martes, 6 de julio de 2021

«La cosecha es mucha y los trabajadores pocos»... Un pequeño pensamiento para hoy


El Evangelio que la liturgia de la palabra de Misa ofrece para hoy, es, como todas estas semanas, de san Mateo (Mt 9,32-38). En este fragmento se describe, a raíz de la curación que Jesús hace de un mudo que estaba endemoniado, la misión de Jesús que dejaba a la gente maravillada. No eran pocos, sino multitudes, las que presenciaban las curaciones milagrosas y exorcismos que Jesús hacía, aunque eso, al mismo tiempo, suscitaba la envidia de los fariseos. Jesús recorría toda la comarca, y, a diferencia de los rabinos de aquel tiempo, él era un maestro ambulante que no esperaba a que los discípulos vinieran a El, sino que él iba a su encuentro y los abordaba en su situación vivencial. En el Evangelio Cristo nunca se mostrará como los sacerdotes del templo que recibían materias de sacrificio y dinero de los fieles, pero sin preocuparse de su salvación, pero tampoco será como los fariseos, que no se ocupaban más que de las almas de excepción. Jesús fue, y sigue yendo en sus discípulos–misioneros, a las ovejas sin pastor.

La misión de Jesús, es siempre una obra de «compasión» (Mt 9,36) y de misericordia para con los pobres, los enfermos y los pecadores, la gente extenuada y desamparada de las que ni escribas, ni fariseos, ni quienes son como ellos se dignan preocuparse. Pero esa misión, Jesús no la hizo exclusiva suya, sino que la transmitió a sus seguidores, por eso el Evangelio de hoy termina diciendo: «La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos». ¡Faltan «segadores»! Se perderá el trigo, se perderá la cosecha... se perderán hombres: faltan «misioneros». Jesús es consciente y nos lo dice de todo corazón. Él sabe la inmensidad de la tarea, de su tarea: espera colaboradores. Su primer reflejo: pedir que se ruegue al Padre. Por eso hay que orar por las vocaciones.

¡Cuánto trabajo hay! ¡Cuántas personas a nuestro alrededor están extenuadas, desorientadas, sordas a la Palabra más importante, la Palabra de Dios! Si todos los discípulos–misioneros de Cristo saliéramos de nuestro pequeño mundo y «recorriéramos los caminos», nos daríamos cuenta, como Jesús, de las necesidades de la gente. ¿No se puede decir que «la cosecha es mucha» y que muchos están «como ovejas sin pastor»? Es bueno recordar el comienzo de la «Gaudium et spes» del Concilio Vaticano II que dice: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo» (GS 1). Ahora, en la misión, no va Jesús por los caminos, vamos nosotros enviados en su nombre, y se escucha nuestra voz, la de la Iglesia. Todos estamos comprometidos en la evangelización. Pidamos al Señor, con María Santísima, que seamos conscientes de nuestra identidad de cristianos bautizados, «sacerdotes», o sea, mediadores de la palabra y de la alegría de Dios para ser continuadores de la misión. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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