lunes, 15 de enero de 2024

«¡Tantos días sin escribir!»... Un pequeño pensamiento para hoy


¡Qué barbaridad! Nunca como ahora había dejado pasar tantos días seguidos sin escribir. Pero, ¿qué se puede hacer cuando el trabajo excesivo desborda el quehacer de un padrecito tan desorganizado como el padre Alfredo? La verdad es que los días se me escurren como agua desde las 4:30 o 5:00 de la mañana en que abro los ojos para iniciar el día con el ejercicio espiritual y físico de rigor en la vida de todos los que queremos vivir para Cristo y servirle con alegría. Sé que el compartir mi «pequeño pensamiento» no es una cuestión de obligación, pues no tengo un contrato con nadie para escribir, pero me gusta participarles —a pesar de que, por poner el ejemplo del día de hoy, empecé estas líneas poco después de las 3:00 de la tarde y ahorita, casi a las 9:30 de la noche las retomo— lo que me viene como centro para la meditación del día... Che faciamo!... dirían los italianos. 

El día de hoy, desde temprana hora, la oración colecta de la Misa de este 15 de enero, me llevó a pensar en el don que he recibido con la gracia del sacramento del Orden Sacerdotal. La oración dice: «Señor y Dios nuestro, que para gobernar a tu pueblo te sirves del ministerio de los sacerdotes, concédeles perseverar en el cumplimiento de tu voluntad, para que, en su ministerio y en su vida, puedan buscar siempre tu gloria en Cristo». Hace casi 35 años recibí este regalo inmerecido de ser sacerdote para siempre y la verdad nunca pensé que viviría tantos años y menos tantas bendiciones que el Señor ha derramado en mi vida y, a través de ésta, lo que ha hecho en tantas y tantas almas. No terminaría de enumerar el cúmulo de detalles significativos a lo largo de todos estos años de ministerio y la alegría de tantos rostros que se han encontrado con Dios y consigo mismos al dejarse alcanzar por Cristo gracias al «sí» que libremente quise dar al Señor que me llamó.

Antes de que vaya a rezar para dormir y reparar fuerzas, quiero dirigir, junto con quienes lean esto, una mirada muy especial a María santísima, Madre de Cristo Sacerdote y madre nuestra, para rogarle que interceda por mí y me permita continuar cada segundo de mi vida en esa lucha por perseverar, como dice la oración, «en el cumplimiento de la voluntad de Dios», que se manifiesta siempre de forma sorpresiva en este ministerio sacerdotal que, en mi caso, se extiende por varias partes y en diversas encomiendas, todas ellas rebasando mis miserias pero que realizo con gusto y rogándole a Dios, que si es su voluntad, nunca me quite la sonrisa de los labios. Pidamos al Señor que nos siga dando muchos y muy santos sacerdotes. ¡Bendecida noche de lunes!

Padre Alfredo.

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