Y qué mejor día para participar de esta unión sagrada que este de la «Asunción» de María a los cielos, una fiesta muy apreciada por la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento y que por lo mismo, tiene un significado muy especial para todos los miembros de la Familia Inesiana. De por sí esta fiesta de la Asunción es un grito de fe que nos hace valorar el regalo de la salvación, porque María Santísima, elevada a los cielos en cuerpo y alma, llena de esperanza los corazones de quienes también, impulsados por la gracia, queremos llegar allá. A esto añadimos el testimonio de Isabel, esta hermana misionera que en medio de un mundo cautivado por el materialismo y la visión pesimista de muchas cosas, decide que su vida trascienda y que su amor humano vaya más allá y se despose con Cristo para ser llevada algún día, como María, a lo alto de los cielos.
Por eso en la Misa de hoy, al ser testigos de esta ofrenda a perpetuidad que hace Isabel, pediremos —y les invito a pedir ustedes desde donde estén— que también a nosotros, como a la santísima Virgen María, nos conceda el Señor «el premio de la gloria» —oración de la vigilia que ayer no pude compartir—, que «lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo» —oración del día de hoy—. Así, de esta manera, celebramos todos, en este día maravilloso, nuestro propio futuro optimista, realizado ya en María asunta a los cielos. ¡Bendecido martes!
Padre Alfredo.
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