Los doce apóstoles habían sido escogidos para que «estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14-15). En los capítulos anteriores les hemos visto separarse de la gente y seguir a Jesús, escuchar y aprender, vivir en comunidad con él; ahora san Marcos nos muestra la otra dimensión del discípulo, la misionera. Las pocas palabras de Marcos son muy densas del significado y constituyen, dentro de su brevedad, una especie de regla misionera. Para describir la misión de los discípulos usa san Marcos las mismas palabras que utiliza a través de todo el evangelio para describir la misión de Jesús: predicaban la conversión, curaban a los enfermos, echaban a los demonios.
La misión de los discípulos depende totalmente de la de Cristo y encuentra en ella su motivación y su modelo. Cristo supone en el discípulo–misionero esta triple conciencia: conciencia del origen divino de su misión —«los envió»—, esto es, de una actividad querida por otro y no decidida por nosotros mismos; de un proyecto en que estamos metidos pero sin ser nosotros los directores de escena; la conciencia de salir de si mismo y de ir a otro sitio, a lugares nuevos, continuamente de viaje; la conciencia finalmente de poseer un mensaje nuevo y alegre que comunicar a los demás. Pidamos este domingo que nunca perdamos la conciencia de ser enviados y que, de la mano de María, la discípula–misionera por antonomasia, cumplamos con nuestra tarea. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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