domingo, 17 de septiembre de 2023

«Setenta veces siete»... Un pequeño pensamiento para hoy


El evangelista de este domingo (Mt 18,21-35) juega con el valor simbólico de los números: «¿Hasta siete veces?»... En el lenguaje judío el siete significa un grado de perfección en aquello de que se habla. La respuesta de Jesús intenta, utilizando el múltiplo de siete, indicar que el perdón no admite matemática alguna. Se trata de otra cosa que ha de ser entendida con otras claves interpretativas. El perdón siempre, en toda circunstancia y sin condiciones, encaja mal en nuestra mentalidad moderna. Por esta causa y por otras, muchos de nuestros contemporáneos tienen la impresión, y la expresan, de que el Evangelio de Jesús fue útil para aquel tiempo, pero hoy ya no tiene valor en muchos de sus aspectos. 

Es cierto que el Evangelio, recordando que es palabra viva de Dios, necesita siempre de una viva actualización seria, pero no creo que la solución sea cambiar el Evangelio de Jesús, y menos porque el Evangelio de Jesús molesta al modo de entender la vida, las personas y las múltiples y complicadas relaciones humanas. El Evangelio fue y es la expresión de lo que el hombre necesita de verdad para ser solidario, feliz y realizado. Los detalles del relato que utiliza nuestro Señor, están al servicio del mensaje central. ¿Cómo es posible que el rey perdone toda la colosal deuda del siervo por que se lo pidió y éste no sea capaz de perdonar la ridícula deuda que tiene contraída con él un hermano suyo? Jesús quiere colocar a los oyentes en una situación extrema frente al perdón. Espera que reaccionen y tomen postura. ¡Es necesario parecerse al rey que condona toda la deuda sin pedir compensaciones! La interpretación de la traslación del relato a la vida real sólo tiene un mensaje: Dios perdona siempre, a todos —aunque sea ingente la deuda— y gratuitamente.

La condición para el perdón es que ha de ser de corazón. El Padre celestial, en su misericordia, perdona al hombre en su interioridad. En coherencia con la actitud del Padre celestial, el hombre ha de perdonar desde su corazón. Dios no concede el perdón con condiciones y quiere que sus hijos nos perdonemos mutuamente sin condiciones. Dios cuando perdona olvida. Y lo mismo hemos de hacer los discípulos–misioneros de Jesús, su Hijo. Recurramos a la santísima Virgen para que nos ayude a saber perdonar y a saber pedir perdón las veces que sea necesario. ¡Bendecido domingo!

Padre Alfredo.

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