a la santidad, como lo han hecho los santos que casi no ha sido otro libro de meditación para ellos que el santo Evangelio, como san Francisco, santa Clara, santa Teresita del Niño Jesús». Que santa Clara y María Santísima intercedan por nosotros. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

jueves, 10 de agosto de 2023

«Humildes, buenos, centinelas»... Un pequeño pensamiento para hoy


Las palabras del Evangelio de este día (Jn 12,24-26) en las que Jesús nos recuerda que el grano de trigo seguirá siendo un único grano, a no ser que caiga dentro de la tierra y muera para producir fruto abundante, retratan a la perfección al diácono Lorenzo. Este hombre santo que supo entregar la vida y por eso es fuente de vida. 

Jesús nos revela en dónde está el secreto de la verdadera vida. Se lo dice a los suyos, a los más cercanos, con la parábola del trigo y se lo dice también abiertamente, para que no se sientan frustrados en su griega racionalidad: Quien vive preocupado por su propia vida, la perderá; en cambio, quien no se aferre excesivamente a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna. ¿Se puede hablar más claro? Hoy recuerdo con cariño a los diáconos permanentes que me apoyan en mi ministerio sacerdotal, a mi ahijado Paco y en especial a Juan, quien comparte conmigo su ministerio en la parroquia. 

A mis queridos hermanos diáconos les recuerdo tres cosas que en el año de 2021 les pidió el Papa Francisco: Que sean humildes, que sean buenos esposos, buenos padres y abuelos y que sean centinelas que no sólo sepan divisar a los lejanos y a los pobres, sino que ayuden a la comunidad cristiana a divisar a Jesús en los pobres y en los lejanos. Que María interceda por todos los diáconos y por todos nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

miércoles, 9 de agosto de 2023

«Así como somos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El pasado día 2 de este mes, el Santo Padre, el Papa Francisco, en Lisboa, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2023, ha pronunciado unas palabras que son contundentes y que han resonado, de inmediato, alrededor del mundo. Las palabras textuales son estas: «Somos comunidad de hermanos y hermanas de Jesús, hijos e hijas del mismo Padre. Amigos, quisiera ser claro con ustedes, que son alérgicos a la falsedad y a las palabras vacías: en la Iglesia hay espacio para todos, para todos. En la Iglesia ninguno sobra, ningún está a más, hay espacio para todos. Así como somos».

Ciertamente en algunos ambientes, esta declaración ha causado revuelo, pero, si vamos al Evangelio de la liturgia de la palabra del día de hoy, nos damos cuenta de que son vocablos que sintonizan perfectamente con el pensamiento de Cristo, Nuestro Señor. En el Evangelio de hoy (Mt 15,21-28) una mujer extranjera consigue de Jesús la curación de su hija. Es una escena breve, pero significativa, porque Jesús sale por primera vez fuera del territorio de Israel, a Tiro y Sidón, el actual Líbano dejándonos con ello el acierto de que la Iglesia ha de dar cabida a todos. Desde luego, Jesús no es que sea alguien de manga ancha, no le pone la cosa fácil a la buena mujer. Primero, hace ver que no ha oído. Luego, le pone unas dificultades que parecen duras: lo de Israel y los paganos, o lo de los hijos y los perritos. Ella no parece interpretar tan negativas estas palabras y reacciona con humildad e insistencia. Hasta llegar a merecer la alabanza de Jesús: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas».

Este es solamente uno de los casos en que Jesús alaba la fe de los extranjeros —el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el centurión romano—, en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se les podría suponer una fe mayor que a los de fuera. La fe de esta mujer nos interpela a los que somos «de casa» y que, por eso mismo, a lo mejor estamos tan satisfechos y autosuficientes, que olvidamos que en la Iglesia hay espacio para todos. Tal vez, la oración de tantas personas alejadas, que no saben rezar litúrgicamente, pero que la dicen desde la hondura de su ser, le es más agradable a Dios que nuestros cantos y plegarias, si son rutinarios y satisfechos. Que María nos ayude intercediendo por nosotros para que comprendamos el verdadero sentido de vivir nuestra fe. Me encomiendo a sus oraciones, en especial mañana en la mañana ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo.

