viernes, 17 de junio de 2022

«Todo por un megáfono»... Un pequeño pensamiento para hoy


No cabe duda que todos nos damos cuenta que vivimos en una sociedad muy materialista pero además muy consumista. Ayer compré un megáfono para la procesión de Corpus Christi y confieso que poco salgo de compras. Sin embargo, mi primera impresión al ver el artilugio que ocupaba fue expresar al vendedor: «¡Se va a desbaratar muy pronto!» Y sí, definitivamente todo artefacto de esta era del consumismo está hecho para servir unas cuantas veces para desecharlo y comprar uno nuevo... bien dice el Señor en el evangelio de hoy (Mt 6,19-23) que no acumulemos tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen... ¿Qué hay en nuestros roperos? ¿Qué cosas guardamos y guardamos que no necesitamos? En Occidente vivimos en un mundo que de alguna manera podemos llamar opulento, lleno hasta el borde de bienes, ocupado obsesivamente en la producción y disfrute de los mismos unas cuantas veces hasta que se descompongan, se quiebren o se desfiguren. Se conjugan en todos los tiempos verbos como tener, poseer, atesorar, apropiarse, pertenecer, codiciar ... A estas sociedades occidentales nos viene bien hoy la advertencia de Jesús: «No amontonen tesoros en la tierra, donde hay polilla y moho que corrompen».

La sociedad consumista nos atiborra de cosas que luego ya no sirven y da lástima tirar, pero eso debe llevarnos a reflexionar en que nada de eso nos va a traer felicidad porque fuimos creados no para este mundo materialista que nos atiborra de objetos que pronto dejan de servir y que vamos sustituyendo y eso si no nos da lástima tirarlos. Cada uno puede preguntarse qué tesoros aprecia y acumula, qué uso hace de los bienes de este mundo. ¿Dónde está nuestro corazón, nuestra preocupación? Porque sigue siendo verdad que «donde está tu tesoro, allí está tu corazón». Ya estamos avisados de que hay cosas que se corrompen y pierden valor y sin embargo, tendemos a apegarnos a riquezas sin importancia. Estamos avisados de que los ladrones abren boquetes y roban tesoros y, sin embargo, parece que muchos no entendemos.

Los versículos finales de este trozo evangélico son una exhortación a la generosidad. Están construidos utilizando una imagen o metáfora si nos atenemos al contenido que se transmite a través de la figura «ojo». Puede ser un símil: al ser humano le pasa lo que al cuerpo: si el ojo está sano, todo el cuerpo se encuentra bien. Esta frase tan extraña se puede entender si tenemos en cuenta que, para los judíos, el ojo sano equivale a la generosidad, y el ojo enfermo a la mezquindad. Por eso algunos proponen esta frase que encontré por allí: «La esplendidez da el valor a la persona. Si eres espléndido, toda tu persona vale; en cambio, si eres tacaño, toda tu persona es miserable. Y, si por valer tienes sólo miseria, ¡qué miseria tan grande!». Después del llamado que nos hace san Mateo de despojarnos de los falsos tesoros, fuente de preocupaciones y poner toda nuestra confianza en Dios, esta exhortación a la generosidad es un llamado para que todos los discípulos–misioneros de Cristo nos entreguemos a Dios sirviendo a los demás sin límites ni condiciones. Y bueno, ¡a ver cuánto dura el megáfono! Que la Virgen María nos ayude a aspirar a los tesoros del cielo donde nada se desbarata. ¡Bendecido viernes!

Padre Alfredo.

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