En muchos lugares son los Reyes Magos, que forman parte del espíritu de la Navidad, los que traen los regalos a los niños que, al amanecer de este día, corren al árbol de Navidad a ver qué dejaron los santos reyes. La ilusión y fantasía, sobre todo durante los años de la infancia, es totalmente fundamental. Todos los niños del mundo deberían poder llegar a la madurez albergando en su alma momentos de imborrable felicidad; aunque, por desgracia, todos sabemos que eso no es así. No todos los adultos pueden recordar con gozo el día de reyes. En el mundo hay lugares en donde, la infancia de millones de niños se desarrolla inmersa entre abismos de pobreza total, violencia y abominables confrontaciones. Hay niños que en este día ríen, y otros muchos que lloran. Por eso, en nuestro compromiso de discípulos–misioneros es un buen día para pedir por los niños más pobres y desamparados en el mundo.
Es bueno pedir también a los Reyes Magos que durante siglos se han guiado por la luz de una misma estrella, que quizá ha llegado la hora de cambiar y de buscar otras sendas que los conduzcan hacia otros confines, hacia otros pesebres ocultos y olvidados, en donde miles de niños pasan frío, hambre … y nadie se acuerda de ellos. Hay mucho por hacer; muchos caminos por andar; muchas manos por tender porque, como dice la primera lectura de la misa del día de hoy (1 Jn 4,19-5,4) «Si alguno dice: “amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso». Por lo pronto, siguiendo con la tradición aquí en México, hoy hay que partir la rosca de reyes y ver si nos toca la bendición de que salga, en nuestro pedazo, el niñito Dios. Luego, en agradecimiento, el día de la candelaria, junto con todos los demás agraciados con el niño compartir tamales para todos. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!
Padre Alfredo.
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