martes, 8 de agosto de 2023

«Señor, sálvame»... Un pequeño pensamiento para hoy


El simpático episodio de Pedro, que se hunde en las aguas del lago, que nos presenta el evangelio de hoy (Mt 14,22-36), describe muy bien lo que en este día me acaba de pasar y que ha hecho que como en otras veces, tenga que posponer el envío de mi reflexión. ¡Qué pena! Sé que esto no es una obligación y que nadie me paga por ello, pero me gusta compartir. Sin embargo, mi vida se complica cada vez más y no solamente por la cantidad de cosas que tengo que hacer, sino por mi endeble salud que a veces, como el día de hoy, da sorpresas con nuevas situaciones que aparecen y que requieren atención. Digo que me da pena porque hay algunas personas que sienten que tengo la obligación de escribir y enviar mi pensamiento a determinada hora y muchas veces, cada vez más, les fallo. ¡No rindo! O como se dice vulgarmente: ¡No doy pie con bola! Hoy quedé mal hasta con una misa que debía celebrar y que apenas voy a ir, debido a que el doctor me retuvo mucho más tiempo del programado.

Y digo que el trozo evangélico de hoy describe lo que me pasó porque ciertamente yo también, como Pedro, soy impetuoso, o como algunos dicen: hiperactivo. Pienso de repente que puedo hacer mil cosas sin cansarme y sin que la salud lo recienta y a veces no es así. Pedro tiene que gritar «Señor, sálvame», porque ha empezado a dudar y se hunde. Él tiene que aprender todavía a no fiarse demasiado de sus propias fuerzas... y eso que el evangelio no nos dice qué cara pondrían los demás discípulos al presenciar el ridículo de Pedro. Creo que como a Pedro, me falta mucho para ver cómo Jesús compaginaba su trabajo misionero —intenso, generoso— con los momentos de retiro, de oración y también de descanso, porque eso me ha dicho el médico hoy: «seguro hace oración padre, pero le falta descanso». Y es que P ambas cosas son necesarias en nuestra vida de cristianos y de apóstoles y no podemos pensar que por nuestras propias fuerzas podemos ir más allá del horario de 24 horas que el día tiene.

Sin Jesús como referencia, aún en los ratos de descanso, como cuando invita a los discípulos a retirarse con él a un lugar apartado(Mc 6,31-42), es difícil llevar un ritmo de vida que traspasa nuestras fuerzas. He de reconocer que si no hay equilibrio, uno se hunde, ya sea en cuestión de salud, o de ánimo o no sé de qué.  La impetuosidad de Pedro me interpela, porque se que no debo fiarme de mis fuerzas. La vida nos da golpes, a veces pequeños como este, otras veces más duros, como las graves enfermedades que he logrado vencer a lo lagro de la vida. Con la mirada puesta en María, la Madre del Señor, Nuestra Señora de la Salud, yo también digo, como cada uno de ustedes: «Señor, sálvame». Me encomiendo a sus oraciones y muy a tiempo recapacito y pido perdón por si en alguno que otro día, no puedo, debido a que el día tiene solamente 24 horas que tengo que distribuir, compartir este pensamiento que mis 8 lectores esperan recibir. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

lunes, 7 de agosto de 2023

«Con lo poquito que podamos»... Un pequeño pensamiento para hoy


Nuevamente la liturgia de la palabra de misa nos lleva a encontrarnos con un pasaje muy conocido y varias veces leído durante el año, se trata de la multiplicación de los panes (Mt 14,13-21). Este hecho evangélico, puede llevarnos a meditar en varias vertientes, como ésta en la que hoy quiero rápidamente detenerme al leer lo que los apóstoles responden a Jesús cuando éste les pide que ellos mismos den de comer a toda esa gente que escucha sus enseñanzas.

Qué simpáticos los discípulos, ven lo que hay que hacer... pero no tienen los medios de hacer frente a la situación y solucionar la carencia de alimento para todos... A menudo a nosotros, los párrocos, los sacerdotes asesores de movimientos, los coordinadores de los grupos, escuchamos que la gente nos hace ver los problemas y a veces con insistencia... pero no ofrecen soluciones. Incluso si los grandes retos del mundo de hoy —la guerra, el hambre, la injusticia social, por ejemplo— nos sobrepasan, no tenemos derecho a quedarnos sin hacer «nada». Basta que se colabore con lo más mínimo, como los cinco panes y dos peces que presentan los discípulos para que el Señor actúe.

