Seguramente, por lo poco que relata el pasaje evangélico de este día, Bartolomé era un alma noble e impresionable, sin dobleces ni recovecos, que manifiesta en este pasaje con todo candor sus emociones, pasando de la duda a la admiración y a la entrega. Lo del hecho que Jesús le diga que lo vio debajo de la higuera fue un simple destello de la sabiduría divina de Cristo. «¿Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera? Mayores cosas has de ver.» De esta manera, recordará seguramente después el Apóstol que la primera gran manifestación llegó a los cuantos días en las bodas de Caná, para que obrando allí el prodigio desaparezca toda sospecha contra el descendiente de Nazaret. Porque en el reino de Dios no hay compromisos lugareños de patria o comarca, de carne o sangre.
Como dije al inicio, es muy poco lo que sabemos de este Apóstol. La tradición dice que su cuerpo fue arrojado al mar y que, rescatado, fue llevado en el año 1000 a Roma, depositándolo en la iglesia de San Adalberto, en la isla Tiberina, que desde entonces se llamó de San Bartolomeo in ínsula. En la Roma medieval llegó a tener dedicadas muchas iglesias, lo que se explica por la gran devoción que los fieles han profesado siempre a este glorioso apóstol. Que él, junto con María santísima, interceda por nosotros, que también queremos ser almas nobles. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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