viernes, 9 de julio de 2021

«Como ovejas entre lobos»... Un pequeño pensamiento para hoy

El Evangelio de hoy (Mt 10,16-23), en nuestra lectura continuada que la liturgia de la palabra nos presenta en este tiempo, nos lleva a una escena en donde Jesús les habla claramente a sus discípulos de la situación que se encontrarán al predicar. «Yo los envío como ovejas entre lobos». A los discípulos–misioneros les debe quedar claro que la lucha que enfrentarán contra el mal está en desventaja. Ellos son débiles, pero con la fuerza de Dios serán «precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas» y así no habrán de temer. Leyendo esto parece que descubrimos que Dios exige un ambiente de debilidad para forzar al discípulo–misionero a la fe y para quitarle, a él y a los demás, cualquier ilusión: es Dios el que obra; no los hombres.

El Reino de Dios se revela en la debilidad de Jesús y de sus mensajeros. San Pablo dirá también que «la fortaleza de Dios encuentra su cumplimiento en la debilidad» (2 Cor 12,9). Toda la historia de la Iglesia confirma esta verdad que viene pronunciada por el mismo Cristo. Son los pequeños y los humildes los que han hecho las mayores obras. Bernardita Soubirous era la más débil en Lourdes cuando Dios la escogió para que transmitiera el mensaje de la Virgen. Juan Diego era un pequeño indio y alumno de la catequesis cuando se le apareció Santa María de Guadalupe. Así, nos viene bien hacernos ahora una pregunta a nosotros mismos: ¿Creo verdaderamente que la fuerza de Dios es capaz de hacer grandes cosas en mi debilidad?

Ser cristiano es fruto de un conocimiento conceptual y experiencial de Cristo. Se trata de conocer y creer en sus palabras y, además, ponerlas en práctica llevando el mismo estilo de vida que él llevó desde nuestra pequeñez. O aceptamos correr su misma suerte viviendo lo que sabemos y creemos o no nos llamemos ni consideremos cristianos. Si optamos por Dios en favor de los hombres entraremos en conflicto con los poderes políticos o ideológicos que los subyugan y esclavizan y entonces la persecución, la incomprensión y toda serie de calamidades se nos vendrán encima pero el Señor no nos soltará de su mano. «Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra». Lo importante es seguir anunciando a todos el amor de Dios. Si no es de un modo, será de otro. Que María Santísima nos ayude. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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