Creo que sería justo decir que cuando leemos la lectura de este Evangelio, que nos invita a «amar a nuestros enemigos», podemos caer en la tentación de decir: «Oh, bueno, yo no tengo ningún enemigo, así que la lectura no es aplicable a mí». En este contexto, yo siempre creo que los enemigos son simplemente personas que no nos caen especialmente bien, personas a las que por una cosa o por otra no les damos cabida tan fácilmente en nuestras vidas. Todos tenemos gente así, y eso, hasta cierto punto, es normal. Siempre nos sentimos más cariñosos con ciertas personas, y con otras menos. Sin embargo, según la lectura de hoy, debemos amar a estas personas, deseando el bien para ellas.
Amar a esa clase de personas es amarlas de verdad, es no murmurar sobre ellas, desearles buena salud, carreras prósperas, rezar por sus familias y desearles todo el éxito. Por eso, al final del día, podemos pensar que amar a nuestros enemigos no es una tarea tan imposible. Que María Santísima nos ayude a ver a todos cada día con ojos nuevos. ¡Bendecida noche de jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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