miércoles, 20 de septiembre de 2023

«Como niños enfadados»... Un pequeño pensamiento para hoy


El episodio de los niños que invitan con su música a otros niños que nos narra el Evangelio de hoy (Lc 7,31-35) no se puede entender sin hacer referencia a la escena anterior, que no se ha leído en estos días y que es el pasaje en el que Jesús alaba a Juan Bautista y se lamenta de que algunos, los fariseos y escribas, no le acepten. Por tanto, esa gente ni acoge bien a Juan ni atiende a la voz de Jesús. Uno es austero. El otro, come y bebe con normalidad. Pero hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tachan de fanático. Al otro, de comilón y «amigo de pecadores». Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naím, no le aceptan.

La comparación de los dos grupos de niños que nos presenta san Lucas es expresiva: ni con una música alegre ni con otra triste consiguen unos que los otros colaboren. Cuando no se quiere a una persona, cuando no se quiere aceptar o no se le quiere escuchar, se encuentran con facilidad miles de excusas para no hacer caso de lo que propone. ¡Qué peligro! Eso mismo nos puede pasar a nosotros. Hay personas siempre criticonas, con mecanismos de defensa contra todo. Como decía Jesús de los fariseos, ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Es muy antiguo eso de no creer y de no aceptar lo que Cristo o su Iglesia proponen.

Eso puede pasar en nuestra vida de cada día, en esa sutil y complicada relación interpersonal que se lleva a cabo en toda vida comunitaria: si nos invitan a una fiesta, está mal, y si nos quieren participar de un duelo, peor. Podemos llegar a ser caprichosos en extremo en nuestras reacciones de cerrazón y sordera voluntaria, a veces por un instinto continuado de contradicción a lo que dicen los demás. Ya dijo Jesús que sólo «los sencillos» entienden estas cosas, los de corazón simple y humilde, los que no están llenos de sí mismos. Que María nos ayude a ser receptivos. ¡Bendecido miércoles, ombligo de la semana!

Padre Alfredo.

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