La luz, como elemento, nos permite distinguir las cosas y poner en claridad el mundo en que vivimos. Por el contrario, la oscuridad de la noche nos confunde y nos deja inseguros para movernos y reconocer el entorno. Desde esta sencilla imagen nos queda claro que vivir en la luz del Resucitado, es más seguro que vivir en las tinieblas. De tal manera que la Pascua, el paso, de la muerte a la vida es el paso de la oscuridad a la luz.
Jesús es la luz que vino al mundo, por su muerte y resurrección venció las tinieblas del mundo y nos ha abierto un camino de claridad que conduce a la vida en Dios. Él nos invita a elevar muestra mirada a vivir en la luz. «Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz» (Rm 13,11). Dejarse iluminar por Jesús, que es la luz, y ser reflejo de su luz en el mundo es un buen reto para vivir la Pascua. Dirijamos nuestra mirada también a Nuestra Señora de la Luz, para que ella nos ayude a mantener fija la mirada en el Señor, como centro de nuestro ser y quehacer. ¡Bendecido lunes!
Padre Alfredo.
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