De esta manera, Cristo advierte a los suyos —que somos todos nosotros— de la actitud de servicio que debe regir todas las relaciones en la comunidad de los creyentes hacia adentro y por supuesto también hacia afuera. La responsabilidad confiada por Jesús a los suyos es continua, no se limita al momento de su llegada. La actitud que se tenga en este momento será el fruto de la que se ha tenido durante la vida. La llegada se refiere, como anteriormente, al momento de la prueba y de la persecución que lleva a la muerte. Entonces será el momento del éxito o de la frustración definitiva —«el llanto y el rechinar de dientes»—.
Finalmente, al leer este texto, nos encontramos con una urgente invitación a todo integrante de la comunidad, sobre todo a los que asumen puestos directivos como los párrocos, los superiores, los coordinadores de grupos..., para conformar su servicio al servicio de Jesús. Sólo una práctica de la justicia que se sitúa muy por encima de la de los letrados y fariseos” (Mt 5,20) permite la entrada en el Reino de Dios. Que María interceda por nosotros para que el Señor nos encuentre aptos para entrar al reino eterno. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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