Cristo, además de ser verdadero hombre, es verdadero Dios, pero gran parte de la sociedad actual, niega que es verdadero Dios y reduce su persona a un fenómeno histórico, fácilmente calificado como alguien que da enseñanzas para vivir bien y nada más. El cristiano, en concreto el católico, ve más allá, y más adentro del misterio divino encarnado en el seno virginal de Santa María. Su mismo nombre «Emanuel» significa Dios con nosotros. En Cristo Dios se ha hecho uno de nosotros, libre de pecados y Redentor nuestro. El tiempo de Navidad debe llevarnos a no quedarnos solamente en la contemplación del Pequeño Niño de Belén, sino a mirarlo como Dios, un Dios que se ha hecho cercano. Cristo es el Hijo de Dios, es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Dios cercano, de la misma naturaleza del Padre y no una consoladora invención poética.
No dudemos, ni permitamos que el mundo produzca un vaciamiento de nuestra fe religiosa al distraernos. Cristo es verdaderamente Dios. Fuera de Él todo se hunde en un tedioso e insoportable relativismo. Es decir: en la inseguridad del agnosticismo o en la soberbia negación del ateísmo. Navidad es el momento propicio para presentar en sociedad a Cristo, como la Verdad que necesita el mundo, y determinar cuáles son sus exigencias morales y éticas. Urge reconocer la divinidad de Cristo. El Demonio ha tapado los oídos de muchos de nuestros contemporáneos y las bocas de muchos creyentes. Pidamos en este día, vísperas de la solemnidad de la Epifanía del Señor, que en la Iglesia de México celebramos en domingo, que muy unidos a María santísima y a José, sepamos reconocer que Cristo, nacido para nuestra salvación, es verdadero hombre y verdadero Dios. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario