El grito de la cananea: «Señor, hijo de David, ten compasión de mí», con el que inicia este relato evangélico que casi todos nos sabemos y hemos leído o escuchado varias veces, me hace ir al inicio de la celebración de la santa misa en el que repetimos la misma expresión con otras palabras: «Señor, ten piedad de mí». La expresión «Señor ten piedad», ——«Kyrie eleison»— viene del Antiguo Testamento, pasa luego al Nuevo y llena toda la liturgia de las iglesias cristianas.
Les invito a que le pidamos a María santísima que esta sea una expresión llena de sentido, una auténtica plegaria cada vez que la digamos en misa. Que cada vez que digamos «Señor, ten piedad», experimentemos desde nuestro interior los mismos sentimientos de esa humilde mujer cananea, que, arrodillada con fe a los pies de Jesús, viene a ser para nosotros una llamada y una invitación a recuperar en nuestra vida el sentido de la súplica confiada al Señor. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario