El día de hoy, desde temprana hora, la oración colecta de la Misa de este 15 de enero, me llevó a pensar en el don que he recibido con la gracia del sacramento del Orden Sacerdotal. La oración dice: «Señor y Dios nuestro, que para gobernar a tu pueblo te sirves del ministerio de los sacerdotes, concédeles perseverar en el cumplimiento de tu voluntad, para que, en su ministerio y en su vida, puedan buscar siempre tu gloria en Cristo». Hace casi 35 años recibí este regalo inmerecido de ser sacerdote para siempre y la verdad nunca pensé que viviría tantos años y menos tantas bendiciones que el Señor ha derramado en mi vida y, a través de ésta, lo que ha hecho en tantas y tantas almas. No terminaría de enumerar el cúmulo de detalles significativos a lo largo de todos estos años de ministerio y la alegría de tantos rostros que se han encontrado con Dios y consigo mismos al dejarse alcanzar por Cristo gracias al «sí» que libremente quise dar al Señor que me llamó.
Antes de que vaya a rezar para dormir y reparar fuerzas, quiero dirigir, junto con quienes lean esto, una mirada muy especial a María santísima, Madre de Cristo Sacerdote y madre nuestra, para rogarle que interceda por mí y me permita continuar cada segundo de mi vida en esa lucha por perseverar, como dice la oración, «en el cumplimiento de la voluntad de Dios», que se manifiesta siempre de forma sorpresiva en este ministerio sacerdotal que, en mi caso, se extiende por varias partes y en diversas encomiendas, todas ellas rebasando mis miserias pero que realizo con gusto y rogándole a Dios, que si es su voluntad, nunca me quite la sonrisa de los labios. Pidamos al Señor que nos siga dando muchos y muy santos sacerdotes. ¡Bendecida noche de lunes!
Padre Alfredo.
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