Jesús quiere transmitir esta idea: que todas estas jovencitas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio, porque la llegada del mismo era imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Bien sabemos que el pueblo de Israel —al menos sus dirigentes— no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.
A la luz de esto cabe hacernos unas preguntas: ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿llevamos aceite para nuestra lámpara? Se supone que como creyentes estamos siempre atentos a la presencia del Señor Resucitado. Pidamos a María santísima que nos ayude a que no falte aceite en nuestra lámpara porque se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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