Volviendo al evangelio de hoy, contemplo con ustedes en primer lugar la figura de Marta, que se nos presenta como todo un modelo de anfitriona que quiere la casa limpísima para recibir al amigo y hacer que se sienta a gusto. Nos debe de quedar en claro, en primera instancia al pensar en esta amiga de Jesús, que él no desestima el servicio de Marta, pero le indica que lo esencial es escucharle y esto exige una total y exclusiva atención para dar mucho fruto. Si nos ponemos a servir, trabajar por el reino, pero no escuchamos, perderemos lo esencial. Curiosamente Jesús, aunque es muy amigo, no llega ayudando a hacer el aseo, sino para pedir que juntos se ocupen de las cosas del Padre en una plática, seguramente llena del amor de Dios. Por mi parte me encanta cuando una familia e invita a su casa y los temas de conversación giran en torno a Dios y su maravilloso camino de salvación que nos ha trazado. Recuerdo grandes y profundas pláticas con mis amigos en casa o en el restaurante gozando de la presencia de Dios.
María, en el relato, aparece como el modelo de discípula que deja de hacer lo que es de ordinario para atender atenta al mensaje que el amigo trae con él. Ella, como dice el texto: «escogió la mejor parte y nadie se la quitará». Y es que la verdadera acogida que un amigo espera, es simplemente la escucha y la atención a su presencia. Ni Jesús, ni yo, por supuesto, llegamos a alguna casa a inspeccionar si todo está en orden, sino para convivir en la presencia de la misericordia del Padre gozando del don de la amistad. Como digo, María está en la postura clásica del discípulo. El evangelio narra que ella estaba sentada a los pies del Maestro. Era la forma común de comportamiento entre los alumnos de los rabinos: los alumnos se sentaban en tierra a los pies del maestro. El mismo san Pablo nos lo dice cuando relata su aprendizaje escolar «a los pies de Gamaliel» (Hch 22,31). La actitud de Marta y la de María no deben contraponerse ni excluirse la una frente a la otra, ambas son modelo de vida cristiana que es preciso coordinar e integrar: la escucha quieta y sosegada de la palabra y la actitud de servicio a los demás, pero hay momentos para lo uno y para lo otro. Cuando el amigo está presente, nos hacemos todo oídos para él y más si es el Amigo —con mayúsculas—. La beata María Inés Teresa decía que ella quería fundir en una sola a Marta y a María... Yo creo que, con la ayuda y el auxilio de María, es algo que debemos hacer, y, por lo pronto, hoy ofrezco las Misas que celebraré por todos mis amigos. ¡Bendecido domingo!
Padre Alfredo.
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