Bastaría pensar, al leer estas letras, cuántas veces el Señor ha actuado en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras parroquias, grupos y comunidad, gracias a que hemos puesto un granito de arena y nos hemos quedado sin hacer «nada». Que la Virgen santísima interceda por nosotros y, como se dice ahora por allí: «nos pongamos las pilas poniendo lo que esté de nuestra parte. ¡Bendecido lunes!

Padre Alfredo.

domingo, 6 de agosto de 2023

«Escúchenle»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hoy interrumpimos la continuidad de los domingos ordinarios porque celebramos una fiesta del Señor, una fiesta muy particular, que se apoya en un relato evangélico, también muy especial, que hallamos con ligeras variantes en los tres evangelios sinópticos. Es la fiesta de la Transfiguración. Este relato forma un bloque con otros hechos evangélicos que conocemos, como son la confesión de Pedro, el anuncio de la pasión, la reacción del mismo Pedro, la increpación de Jesús y la llamada al seguimiento. 

La Transfiguración es el broche de oro de todo este conjunto. Y la garantía en la que todo se sustenta se encuentra en las palabras que se oyen desde la nube: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias, escúchenlo». Sí, la gloria de Dios resplandece en la faz del Hijo del hombre, del que luego será crucificado y a quien siempre, por indicación del Padre misericordioso, hay que escuchar. Pero no se trata solamente de escuchar al Señor allí, en donde se ha presentado transfigurado, como dándonos a todos un adelanto de lo que será la gloria, sino como los apóstoles, que reconocieron cuán bien estaban allí contemplando al Señor glorioso, tenemos que bajar del monte y acompañar a Cristo hacia Jerusalén donde sufrirá la pasión. También nosotros, al participar de momentos de reflexión como este, gustamos por unos momentos cuán unidos estamos al Señor de la gloria y a los dones que son prenda de los bienes del cielo, pero la realidad es que tenemos que volver al esfuerzo constante de la vida cristiana cotidiana a encontrarnos con la cruz de cada día que nos une a la psión de Cristo.

Que por intercesión de María santísima, el Padre Eterno nos conceda el don de escuchar a Jesús con claridad en el Evangelio y en la voz del magisterio de la Iglesia para que esta escucha nos anime y nos aliente sabiendo que después de la pasión, después dela cruz, vendrá el gozo de contemplar al Señor transfigurado no unos instantes, sino en toda una eternidad. Que no perdamos tiempo y escuchemos siempre su palabra de vida para seguir su camino. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

sábado, 5 de agosto de 2023

«Valentía»... Un pequeño pensamiento para hoy


Hace 34 años presidí la celebración de la santa misa por primera vez, y fue, precisamente, en el templo del que ahora soy párroco por segunda vez. Aquel 5 de agosto de 1989, por supuesto, nunca lo olvidaré. La iglesia estaba todavía en construcción y la elegí porque allí está la casa fundacional de nosotros los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal. Allí vivía la gente que nos acompañaba en los primeros pasos de la fundación y que a un servidor, como a varios de mis hermanos sacerdotes de ahora, nos habían acompañado desde que éramos seminaristas... ¡me parecía un buen gesto de gratitud para con todos! Ayer algunas personas de la comunidad me recordaban: «¡Yo estuve en tu primera misa, padre!» Y hoy, por ese motivo, daré nuevamente gracias por el don de poder celebrar la Eucaristía, sin saber, en 34 años, cuántas misas he celebrado.

El evangelio de hoy (Mt 14,1-12) me invita a pensar en la valentía que debe conservar siempre todo aquel que quiera saberse discípulo–misionero de Cristo en la vocación que sea, pero especialmente pido esa valentía para i vocación sacerdotal. Y es que se trata del relato el martirio de Juan el Bautista. A lo largo de mis tantos andares como sacerdote misionero por aquí y por allá, no ha faltado quién me pregunte: «¿Cómo es posible padre, que los amigos de Jesús estén tan a menudo a la merced de los grandes y poderosos de este mundo? ¿Por qué los amigos más cercanos de Jesús parecen todos fracasar humanamente? mientras triunfan los impíos, aquellos que se burlan de las leyes elementales de la justicia y de la moral...»

