Y es que nos debe quedar muy en claro que la misericordia es hija del amor. Y el amor es el centro, el corazón de toda la vida de un verdadero cristiano. Si la frase «Misericordia quiero y no sacrificio» es la clave del mensaje de hoy. ¿Qué quiere decirnos el Señor con esto? Pues quizá que no estemos tan apegados a las leyes y al cumplimiento externo de las normas; porque por encima de ellas está el bien del hombre. No podemos hacer el bien si nos esclavizamos a un mandato, a una costumbre, a una ley o una norma sin más y nada más porque sí. Menos aún podemos relegar a los demás en nombre de Dios. La misericordia es una forma de estar en la vida, de situarse ante la realidad que pide un cambio, una conversión para acercar nuestro corazón cada vez más a Dios y a nuestros hermanos.
Quien no vive en el dinamismo de la misericordia, sino cumple solamente la ley, aparentemente parecerá cumplir pero será un cadáver que matará con su pensamiento a los demás quebrantando el mismo centro de la ley, que es el amor. Les comparto ahora unas palabras del Papa Francisco con la idea de que esto se nos quede en el corazón: «Roguemos al Señor que nos ayude a entender cómo es su corazón, lo que significa “misericordia”, qué quiere decir cuando Él dice: “¡Misericordia quiero, y no sacrificio!” Y por eso, tenemos esta frase tan hermosa que dice: “Derrama sobre nosotros tu misericordia”, porque solo se comprende la misericordia de Dios cuando se ha vertido sobre nosotros, sobre nuestros pecados, sobre nuestras miserias…». (Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2015). Pidamos a María santísima que vivamos siempre sumergidos en la misericordia de Dios para compartirla con los demás. ¡Bendecido viernes!
Padre Alfredo.
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