Desde hace tiempo, he empezado a ver en algunos muros de Facebook, en Instagram y en Twitter, que se ha cambiado la conmemoración del nacimiento de una persona muerta por el festejo de su cumpleaños como si estuviera viva y este es un grave error. Nuestros difuntos «ya no cumplen años». El «cumpleaños» es una celebración para los vivos. Hay que tener mucho cuidado con esta práctica que se ha puesto de moda gracias a las redes sociales.
Toda persona fallecida, por ilustre y recordada que sea, cuando se celebra la fecha de su nacimiento, lo que hacemos, generalmente, es conmemorar ese acontecimiento notable acaecido en tal fecha, pero no un «cumpleaños», ya que los fallecidos, desde el momento de su muerte dejan de cumplir años.
No se debe celebrar, de ninguna manera, el cumpleaños de los fallecidos de la misma forma en que lo hacen con las personas que aún están entre nosotros. La fiesta de cumpleaños es una celebración de la vida, pues quien cumple, festeja haber cumplido un año más de vida. Entonces, es obvio que un muerto no puede celebrar cumpleaños, porque ya no acumula años de vida. El cumpleañero festeja haber sumado un año más a su vida y apaga las velitas que son el símbolo del tiempo transcurrido y acumulado. Se le cantan las mañanitas o se entone el feliz cumpleaños en inglés o en el idioma local.
Así que no es lo mismo rendir homenaje a una figura histórica en el día de su nacimiento o a algún familiar y amigo muy queridos, que celebrarle su «cumpleaños». ¡En el cielo no hay celebración de cumpleaños! Así que es una violación de la lógica más elemental desearle a alguien muerto que tenga en su tumba o en su nicho un ¡Feliz cumpleaños!
Tener un recuerdo especial de nuestros difuntos el día que cumplían cumpleaños es algo muy digno y loable. Incluso el celebrar una Misa o hacer un Rosario con un recuerdo especial por su eterno descanso, recordando que ese día «era» su cumpleaños.
Recordar el día de la muerte de la persona y celebrar una Misa por cada aniversario, es la práctica más común, sabiendo además que cada día en la celebración de la Eucaristía se hace memoria de los «hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección y todos los que han muerto en tu misericordia» porque la Eucaristía sigue siendo el vínculo permanente con ellos.
Padre Alfredo.
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