La perícopa evangélica de hoy, al buscar nuevamente respuestas adecuadas a preguntas como estas, me llevan a la misma respuesta que he encontrado siempre: El misterio de la cruz está ya presente siempre, incluso en esa cárcel en la que se corta la cabeza a un profeta, en esa corte escandalosa donde baila una muchachita tonta y descarada, en ese festín abominable en el cual, y mientras se sirven los mejores vinos, se presenta la cabeza de un hombre en una hermosa bandeja cincelada... el misterio de la cruz es así. No es fácil vivir la vocación con valentía, hay que pedirla día a día pensando en la cruz que cargamos en medio de una pobre humanidad, mezcla de debilidad y de buenas intenciones. Que María nos aliente para seamos valientes, a mí en especial, para seguir viviendo mi sacerdocio en medio de un mundo que parece compartir en mucho las ideas de Herodes, de Herodías y de Salomé. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo.

HOMILÍA EN MI 34 ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL...

Queridos hermanos y amigos: Me alegra compartir con ustedes la celebración de esta Misa en el trigésimo cuarto aniversario de mi ordenación sacerdotal, y poder hacerlo como todos los años, en este día especial de san Juan María Vianney, patrono de todos los sacerdotes y en especial de los párrocos. Algunos de ustedes estuvieron presentes aquel 4 de agosto de 1989 en la Basílica de Guadalupe de aquí de Monterrey y juntos venimos peregrinando hacia el encuentro definitivo con el Señor que nos ha llamado en el camino vocacional al sacerdocio, a la vida consagrada, a la vida misionera, a la soltería y al matrimonio en este hermoso jardín que es la Iglesia. Hoy celebramos juntos con gratitud el regalo de este don que no ha sido conferido a mi persona por méritos propios, sino en calidad de entrega y servicio a los demás. Por eso es el Señor quien se convierte en el centro de esta celebración. Lo celebramos presente entre nosotros en el pan de la Palabra, en el Pan eucarístico, en el pan de la vida que se gasta y se desgasta en la misión que desde hace 34 años, he tratado de seguir movido por el deseo de hacer en todo momento todo lo posible para que el Señor llegue, con el regalo de sus sacramentos a todas partes.

La mayoría de los sacerdotes párrocos están celebrando ahora la eucaristía con sus comunidades y unidos a nosotros, pues muchos de ellos, amigos y conocidos, me han asegurado la intención de sus eucaristías aquí en México y en diversas naciones. Con ellos y los que han podido acercarse para concelebrar, queremos caminar juntos y animar a que vivamos todos, en sinodalidad, para renovar el entusiasmo de nuestro ministerio cada día e impulsar una Iglesia cada vez más misionera. Para unos y otros, Jesús es la razón de nuestra vida, de nuestro sacerdocio y de nuestra misión. Descubrirlo es apasionante y seguirlo por donde él quiere que uno vaya, es lo mejor que nos puede pasar.

Ahora comienzo propiamente la reflexión, que seguro perciben que será larga y aburrida, con dos preguntas muy sencillas: ¿Qué día es el más importante para una parroquia? La Fiesta parroquial. ¿Qué día es el más importante para un sacerdote? Su Aniversario de ordenación sacerdotal.

Por eso quisiera invitarlos, en esta celebración de mi acción de gracias, a dejarnos iluminar por el Evangelio que acabamos de escuchar (Mt 13,54-58) y que no elegí para la ocasión. Es el evangelio continuado que se lee en las misas de estos días y que en este día nos muestra a Jesús entre los suyos. 

