Podemos decir que los Evangelios son un compendio del bien realizado por Jesucristo a lo largo de su ministerio público: sanaciones, liberaciones, restauración de la dignidad humana, centralidad de la persona ante el rigorismo de la ley, el don del perdón ofrecido gratuitamente, un código de vida expresado en las Bienaventuranzas y en un constante caminar. Jesús nunca se quedó estático y quiere que nosotros, como discípulos–misioneros tampoco permanezcamos instalados.
Jesús también pasa a nuestro lado y se acerca a nosotros con las mismas intenciones con que lo hizo con los Doce. San Agustín decía en su sermón 88: «Tengo miedo de que el Señor pase y no le reconozca». Y el papa Francisco, comentando esta frase de san Agustín, dice: «A menudo estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor pasa cerca de nosotros perdemos la ocasión del encuentro con Él» (12 de octubre de 2016). Dejémonos acompañar de María su Madre, quien tampoco tuvo tiempo de quedarse en teorías y, de camino en nuestra vida, escuchemos que Ella nos dice: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). ¡Bendecido miércoles!
Padre Alfredo.
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