Ilumina mi reflexión de hoy el libro del Deuteronomio, de donde está tomada la primera lectura (Dt 6, 4-13) y en la que resuena el «Shemá, Israel» —«Escucha, Israel»—. Aún ahora con estas palabras comienza la oración cotidiana de los judíos fieles. Ciertamente Nuestro Señor hizo esa plegaria todos los días de su vida porque constituye el corazón de la Fe judaica. El mismo Jesús hizo que recitase este pasaje el hombre que le hizo la célebre pregunta: «¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?» Y, prolongando esa enseñanza de Moisés, Jesús relató la parábola del «buen samaritano» (Lucas 10, 25-37). ¡Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor!
Nuestra fe, como la de los judíos, no es ante todo una religión natural que el hombre ha podido descubrir reflexionando, sino una religión revelada. En una fe que procede de la «escucha» de Dios. Por eso, en esta tarde, podemos pedir al Señor que nos conceda que le escuchemos más. Que le escuchemos como María, siempre atenta a las palabras de Dios para seguir su voluntad. Que le escuchemos en la oración, en el silencio y en los acontecimientos del día a día, porque Él, lo sabemos, no para de hablar a quien le quiere escuchar. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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