martes, 19 de septiembre de 2023

«A la sorpresa de Dios»... Un pequeño pensamiento para hoy


A veces, en nuestra vida, que transcurre a la sorpresa de Dios, suceden cosas que nos cambian totalmente la jugada, es decir, los planes que solemos todos hacer para el andar de cada día. Ayer fue, para mí, uno de estos días, de manera que ni el pensamiento que comparto pude escribir. De por sí voy atrasado, pues más bien me gusta adelantarme un día y enviarlo con tiempo para quienes leen en otros usos horarios pero ayer fue imposible y muchos de ustedes saben que entrada la noche este pobre padrecito ya no carbura y menos para ponerse a escribir, aunque las ganas no me faltan a sabiendas de que he de enfrentar alguna que otra queja porque no publiqué la reflexión.

El día de ayer empezó entre el ejercicio espiritual y el ejercicio físico, como cada día, después una junta que no estaba planeada y que se alargó gracias a Dios, pues era de suma importancia contemplar y resolver varios asuntos. La comida quedó salvada por Mauricio, quien nos dio de comer al padre Pepe, al padre Carlos y a mí y nos hizo, con Ivonne, un ratito muy agradable. En medio de eso me avisó Daniel mi primo que mi tío Sergio Alberto, un hermano de papá que estaba delicado de salud desde hace tiempo y a quien conocimos siempre como «el tío Beto», fue llamado por nuestro Señor a su encuentro. El resto del día, cubierto además por una serie de consultas médicas imprescindibles en las que acompañé con gusto a uno de nuestros sacerdotes, tomó un rumbo muy diferente al planeado, pero el día se cerró en una bonita convivencia que esa sí, ya estaba planeada y que fue con unos entrañables amigos y, como digo, ya no me sentí capaz de ponerme a escribir.

Al rato tendremos el funeral de mi tío y el Señor, siempre providente, me regala, en el Evangelio del día de hoy (Lc 7,11-17) un pasaje muy consolador. Un episodio que sólo san Lucas nos cuenta y que nos deja ver a Jesús que se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros. Hoy atiende a esta pobre mujer, que, además de haber quedado viuda y desamparada, ha perdido a su único hijo a quien el Señor resucita. Sí, ante la muerte de mi tío pienso en la esperanza de la resurrección y les invito a acogernos a María Santísima, para que ella nos aliente a seguir, en este mundo, viviendo a la sorpresa de Dios, que a veces nos cambia todos los planes trazados con anticipación, pero nos tiene siempre, algo mejor... Descanse en paz mi tío Beto. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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