En un misionero como yo, pensar en que uno esté en su propia tierra suena algo extraño. Nunca imaginé que con una vocación marcada por el sello misionero que infundió la beata María Inés en mi corazón en los ya muy lejanos momentos que compartimos, pasara los primeros años de la tercera edad en el lugar que me vio nacer a la vida biológica y a la vida misionera. Es aquí en esta zona metropolitana de Monterrey donde yo nací y es también aquí, en esta parroquia, donde yo celebré la santa Misa por primera vez. Pero, al mismo tiempo que contemplo esto, recuerdo que la beata afirmaba que no hay un lugar específico de misión, aunque nuestra mira esté en la misión Ad Gentes, porque en definitiva, toda la faz de la tierra es territorio de misión. Ciertamente, cuando inicié mi vocación como religioso a la vida misionera y sacerdotal, miraba con ciertas ansias al Oriente, pensando que algún día viviría allá para llevar el Evangelio a quienes en aquellos tiempos lo conocían mucho menos que hoy... y pensé que nunca iría. He rondado, con mi instinto de padre andariego por muchos lugares, pero del lejano oriente, ni señas, hasta que llegó la magia e Internet y me conecta en zoom con nuestras misiones de Japón, de Vietnam, de Indonesia, de Corea y de la India.

Volviendo al relato evangélico que ilumina el gozo de mi aniversario, creo que así como los conciudadanos de Jesús se asombraban de «ese saber y esos hechos que él realiza», así también muchos de ustedes conocen mi entorno familiar. La gente del tiempo de Jesús se preguntaba: «¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre? Hace 34 años, cuando iniciaba mi ministerio sacerdotal en este mismo lugar, seguramente las preguntas que la gente se hacía eran muy parecidas a estas: ¿No es este el hijo de Don Alfredo el de Inyectora de Plásticos? ¿No se llama Blanca su mamá y tiene un hermano al que le dicen Lalo? Pero, entre aquella gente y esta, que sigue siendo mi gente, había una gran diferencia, aquellos no tenían fe; aquellos no pasaban de ver más allá de sus narices y no podían reconocer los rasgos del ministerio de Cristo, el sumo y eterno sacerdote y esa corta visión les impedía dejar actuar a Dios en sus vidas.

Pero la gente de aquel entonces, hizo otra pregunta en relación con Jesús, que también quiero traer a colación: «¿De dónde, ha sacado éste esa sabiduría?... ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?». Por dos veces la gente se hace esta pregunta en relación con Jesús. Me llama la atención esa obsesión por saber el origen cuando Jesús mismo —lo leímos ayer en la misa— había dicho que él —como escriba que entiende del reino de los cielos— es «como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo». El evangelio dice que los tenía a todos «asombrados» y por lo visto no pasaron de allí. Reconocer y valorar la acción de todo sacerdote, sólo puede realizarse desde una profunda comunión de fe que abre a la posibilidad de descubrir en él al mensajero de Dios, que siempre trae la Buena Nueva sin quedarse solamente en el asombro. 

A la luz e esta Palabra, quiero dar gracias a Dios porque ustedes, que me acompañan en esta acción de gracias —a pesar de que no habrá cena—, no se muestran como aquella gente que da pie a que el mismo Jesús diga: «Un profeta no es despreciado más que en su propia patria y en su casa». No, yo creo que Jesús estará muy contento de ver que en este pobre sacerdote que les habla y que es hijo de don Alfredo el de Inyectora —que de Dios goce— y de la señora Blanca aquí presente con mi hermano y su familia, ustedes ven con ojos de fe a uno que ha salido de entre ustedes y después de tantos años, entre un ir y venir en las correrías misioneras, regresa con gusto a luchar con todos, en sinodalidad, para mantener encendida la luz del amor de Dios, de su misericordia y de su gracia.

Mi aniversario hoy no es de una fecha significativa, como los 25, los 30 o los 50 años de ordenación. Hoy simplemente cumplo 34 años de sacerdote y me siento inmensamente feliz, con el deseo de seguir viviendo en la plena confianza en el Señor y sirviendo con alegría en lo que se me ha encomendado y en lo que seguramente me falta mucho por dar... Doy infinitas gracias a Dios por este regalo del sacerdocio, siempre inmerecido, no merecido, fruto del amor y la gratuidad del Señor. Gracias por venir y estar celebrando juntos este acontecimiento gozoso de la vocación sacerdotal bajo la mirada amorosa de Nuestra Señora del Rosario. Desde la alegría de esta fiesta de fe y con el deseo de que no dejen de pedir por mí, les invito a escuchar estas palabras que a la Virgen, compañera inseparable de mi vida, en la advocación de Guadalupe, que es la misma que la del Rosario pero con otro vestido y un encargo especial le quiero dirigir en este día:

