sábado, 19 de agosto de 2023

«Como niños, a la sorpresa de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


Desde el día 15 no escribía... ¡han de dispensar! La vida da a veces tumbos inesperados que hacen que uno deje de hacer lo que tiene planeado y siga los programas que Dios tiene y que, como todo lo que él proyecta para nosotros, concurren para nuestro bien y el de quienes nos rodean. Estos días he estado viviéndolos entre gozos, alegrías y una profunda fe en la resurrección. Por eso hoy, este día en que el evangelio habla de Jesús y los niños que se acercan a él (Mt 19,13-15) le abro al Señor y les abro a ustedes también, mi corazón de niño para compartir las experiencias concretas de estos días a la luz de la palabra de Dios. La infancia, en el evangelio, siempre aparecerá como signo y figura del buen discípulo que sabe vivir a la sorpresa de Dios y abraza su voluntad con alegría y gratitud. El evangelio de hoy y la experiencia vivida estos ajetreados días, me hace recordar que somos más felices cuando ponemos en el Señor nuestra confianza y nuestra seguridad y nos topamos con la serenidad de nuestra infancia interior que se deja llevar por los brazos de su Padre Dios.

En mi último pensamiento les compartía que el día 14 estuve en Tototlán, en los altos de Jalisco. El día 15 compartí el gozo de la hermana Isabel en su consagración perpetua al Señor en la Casa del Tesoro en Guadalajara y el 16 estuve en Atotonilco, también en los altos y esta vez para vivir con gratitud a Dios la celebración de la profesión perpetua de Andrea, las dos, Isabel y Andrea, Misioneras Clarisas que han dado su «sí» al Señor para vivir toda su vida consagradas a él. El 17 y 18 se vislumbraban como dos días de descanso que cerrarían el trajín de los constantes viajes que he hecho, por diversos motivos, desde finales de mayo hasta ayer. Sin embargo, el 17 por la mañana recibí la llamada en la que me comunicaron que la hermana Claudia Mata Durán, también Misionera Clarisa, había sido llamada a la casa del Padre aquí en Monterrey. A la hermana Claudia la estimé mucho —ya compartiré pronto en mi blog la biografía de esta maravillosa mujer— y compartí con ella la dicha de ser misioneros desde por allá en los inicios de los años ochentas. Precisamente este día 17 cumplí 43 años de haber iniciado mis estudios en el seminario. Por puritita gracia de Dios, pude obtener un boleto a esta mi intrépida tierra de Monterrey y presidir ayer su funeral. Así, los dos días programados por un servidor como de descanso, se convirtieron en un día de preparación e viaje y en otro día en el que se conjugó la vivencia del funeral de la hermana Claudia, cuyo cuerpo pude acompañar hasta el lugar de su sepultura, y la oportunidad de asistir en la noche al Cantamisa del padre José para felicitar a los 8 nuevos sacerdotes recién ordenados en esta querida arquidiócesis de Monterrey. 

Vuelvo al evangelio de hoy para dar gracias al Señor, porque el corazón de un niño vive siempre a la sorpresa de quienes son responsables de él como lo es el Señor de nuestras vidas, de nuestro ir y venir, de nuestro pensar y obrar. «De los que son como los niños es el Reino de los Cielos». La vida escondida en Dios de la hermana Claudia, la alegría de Isabel y Andrea y el corazón transformado en el de Cristo sacerdote en los 8 nuevos sacerdotes me llevan a pensar en el niño que vive rodeado de la presencia humana, de la presencia paternal de Dios en el corazón del mundo. Qué bueno y qué grande es Dios, que a veces nos cambia los planes, como se los cambió a María santísima y nos sorprende dándonos lo que necesitamos en el testimonio de nuestros hermanos. ¡Bendecido sábado!

Padre Alfredo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario