jueves, 14 de julio de 2022

«Vengan a mí»... Un pequeño pensamiento para hoy


El seguimiento de Jesús es el camino para hacernos sus discípulos–misioneros y revestirnos del hombre y de la mujer nuevos. Todo aquel que sigue a Cristo debe hacer su camino con sencillez y humildad, aprendiendo las actitudes que le permiten ver con mirada limpia el rostro de Dios manifiesto en la humanidad atormentada y agobiada por tantas cargas que la sociedad impone. Dios nos ofrece siempre un descanso entre el ajetreo del ir y venir de cada día: Por lo menos así lo concibo yo al celebrar la Santa Misa. Ese momento no lo cambio por nada porque es un descanso para el alma y cómo no, también para el cuerpo. En el Templo Jesús nos ofrece su comprensión y un valioso espacio para cuando sentimos el cansancio del día a día y tenemos ganas de reposar.

En el evangelio de hoy (Mt 11,28-30) que es muy pequeño, Jesús nos dice: «Vengan a mí los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio». Así, una de las lecciones que aprendemos de esta perícopa evangélica, es la cercanía en que nuestro Dios vive respecto a nosotros, a nuestro ser y quehacer, y la sensibilidad de su corazón a los sufrimientos que casi siempre nos acompañan en nuestra vida, servicios, trabajos, familia, pan de cada día, búsqueda de felicidad... en fin, tantas cosas.

Las exigencias propuestas por Jesús para quien quiera seguirle, son un yugo llevadero y una carga ligera. Acercándose a él que es el resumen y la interpretación de la Ley, el discípulo–misionero se transfiere al espacio sagrado de la intimidad de la vida divina. La moral sin alegría del mundo se hace a un lado y se convierte en gozoso servicio producido por la amistad divina. Las exigencias sólo se comprenden desde la felicidad del seguimiento de Jesús tal como se proponen en las bienaventuranzas (cf Mt 5, 1-11) y por eso el Señor nos dice que aprendamos de él, que es «mando y humilde de corazón». Sepamos aprovechar los tiempos especiales que dedicamos a Dios en Misa, en la Visita al Santísimo, en la oración, e invitemos a María a acompañarnos siempre. ¡Bendecido jueves sacerdotal y eucarístico!

Padre Alfredo.

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