Para nuestro Señor, lo único importante es el «Reino de Dios y su Justicia; lo demás se nos dará por añadidura», es decir, que estamos llamados a construir una nueva sociedad donde no tengan lugar las desigualdades hirientes, ni la injusticia, ni el hambre, ni donde muchos hermanos pasen grandes necesidades mientras otros viven en la opulencia. Si nos esforzamos en buscar ante todo el «Reino de Dios», todo lo demás se nos dará por añadidura. Este mensaje de Cristo es una invitación a relativizar el valor absoluto de los bienes terrenos en comparación con el valor supremo de Dios y su reinado y a solidarizarnos con los más necesitados, que exigen de nosotros una actitud de generosidad.
La primera preocupación de todo discípulo–misionero de Cristo debe ser que sea realidad la justicia del reino según el programa expuesto por Jesús —las bienaventuranzas que todos conocemos—, es decir, la fidelidad a Dios. Así el reinado se hace realidad. Jesús, que ha quitado a los discípulos la preocupación por el objetivo inmediato, la subsistencia, les recuerda el objetivo primario de la confianza en Dios de quien todo nos viene, el trabajo por la paz, la extensión del reinado de Dios que se verifica en la nueva relación humana. Cuando la comunidad vive así, no tiene que preocuparse por su vida material; de ésta se ocupa el Padre. ¿Qué tanto nos preocupamos nosotros? ¿Qué tan grande y real es nuestra confianza en Dios? ¿Sabemos confiar en Dios en nuestro trabajo y en nuestras ocupaciones? Que María Santísima nos ayude a seguir confiando en la Divina Providencia. ¡Bendecido sábado!
Padre Alfredo.
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