«Virgen Morena, fiel compañera de mi andar sacerdotal a lo largo de los años, entra siempre en nuestras vidas, especialmente en estos tiempos difíciles de embate, para que nunca nos falte tu celestial acogida, mira con compasión especialmente a todos los sacerdotes en este día especial en el que alentados con el ejemplo de san Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes y de los párrocos, celebramos la Eucaristía y ayúdanos a alcanzar de Dios Padre la fe, el amor, la esperanza, la misericordia, la bondad, la pureza de corazón y la rectitud para hacer amar el mundo entero a tu Hijo Jesús y danos tu bendición. Amén.

Agosto 4 de 2023.

Parroquia de Nuestra Señora del Rosario en San Nicolás.

viernes, 4 de agosto de 2023

«¡Qué bien me viene el Evangelio de hoy!»... Un pequeño pensamiento para hoy

¡Qué bien me viene el Evangelio de hoy (Mt 13,54-58) para dar gracias a Dios reconociendo lo que soy y lo que hago como sacerdote al llegar a este día en que celebro 34 años de haber dicho «sí quiero» al llamado del Señor para ser sacerdote para siempre! Con el testimonio palpable en estas líneas, de lo que vive Jesús entre los suyos, queda claro que quien acepta algo que viene del Señor, y se somete a su voluntad, no lo hace en función de lo bueno o malo que digan de él, sino en función de Quien lo pide, Quien lo manda, Quien está detrás de lo que se propone para seguir el llamado del Padre Misericordioso. Nunca, por supuesto, olvidaré aquella tarde del 4 de agosto en la Basílica de Guadalupe de Monterrey cuando rodeado de muchísima gente, el señor arzobispo don Rafael Bello Ruiz (1926-2008), de feliz memoria, hombre santo y misionero incansable, me confirió este don inmerecido. No la he empezado a escribir, pero seguramente mi homilía de hoy será larga, tal vez aburrida, pero salida del corazón porque un año más, en quien nunca se imaginó vivir tantos años, marca algo especial.

Yo sé que 34 no es una fecha especial, como los 25 o los 50, pero ciertamente, en medio de una sociedad en la que la perseverancia y la fidelidad no son para muchos valores importantes, seguir en la batalla, a veces remando contra corriente, no tiene precio. A lo largo de todos estos años he pasado por infinidad de situaciones sin olvidar que soy alguien ordinario, alguien que quiere, como Jesús, llevar la buena nueva con el deseo de que donde yo haya pisado, no quede la huella de Alfredo sino la huella de Cristo. Por supuesto que debe haber gente que se pregunte: «¿de dónde saca éste esa sabiduría»? En el mundo actual, como entre los contemporáneos de Jesús, existen muchos elementos que condicionan a favor o en contra, la opción que hace un sacerdote. A Jesús unos le consideraban un fanático; otros, aliado con el demonio. A unos les caía bien y otro no lo podían ver. Los que creyeron en él fueron los sencillos de corazón, a quienes Dios sí les reveló los misterios del Reino.

Y en ese ambiente de los misterios del Reino en el que me sigo moviendo, luego de estos largos años, que con el adelanto de la ciencia parecen pocos, celebraré mi aniversario con sencillez a las 7 de la tarde en la parroquia que tengo ahora encomendada y en la que celebré por primera vez la Eucaristía. Como se dice por allí: «El horno no está como para bollos», así que por eso no habrá una recepción como en algunos otros años; pero celebro con quienes me puedan acompañar y con muchos de ustedes a la distancia, este aniversario, renovando mi sí, mi disponibilidad, serenamente, silenciosamente, humildemente, escondido de las miradas de muchos en este mundo, y abriéndome a las miradas de lo alto. En mi corazón misionero, bajo la mirada de María santísima, Madre de todos los sacerdotes y la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento que me admitió en la maravillosa familia misionera de la que formo parte, pediré nuevamente el don de la perseverancia y de la fidelidad. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.