martes, 7 de junio de 2022

«Ser sal y luz de la tierra»... Un pequeño pensamiento para hoy


Una de las comparaciones que Jesús hace de nuestra vida como discípulos–misioneros en el mundo es la compararnos con la sal y con la luz, Ser la sal de la tierra es ser en verdad la fuerza sabrosa y tonificante de esta humanidad que corre constantemente el riesgo de debilitarse en la banalidad. Ser luz de la tierra es ser esperanza para una humanidad que vive sumergida muchas veces en la oscuridad de la mundanidad, de la que tanto nos habla el Papa Francisco.

Hoy son estos los temas que toca el evangelio (Mt 5,13-16). Cuando Jesús nos dice que somos la sal del mundo, hemos de pensar en cómo la sal condimenta y da gusto a la comida. La sal sirve para evitar la corrupción de los alimentos. Y también, en muchas culturas, es símbolo de la sabiduría. Debemos ser sal en el mundo para dar gusto y sentido a la vida. Hemos de contagiar sabiduría, o sea, el gusto de Dios y, a la vez, el sabor humano, sinónimo de esperanza, de amabilidad y de humor. Como la sal, debemos también preservar de la corrupción, siendo una voz profética de denuncia, si hace falta, en medio de la sociedad.

Cuando Jesús habla de ser luz, debemos de ser como la luz, que alumbre el camino, que responda a las preguntas y las dudas, que disipe la oscuridad de tantos que padecen ceguera o se mueven en la oscuridad. Todos sabemos qué clase de cegueras y penumbras y oscuridades reinan en el mundo, y también dentro de nuestros mismos ambientes familiares o religiosos. El día de nuestro Bautismo se encendió una vela del Cirio pascual de Cristo. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa. No se nos ha dicho que seamos lumbreras, sino luz. Pidamos a la santísima Virgen que interceda por nosotros para que, como ella, podamos ser sal y luz del mundo. ¡Bendecido martes!

Padre Alfredo.

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