Jesús nos revela en dónde está el secreto de la verdadera vida. Se lo dice a los suyos, a los más cercanos, con la parábola del trigo y se lo dice también abiertamente, para que no se sientan frustrados en su griega racionalidad: Quien vive preocupado por su propia vida, la perderá; en cambio, quien no se aferre excesivamente a ella en este mundo, la conservará para la vida eterna. ¿Se puede hablar más claro? Hoy recuerdo con cariño a los diáconos permanentes que me apoyan en mi ministerio sacerdotal, a mi ahijado Paco y en especial a Juan, quien comparte conmigo su ministerio en la parroquia.
A mis queridos hermanos diáconos les recuerdo tres cosas que en el año de 2021 les pidió el Papa Francisco: Que sean humildes, que sean buenos esposos, buenos padres y abuelos y que sean centinelas que no sólo sepan divisar a los lejanos y a los pobres, sino que ayuden a la comunidad cristiana a divisar a Jesús en los pobres y en los lejanos. Que María interceda por todos los diáconos y por todos nosotros. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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