miércoles, 23 de agosto de 2023

«Todos somos llamados a trabajar en la viña del Señor»... Un pequeño pensamiento para hoy


La viña, para los creyentes del tiempo de Jesús, era símbolo del pueblo de Dios, antes Israel. Ahora, para nosotros, es una alegoría del nuevo pueblo de Dios, la humanidad entera. La parábola que nos ofrece el evangelio de hoy (Mt 20,1-16) ilustra algo importante: la cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, las diversas funciones en la comunidad, el mayor rendimiento, no crean una situación de privilegio ni son fuente de mérito —el pago es el mismo para todos—, pues todo servicio que se realiza en la Iglesia, es respuesta a un llamamiento gratuito. En la construcción del reino, las bendiciones y recompensas se reciben por la bondad y el amor de Dios y se reparten a todos, y no según el mérito o el tiempo de servicio, sino gratuitamente. En el reino no hay lugar para la envidia ni la codicia.

Así, este llamamiento gratuito espera una respuesta desinteresada. En otras palabras: el trabajo apostólico, los servicios ad intra y ad extra en la Iglesia, que es la vida en acción, no se vende; no nace de la búsqueda de un protagonismo, una distinción especial o de un deseo de recompensa económica, sino de la espontánea voluntad de servicio a los demás. En nuestras parroquias, en nuestros grupos, en nuestras comunidades y movimientos eclesiales, no se trabaja para crear desigualdad, sino para procurar la igualdad entre todos y esto debe ser patente en la comunidad.

Unos han sido llamados a trabajar en la viña del Señor desde hace años, otros apenas han llegado a dar de lo suyo, su tiempo, sus dones, la entrega de su persona. De esta manera, la parábola de los jornaleros que acuden al trabajo a diversas horas del día, y luego reciben igual paga, se convierte para nosotros en un canto a la gratuidad y generosidad de Dios para con todo aquel que quiera ser su discípulo–misionero. Que María santísima, que gratuitamente nos acompaña en el caminar en medio de la viña del Señor, nos aliente a no compararnos unos con otros, a no quejarnos de que unos dan más y otros menos o de que unos son nuevos y no saben nada. Que juntos, los tempraneros y los que apenas han llegado, nos entreguemos con el mismo tesón. ¡Bendecido miércoles!

Padre Alfredo. 

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