jueves, 30 de junio de 2022

«Jesús cura nuestras parálisis»... Un pequeño pensamiento para hoy


La salvación que nuestro Señor Jesucristo quiere para la humanidad es integral, es una salvación de cuerpo y de espíritu. El signo externo de los milagros que hace Jesús, por ejemplo la curación de la parálisis que hace en el milagro que nos narra el evangelio de hoy (Mt 9,1-8), es el símbolo de la curación interior, la liberación del pecado. Como tantas otras veces en sus milagros. El Señor Jesús nos quiere con salud plena. Con libertad exterior e interior. Con el equilibrio y la alegría de los sanos de cuerpo y de espíritu. Ha venido de parte de Dios precisamente a eso: a reconciliarnos, a anunciarnos el perdón y la vida divina. Y ha encomendado a su Iglesia este mismo ministerio.

Por eso lo más importante para Jesús es que mantengamos la salud espiritual. Es que todos sufrimos diversas clases de parálisis. Por eso nos gozamos de que nos alcance una y otra vez la salvación de Jesús, a través de la mediación de la Iglesia. Esta fuerza curativa de Jesús nos llega, por ejemplo, en la Eucaristía, porque somos invitados a comulgar con «el que quita el pecado del mundo». Y, sobre todo, en el sacramento de la Reconciliación, que Jesús encomendó a su Iglesia: «a los que perdonen los pecados les serán perdonados». A la orden dada por Jesús al paralítico de levantarse y de caminar, sus piernas vuelven a tomar vida porque su espíritu ha sido purificado, ha sido limpiado. El milagro que Jesús ha hecho es el de la liberación interior que se proyecta inevitablemente hacia afuera. Jesús realiza este milagro porque el hombre tullido tenía fe en Jesús y tenía deseos de comenzar una vida nueva que girara en torno al servicio y en medio de la comunidad, que lo recibirá y que dará testimonio del cambio que Dios ha realizado en su interior.

El mensaje de este texto nos ayuda a entender que Dios, por su amor universal, a través de Jesús, ofrece su Reino a todos los hombres por igual, sin distinción de pueblo o raza. Por la cercanía a Jesús queda borrado el pecado del hombre que lo paraliza y se le comunica un nuevo espíritu que lo levanta y lo hace caminar. El relato, de igual manera, muestra la resistencia e incredulidad de los letrados judíos ante este mensaje y la nueva vida, por el perdón de sus pecados, que aparece en el que se suponía indigno y excluido del Reino. Que María santísima nos ayude a valorar el sacramento de la reconciliación que cura toda clase de parálisis espiritual. ¡Bendecido Jueves eucarístico y sacerdotal!

Padre Alfredo.

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